
Compartir en:
Buen dia.
¿Qué? — Dice mi madre, con los brazos en jarras, desde la puerta de mi habitación. Me congelo. Me ha pillado con la polla en la mano, masturbándome despacio, sentado en el borde de mi cama, mirando por la ventana hacia el otro extremo del patio interior. — ¿Qué haces, eh? ¿Mirarla y pajearte?
Mi puerta está abierta porque creí que mamá había salido. Mi hermana también crei que no está.
Mi madre tiene el patio lleno de geranios y jazmines, y en el lateral hay una escalera que sube hasta la terraza, situada sobre la casa. El suelo de baldosa blanca y azul tiene en el centro una pequeña fuente bajita. A la derecha, la ventana del dormitorio de mis padres.
Al otro lado del patio, la gran ventana del cuarto de baño, en línea con la ventana de mi habitación. La ventana está abierta, y mi hermana mayor se está duchando. Sabe que la miro, y le da igual. Sabe que me siento en la cama a pajearme, y le da igual. De hecho, me avisa cuando va a ducharse. Y siempre lo hace cuando mi madre ha salido.
Pero a mi madre no le da igual.
— Cerdo…
Me suelto la polla y la voy a guardar en el calzón, cuando su voz me congela de nuevo con un grito.
— ¡Estate quieto! ¡Ni te muevas!
Mi hermana lo ha oído desde el otro lado. La miro, y sus ojos se clavan, abiertos como platos, en esta dirección.
Mi madre se acerca. Sus tetas botan en el vestido ligero y veraniego. Clas, clas, las sandalias suenan mientras se acerca a mí.
Mi madre mira al otro lado del patio, y mi hermana no ha sido capaz de cerrar su ventana. No sé si ha visto ya a mi madre, pero actúa como si no se hubiese enterado y sigue echándose agua para aclararse el jabón.
— Ayer con mis bragas y hoy con tu hermana, ¿eh? Degenerado.
Llevo mi mano al calzón para guardarme la polla, y vuelve a gritarme.
— ¡Que te estés quieto! Pasa la vergüenza, pásala… Cerdo, que eres un cerdo…
Se sienta, casi dejándose caer sobre la cama y empujándome con el culo. Su mano derecha, la más cercana a mí, me raspa la barriga con las uñas mientras dirige su mano a mi polla empalmada, agarrándola con fuerza. Hago un gesto de dolor, pero ella acerca su cara a la mía, con ojos de furia.
— Te pajeas mirando a tu hermana, marrano.
— No mamá, no me he dado….
— ¡Chstt! A callar, cerdo. — Dice, apretándome más la verga. — O te la corto.
Y diciendo eso, flap, sube su mano por mi polla hasta el capullo, y vuelve a bajar con fuerza, apretándola en la base. Me quedo estático. Tengo su cara dos centímetros, mirándome con mala hostia.
Y la cago aún más. Viene con un vestidito de verano y las dos ubres asoman. Han botado cuando me la ha sacudido después de casi pegarse a mi brazo.
— Anda sí, encima mírale bien las tetas a tu madre, marrano. — y, diciendo esto, vuelve a sacudírmela otra vez. — Que te deslechas con tu hermana y con mis bragas, ¿eh? Que lo sé. — Flap! Otra sacudida — Puerco, marrano..
Empuja su frente contra la mía, casi un cabezazo, y se me abre la boca de miedo. No sé qué hacer y mi polla estaba ya pidiendo soltar leche cuando ha entrado. La sangre sigue ahí a pesar del miedo, mi madre la agarra con fuerza y me la está sacudiendo. Aunque me hace daño, estoy duro como una piedra.
— Mirándole las tetas a tu hermana… — flap, vuelve a subir y bajar con fuerza, esto ya es paja… — … Y a tu madre, marrano…
Diciendo esto, lleva su mano izquierda a su teta y tira del vestido y del sujetador, bajando el tirante, sacando la masiva berza y apoyándosela sobre el vestido y el sujetador.
