Guía Cereza
Publicado hace 6 días Categoría: Sexo con maduros 560 Vistas
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Bueno. Esto está recién sucedido, es una primicia. Empecé hace unos meses un nuevo trabajo donde debo visitar unos clientes empresarios para darles una asesoría de servicio. Todo bien hasta aca. Hace 3 semanas apareció don Fernando (no es su verdadero nombre). Un hombre mayor, de unos 60 años, canoso, peludo, alto y barrigón. No me pregunten por qué pero ese tipo de hombres son mi fetiche.

Yo, aparte de mi sobrino, nunca había estado con otro hombre, pero si fantaseo con estos hombres tipo daddy bear. Que cosa más loca. EL caso es que la primera vez que lo visité, fue una visita normal de servicio pero se tuvo que ir porque se le presentó una emergencia, así que tuve que reprogramar una segunda visita. Usualmente estas se hacen cada 6 meses pero en este caso, volví a la semana siguiente y don Fernando me recibió en su despacho no sin antes dar instrucciones para que no nos molestaran en las siguientes 2 o 3 horas.

-Pero no nos vamos a demorar tanto, don Fernando -le dije.

-No importa, lo que importa es que no nos moleste nadie -me respondió -¿Qué vamos a hacer?

-Le voy a terminar de hacer la visita de servicio.

-¿Y después?

-¿Por qué la pregunta?

-Bueno, solo digo por si se quiere quedar otro rato más, ya casi se van todos.

En mi inocencia, yo no entendí porque me decía eso y solo atiné a decirle:

-Entonces no se preocupe, terminamos rápido para que se pueda ir.

-Bueno, ya veremos que pasa.

Empezamos a hablar y en ese momento me vino a la mente una situación que tuve un par de años atrás con un proveedor de una empresa en la que trabajé y que debía venir a hacer unos arreglos de un software. Yo era el encargado y cuando hablamos, me dijo que si quería el iba en la noche cuando ya no hubiera nadie para que pudiéramos trabajar a solas y bien rico. Yo le dije que no porque yo me iba a las 6 y aunque insistió yo me mantuve en el no, pues no quería quedarme a trabajar en la noche. Días después me enteré que era gay y alguien me hizo caer en cuenta que lo que quería era tener algún rollo conmigo.

Pues bien, recordé eso y pensé que don Fernando buscaba algo más que solo una visita de servicio, pero también dudaba si era solo un invento mío. Sin embargo, en medio de la visita, me ofreció algo de beber. Yo acepté agua.

-Mejor un whiskey para que nos vayamos poniendo a tono.

-Es que no tomo cuando trabajo, don Fernando.

-Ya vamos a acabar la visita, mejor dicho, digamos que ya acabamos.

Insistió en el trago así que le acepté. É se sirvió otro. Brindó conmigo y seguimos unos 10 minutos hasta terminar el motivo que me había llevado allí. Acabamos el trago y me ofreció otro. A mi me dio pena y me negué. Me lo sirvió, así que me dio pena y me lo empecé a tomar.

-Este whiskey es bueno, calienta rico y lo pone a uno a tono, ¿no le parece?

-Si, un poco. Está muy rico. Muchas gracias.

Me empezó a preguntar por mi vida personal y él a hablarme de la suya. Todo en plan conversar. Sirvió el tercero. Yo le dije que no más, que era el último porque debía irme.

-¿Y por qué se va si acá estamos bien?, buena conversación, buena compañía y buen whiskey.

-Porque creo que ya va siendo hora, ya oscureció.

-Mejor, porque entonces ya se fueron todos.

Ahí no me quedó duda de que el viejo quería algo más que solo conversar y tomar trago. Yo me puse nervioso y no supe cómo actuar. Me dio frio y temblaba. Don Fernando se dio cuenta, así que se sentó a mi lado y me palmó la pierna mientras me decía que me relajara. Yo no sabía cómo actuar, ni qué decir. Estaba como en shock. Pero ya sentía que el licor se me empezaba a subir a la cabeza.

