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Todo comenzó con una propuesta que desafió cada una de mis expectativas. Había conocido a esta chica a través de una aplicación, y después de semanas de conversaciones intensas, acordamos tener una cita completamente basada en los sentidos.
"No quiero que veas mi rostro hasta que me encuentres", me escribió una noche. "Quiero que me reconozcas por mi esencia."
Las reglas eran simples pero arriesgadas: ella usaría perfume Tommy Hilfiger y estaría maquillada. Esas serían mis únicas pistas. Tendría exactamente 45 minutos en el lugar acordado para identificarla entre todas las mujeres presentes. Si acertaba, nuestra noche comenzaría con una frase específica que debía susurrarle al oído. Si me equivocaba... bueno, las consecuencias serían mías.
El desafío me electrizó. Vivía en Bogotá y ella en Medellín, así que tomé el primer vuelo disponible, con el corazón acelerado y una mezcla de nervios y excitación corriendo por mis venas.
Al llegar al aeropuerto de Medellín esa mañana de sábado, mi primera parada fue la perfumería. Necesitaba memorizar esa fragancia, convertirla en parte de mi instinto. El vendedor me miró extrañado cuando pedí probar Tommy Hilfiger por quinta vez consecutiva, pero yo estaba determinado. Cada nota, cada matiz del perfume quedó grabado en mi memoria olfativa.
Me registré en un hotel cerca del estadio, estratégicamente ubicado a pocas cuadras del bar que ella había elegido. Era un lugar pequeño, perfecto para mi misión: podría cubrir todo el espacio visual en el tiempo límite.
Una hora antes de la cita, ya estaba posicionado en el lugar perfecto. Escogí una mesa con vista completa a la entrada, pedí una cerveza y comencé mi vigilancia. Buscaba a una mujer de unos treinta años, atractiva, vestida sensualmente y, lo más importante, que estuviera sola.
El bar se fue llenando gradualmente. Parejas, grupos de amigos, hombres de negocios... pero mis ojos estaban entrenados para encontrarla. Entonces aparecieron ellas: tres mujeres que encajaban perfectamente con el perfil que tenía en mente.
La primera llegó quince minutos antes de la hora acordada. Alta, elegante, vestido negro ajustado. La segunda apareció veinte minutos después, morena de curvas pronunciadas y sonrisa enigmática. La tercera hizo su entrada media hora más tarde, y al verla, mi respiración se detuvo por un instante.
Llevaba un body color mostaza que abrazaba su figura de manera hipnotizante. Sin brasier, sus pezones se marcaban sutilmente contra la tela, creando una silueta que era pura tentación. Su escote pronunciado enmarcaba unos senos perfectos, y la forma en que jugaba con su cabello castaño mientras miraba discretamente alrededor del lugar me convenció de que había encontrado mi objetivo.
Sus ojos color miel contrastaban hermosamente con su piel canela, y su maquillaje era perfecto que realzaba cada uno de sus rasgos. Había algo en su manera de moverse, en cómo ocultaba parcialmente su mirada, que gritaba seducción contenida.
Solo quedaban siete minutos. Mi corazón latía con fuerza mientras me acercaba a su mesa. La fragancia de Tommy Hilfiger estaba tan grabada en mi memoria que podría detectarla a metros de distancia.
Me posicioné detrás de ella, inhalé discretamente y... nada. No era el perfume que buscaba.
Pero ya era demasiado tarde para retroceder. Las reglas eran claras, y yo había tomado mi decisión. Me acerqué, la tomé suavemente de la cintura y le susurré al oído las palabras acordadas.
Su grito de horror resonó por todo el bar. La realidad me golpeó como un puñetazo: me había equivocado completamente.
Los guardias de seguridad aparecieron en segundos. "Sal de aquí antes de que llamemos a la policía", me dijeron mientras me escoltaban hacia la salida. Los otros clientes me miraban con desprecio y disgusto.
Afuera, dos golpes secos en las costillas me dejaron sin aire. "No vuelvas por aquí, rolo de mierda", fueron las últimas palabras que escuché antes de quedarme solo en la acera, jadeando y sintiéndome como un completo idiota.
Después de recuperar el aliento y con el orgullo completamente destrozado, decidí caminar de regreso al hotel. No había llegado ni a la primera esquina cuando escuché una voz femenina a mis espaldas:
"¡Oye, espera!"
Me volteé y vi a una mujer completamente diferente a las que había estado observando. Camiseta de Nirvana, jeans holgados, cabello perfectamente peinado pero sin una gota de maquillaje. Su estilo era alternativo, descomplicado, real.
"Ey, rolo de mierda", me dijo con una sonrisa que transformó completamente su rostro. "Yo soy tu cita."
"¿Creíste que te lo iba a poner fácil?", continuó, acercándose con una confianza que me desarmó por completo. "Claro que no me puse perfume. Claro que no me vestí sexy. Claro que no me maquillé. Quería ver si tenías las agallas para hacer exactamente lo que dijiste que harías, en el tiempo exacto que dijiste que lo harías."
