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Todo comenzó una noche cualquiera, cuando aceptamos la invitación para hablar por video. Al principio, fue solo una conversación ligera, pero pronto, cada palabra se volvió más profunda, más cargada. A través de la pantalla, podía ver la intensidad en tus ojos, el brillo en tu mirada, como si me estuvieras desnudando lentamente, no solo con tus palabras, sino con la forma en que te movías, con cada pequeño gesto.
La distancia que nos separaba desapareció en cuanto escuché tu voz, suave y seductora. Había algo en ella, algo que me hacía inclinarme más cerca de la pantalla, como si pudiera tocarte, como si pudiera sentirte a través de la tecnología. Me hablaste de tus deseos, de tus fantasías, de cómo a veces, solo un pensamiento podía encenderte. Yo, sin querer, me fui dejando llevar por el ritmo de tu relato, por la vibración de tu voz, por esa atmósfera única que habíamos creado.
Los minutos pasaban, pero en realidad, el tiempo ya no existía. Lo único que quedaba era esta conexión intensa que se formaba entre nosotros. Cada palabra que salía de tus labios era como un toque, una caricia en mi piel, y a medida que hablábamos, la tensión aumentaba, como si todo en mi cuerpo esperara tu siguiente movimiento, tu siguiente palabra.
Te vi moverte lentamente frente a la cámara, como si estuvieras consciente de lo que esa imagen estaba creando en mí. El ambiente entre nosotros era tan íntimo que ya no hacían falta las palabras, solo el susurro de nuestras respiraciones. Tus ojos me desnudaban, y me di cuenta de que, sin estar en el mismo espacio, estábamos más cerca que nunca.
Cada momento se volvía más intenso, como si las pantallas se desvanecieran, como si estuviéramos realmente ahí, compartiendo no solo la conversación, sino todo lo que había detrás de ella. Mi cuerpo reaccionaba a tus gestos, a la forma en que te acercabas a la cámara, como si me estuvieras invitando a entrar en tu mundo, a explorar cada rincón de tus pensamientos más íntimos.
Finalmente, después de hablar tanto sobre lo que deseábamos, sobre lo que queríamos, nuestras palabras se convirtieron en algo más. Los silencios entre nosotros dejaron de ser vacíos y empezaron a cargarse de significado. Sin tocarte, sin estar cerca, había algo que nos unía en ese momento. Algo tan real como cualquier otro encuentro, pero hecho solo con palabras, con susurros que llegaron a lugares más profundos de lo que jamás imaginamos.