El sofá en el que estaba sentado era cómodo, de cuero café y muy grande.

-A mí también me pasaba que me ponía así todo nervioso -me dijo mientras empezaba a acariciarme la pierna -. Ya se va a sentir mejor, espérese y verá.

Vio que me había acabado mi tercer trago, entonces se levantó y sirvió otro.

-Con este otro trago ya va a estar tranquilo y vamos a pasarla bien. No le eche tanta cabeza.

Me pasó mi vaso y se volvió a sentar junto a mi, poniendo otra vez su mano en mi pierna, pero esta vez mucho más arriba, más cerca de mi polla. En ese momento algo hizo click en mi e instintivamente llevé mi mano a su polla.

-No ha empezado el trago que le traje y ya se puso a tono.

También puso su mano en mi polla y empezamos a manosearlas sobre el pantalón. Estaban a reventar las dos.

-¿Qué quiere hacer?

-Verla.

-¿Y después?

-Ya veremos que pasa.

Se desabrochó el pantalón y salió un polla de un tamaño medio que yo empecé a masturbar. Era peluda y el pelo entre oscuro y blanco se veía por todas partes. Mientras lo pajeaba, se desabrochó la camisa y salió esa barriga grande y peluda y esas tetas con pezón grande y peludo que me pusieron a mil. Me incliné y le chupé un pezón y luego baje para mamarle su polla mientras él me desabrochaba el pantalón y me empezaba a pajear.

Sentí su dedo frotando mi ano y eso me subió la calentura mucho más, mientras tanto yo chupaba su polla y sus bolas y acariciaba su barriga y sus tetas. Me sentía en un sueño, en uno de los miles de videos porno del género que había visto y que soñaba con poderlo hacer realidad algún día.

Nos levantamos y nos desnudamos por completo. Él intentó besarme pero yo no me sentí cómodo, así que le volteé la cara. Me empezó acariciar los pezones, a besarlos, lamerlos y morderlos suavemente, pues ya estaban bien erectos. Yo le acariciaba el culo peludo y seguía masturbándolo de cuando en cuando.

A la fuerza me dio la vuelta y me inclinó contra el sofá, abrió mis nalgas y me escupió el ano. Sentí la saliva caliente y pensé que me iba a clavar, entonces le dije que sin preservativo nada. Pero lo que quería era lamerme el hoyo, así que me dejé. Jugó un rato con su lengua en mi ano y me hizo ver estrellas. Manejaba la lengua muy bien y se las arreglaba para introducir la punta en mi hoyo. Su mano derecha me masturbaba y su mano izquierda acariciaba mi espalda y mi cabeza.

-Ahora me toca a mi -interrumpí el trabajo de don Fernando.

-Que rico, me encanta que me chupen el culo.

Se puso en la misma posición en la que yo estaba. El ano lo tenía muy peludo y yo se lo chupaba delicioso mientras él gemía de placer.


-Qué rico me lo chupa, no pare -decía entre gemidos.


Su polla estaba tiesa y muy lubricada, así que le pedí que se volteara. Yo, de rodillas en el piso, volví a chupar su polla y él me la hacía tragar hasta el fondo, haciéndome dar arcadas.


-Tráguesela toda. Buen chico.


La garganta profunda me hacía salivar mucho y pronto la alfombra estuvo llena de saliva. Don Fernando seguía apretándome la cabeza contra su cuerpo y sentía su polla muy adentro en mi garganta. No podía respirar y al viejo parecía gustarle. Luego movía su cadera adelante y atrás en un claro signo de estar masturbándose con mi boca.


-Venga, siéntese encima, quiero ver cómo cabalga.

-No, sin condón no hago nada.

-Está bien, siempre tengo uno en caso de emergencia.


Se levantó y fue a su escritorio. De un cajón sacó una caja de condones y de allí sacó uno. Me mostró una caja de viagra y un frasco de estimulante sexual.


-El viagra ya me hizo efecto, por eso la tengo tan dura.

