Guía Cereza
Publicado hace 1 mes Categoría: Fantasías 789 Vistas
Compartir en:

Muchos seguidores me piden más relatos de mis experiencias, pero la verdad no tengo muchas historias que terminen en sexo desenfrenado. Todos mis relatos son 100% verídicos, entonces se me ocurrió contar pequeñas anécdotas puntuales que han sido muy excitantes para mí, espero también sean de su agrado.

Debía estar cursando los últimos semestres de universidad, yo tendría unos 20 o 22 años y los buses de transporte público en Cali no eran tan cómodos y amplios como el transporte masivo de hoy. Aunque siempre me ha incomodado la montonera en el servicio público, ya me había acostumbrado a los viajes en buses abarrotados.

Cierta tarde-noche, de regreso a casa, tomé el bus que, como de costumbre, estaba repleto. Me ubiqué en el corredor del bus y quedé apretada contra un atractivo joven ejecutivo de unos 30 años. Vestía formalmente y, a pesar de la hora, aún se le sentía un poco su loción. Él estaba sentado a orilla del pasillo. Yo estaba en minifalda y mis caderas quedaban casi a la altura del rostro del chico que evidentemente era mayor que yo. Él amablemente se ofreció a llevarme mi maletín.

Ya con las manos libres, me tomé del pasamanos de arriba dejando mis muslos desnudos que apretaban su hombro. Al principio me incomodaba tener que estar tan encima del joven, pero vi que, lejos de incomodarlo, lo estaba disfrutando. Él, además de su maletín en sus piernas, tenía el mío encima del suyo. Eso hacía que, al sujetar los dos maletines, su antebrazo tocara mis muslos desnudos.

Yo, dejándome llevar por la curiosidad, dejé que el chico siguiera frotando su antebrazo contra mis muslos a ver hasta dónde se atrevía a llegar. Solo era un juego para matar el tiempo hasta llegar a mi paradero. Ya con la confianza que yo le daba, empezó a tocarme mi rodilla con el dorso de su mano. Al principio ese toque logró despertar solo curiosidad, pero conforme pasaban los minutos me logró excitar de manera diferente. No era la excitación normal, era una mezcla de curiosidad, morbo y poder dominar la situación.

Entonces, muy disimuladamente, al vaivén del movimiento del bus, abrí un poco mis piernas y ahora el dorso de su mano quedó en medio de mis rodillas. El chico, aprovechando la oscuridad del bus y que los maletines “escondían” su mano, subió un poco su brazo y, con su mano abierta, sus dedos alcanzaron la parte lateral interna de mi rodilla.

¡Me asusté de inmediato al sentir sus dedos tocando la parte baja de mi muslo! Me quedé quietica unos segundos. Dios… ¿y ahora qué hago? Yo sabía que conscientemente había propiciado esta situación y no podía culpar a nadie. Era una sensación de excitación extraña, diferente. Estaba seduciendo a un completo extraño y eso me hacía sentir dominante de la situación, y me empezaba a gustar.

Esperé entonces unos segundos más y doblé despacio, muy despacito, mi rodilla hacia el frente del atrevido morboso, clara invitación a que siguiera su hazaña y que su atrevimiento era aprobado.

En esa posición, su mano ya podía tocar la parte trasera de mi rodilla. Y él, ni corto ni perezoso, empezaba a acariciar solo con sus dedos, muy tímidamente por ahora, solo la parte trasera de mi rodilla. Confieso que estaba nerviosa, pero me gustaba esa sensación de excitación diferente. ¿Qué me podría pasar? Había mucha gente y me sentía segura. La única preocupación era que alguien se diera cuenta, pero la complicidad de la oscuridad, todos apretados y los maletines tapando su mano, me daban cierta tranquilidad de que eso no iba a suceder. Entonces mejor me dedicaría a disfrutar esa extraña sensación de excitación que era nueva para mí, y lo estaba disfrutando.

Al ver que yo no oponía resistencia, ni que estaba incómoda con sus disimulados toques, mi “atrevido invitado” comenzó a subir su mano. Sentía sus dedos fríos y temblorosos que contrastaban con mi muslo caliente y sudoroso. Pasaron varios minutos pero para mí fueron segundos. De verdad estaba disfrutando ser acariciada por un completo extraño.