— ¿Esto, eh? Te escondes para vernos las tetas, guarro… — Flap, flap… sube con fuerza, cerrando la mano contra mi capullo, que ya está soltando líquido preseminal, y baja con más fuerza aún contra la base, pajeándome… flap! prsttt flap! prstt, flap!
Miro su enorme melón moreno por el sol, descubierto, con el pezón grande y duro. Debo tener cara de subnormal. Miro de reojo a la ventana, y veo a mi hermana al otro lado del patio, tras la ventana, con el agua cayendo en ese cuerpo que me vuelve loco, y vuelveo a mirar la teta de mi madre, botando por el movimiento de su mano sobre mi polla.
Mamá lleva su mano izquierda, tras liberar su pecho, hasta mis huevos, y los agarra con fuerza, de golpe. Ahora su brazo derecho y su brazo izquierdo aprietan sus tetas gordas una contra la otra, y casi no siento el dolor cuando me cierra la mano contra las pelotas.
— Sinnvergüenza… sacándose la leche.. — flap flap, vuelve a pajearme más fuerte — con su madre… — dice esto pegándome la nariz a la cara, con cara de furia y su voz se vuelve más grave. Aunque a menos volumen, me da más miedo así. Mi polla late en su mano y el chuipp de la lubricación suena con los golpes de la mano de mi madre contra la base de mi polla.
— Sacándose la leche… Mírala, mírala demonio…
Mi madre me está poniendo a reventar. Siento los cojones apretarse contra su mano a cada trempado de mi nabo respondiendo a sus meneos, flap, flap… Sus tetas botan mientras ella me respira en la cara y sus labios se pegan a mí, cerca de mi boca, diciendo barbaridades…
— Mira, mira a tu hermana… puerco, deggenerado, perro salido…
Sin separar la cara de mi madre, dejo de mirar sus tetas y llevo los ojos a la ventana de nuevo. Mi hermana nos mira, con el agua cayéndole y los ojos muy abiertos, desde el otro lado. Sólo puede ver la cara de mi madre pegada a mí, diciéndome barbaridades, y quizá su teta fuera del vestido, no lo sé. Pero mira hacia nosotros con cara de alucinada.
Mi madre me pajea más rápido, y suelta mis huevos para llevarse la mano izquierda a la parte baja del vestido, que ya es corto. Su pierna derecha pegada a mí, la izquierda se abre mientras su mano aparta del todo la tela dejándome ver su braga blanca, su coño marcado, y se da un golpe con los cuatro dedos sobre el potorro.
— Estas bragas me quitas, cerdaco, estas… Con estas te pajeas y me las llenas de lefa… — el flap flap flap de la paja que me está dando se hace irregular mientras ella se azota el conejo cubierto por la braga blanca — Deggggenerao…
Su mano derecha se aferra a la base de mi polla, se detiene, y mis pelotas ya casi no pueden más mientras mi madre posa sus dedos sobre la braga, esta vez sólo dos, y se frota el coño un par de veces, para luego volver a darse azotes con los dedos.
— Cochino, cochino, cochino… — dice, agarrándose el coño con los dedos y apretándose, mientras su mano se vuelve a mover sobre mi polla — mírala cochino, mírala… — dice volviendo a pajearme a toda velocidad, flap flap flap flapflapflap…
Mi boca abierta tiene que parecerle ridícula a mi hermana. La miro, y en vez de de costado está de frente, mirandome, mientras el agua sigue cayéndome.
Mi madre me muerde la cara. Su mano izquierda sigue en su coño, la derecha me pajea, y siento la leche empezar a brotar. Tiemblo como con una sacudida y mi leche salta. Sobre el vestido de mi madre, sobre su teta, llenando su mano, mientas sigue sacudiendo y trata de decir “marrano” con mi mejilla entre sus dientes.
— Marronoo…