-¿Se tomó una?

-Si, con el primer trago.


En realidad yo no recordaba que lo hubiera hecho, pero si era cierto que tenía esa polla a reventar. Se puso el condón y sentó en el sofá exponiendo su herramienta ante mí. La sola vista de un hombre maduro, peliblanco, gordo y peludo me tenía lubricando un montón y era tan notorio que al acercarme para sentarme en su polla, me chupó la mía hasta dejarla limpia.


-Ese liquido lubricante me encanta.

-Que bueno saberlo.

-Menos charla y más trabajo.


Me jalo del brazo para que me sentara sobre su polla. Como no era tan grande, no me costó mucho trabajo meterla, aunque si fallé en los primeros intentos por la falta de costumbre. Una vez sentí que había entrado el glande, seguí bajando despacio para evitar dolores. Pronto llegué hasta la base y sentí las piernas peludas de don Fernando rozando mis nalgas. Comencé a subir y bajar, primero lento y aumentando la velocidad poco a poco.


-Uy, qué rico, tiene ese culito apretado, como me gusta.

-Usted tiene esa verga muy rica y la siento bien adentro.


El viejo gemía de placer y yo ni se diga. Cabalgando sobre él, le chupaba los pezones peludos y acariciaba su barriga. Estaba muy excitado y quería gritar como lo hacía con mi sobrino pero me contuve por pena con él. Quería decirle que me hiciera su mujer y que me preñara, pero no fui capaz.


-Que rico como le lo mete, siga, siga y no pare.

-¿Le gusta?

-Me encanta cabalgar sobre su polla y sentirla en el fondo de mi culo.

-Eso, dígame qué más le gusta.

-Chúpeme los pezones.


Me echo un poco para atrás empezó otra vez a chupar y mordisquear mis pezones, pero la posición no era muy cómoda para seguir cabalgando sobre él, entonces me pidió que me levantara y que me acostara de espaldas en el sofá. Cuando estuve allí, me levantó las piernas y volvió a taladrar mi hoyo.


-Uff, qué rico, así lo siento delicioso, métamela toda, toda.

-¿Así? -preguntó mientras aceleraba el ritmo.

-Así, la quiero toda adentro, con huevas y todo.

-¿Así? -volvió a preguntar mientras arremetía aún con más fuerza.

-Así, así, toda, toda, hasta el fondo, con fuerza.

-Le gusta el sexo fuerte.

-Me gusta que me rompan el culo.


El viejo siguió trabajando en mi hoyo y empezó a masturbarme. Yo estaba muy lubricado y de vez en cuando, me hacía lamerle la mano untada de mi propio liquido lubricante.


-Me voy a venir, me voy a venir -dije.

-Véngase, quiero ver leche.


Me vine a chorros en su mano y me untó el semen en mi pecho y me frotó los pezones con él. A los pocos segundos me dijo que también se iba a venir y sentí como se hinchaba su polla dentro de mí. A los pocos segundos empezaba a hacerse chica.


Lo sacó con cuidado y vi que en el preservativo había una buena cantidad de leche.


-Me sacó la leche. Hacía varios días que no me la sacaban.

-Que bien, que rico. Estuvo delicioso.

-Opino lo mismo. Y usted que no quería.

-Pues es que es mi primera vez y me daba pena, usted es un cliente.

-Pues que bueno que se le acabó la pena. Espero que para la próxima vez, todo fluya más natural.

-Ya veremos.


Fui al baño, me limpié y me vestí. Al salir, don Fernando ya estaba vestido. Espere a que apagara las luces, encendiera la alarma y salimos juntos, nos despedimos como si la visita de servicio se hubiera acabado recién, cada uno fue a su carro y nos alejamos en sentidos contrarios,


Yo no se si en la próxima visita sea yo quien vaya hasta la oficina de don Fernando, espero que no, no quisiera volver a verlo, aunque debo decir la verdad y es que fue una gran y placentera experiencia y disfruté mucho mientras una fantasía se hacía realidad.

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