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Hola a todos. Esta vez soy yo, Jennifer, contándoles mi primerito primer relato, así que no vayan a ser malos conmigo, jajaja. Después de leer el relato anterior escrito por Martín, se abrió una verdadera caja de Pandora sobre esa noche con nuestro amigo Camilo.
Ahora que estamos en otra etapa de exploración de nuestra sexualidad en pareja, decidí contarle a Martín mi versión de la historia… Y después de escucharla, decidimos que mi “castigo” sería contar esta historia con sus detalles.
Si ya leyeron nuestro relato anterior, voy a empezar desde el momento en que llegamos a nuestra casa con Cami, ya que lo que pasó antes en la discoteca fue tal cual lo contó Martín.
Primero voy a aclarar que llegué demasiado prendida por el tequila. Cuando llegamos a casa, el calor de la noche, bailando con dos hombres, me puso demasiado caliente y solo pensaba en follarme a Martín con todas mis fuerzas. En ese momento, poco me importaba su amigo, y yo solo esperaba que se fuera a dormir, sin imaginarme los planes de mi marido.
Cuando Cami se metió al baño, solo sentí cuando Martín me agarró de espaldas y empezó a masturbarme con dos dedos. Sentí un poco de nervios, ya que estaba demasiado mojada, mucho más de lo usual, y no quería que se diera cuenta de que eso tenía que ver con su amigo. Pero era demasiado tarde y no opuse resistencia. Solo quería sentir sus dedos frotando mi clítoris, entrando y saliendo de mi cuerpecito.
Después de que Cami salió del baño y nos fuimos para nuestras habitaciones, empezamos a hablar de lo que pasó en la disco y de cómo había sentido el miembro de su amigo rozarme descaradamente. Incluso confesé que, en más de una vez, pude sentirlo con mi mano en medio de la oscuridad de la disco. Creo que eso terminó de prender a mi marido, y fue cuando vino la propuesta de mandarme en mi bata de dormir a su cuarto en busca de lo que no se me había perdido, jajajaja.
Estaba muuuuy nerviosa, pero el trago, la calentura y el morbo me pudieron más. Así que tomé aire y salí con los ojos casi cerrados hacia su habitación. Toqué la puerta y casi la abrí de inmediato.
—¡Hola, Cami! ¿Ya te ibas a dormir? —le pregunté.
—No, ya casi —me respondió.
Mientras caminaba hacia el clóset, pude ver que estaba solo en bóxer y que se tapó con la cobija. Me gustó lo poco que vi: tenía un bóxer negro, se le veían buenas piernas y hacía mucho que no veía a otro hombre en ropa interior además de mi esposo. Me empiné para sacar una sábana del clóset y sentí el aire en mi culo. No podía creer lo que estaba haciendo, el corazón se me iba a salir. Tomé aire, me volteé y le dije:
—Mira, para que te arropes, porque con esa cobija hace mucho calor.
De inmediato pude sentir su mirada bajando por mis tetas hacia mis piernas. Quise romper ese momento preguntándole cómo la había pasado con nosotros y si le había servido para olvidarse un poco del desamor. Al ver la reacción de sus ojos aguándose, pensé: “La cagué”, jajaja. Así que me le senté al lado y le dije que me disculpara, que no quería dañarle la noche, y lo abracé.
Se sentía el olor a tequila en nuestra respiración y el calor húmedo de nuestros cuerpos. No tenía brasier, así que mis tetas solo estaban a una bata de distancia de su pecho. Estaba conmovida y caliente, así que le busqué la cara. Él me miró a los ojos y empezó a besarme. Se sintió rico; es increíble lo diferente que se siente besar a otra persona a la que no estás acostumbrada. Él me detuvo y me preguntó por Martín. Así que yo solo pude responderle:
—Él fue el que me mandó —jajaja.
El hecho de que se portara como un caballero me prendió más, así que esta vez fui yo quien buscó su boca para seguirnos besando. En ese punto ya no había ternura, todo se había convertido en sexo. Le quité la cobija y lo monté mientras él me abría la bata y dejaba al descubierto mis pezones, totalmente erectos. Me agarraba las tetas, las chupaba y me besaba con muchas ganas.
Su pene estaba totalmente erecto. Lo saqué con una mano y, descaradamente, bajé la mirada para verlo. Con sorpresa me di cuenta de que era más grande y grueso que el de mi esposito. Era de esa forma en la que el tronco es más grueso que el glande. Empecé a masturbarlo suavemente por unos minutos. Confieso que solo quería sentirlo dentro de mí. Me daba curiosidad y morbo saber cómo se iba a sentir, pero no podía. Habíamos acordado con Martín que no habría penetración, así que solo se me ocurrió mover mi hilo y empezar a masturbarlo con mi vagina.
Sentía la punta rozando mi clítoris. Estuve a punto de venirme varias veces, pero no lo logré. En un momento, Camilo estaba como loco, parecía un toro tratando de penetrarme. Me agarró las nalgas y empezó a embestir con fuerza. Yo solo sacaba mi culo para evitar la clavada, pero en un momento me amarró con sus brazos y me apretó contra su pecho mientras nuestros sexos se masturbaban mutuamente.
Todo estaba húmedo. Olía a sexo y Se escuchaban los chasquidos de nuestros fluidos mezclándose.
Seguimos así hasta que, en una de tantas embestidas, su pene, completamente lubricado, se deslizó y me penetró de golpe. Entró por completo. No pude evitar gemir, y tampoco puse resistencia. Mientras reaccionaba, me dio un par de embestidas más, rápidas y potentes. Cuando finalmente recobré el control, lo saqué y le dije:
—No me lo metas, por favor.
En realidad, no quería que parara, pero me asusté un poco y solo pensé: “Voy a acabar con esto”, así que empecé a recogerme el pelo para darle una mamada, mientras lo miraba y retorcía mis caderas suavemente. Cuando estaba lista, lo sentí: se vino encima mío, me salpicó todo el hilo y el vientre, casi hasta las tetas. Me gustó sentir el semen tibio deslizándose sobre mí; me hizo sentir como una verdadera zorra. Así que lo miré con una sonrisa en mis labios y me levanté para retirarme.
En mi camino hacia la habitación de Martín dejé un rastro de semen en el piso mientras trataba de limpiarme con lo que podía. Miré a mi marido desde la puerta y le dije en voz baja:
—Quedé con ganas —mientras me mordía los labios.
Fui al baño, me deshice de la evidencia, jajaja, y me dirigí a comerme el pene de mi marido. Lo follé como nunca y, lo acepto, tuve un orgasmo pensando en el pene de Cami.
Bueno, esta es mi versión del relato anterior. Con esto completo mi “castigo, pero, ¿creen que me comporté como una zorra? o solo fui victima de las circunstancias :P
¡Espero que les haya gustado! Saluditos.