Guía Cereza
Publicado hace 1 día Categoría: Tríos 194 Vistas
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En cierto momento de esa resistencia femenina, ella se mordió sus labios, reprimiendo una sonrisita cínica, maliciosa, malévola. Su sonrisa la delataba: estaba sufriendo, estaba padeciendo la incomodidad de tener un pene dentro de su culo, pero para ella valía la pena. A cambio de eso tenía a todo un semental hinchándose su ego y su espíritu de una sensación humanamente carnal.

—Ay, ¡que delicia Mark!—gritó ella interrumpiendo nuestras miradas—. Me encanta como me culeas.

—¿Te gusta querida Kira? ¿Quieres que incremente la potencia?

—Sí, hazlo con mayor ritmo, como en las películas porno.

—De acuerdo, de acuerdo.

El “sufrimiento” de Kira se sublimó en ese instante. O quizá, se volvió tan fuerte e intenso, que no tuvo otra forma de liberarse de éste mismo que actuando con violencia. De modo que con determinación y rapidez, ella usó sus manos para abrir mis piernas y luego llevó sus labios a los labios de mi vagina. A mí me fascinó esa manera brusca de actuar. Siempre me ha encantado cuando en el sexo llega a esos estados en los que parece poseída.

Y naturalmente, la posesión sexual que la gobernaba logró transferírmela con el delicioso sexo oral que me ofreció. Parecía una perrita mamando leche de una de teta su madre. Se consagró de manera tan perfecta a darme placer que mis ojos no tardaron en pasar al blanco total. Terminé de recostar mi cuerpo en la cabecera de la cama y me enfoqué en solo disfrutar de sus favores.

De modo que los tres estábamos gozando. Mark, desde su panorama de semental y hundiendo su pene en el ano de Kira, era el que más disfrutaba. Estaba fascinado de sentirse realizado como hombre, follándose a una mujer divina que se entregaba a otra mujer para saciarla con su boca. La energía que fluía en mi cuerpo se canalizaba a través de Kira y llegaba hasta él. Y lo mismo ocurría desde allá para acá.

Había momentos, en que abría mis ojos y, aparte de ver el mundo salpicado de estrellitas, percibía la magia cósmica que ardía en el cuerpo de Mark. Su rostro, con sus ojos cerrados, se elevaba hacía el techo y apretaba sus labios como si no quisiera perder la esencia del trance en el que se encontraba. El mismo trance que él sabía que nos encontrábamos las dos.

—¡Esto sí que es sexo ardiente, por Dios!—dijo Kira emocionada—. Para eso vinimos a este mundo, a gozar como mortales.

—Sigue en lo tuyo amor mío—le exigí yo—. Esto está tan delicioso. Quiero llegar, quiero llegar.

—Discúlpame, cariño, disculpa.

Kira volvió a hundir su boca en mi vagina. Mi vagina, como lo he descrito en otras escenas de mis relatos eróticos, se convirtió en una boca para ella. Esas dos bocas se amaban, se humedecían, se buscaban enloquecidas por obtener más y más placer. En algún punto de ese encuentro, no pude resistirme y mi cuerpo expresó su orgasmo.

Quizá Mark haya alcanzado a ver en mi rostro y en mi propio cuerpo la liberación del orgasmo. O quizá sintió cómo la energía misma de mi orgasmo, emanó de mi ser como un sentimiento invisible que lo llenó de orgullo. Lo cierto, o de lo que estoy convencida que pasó, es que mi felicidad rebotó en la de él, condenándolo a no refrenar más su placer.

Por eso, un segundo después de que yo aceptara entregarme a mi satisfacción, el expresó con voz derrotada y en inglés: “I’m sorry, Kira, I can’t do it more”. Lo dijo en inglés, muy a pesar de que hasta entonces siempre había estado comunicándose con nosotros en español. Al escucharlo, Kira dejó de lamer mi vagina y me miró a los ojos.

Cuando yo la miré a los ojos, ella comprendió por completo que en efecto había alcanzado mi orgasmo más perfecto; algo que naturalmente Kira ya venía adivinando con mis gemidos y el comportamiento de mi vagina, que parecía huir de su boca. Conocer esta verdad, sumada a lo que suponía que Mark no hubiese podido resistir más, inundó su espíritu sexual de un orgullo supremo.

