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Mi Lobo me escribe:
-¿Qué haces?
-Aquí leyendo, le contesto. Y él como el bendito macho alfa que es, me dice:
-Ábreme la puerta
Nerviosa me levanto de la silla del comedor en donde estaba frente al computador. Le había pedido que nos viéramos y me había dicho que no sabía si podía hacerlo.
Abro la puerta emocionada, sin darme cuenta que estaba solo con mi kimono de satín gris a medio amarrar, (solo con eso) Quiero decir, sin ropa interior ni nada.
En cuanto lo veo me lanzo a besarlo, había extrañado a mi Lobo y a su aroma, a su tacto en mi piel y su fuerza al abrazarme me devolvió la vida.
Mi Lobo me admira, me mira, me devora con sus ojos penetrantes. Me sienta en el mueble, me abraza con cariño mientras yo recuesto mi cabeza en su pecho al tiempo que charlamos un poco.
Pero yo no soy así, nosotros no somos así. Los besos empiezan a subir de tono, ya no son besos de “te extraño” son besos de “quiero devorarte” me trepo encima de él a horcajadas como me gusta, me restriego encima de su pantalón, uso su cremallera para hacer fricción en mi perla que está hinchada, muy húmeda y muy dura. Como premio empiezo a sentir mi primer orgasmo que se prepara como si fuera un algodón de azúcar. (De esos que se vuelven esponjosos por el calor y el aire)Y dentro del estado de letargo en el que estoy me dice:
-No me vayas a mojar el pantalón. Claro, sabe que soy de las que descargo lluvia dorada como loca cuando me toca, solo él puede hacerlo.
No lo hago porque entiendo que no tiene cambio, me bajo de encima de mi Lobo, queriendo recuperar un poco el control. Impotente porque mi orgasmo fue interrumpido y un poco entre molesta y triste. Quiero sentirlo adentro de mi, pero sé que eso no pasará, no tenemos cauchos.
Me siento nuevamente en el mueble, él me acomoda con el fin de que quede mi espalda en su pecho, subo las piernas al mueble y él interpreta que yo quiero que me masturbe, que me clavé los dedos. Pero no, no quiero eso. Llevo muchos días masturbandome sola, usando mi juguete debido a la maldita falta que me ha hecho y en este momento no quiero más que sentirlo dentro. Muero porque me clavé, profundo, duro, sin piedad. Quiero que me nalgueé, que me apriete, que me llene de su leche. Quiero sentirlo derramándose dentro de mi.
Por eso me niego a que me toque con sus dedos, cierro mis piernas evitando que lo haga y entonces se pone de pie y me dice:
-¿dedos no? Entonces te voy a enloquecer.
me arrastra hasta la HABITACIÓN PROHIBIDA me pone con mis rodillas y palmas de las manos encima de la cama y comienza a besar mi perla desde atrás de una manera demasiado profunda y gustosa. Me lame, me chupa, me muerde y así llega por fin mi primer orgasmo. Uno de esos que me tambalean de tanto goce. No aguanto las ganas de darle esa lluvia dorada que sé él busca y queriendo complacerlo me volteo para quedar de espaldas a la cama, con mis piernas abiertas de par en par, con mi Kimono ya desabrochado del todo dejando ver así mis tetas erectas por el deseo. Su mirada está a través de mis muslos, su saliva se combina con mis flujos, su expresión es de goce, su bendita lengua me atormenta y sus dientes me hacen llegar a la gloria con pequeños mordiscos que me transportan a un mundo desconocido, pero muy apetecido, a un estado de placer y de felicidad. Me tiemblan las piernas por las incontables contracciones, no hallo en donde ponerlas, sus hombros me sirven de apoyo mientras sigo pidiendo más. Más de su lengua en mi perla, más de su saliva resbaladiza y llega el siguiente orgasmo.
Con y el pulso acelerado, comienzo a pedir que pare, ya no soporto más la ansiedad. Quiero tenerlo adentro y el caucho pasa a importarme una mierda. Solo lo necesito a él. A él dentro de mí y si no puedo tenerlo, mejor no quiero nada. Soy así de caprichosa o así de obstinada.
Se me niega, no quiere meterlo si no usamos protección y me siento fracasada. Tenerlo tan cerca y no sentirlo dentro de mi, es justo lo que no quiero sentir. Yo solo quiero que me llene de su bendita leche, que se derrame dentro de mi, que no aguante mis apretones pélvicos, que no se contenga con mis movimientos.
Lo empiezo a desvestir, con la idea de montarlo como amazona, pero su prudencia por no tener protección se le nota en la mirada y yo jamás haría algo en contra de su voluntad. Por eso tomo la decisión. Si yo no puedo disfrutarlo como yo quiero, entonces que disfrute mi Lobo.
Empiezo a lamer su pito, lo devoro en la primera estocada, me lo meto hasta el fondo y chupo su líquido con ganas. Mientras eso, siento que me hala del cabello si fuerza pero con estilo dominante, me levanta y logra ponerme en su cima. No aguanto más y no lo pienso dos veces. Me deslizo suavemente, sintiendo cada milímetro de su falo entrar en mi, quemándome de placer desmedido, es el puto cielo la sensación de saber que se está hundiendo en mi. Esto era lo que quería, esto era lo que necesitaba. Nada se compara con su cabeza rosando un punto que no sé que es, pero que siempre que está dentro de mí siento que me toca y me hace enloquecer de placer. Lo que siento cuando él me penetra no puedo describirlo porque es inefable, indecible.
Me muevo hacia adelante y hacia atrás con fuerza, mi Lobo me brinda el apoyo de sus manos para que lo haga de manera magistral, mis gemidos de placer se escuchan resonar duro en la habitación. Si, soy una gritona, me encanta que mi Lobo sepa lo que me hace sentir, aunque siendo realistas, mis gemidos no son controlables y menos cuando es él quien está duro caliente y mojado dentro de mi, es ahí cuando mis aullidos son especiales y muy sinceros. Me muevo victoriosa regalándole así mi lluvia dorada. Me salgo un poco para que mis fluidos marquen su abdomen y entrepierna, Lo emparamo, miro hacia abajo para ver mi desastre y orgullosa veo que su cuerpo BRILLA y no solo por lo mojado que está 😂. Lo miro triunfante mientras fatigada y extasiada vuelvo a meterlo hasta lo más profundo de mi ser, repitiendo la hazaña y dándole más lluvia, lluvia que se me resbala por mi entrepierna y moja la cama.
Me mira, lo hace con la mirada más puta del mundo, se le nota el ego por haber hecho bien el trabajo y sé que está a punto de llegar. Aprieto con fuerza mi interior y consumo su semilla dentro de mi. Siento como su calor se derrama y como sus expresiones cambian, arruga sus cejas y su mirada es más fiera que nunca, sus labios se muerden porque los machos alfas no gimen y su mentón se encoge hacia su pechos (es un verdadero espectáculo) y mientras, lo sigo montando tocándome mis pezones, feliz porque sentir su carne dentro de mí es todo cuanto quería. Aprieto más fuerte y escurro todo lo que sale de mi Lobo, nada puede quedarle adentro, porque su leche es mi aliciente, mi calma y mi satisfacción más plena.
Hago una última acotación…
Mi Lobo cada vez está más bueno, más fuerte y delicioso. A su cuerpo trabajado no puede hacer más que desearlo sin cesar. Por eso su cuerpo mientras estaba en la ducha, es material inminente de masturbación para mis días de soledad, en donde solo existimos mi vibrador, mi imaginación y yo.