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El vestidor olía a sudor, a pasto mojado. Algunos ya se habían metido a bañar, otros platicaban mientras se quitaban los tacos, el short, las espinilleras. Alan entró cargando su mochila, todavía jadeando un poco por el esfuerzo del partido.
Al ver a Diego sentado en la banca, quitándose las vendas de los tobillos, Alan se acercó y le soltó, medio en broma, medio en serio:—¿No sentiste algo raro cuando forcejeamos con Omar en el segundo tiempo?
Diego lo miró curioso, arqueando una ceja.—¿Cómo raro?
Alan bajó un poco la voz, sonriendo.—Pues... que el cabrón traía como... no sé, algo duro en el short. No era normal.
Diego soltó una carcajada, negando con la cabeza.—¡No mames! ¿Neta? —se acomodó en el banco, divertido—. Seguro andaba más emocionado por la jugada que otra cosa.
Alan rió también.—Puede ser... pero te juro que cuando me cubrió, sentí clarito su cabecita cómo me pegó algo en la cadera. No fue casual.
Diego se encogió de hombros, sonriendo.—Pues tampoco sería la primera vez que pasa algo así. El roce, la emoción, la adrenalina... A mí me tocó una vez sentir algo parecido. No así en fútbol, pero en una fiesta.
Alan alzó las cejas, curioso.—¿En una fiesta?—
Sí. Tendría como catorce. Jugábamos a botella o reto. Ya sabes, clásico. Una chava se me sentó encima en una de esas pruebas locas, y... pues, pasa. No podía controlar que se me parara. Moría de pena.
Alan soltó una risa fuerte.—¡Sí, cabrón! Eso era lo peor. Cuando no sabías cómo controlarlo. Me acuerdo que a mí me pasó la primera vez viendo una película, como a los once. Una escena medio subida de tono, ni siquiera era porno, pero... fue suficiente.
Diego asintió, entendiendo perfectamente.—Sí, es loco cómo pasa. Al principio ni sabes qué es, solo sabes que te da calor, que se te pone dura y no sabes por qué.—
Exacto —dijo Alan, quitándose la camiseta sudada y dejándola a un lado—. Luego, ya en secundaria, empecé a buscar en internet. Primero por curiosidad, no buscando porno como tal. Era más tipo "besos apasionados" o "escenas hot".
Diego rió, recordando.—¡Yo también! Primero eran imágenes, fotos de modelos en bikini. Y luego, sin darte cuenta, terminabas viendo cosas más pesadas.
Alan asintió, sonriendo.—Y ya después vino... pues, la primera vez que me masturbé. Ni sabía qué estaba haciendo. Solo sentía rico y seguí hasta que... bueno, ya sabes.
Diego se echó hacia atrás en la banca, soltando una carcajada.—La primera vez que me pasó pensé que me había lastimado o algo. No entendía qué era esa sensación tan cabrona.
—Sí —Alan sonrió amplio—, y luego viene toda la etapa de compararte, ¿no? Como que te preguntas si lo que tienes es normal. Si eres grande, pequeño, promedio...
Diego asintió.—Totalmente. Me acuerdo que en las duchas de la prepa, cuando nos bañábamos después de los partidos, todos tratábamos de no ver, pero era inevitable echar un ojo de reojo para comparar.
Alan se rió.—No de forma gay, ni nada, era pura curiosidad. Instinto, supongo.
—Obvio —Diego dijo, como si leyera su mente—. Era más por inseguridad. Ver si estabas dentro de lo normal, si no eras el raro.
Alan lo miró con una sonrisa cómplice.—¿Y tú? ¿Te llegaste a medir alguna vez?
Diego soltó una risita.—Claro. ¿Quién no? Agarras una regla, cuando estás solo, y ves cuánto das.
Alan se carcajeó.—Sí, yo también. Me acuerdo que en tercero de secundaria, un compa y yo hasta nos retamos. Tipo, "a ver quién está más cabrón".
—¿Neta? —Diego se rió—. Nosotros no llegamos a tanto, pero sí había esa competencia silenciosa.
Alan bajó la voz, acercándose un poco.—¿Y cuánto?