Entonces Kira, ahora que el ritmo de las penetradas había cesado, enderezó su cuerpo y anunció con satisfacción:

—No te preocupes Mark. Tú sabes que no tengo inconveniente en que eyacules dentro de mí.

—Dile a tu amiga que nos ayudé con esto…

—Oh, disculpen—dije emocionada—. ¿Qué es lo que hay que hacer?

—Toma ese paquete de pañitos húmedos y saca unos dos o tres—me indicó Kira—. Lo que menos queremos es que el semen de Mark moje las sábanas.

Lo que ocurría es que, hasta ese momento, el pene de Mark aún se encontraba dentro del ano de Kira. Yo, actuando con la rapidez de una enfermera en medio de una cirugía, saqué los pañitos y me aproximé al coito anal. El pene de Mark se veía grueso, a pesar de que ya no poseía el tremendo vigor de unos minutos antes. De manera lenta y con calma, empezó a extraerlo, mientras me quitó uno de los pañitos.

Ese pañito que eligió, lo ubicó justo debajo de su pene, dejando que realizará contacto con la piel de Kira. Al mismo tiempo, me explicó que estuviera atenta para cuando extrajera por completo su pene, para que prácticamente me hiciera cargo de tapar el ano de ella con los pañitos. Al cabo de unos segundos, conseguimos cumplir correctamente la tarea.

Solo una pequeña porción de semen resbaló hasta caer en el pañito que él tenía. Yo, con mucha precisión me hice cargo de hundir los pañitos restantes en el mismísimo ano de Kira. Ella misma me había explicado que los presionara “como si se tratara de sellar una botella”. Alrededor de un minuto más tarde, mi amiga se colocó de pie y entonces retiró ese corcho que representaban los pañitos.

Un hilo de semen cayó de inmediato al suelo. Fue un momento que realmente logró excitarme. Quizá para otra persona, ver ese líquido salir de su intestino hubiese tenido una connotación demasiado sucia. Pero para mí representó todo lo contrario. Y fue aún más deleitante cuando ella se agachó y apoyó sus nalgas sobre sus talones. Sus pies estaban ligeramente empinados.

Al estar en dicha posición, el resto del semen de Mark fluyó hacia el suelo. Kira al reconocer que ya había emanado de su interior todo el líquido, usó un pañito húmedo para limpiarse el ano. Nuestro amante le ofreció unos pañitos adicionales para que limpiara el suelo. Después de esto, ella se colocó de pie. Al ver mis ojos emocionados por lo que acababa de ver, decidió darme un beso en la boca.

—¿Nunca habías visto algo así, querida Tatiana?—me preguntó.

—Claro que sí. En películas porno.

—¿Qué es lo que más te emocionó de esto?

—No sabría definirlo exactamente—le respondí—. Me causó mucho morbo y placer ver cómo emanaba ese líquido blanco de tu interior.

En ese momento, Mark se encontraba bajo la ducha del baño, realizando la tarea de lavarse su pene. Cuando segundos más tarde salió del baño, nos descubrió a las dos besándonos. Fue un beso muy apasionado, donde nos entregamos a sentirnos la una a la otra, mientras nos acariciábamos nuestras tetas.

Los tres estaríamos alrededor de una media hora en la cama, conversando y a la espera de que el pene de Mark estuviese listo para una nueva sesión de amor. La manera cómo ese hombre se comportó con nosotras fue muy fantástica. Cuando nos abrió la puerta de su apartamento, su rostro se emocionó ante la sorpresa.

—Hola, muy buenas noches—nos saludó—. Esto no me lo esperaba, Kira.

—Te presento a mi amiga Tatiana. Una de mis amigas y amantes más cercanas.

—Mucho gusto, Mark—dije mientras le estrechaba la mano—. Mi presencia aquí obedece a una invitación inesperada.

—Lo importante es que vamos a pasar una buena noche—agregó Kira.

Entonces decidimos sentarnos en la sala para conversar un poco. Mark se encontraba vestido con una ropa casual que le otorgaba una gran elegancia. Sus jeans, su camisa a cuadros, su correa negra de cuero, incluso sus zapatos que también eran de cuero, dejaban a la vista que aparte de ser muy solvente, también era un hombre con mucha cultura.