Su sonrisa se amplió. "Y me encantó. También me hubiera gustado que hubieras elegido a esa mujer... era exactamente lo que esperabas, ¿verdad?"
"No fue fácil", le respondí, todavía procesando la situación. "Tenía tres opciones y ella parecía la más probable después de todas nuestras conversaciones."
"Pero como puedes ver", dijo con una risa que tenía notas de travesura y admiración. Pudieron haberte golpeado mucho peor. Nosotros los paisas no siempre somos amables con los rolos, pero tuviste suerte."
"¿Por qué no cumpliste ninguna de las reglas que acordamos?", le pregunté, sintiendo una mezcla de frustración y fascinación.
"Porque como te dije, no te lo iba a poner fácil. ¿Creíste que ibas a ganar el premio mayor conmigo solo con un juego de probabilidades? No soy esa clase de mujer", respondió, acercándose más. "Te lo escribí claramente: quiero que sientas. Y hoy comenzaste a sentir de verdad."
Se detuvo justo frente a mí, tan cerca que podía oler el aroma natural de su piel.
"Ese sabor a sangre que tienes en la boca después de los golpes es solo el primer acto de esta noche. Vamos a jugar con todos los sentidos."
Sus ojos brillaron con una promesa que hizo que mi pulso se acelerara nuevamente.
"Vámonos a un motel. Te lo has ganado. Quiero conocerte... de verdad."
Conseguimos un taxi rápidamente. Durante el trayecto, ella puso una sola regla: "Cuéntame algo divertido. No me gusta el silencio incómodo."
Comenzamos a reír sobre lo que podría haber pasado si mi suerte hubiera sido diferente, sobre los riesgos absurdos que habíamos corrido, sobre la adrenalina que aún corría. La conversación fluyó de manera natural, y en menos de veinte minutos llegamos a nuestro destino.
Ella eligió todo: el lugar, la habitación, el ambiente. Pidió una mini suite y, para mi sorpresa, logró conseguir una botella de vino tinto en un lugar donde normalmente solo servían cerveza y aguardiente.
"Esta noche", me dijo mientras descorchaba la botella, "vamos a explorar cada uno de nuestros sentidos. Pero primero..."
Me miró directamente a los ojos, con una intensidad que prometía que lo que había vivido hasta ahora había sido solo el aperitivo.
"Primero, brindemos por los riesgos que vale la pena tomar."
"Abre y sírvenos una copa", me dijo mientras caminaba hacia el espejo. "Me encanta maquillarme, ya te lo había dicho. No lo hice antes porque quería hacerlo aquí, para ti."
Comenzó a quitarse esa camiseta de Nirvana negra, ancha y desteñida que había ocultado su figura. Mi instinto me gritaba ¡lánzate sobre ella!, pero su voz me detuvo en seco.
"No puedes tocarme. Aún no estoy lista para ti."
"Como te dije, me gusta maquillarme, pero tengo una peculiaridad..." murmuró mientras se deshacía de los jeans. "Me gusta hacerlo sin ropa."
Quedó frente a mí con un brasier transparente que revelaba sus lindos pezones, y unas tangas pequeñas de color a intenso que no contrastaban con el conjunto. Esa imperfección la hacía aún más deseable.
Mi mirada se centró ahora en el bra brasier transparente podía no podía dejar de ver sus pezones. Mi deseo solo quería lanzarme sobre ella, tomarlo con mis manos y comenzar a lamerlos hasta sentirlos completamente erectos, pero las reglas eran claras: solo podía observar.
"Sírvete una copa también", me dijo sin voltear, comenzando a abrir su kit de maquillaje. "Esto va a tomar un rato, y quiero que disfrutes cada segundo del espectáculo."
Sus manos se movían con precisión mientras seleccionaba los productos que usaría. Cada gesto era deliberado, sensual, diseñado para torturarme con la anticipación.
Yo tenía ganas de avanzarme sobre ella y decirle que dejáramos de jugar, que esa noche ya iba a ser mía. Pero tenía que esperar.
Lo último que se maquilló fueron sus labios, con un labial rojo intenso, sus labios se veían más carnosos y jugosos. Sabía que ese labial no le iba a durar mucho tiempo una vez que empezara a mamar mi verga.
Se pone de pie y me dice "Ahora sí, estoy lista para ti. Mírame, ¿te parezco sexy?". La mire por un momento, viendo cuánta belleza había estado oculta bajo su ropa. Sus senos redondos, su culo perfecto, esa pequeña tanga metida entre sus nalgas y su húmeda vagina que pronto estaría aún más mojada.
Tomamos otra copa de vino, ella se sienta frente a mí y me pregunta qué quiero hacer con ella. Solo podía pensar en que ese quería chupar sus pezones para ver cómo se iba mojado.
Entonces ella digo: "Recuerda que te dije que en la primera cita te iba a vendar los ojos y haría lo que yo quisiera contigo". Ella sonríe y dice “Te voy a mamar muy rico. Si te llegas a venir, cojo mis cosas y me voy".