Diego sonrió de lado, como midiendo si contestar.—Diecisiete y algo... en su mejor momento.
Alan asintió, divertido.—Nada mal.—¿Y tú? —replicó Diego.
Alan se encogió de hombros, como quitándole importancia.—Diecisiete, más o menos.
Diego soltó una carcajada, relajándose más.
La risa entre Alan y Diego se fue apagando poco a poco, quedando en ese tipo de silencio que no es incómodo, sino lleno de confianza.
Diego, todavía sonriendo, comentó:—Oye... ya que andamos contando de todo, ¿cuándo fue tu primer beso?
Alan soltó un suspiro, como desempolvando un recuerdo viejo.—Mi primer beso beso... fue en segundo de secundaria. Con una chava de otra escuela. Nos conocimos en una fiesta. Estábamos jugando “verdad o reto” y me tocó besarla. Fue torpe. Me embarré más que otra cosa —rió.
Diego se carcajeó.—Clásico. Todos creemos que va a ser como en las películas, pero no sabemos ni mover los labios.
Después Alan, más bajito, preguntó:—¿Y el primer faje? ¿O primera vez?
Diego ladeó la cabeza, pensativo.—Primera vez, formal... fue a los diecisiete. Con una amiga que tenía en la prepa. Nada de amor de novela, la neta. Fue como más de curiosidad, de “a ver qué se siente”. Pero no me quejo.
Alan asintió, como reconociendo que era similar.—Yo igual. Diecisiete. En casa de una chava, sus papás no estaban. Fue torpe, nervioso... pero chingón a su modo. Después ya vas aprendiendo.
Se quedaron en silencio unos segundos, cada uno atrapado en sus recuerdos. Hasta que Diego, medio en broma, soltó:—Oye... ya que tanto hablamos de comparaciones... ¿qué, jalas o qué?
Alan arqueó una ceja, riéndose.—¿De qué hablas, cabrón?—
Pues de comparar de verdad. Así, de cuates. Flácidos, pa' que no haya pedos —dijo Diego, levantando las manos en señal de paz.
Alan se rió, negando con la cabeza, pero sin molestarse.—¿Neta quieres hacer eso?—
¿Qué tiene? —Diego sonrió con complicidad—. No es como que no nos hayamos visto el paquete miles de veces cambiándonos. Nomás sería ver... más de cerca —rió.
Alan dudó un segundo, pero al final soltó una carcajada, resignándose.—Va, pero tú primero, pinche valiente.
Diego se paró, bajándose el short de entrenamiento y quedándose en calzones. Luego, con una risa nerviosa, se los bajó también, dejando su pene flácido a la vista.—¿Ves? No pasa nada —dijo, encogiéndose de hombros.
Alan miró rápido, sin morboso, sólo curioso.
Diego estaba bien proporcionado, colgando relajado.
—Está bien—dijo Alan—. Mi turno. Se bajó el short y el calzón en un solo movimiento, dejando su miembro también a la vista.
Ambos se miraron rápido, entre risas de pena ajena y diversión genuina.
—Cool—dijo Diego, levantando el pulgar, aún riéndose.
—Tú también —respondió Alan, acomodándose el calzón de nuevo.
En ese momento, sin aviso, se abrió la puerta del vestidor. Era Rodrigo, otro de los jugadores, con una toalla al hombro y el cabello goteando.
Se quedó congelado al ver la escena: Alan y Diego con los shorts a medio subir, riéndose como tontos.—¿Qué chingados están haciendo? —preguntó Rodrigo, entre confundido y divertido.
Alan se carcajeó, mientras Diego se apresuraba a subirse los calzones.—Nada, nomás... comparando.
Rodrigo los miró con cara de “no mamen” y luego soltó una risa fuerte.—¿Comparando? ¿Neta? ¿Así, tan frescos?
Pues sí —dijo Diego, ya más relajado—. Estábamos platicando de nuestras primeras veces, de cuando nos medíamos morros... ya sabes.
Rodrigo dejó caer su toalla en el banco, todavía sonriendo.—Chale... —se acercó—. Pues si andan en esas, inviten, ¿no?