Unos minutos más tarde, aquel hombre nos invitó a una copa de vino. Durante el tiempo que se prolongó nuestra conversación en aquella sala, ni Mark ni Kira hablaron sobre el tema del dinero correspondiente a lo que serían mis servicios. Probablemente por la sencilla razón de que buena parte de la conversación se mantuvo alrededor de que era la primera vez que iba a tener sexo como si fuese una escort.

—Kira simplemente me invitó—dije—. Me explicó que no quería dejarme sola y que solo lo haríamos por diversión.

—Vamos a ver entonces cómo te va, Tatiana—reflexionó Mark—. Aunque de antemano déjame halagarte y reconocerte que eres una mujer muy hermosa.

Kira se levantó en ese momento del sofá en el que se encontraba y se colocó junto a él. Con una confianza plena, como si fuesen novios desde hacía mucho tiempo, ella introdujo su mano por debajo del jean de Mark. Entonces comenzó a acariciar su pene al mismo tiempo que le ofrecía unos deliciosos besos.

El amante se levantó casi que de inmediato del sofá, tomando la mano de Kira como si fuese su novia. Me ofreció su otra mano y yo obedecí. Fue así como nos llevó hacia la habitación principal de su apartamento. Era una habitación muy espaciosa que poseía una iluminación muy hermosa, matizada de un color naranja.

El acto de amarnos no tardó en iniciar. Nos entregamos en un primer momento a compartir besos y caricias, dejando que la sangre fluyera con intensidad. La respiración de cada uno de nosotros comenzó a sincronizarse, lo mismo que los turnos en que Kira y yo teníamos la suerte de besarlo. Fue un momento muy excitante.

Un rato más tarde, Kira se encontraba acostada boca arriba, con sus piernas abiertas y preparadas para sentir el pene ingresar en su vagina. Mark se comportó muy bien dándole placer a ella de esa manera. Se entregaba a la faena demostrando que tenía buena experiencia. Yo por mi parte, aproveché la situación para aproximarme a su cuerpo y brindarle unos besos deliciosos.

—Me encantan tus besos, Tatiana.

—Y a mí tu talento para dar amor. Te mueves muy bien. ¡Y qué bonitas nalgas tienes!

—En un rato será tu turno. Por ahora disfrutemos de los gemidos de Kira.

—Está muy delicioso—comentó ella—. Ya comencé a ver estrellitas.

Por cierto que había olvidado dejar en claro que Mark es un hombre con un cuerpo esculpido y muy hermoso. Es fruto de sus horas de entrega al gimnasio. En realidad, se conoció con Kira en el mismo gimnasio al que ella asiste. Por eso, a medida que el pene de él ingresaba en la vagina de ella, yo me daba el gusto de acariciar sus pectorales, al igual que sus nalgas robustas.

Tal como lo había prometido, un rato más tarde llegó mi turno. Kira me cedió su lugar y yo me acosté en la misma posición. Hubo un momento de silencio que en cierto sentido resultó incómodo para todos. Pero Mark logró despejar esa sensación sonriéndome. Hasta entonces me sentía indefensa, pero dicha sonrisa me disuadió a entregarme y confiar en él.

El pene de este hombre ingresó despacio en mi vagina. Mi sangre comenzó a fluir aceleradamente en mi cuerpo, llenándome de una alegría irresistible y tremenda. El juego de penetrarme me resultó muy satisfactorio y en mi rostro la expresión de asombro por sentir su hombría en mí se manifestó casi de inmediato.

—Disfrútalo, mi amor—me decía Kira—. Te advertí que pasaríamos una noche deliciosa.

—Está muy bueno, Mark. Sígueme dándome todo tu sexo. Qué hombre tan fantástico eres.

—Vamos, Mark, no dudes en entregarte por completo.

Entonces, Mark sea acomodó sobre mí. Es decir, descargo su pecho contra el mío, lo que nos permitió darnos unos besos fabulosos, prolongados y llenos de pasión. Igual que lo había descrito Kira, empecé a contemplar estrellitas en mi campo de visión. Las penetradas de este hombre eran fuertes, sin compasión.