El lindo ejecutivo me acariciaba solo con sus dedos atrás de la rodilla. Poco a poco ganaba confianza ante mi silencio cómplice y comenzó a subir acariciándome siempre por detrás del muslo. Ahora bien, si quería subir más debía empujar hacia arriba mi faldita con su antebrazo. Al ver de reojo para abajo esa escena donde mi falda se empezaba a doblar hacia arriba, me excitó demasiado y un corrientazo pasó por mi cuerpo.

No sé si fueron los nervios, pero en un acto reflejo, instintivamente cerré las piernas, ¡las junté rápido! Y su mano quedó literalmente atrapada entre mis muslos por una fracción de segundos, lo cual asustó a mi “atrevido invitado”, quien la sacó de inmediato y volvió a colocar su mano sujetando los maletines.

¡Oh por Dios! ¿Qué hice? De nuevo estábamos como al inicio, ¡20 minutos atrás! ¡Maldita sea! Me odié en ese momento. ¿Cómo fui tan torpe? ¿Cómo decirle ahora a mi “atrevido invitado” que NO era atrevido y que SÍ era invitado?

El bus seguía lleno, pero no como antes. Con mis manos ahora sujetando el espaldar de los asientos de adelante y atrás de mi atrevido y descarado invitado, y en un último y desesperado intento de que el atrevido siguiera lo que había empezado, abrí de nuevo mis piernas y me incliné un poco mi cuerpo hacia mi atrevido desconocido.

En esa posición lo tenía arrinconado ahora a él. Si quería recuperar el tiempo perdido, ahora la atrevida tenía que ser yo. Aprovechando algún hueco de la calle, el bus se sacudió y acerqué mi pelvis contra mi invitado. Mi abdomen golpeó su mejilla con la sacudida del bus, pero no me enderecé. Por el contrario, me agaché más y miré por la ventana disimulando ver por qué calle estábamos. Yo miraba y miraba de adelante a atrás y de atrás hacia adelante, haciéndome la confundida mirando por donde estábamos pasando, mientras mi abdomen lo pegaba a su rostro y mis piernas abiertas eran una forma de decirle: lo siento, qué torpe fui, ¿me perdonas? ¿En qué íbamos?

Él lo entendió y me perdonó tocando de nuevo mi rodilla ya con más confianza. Y sin perder el tiempo otra vez fue atrás de mi rodilla y apresuró a subir su mano, el muy atrevido. Ya más desinhibido y autorizado con mi actitud pasiva y sumisa, acarició la parte trasera del muslo y la sobaba. Me estaba dejando tocar de un maldito pervertido y total desconocido y yo no oponía resistencia. Por el contrario, me excitaba y le facilitaba las cosas a este atrevido.

Me encantaba ser tocada por un agradable desconocido, un imbécil que no se atrevía a subir más allá del muslo. Lo tenías todo, maldito desconocido, para avanzar. No sé por qué no avanzaste más. No sé si te hubiera dejado avanzar más. Tal vez sí, tal vez no. Siempre pienso en eso. La verdad nunca lo sabré porque llegué a mi parada y debía bajar. Le pedí mi maletín y no fui capaz de mirarlo a la cara. Me volteé y me perdí entre los pasajeros para bajarme.

Nunca más lo volví a ver, pero siempre lo voy a recordar.

FIN

Publica tu Experiencia

🍒 Pregunta Cereza

¿Por qué crees que más personas jóvenes se identifican hoy como bisexuales? Un reciente estudio revela que 1 de cada 4 jóvenes entre 18 y 24 años se identifica como bisexual.


  • Qué buen relato! Si, falto más atrevimiento. ¿Qu+e sucede cuándo recuerdas esa escena?
    • hace 4 semanas
      Tenia 20 añitos algo así , era la primera vez que me pasaba creo que me pasé de atrevida. Y el momento que aun lo tengo en mi mente como si fuera ayer fue cuando de reojo vi hacia abajo y vi mi faldita comenzar a subir , producto del antebrazo del desconocido que se animo a avanzar y si yo no me hubiera asustado tal vez y digo tal vez lo hubiera dejado seguir, o tal vez no , eso nunca lo sabré. En ese momento me asusté pero me excité, en ese orden. Pregunten lo que quieran o síganme en twitter como @damadepica Besitos Any

Nuestros Productos

Enfermera Nina

CEREZA LINGERIE $ 102,900

Body

MAPALE $ 114,000

Set Nikitta

CEREZA LINGERIE $ 133,900