
Compartir en:
No sé cómo lo hiciste,
pero lograste que mi cuerpo hablara sin decir una sola palabra.
Tus caricias no eran suaves,
eran seguras.
Y tu boca…
tenía un lenguaje que solo mi piel entendía.
Me llevaste al límite, una y otra vez,
sin necesidad de decir mucho, solo con mirarme.
Y cuando tus dedos bajaron,
el mundo se apagó.
No sé cuántas veces perdí el control,
ni cuántas veces sentí ese escalofrío que empieza en la espalda y termina en el alma.
Tus movimientos…
fueron precisos, como si me conocieras desde antes.
Y cuando terminó, supe que nada sería igual.
No por lo que hicimos,
sino por cómo lo sentí...