Al cabo de un rato, cuando mi amante percibió que había alcanzado mi primer orgasmo, las penetradas se detuvieron. Mark se levantó de inmediato de mí y extrajo su pene para ir a tomarlo con su mano izquierda. Empezó a pajearse a un ritmo lento. Creo que la palabra acertada sería a acariciarse. Se tocaba el pene, jalando su prepucio como si estuviese apaciguando, calmando su miembro viril.

—¿Quieres saber lo que está haciendo?—me preguntó Kira.

—Pues terminar de pajearse—opiné—. No debiste hacerlo, Mark, estoy planificando. Podías derramar todo tu semen en mí.

—No es eso, cariño—contestó Mark—. Estoy reteniendo mi orgasmo. Tengo mi propia técnica para evitar eyacular. Mi truco es no frenarme bruscamente.

—Entendido.

Después de este momento de amor, los juegos y las caricias continuaron. Estuvimos ensayando distintas poses, manteniendo siempre un ritmo de juego equilibrado. Como todo buen amante, como alguien que desea prolongar la fiesta, como hombre que deseaba saciarnos a las dos, Mark continuó postergando su orgasmo.

Solo fue hasta el momento en que empezó a tener sexo anal con Kira que se dejó desbordar por el placer. Así que cuando eyaculó, todo el semen que tenía reservado en sus genitales, esa carga generosa de líquido blanco, se derramó abundante al interior de Kira. Y tal como ya lo dije, llegó entonces el momento del descanso.

Fue muy grato estar ahí junto a él. Mark se acostó justo en el centro de la cama, mientras que Kira y yo nos ubicamos a cada lado. Nos tenía abrazadas mientras ella y yo acariciábamos su pecho, deslizando con lujuria nuestros dedos sobre su piel. Se notaba que lo estaba disfrutando, que aquellos gestos elevaban su virilidad. Bueno, aunque a pesar de que Mark es todo un machote, también posee un gran secreto.

En medio de nuestra conversación, a Kira se le dio por insinuar:

—¿Quieren tomar algo?

—Claro que sí—respondió Mark—. Vamos, Kira, a ver con qué me sorprendes esta noche.

—Vamos, Tatiana, acompáñame.

Kira tendió su mano izquierda hacía mí y nos bajamos de la cama. Desnudas, cruzamos la oscuridad de la sala hasta la cocina, donde encendimos las luces. La cocina de Mark era un lugar bastante espacioso. Era una cocina de lujo, dotada con la mejor tecnología de la época y en la que tomaba un gran protagonismo una nevera doble puerta bastante grande.

Después de prender las luces, Kira se acercó a mí para besarme. Nuestros cuerpos se juntaron y ella aprovechó para sujetarme fuertemente mis nalgas, atrayéndolas hacia su cuerpo. Me ofreció un rápido y provocador manoseo, a la vez que me miraba excitadísima a los ojos. Yo correspondí a los gestos de cariño de ella: yo sabía exactamente a que se debía esa manera feroz y enérgica de tratarme.

Cuando terminó de besarme, me miró a los ojos con una expresión maravillada en su rostro.

—¿Lo estás disfrutando, amor mío?

—Claro que sí, cariño. De nuevo gracias por invitarme. Mark es un hombre sensacional.

—Fantástico que así lo consideres. ¿Qué quieres tomarte?

—Veamos que hay en la nevera.

—No. Mark tiene su propio bar. ¿Quieres que te prepare un coctel?

Mi amiga actuó como un barman profesional y en pocos minutos logró elaborar un coctel de Piña Colada, un Blue Curacao y un Bloody Mary. Regresamos a la habitación, para descubrir que Mark tenía ya su pene erecto. Se estaba acariciando de manera suave, jalando con amabilidad su prepucio. Se detuvo para poder recibir así su Blue Curacao.

Fue hermoso verlo sentarse sobre la cama, con sus piernas cruzadas como si estuviese en posición meditativa. Nos bebimos los cócteles con calma, disfrutando sus sabores y halagando a Kira por su talento como barman. La verdad es que en otras ocasiones ella había preparado uno que otro coctel en su apartamento. Pero aquella vez me demostró que su talento para elaborar cócteles era excepcional.

