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Mi sexo palpita con ganas desde que salgo de trabajar hasta que llego al apartamento del piso 3. Esa imagen permanece viva en mi, la luz que se cuela en su apartamento es perfecta para todo lo que allí ocurre, la maravillosa sinfonía de los gemidos en cada rincón y nosotros dejándonos ser ante el deseo.
El comedor, el muro del comedor donde mi pecho fue atrapado por su boca, devorado hasta el punto de dejar mis pezones duros y ansioso mi sexo de él; mi humedad traidora y evidente para el deleite de ambos, si el tiempo pudiera detenerse desearía que fuera en ese momento lleno de morbo con su falo duro esperando por mi ansioso coño, queriendo llenar un nuevo espacio de gemidos. Contra el muro o apoyada en la silla, la forma de su pene se adapta perfectamente a mi interior arremetiendo una y otra vez las ganas que me desbordan desde que pactamos los encuentros. La silla se mueve con la fuerza de su cuerpo contra el mío y se detiene justo cuando estoy más húmeda para adoptar la posición dominante y arrodillarme sumisa ante la verga que me hace agua la boca y la vagina, tengo hambre, mucha hambre de su erección y lo miró buscando la aprobación para llevarlo a mi boca y disfrutar todo de él.
Allí está esa imagen que me fascina, que se mantiene clara en mi mente: mi mano izquierda en la base de su falo, mi boca alimentándose con su miel, mi mano derecha aumentando mis ganas frotando con suavidad mi clítoris, la saliva de mi boca, su mano derecha sujetando mi cabello llevando mi boca hasta la base de su erección y sacándolo rápidamente para poner su mano izquierda en mi cuello y robar un beso de mis labios hambrientos de él. Mi lujuria en aumento se hace evidente en el temblor de mis piernas y mi mente conteniendo el placer que me estoy dando, de su boca que me roba otro apasionante y posesivo beso sale la orden que espero.
-Venite, mirá que hay tenes les ganas.
Desde la posición alta de su mirada en la silla y mi lugar arrodillada en el piso, levanté la vista de su falo para encontrar esos ojos posesivos esperando que mi vagina se corriera. Entre la poca luz que entraba al comedor, su pene duró en mi mano, su boca entre abierta para arrancarme otro beso y mi mano deshaciendo en agua mi vagina comencé a temblar cuando no pude contener más las ganas que me invadían y exploté con un gemido que ahogué en sus labios.
Que morbo era ver su sexo duro, guiándome a la habitación para acabar con la lujuria que no disminuía. Subirme a la cama y abrirme para él, invitándolo a seguir destrozando en arremetidas mi interior. Invitación muy bien aceptada. Allí, sí... justo allí lo quería tener, apretando su verga en mi y dejando escapar uno que otro gemido en sus embestidas, mis senos duros de placer aclamaban por su tacto y su boca; recompensados ante lo evidente que era, rápidamente devorados en segundos por sus labios posesos de ellos. Más, necesitaba más de ese juego y de la luz de la ventana entrando morbosa en la habitación, sus manos recorriendo mi cuerpo lentamente mientras su pene duro continuaba robándome gemidos, solo alcanzaba a morder mis labios ante las sensaciones que provocaba tenerlo tan adentro, otra oleada de placer venía a mi, solo podía acertar en retener mi placer lo más posible, no tan rápido, no así... quiero más de él, suplico porque sea lento no quiero terminar tan rápido, solo puedo pedirle que sea más lento. No aceptada mi petición solo alcanza a decirme:
-Ya lo tienes, dame todo... saca de ti ese placer.
Más fuerte, más rápido, tomándome con más fuerza contra su cuerpo, sintiendo como el mío sucumbía ante él para continuar dándole más placer, mi sexo húmedo y temblando, sucumbí en la cama sin fuerzas para aferrarme a él. Divertido ante la escena que se dibujaba en su cama con mi cuerpo derrotado, me dio vuelta para tomar mi vagina en cuatro dejándome caer poco a poco en la cama, más profundo en mi yo solo acertaba a tomar la almohada para ahogar el grito que deseaba escapar de mi garganta. No otra vez, necesito un respiro de tanto placer que me da, toma mi cabello jalándolo con fuerza para tenerme más profundamente y escuchar mis gemidos, eso quiere, escucharme gemir, explotar de nuevo en segundos, hacerme agua en sus brazos, en sus sábanas, en la luz parcial de la ventana. Esa silueta que me posee se dibuja atrevida en la sombra de la pared y él posee todos mis sentidos con sus besos y su verga aún dura fuera de mi. Su boca hace gala de su maestría al besar y juega con mi sexo húmedo. Allí entre sus labios y su lengua me vuelven loca, desesperan mi deseo, mi mano fuerza a mi vagina y su lengua hace más placentera la sensación, sus dedos en mi interior juegan hasta que dejo ir todo mi placer en sus labios.
Cuatro veces es suficiente... duro, salvaje, violento... sostiene mis manos contra la cama, apresándome en el egoísmo de su placer, el mismo placer que yo quiero, esa eyaculación esperada, en el interior de mi sexo, más rápido, más profundo, más fuerte, muerdo suavemente su cuello y el lleva mi mano a su boca para morder ante la lujuria que desata el calor de la habitación, hasta que su gemido deja sentir la liberación de la pasión retenida en toda la noche.
-Si dame todo lo que es para mí.
Giro dejando mi espalda al descubierto y recupero el aliento poco a poco, él descansa a mi lado, ordenando algo de comer. Mientras llega el repartidor me toma de nuevo, su erección rápidamente aparece para invadir de nuevo mi interior, algo rápido antes de que llegue la comida, me corro ante el rigor de su deseo y el mío... justo a tiempo para recibir al inoportuno repartidor. Que deseo, que ganas de seguir, que ganas de hacer más larga la noche.