Me venda los ojos, me pide que me ponga de pie y yo accedo fácilmente, sé que el premio va a ser mío, sé que ella ganó la primera batalla pero no ha ganado la guerra. Me levanto con los ojos vendados y solo espero que algo pase. Pasan un minuto, pasan dos, pasan tres, pasan cuatro y nada sucede. No escucho nada. Tal vez pienso que me está observando, esperando, mi reacción. Por fin escucho sus pasos; se acerca, me toma del pantalón, quita el cinturón y abre la bragueta. Mi verga no está tan dura, solamente está ahí, esperándola. Ella la toma, la acaricia, siento sus labios húmedos por la cabeza de mi verga, y después siento su lengua saludando a mi verga.
No puedo saber en qué posición estaba ella, pero imagino que estaba acurrucada con sus piernas abiertas. Mi verga prontamente responde y se pone muy dura, tan dura que ella gime y dice: "Ahora sí se está poniendo interesante". Cuando menos lo espero, siento una gran embestida; mi verga entra y sale su boca, cada vez más rápido. Pienso lo hace demasiado bien. Coloca sus manos en mis caderas y siento que me empuja hacia adelante para que la pueda tragar más, súbitamente para el ritmo, juega con ella, su boca entra ahora más lento, la toma sube con una mano y empieza a masturbarme mientras juega con su lengua en la cabeza de mi verga. Yo trato de contenerme, imaginar a esta mujer de mil formas, para no venirme,
Siento cómo desliza sus tetas entre mi verga y le digo: "Oye, esto no es parte del trato, dijiste que sólo eran mamadas".
"No te quejes, deja que ellas también quieran jugar", pienso en mi mente que soy un estúpido porque no quiero que mi verga roce esas ricas tetas. Pienso que ella quiere que me venga lo más pronto posible. Luego siento que mi verga está mojada, su boca está llena de algo, imagino que es vino, siento gotas, siento que gotea, escucho como su boca llena de vino que rompe con mi verga y hace gotear el vino por su cuerpo. Siento ahora su boca más fría, el cambio de temperatura hace que mi verga se ponga más dura y con más ganas de venirme. Ella sabe lo que hace, juega, juega con la boca, juega con mi verga, juega con mi deseo.
Entonces pienso que no quiero perder, quiero comerme ese rico cuerpo, quiero sentir su piel, quiero sentir la mía, quiero verla mojada. Entonces le digo: "Oye, creo que NO lo haces bien, mira que aún no me he venido, creo que ya diste todo lo que tenías".
Entonces me di cuenta del error que había cometido, pensé que podía retarla, pero tal vez no fue así. Se pasó por mi mente que ella simplemente se detendría y se iría, y me dejaría allí, en un motel, con ganas de su cuerpo, de su piel, de su sudor y de su olor. Pasan unos segundos y nada sucede, espero su reacción y nada sucede, sólo siento su mano en mi verga, rodeando con sus largos dedos, no se mueve, no dice nada, solamente esa mano en la verga.
Entonces escucho un susurro, no alcanzo a escuchar qué dice y ella, le está hablando a mi verga como si yo no estuviera allí. Ellos dos se hablan y yo no entiendo qué están diciendo. Comienza de nuevo, pero esta vez es más fuerte. La toma con dos manos, siento su saliva en mi verga. Ella debe estar viendo cómo mi verga se pone cada vez más dura. Juega, juega con ella, desde la base de mis bolas hasta la punta de mi verga, la lame con tanta intensidad que siento que me voy a venir. Chupa de nuevo y lame otra vez. Pienso que ya se va a cansar, no le puede dar tanto a la mandíbula, pero ella continúa, continúa, continúa. Es incansable, siento que se pueden comunicar los dos, mi verga y su boca, mi verga y su lengua. Sólo siento cómo su lengua pasa por la cabeza, pasa, pasa, la chupa, la mueve. Quiero ver, quiero ver sus ojos, quiero ver qué está mirando, quiero ver dónde tiene ahora su otra mano. Es imposible, no soporto más y me vengo.
Ella tiene el control, no sé dónde está cayendo mi semen, no sé si está jugando con él. No sé si está riendo, no sé si están recorriendo su piel. No sé dónde ha llegado mi semen, pero estoy loco, he perdido la oportunidad, pero en eso no pienso, ahora sólo pienso en que ha sido la mejor mamada que me han hecho en mi vida.
Pasa un minuto. Ella se pone de pie, me quita la venda y me dice: "Has perdido, has perdido y has perdido". Se sienta de nuevo, toda manchada, toda llena de mi esperma entre sus tetas. Toma otra copa de vino, me mira y me dice: "Ya casi ibas a lograr el reto, pero para qué me dices cosas, no debes retarme, porque sabes que siempre vas a perder, y quiero que sepas que así va a ser". Esa noche no terminó allí, no terminó con esta deliciosa mamada, sólo fue el comienzo, pero les contaré el resto después. Hoy ya he escrito mucho.