Sin embargo, cuando le pregunté desde cuando tenía tanta destreza en dicho oficio, ella me dio una respuesta que me permitió entender que aquel logro era solo fruto de una casualidad:

—Amor mío, lo que pasa es que como pudiste ver, Mark tiene en su cocina todo lo necesario para crear cócteles profesionales. Aparte de las botellas de licores, posee todo lo necesario.

—¿Crees que es una mera casualidad que tu Piña Colada tenga esa sombrillita decorativa?—me preguntó Mark.

—Oh, es cierto. Es algo tan evidente.

—¿Cómo se te pudo pasar?—argumentó Kira—. ¿Cómo no lo notaste, para ti que eres una mujer tan inteligente y eres una escritora con buen sentido de la observación?

—¿Eres escritora?—preguntó Mark.

Al rato de habernos tomado los cócteles, Kira le ordenó a Mark que se recostara en la cama para que se diera el gusto de vivir una “deliciosa mamada, ofrecida por tus dos amantes de turno”, tal como ella lo expresó. Aunque antes de obedecer, él intentó negociar con nosotras sobre la experiencia de sexo anal que me había prometido.

Y no es que Mark estuviese ansioso por repetir el menú de clavarse a una mujer por el culo de nuevo. En realidad, lo que percibí es que deseaba ser caballeroso y cumplir con su palabra. Pero Kira lo convenció de que se recostara en la cama para recibir la mamada que se merecía. Con esa autorización, Mark recostó su cabeza en las almohadas y abrió sus piernas.

Kira y yo nos dedicamos entonces a darle besos y chupadas a su verga. Íbamos alternando los momentos en que podíamos besarle el pene. A veces era ella la que se concentraba chupárselo y luego me cedía a mí el turno. Con el paso de los segundos, el pene no tardó en estar inundando de nuestra saliva. Aquel falo obtuvo entonces una apariencia muy jugosa.

Al ver la humedad que adquiría, y tras compartir una mirada divertida y cómplice, las dos decidimos continuar embadurnando de saliva a ese pene. Y era tanta la convicción por mantener esa jugosidad, que Kira empujaba la saliva contenida en su boca, colocando sus labios juntos como si fuese a darle un beso a una persona.

Por mi parte también me uní a esa práctica. De manera que ese falo gordo, grande y hermoso de Mark tenía una apariencia deleitante. Que Kira y yo compartiéramos nuestra saliva representaba para ambas algo fantástico y muy placentero. Nuestro instinto lésbico nos dio un respaldo para que en ocasiones nos encontráramos y compartiéramos besos.

—Qué mamada tan espectacular, Tatiana—me halagó Mark—. ¡Me encanta!

—Con gusto. Por lo que veo tienes buena resistencia para las mamadas.

—Claro que sí, querida—intervino Kira—. Este hombre sabe muy bien lo que es el buen sexo.

—Pues felicitaciones—agregué.

La deliciosa mamada que recibía Mark se prolongaría a unos diez minutos. Me atreví a decirle que tenía buena resistencia para las mamadas porque el modo en que Kira y yo estábamos masajeando y disfrutando de su pene fue muy intenso. Además, tener dos bocas comprometidas en darle placer era algo bastante emocionante.

La otra razón por la que hablé de su resistencia es que generalmente (al menos así me ha sucedido con mis antiguos novios) el pene de un hombre se torna flácido con el paso de los minutos. En las películas porno es muy común ver que los hombres mantienen la erección de manera prolongada. Pero en la vida real eso no es así. En la vida real un pene tiene que estar muy bien estimulado para que mantenga su rigidez durante tanto tiempo.

Ahora que lo pienso, quizá fue la humedad misma en la que se mantenía ese pene, es decir, la abundante saliva que lo revestía, lo que le permitió a él degustarse de una mamada suave. En fin, sea lo que sea que hubiera pasado, Mark se gozó al máximo nuestra labor. Y nosotras también, porque besar ese pene mientras compartíamos besos, nos permitió vivir un momento único.

Entonces, después de los largos minutos besándole el pene, Mark nos anunció:

—Muy bien, mujeres, creo que me voy aproximando al punto de mayor placer.

—De acuerdo, querido—le respondió Kira—. Gracias por avisar.

Entonces Kira tomó el pene de Mark y comenzó a agitarlo con frenesí. El orgasmo que conquistó a Mark fue delatado por el gemido de satisfacción. Un gemido de placer que tenía un matiz similar al de una persona que termina agotada tras un gran esfuerzo físico. Mientras tanto, su verga liberó con velocidad y potencia el semen, salpicado parte de su abdomen.

