Guía Cereza
Publicado hace 1 semana Categoría: Hetero: Infidelidad 176 Vistas
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Las luces del bar son suaves, creando un ambiente íntimo y acogedor. Ella está frente a mí, y aunque no nos hemos visto en mucho tiempo, es como si nunca nos hubiéramos separado. Su mirada es igual de intensa, esa mezcla de misterio y deseo que siempre me atrapó. El sonido de la música de fondo parece desvanecerse cuando nuestras miradas se encuentran. Hay algo en el aire entre nosotros, como una corriente invisible, una atracción palpable. Cada gesto suyo, cada vez que se acerca a su copa, hace que mi cuerpo reaccione, como si todo el tiempo que hemos pasado sin vernos no fuera más que una introducción a lo que realmente queremos.

La conversación es mínima, apenas necesaria, pero el peso de lo no dicho pesa más que las palabras. Cuando nos levantamos para salir, el aire se vuelve más denso, más cargado. En el coche, el silencio se hace pesado, pero cómodo. A cada kilómetro, la tensión crece, como si estuviéramos esperando el momento en que todo estalle. Al llegar al hotel, el ambiente cambia: la habitación está iluminada de manera tenue, casi oscura, con solo unas luces cálidas que marcan el contorno de la cama. Es como si el mundo se hubiera reducido a este instante. Cierro la puerta detrás de ella, y el aire entre nosotros se vuelve más espeso, más denso. Ya no hace falta hablar.

Me acerco con lentitud, disfrutando de cómo sus ojos siguen cada uno de mis movimientos. Al quitarle la chaqueta, mis manos no se apresuran. Siento su respiración más agitada cuando rozan su piel, y esa respuesta me dice que no ha cambiado nada entre nosotros, que el deseo sigue intacto. La empujo suavemente hacia la cama, pero no me apresuro. La miro, y sé que ella está dispuesta, pero también sé que esta vez el control está de mi lado. Sus ojos brillan con esa mezcla de entrega y desafío, y cuando nuestros cuerpos se encuentran, es como si el mundo desapareciera. No hace falta apresurarse. No hace falta nada más que seguir el ritmo de lo que ya sabemos que funciona entre nosotros. El silencio que queda, cuando todo está dicho y hecho, es más que el simple descanso; es la promesa de que, de alguna forma, siempre estaremos conectados, hasta que tiemble todo a nuestro alrededor.

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