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Tatiana y yo somos pareja Swinger y siempre nos gusta la idea de probar intercambios y/o tríos swinger. La idea de hacer un intercambio nos excitaba tanto que decidimos hacerlo realidad. Después de buscar y contactar con parejas liberales, conocimos a Carlos y Valeria, una pareja joven como nosotros. Él era trigueño, de buen ver aunque no musculoso, y ella... ¡Dios mío!, una morena con unas tetas perfectas que prometían una noche inolvidable.
Quedamos de vernos en un bar aquí en la ciudad de Ibagué. Desde el primer momento hubo química. Valeria llevaba un vestido negro tan ajustado que cada movimiento revelaba curvas tentadoras, mientras Carlos no dejaba de mirar las piernas de mi chica con deseo evidente. Después de unas cervezas y conversaciones cada vez más picantes, decidimos ir a un motel de esos que quedan en la 25 con segunda.
Llegamos y la recepcionista nos ofreció una habitación que decidimos tomar y esta habitación tenía un jacuzzi que usamos para romper el hielo. El agua caliente y unas cervezas nos relajaron mientras las miradas y sonrisas cómplices aumentaban la tensión sexual. Valeria fue la primera en actuar, se arrodilló frente a Carlos y comenzó a chuparle el pene con movimientos expertos. Mi novia, sin perder tiempo, hizo lo mismo conmigo, succionando con esa intensidad que tanto me vuelve loco.
Pronto las chicas se pusieron en cuatro patas, ofreciéndonos ese espectáculo irresistible de sus culos empinados. Nos miramos con Carlos con un trago de cerveza y penetramos a nuestras parejas al mismo tiempo, los gemidos llenando la habitación. El sonido de nuestras caderas chocando contra sus nalgas se mezclaba con sus gritos de placer.
Llegó el momento que tanto esperábamos. Valeria se arrodilló frente a mí y tomó mi pene en su boca, chupándolo con una habilidad que me hizo gemir. Al mismo tiempo, mi novia hacía lo mismo con Carlos, quien no podía evitar gruñir de placer, chupando su pene de arriba abajo con una habilidad increíble. Decidimos pasar a la cama, donde las chicas se tendieron boca arriba, abriendo las piernas en invitación.
Nos sumergimos entre sus piernas, lamiendo sus vaginas con dedicación hasta hacerlas venir en nuestras bocas. Sus fluidos mezclándose con nuestros besos fue una de las cosas más excitantes que he vivido. Luego, con preservativos puestos, comenzó la verdadera fiesta, yo penetré a Valeria mientras mi novia lo hacía con Carlos.
Lo más arrecho fue cuando, mientras yo empujaba mi pene dentro de Valeria, mi novia y yo nos besábamos apasionadamente, de igual manera Carlos y Valeria que mientras el penetraba a mi novia besaba a Valeria. Una sensación que me excitó hasta el límite. Cambiamos de posiciones varias veces, en una, mi chica montaba a Carlos mientras Valeria me chupaba; en otra, las dos mujeres quedaron una frente a la otra, recibiendo nuestra atención simultánea.
Los gemidos se convirtieron en gritos ahogados cuando llegamos al clímax. Carlos, con los músculos tensos y la respiración entrecortada, hundió su verga hasta el fondo en mi novia justo cuando yo sentía cómo Valeria se contraía alrededor de mi pene. El calor de sus cuerpos se volvió insoportable podía sentir las contracciones de Valeria mientras yo soltaba mi semen dentro de ella, al mismo tiempo que Carlos vaciaba sus huevos en el interior de mi chica. Las dos mujeres gritaron al unísono, sus cuerpos temblando entre los nuestros, mientras el sudor nos cubría y el olor a sexo recién consumado llenaba el aire espeso del cuarto.
Mientras volvíamos a cargar nuestros penes, la habitación olvidaba el cansancio, ya que habíamos terminado el primer round. Mi novia se recostó en el sofá tántrico y tomó mi pene entre sus labios, chupándolo con esa mezcla de ternura y lujuria que tanto me excita. Valeria se acercó a mí, sus labios encontrando los míos en un beso profundo mientras sus manos recorrían mi torso. Al mismo tiempo, Carlos se colocó entre las piernas de mi novia, primero deleitándose con su coño empapado usando su lengua experta, y luego penetrándola con movimientos firmes que hacían que los gemidos de ella vibraran alrededor de mi miembro.
El intercambio fue natural y ardiente. Valeria ocupó el lugar de mi novia en el sofá, recostándose con las piernas abiertas mientras llevaba a su boca el pene erecto de Carlos, chupándolo con entusiasmo. Mi novia, siempre fogosa, se inclinó para besar apasionadamente a Carlos mientras él disfrutaba de la boca de Valeria. Yo, por mi parte, me situé entre las piernas de Valeria, primero saboreando su humedad con mi lengua, haciendo que arquease la espalda de placer, y luego penetrándola con movimientos profundos que nos llevaron a ambos al éxtasis. El sofá crujía bajo nuestros cuerpos sudorosos, los gemidos se mezclaban en el aire cargado de lujuria, y por un momento, el tiempo pareció detenerse en ese éxtasis compartido.
El sofá tántrico quedó atrás cuando pasamos a la cama, donde el verdadero frenesí comenzó. Colocamos a Valeria y a mi novia una al lado de la otra, sus cuerpos sudorosos brillando bajo la tenue luz mientras se manoseaban las tetas con gemidos que nos volvían locos. Carlos y yo nos miramos con complicidad antes de posicionarnos, él se arrodilló frente a Valeria, mientras yo me coloqué entre las piernas de mi chica. Al unísono, comenzamos a empujar nuestras vergas dentro de ellas, sintiendo cómo sus cuerpos se adaptaban a cada embestida.
Las chicas no dejaban de tocarse, pasando sus manos por los pezones erectos del otro mientras nos miraban con ojos llenos de lujuria. El ritmo se volvió frenético, hasta que Carlos gruñó y soltó su carga en la boca de Valeria, quien la recibió con un gemido ahogado. Yo no pude resistir más al ver eso y, agarrando la cabeza de mi novia, exploté en su boca mientras ella me miraba con esos ojos que prometían más noches como esta. El cuarto quedó en silencio, solo interrumpido por nuestros jadeos, mientras los cuatro caíamos rendidos sobre la cama, completamente satisfechos y sabiendo que Ibagué había sido testigo de una de nuestras noches más calientes.
La noche terminó con los cuatro completamente satisfechos, tumbados en la cama, riendo y compartiendo historias. Valeria, recostada sobre mi pecho, murmuró: "Esto tiene que repetirse". Mi novia, con una sonrisa pícara, asintió mientras acariciaba el brazo de Carlos.
Al salir del motel, En el taxi de regreso, mi chica y yo no podíamos dejar de hablar de lo increíble que había sido la experiencia. "La próxima vez", me susurró al oído, "invitemos a dos parejas". Y supe, en ese momento, que nuestro viaje swinger apenas comenzaba.