Realmente no fue mucho el semen que alcanzó a salir, pero si generó varias salpicaduras: largas líneas de color blanco le dieron una belleza varonil a ese vientre tan excelentemente torneado. Kira se colocó entonces de rodillas, quedándose a un lado de Mark. De la misma manera, yo me ubiqué de rodillas al otro lado de aquel hombre.

En ese momento, la boca de Kira permanecía cerrada, con sus labios juntos como si estuviese conteniéndose de abrirla. Ella tomó entre sus manos el rostro de Mark y presionando con sus dedos, se hizo cargo de que él abriera su boca. Aquel hombre americano sonrió al ver cómo Kira aproximaba con cuidado su rostro al de él.

Por eso mismo, cedió con naturalidad a la apertura de su boca que estaba realizando Kira con sus manos. Tanto así que la abrió con convicción, dejando a la vista su lengua rosada. Mi amiga dejó de unir sus labios para permitir que un largo y grueso chorro de saliva cayera en la boca de Mark. En otra ocasión había visto a Kira realizar eso mismo con nuestras amigas.

Mark mantuvo durante unos segundos la saliva en su boca antes de tragársela con convicción.

—Sé lo mucho que te encanta que haga esto—dijo Kira.

—Por supuesto. Todavía me acuerdo de la primera vez que lo hiciste.

—Todavía nos queda bastante por vivir esta noche, ¿no?

—Eso espero. Parezco un rey que es consentido por dos reinas.

Mark decidió levantarse un poco, para recostar su espalda contra la cabecera de la cama. Luego de eso, utilizó su mano izquierda para atraerme hacía él, invitándome a continuar siendo parte del juego. Yo me dejé llevar y lo besé en la boca. Fue un beso delicioso y lleno de mucho cariño. Cuando terminamos de besarnos, como si fuese una niña sorprendida, Kira nos ofreció un aplauso casi insonoro. Es decir, juntó las palmas de sus manos de manera repetida, evitando que estas mismas generaran eco.

Tal como lo había advertido Kira, todavía faltaban más experiencias por vivir junto a Mark. Al final, Mark, cuando obtuvo la confianza precisa conmigo, me dijo que por favor aceptara el pago que iba a realizarme. Yo quedé en neutro, sin saber qué responderle. Pero él tomó su smartphone y me miró a los ojos con una expresión sabia.

—Sabía que ibas a tomarlo así—dijo—. Por favor no lo tomes a mal. No te estás prostituyendo. Simplemente viniste a jugar conmigo y te estoy recompensando. Además, como ya sabes: soy un hombre con mucho dinero, soy empresario.

Yo aún permanecía en neutro: mis sentimientos estaban un poco contrariados. No sabía ni que opinar sobre lo que estaba viviendo y si en el fondo había cedido a prostituirme esa noche. Sin embargo, viendo la satisfacción y confianza que me brindaba Mark, me atreví a responderle:

—Oh, te lo agradezco. Un poco de dinero extra no me vendría mal.

—Ya acabo de loguearme en la aplicación del banco. Un momento… tengo que entrar por aquí… ahora pulso aquí. Listo: indícame por favor tu número de cuenta bancaria.

Aquella no sería la primera vez que él pagaría por mis servicios de “escort ocasional”. Sí “escort ocasional”: ese fue el título que me dio Kira para que asumiera con gusto esos encuentros con él. Ella me ha insistido siempre que no se trata de prostituirse. “Es solo dar y recibir placer. Es otra forma de amar. Y en mi caso, yo soy una conejita dispuesta a darlo todo por mi placer”.

Durante todos los encuentros que tuve con Mark hasta hoy, nunca percibí para nada lo referente a lo que yo denomino como su gran secreto. No me enteraría de ese secreto, sino hasta algunos meses más tarde. O mejor dicho, hasta hoy, cuando vi esa fotografía de Kira en la que ella sonríe fabulosa y orgullosa, exhibiendo con emoción esos dos penes clavados en su vagina. Mark era precisamente el hombre que se encontraba bajo ella, permaneciendo casi oculto ante el ojo de la cámara.

 

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