Guía Cereza
Publicado hace 3 semanas Categoría: Hetero: General 383 Vistas
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La primera vez que la vio, Samuel sintió que su piel se erizaba. No era solo por su belleza y su porte elegante, sino por la forma en que lo miró, con una mezcla de curiosidad y deseo contenido. Era su primer día como masajista, y ella, su primera clienta.

—Relájate, cariño —dijo ella con voz aterciopelada, notando su nerviosismo.

Samuel tragó saliva y asintió. Sus manos temblaban ligeramente cuando comenzaron a recorrer la piel desnuda de su espalda. La fragancia en su cuerpo, la luz opaca de la habitación y los cuerpos desnudos lo envolvían, nublándole el juicio. Al principio y por un largo tiempo Samuel se concentró en los movimientos aprendidos, en no dejar alguna zona de la piel sin ser delicadamente masajeada o estimulada, pero cuando ella le habló con voz baja y sensual, sintió algo despertar en su interior.

—No temas tocarme —susurró ella, girando levemente el rostro para mirarlo con ojos encendidos mientras abría un poco el espacio entre sus muslos, que hasta el momento estaban juntos; ahora y en medio de ellos se apreciaba la piel lampiña de aquella mujer hermosa.

Él dudó, pero su mano bajó instintivamente por la curva de su espalda, trazando un camino más atrevido. Su respiración se volvió pesada cuando ella arqueó su cuerpo contra su tacto. Samuel, tímido y novato en este juego, dejó que ella guiara el momento. Fue así cómo sus dedos acariciaron la anhelante y húmeda vulva de aquella mujer. Luego de unos minutos ella se giró en la camilla, quedando frente a él, y deslizó sus dedos por su pecho, descubriendo la firmeza de su cuerpo joven.

—Me ha encantado tu masaje—susurró contra sus labios antes de besarlo, profunda y lentamente.

La habitación estaba cálida, iluminada por la luz tenue de unas velas que esparcían sombras danzantes en las paredes. El aire estaba impregnado con el aroma de los aceites esenciales. Ella deslizó la tela que aún cubría parte de su cuerpo y, sin titubeos, se acomodó sobre él, dejándolo sentir su calor y su deseo desbordante.

Samuel, guiado por la intuición y la necesidad, la tomó de la cintura mientras ella se movía sobre él, marcando el ritmo con movimientos profundos y sensuales. La sensación de su piel contra la suya lo embriagó, y cada gemido que escapaba de sus labios lo incitaba a más. Sus manos recorrieron sus caderas, ascendiendo hasta sus pechos, jugando con la suavidad de su piel.

Cuando ella sintió que el clímax se acercaba, lo empujó suavemente y lo hizo girar, quedando ahora bajo su cuerpo joven y ansioso. Samuel tomó el control, moviéndose con más seguridad, dejándose llevar por el instinto. Ella lo abrazó con sus piernas, presionándolo más dentro de sí, su respiración entrecortada y su espalda arqueándose en un estremecimiento final. Su orgasmo la recorrió en oleadas, haciendo que su cuerpo se estremeciera contra él.

El placer de Samuel no tardó en alcanzarlo. Con un gemido ahogado, sintió cómo su propio clímax lo tomaba por completo, su cuerpo entregándose al placer más intenso que jamás había experimentado. Agotados y aún entrelazados, quedaron en silencio por unos minutos, respirando el aroma de la pasión consumada en aquella habitación iluminada por la cálida luz de las velas.

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