
Compartir en:
Anoche perdí un calzón, y mi marido me está preguntando en dónde está. Y esta es la curiosa historia.
No es que mi marido me domine o no confíe en mi. Para nada. Es sólo que el es el encargado de llevar las ropas a la lavandería, y sabe que tengo 20 (para las diferentes ocasiones de la vida), y no hace más que sumar las que están en el cajón más las que hay en el sesto, y pues hace sus cuentas. Y hoy resulta que en esta ocasión Cajón + Sesto no da 20.
Cariño, te falta un calzón – me dijo el condenado. En dónde está?
Todo hubiera sido más fácil si me lo hubiera dicho en la cama, a media noche, escondida por la oscuridad. Pero NO, decidió decírmelo a media mañana y enfrente de Liliana (la mucama). Que se imaginaba de mis andanzas, pero ya dejó de imaginárselas.
Es que no sé. No me acuerdo, por ahí debe de andar – le contesté.
Es que ya busqué, y a menos que le hayan salido pies y se haya ido caminando, pues no está. En dónde está? – insistió.
Podemos hablar de eso después? – le pedí, mientras simulaba estar entretenida viendo un programa de tv que no me interesaba.
No, quiero saber en dónde está ese calzón, es la tanga roja de encaje con el moño de infinito que va enfrente, donde el coño. El que te regalé en San Valentin pasado. Fue el que te llevaste anoche para la Recepción – insistió el pelotudo, todo con Liliana pasando de un lado a otro simulando que laboraba pero parando la oreja queriendo enterarse del chisme.
Vamos a la alcoba – le dije poniéndome de pie y queriendo bajar la voz y suprimir la atención. Lo que menos quería es que mi propia mucama sepa lo puta que soy.
Cerrada la puerta de nuestra alcoba de matrimonio le dije a mi marido la verdad:
– Es que me la robaron.
– Te robaron la tanga roja de encaje qué te regalé en San Valentin?
– Sí.
– Y quién te la robó?
– Un ratero, dije con la garganta seca.
– Y cómo se llama ese ratero?, insistió el pelotudo.
– Humberto, exclamé sintiéndome acorralada, descubierta. No es que mi marido ignore que es un cornudo, pero el acuerdo es que yo le diga los cómo-cuando-dónde-quién de mis andares. Y últimamente se los he estado ocultando.
– Y tú crees que deberíamos denunciar a ese Humberto por robo?
– Yo creo que mejor no. Creo poder recuperar esa tanga, si es tan importante para ti.
– Y cómo fue que te la robó, me puedes explicar?
– Fue anoche, en la Recepción qué me invitó.
– Te la robó durante la Recepción?
– No, fue después, en su auto. De regreso a casa.
– O sea que te cogió en su auto mientras te traía a casa siendo tú una mujer casada y mi esposa?
– No me cogió, sólo se la chupé.
– Y si sólo se la chupaste, porqué carajos regresaste a casa sin la tanga roja de encaje con el moño de infinito en el coño que te regalé en San Valentin?
– Porque me la pidió, venía insistiendo de hace tiempo.
– Insistiendo que te quiere coger?
– Sí.
– Y tú qué le dices cuando te dice esas cosas?
– Lo obvio, que tengo marido, que soy una dama respetable, y que no entiendo porqué sólo me quiere para coger sabiendo mi situación.
Para esta altura de la plática yo sólo veo hipnotizada cómo mi marido se la menea frente a mi con las venas visibles y el glande goteando.
– Pero Humberto no entiende de razones. Creo que a él no le importa mi condición de casada.
– O sea que me estás diciendo que anoche se la chupaste a un tipo con el que apenas has salido tres veces? Y que no te lo cojiste?
– Sí. No me lo cojí porque se lo quiero poner difícil y porque sabe cómo convencerme, y yo sólo quiero hacer tiempo antes de caer en él.
– Pero nos estamos apartando del tema. Porqué regresaste sin calzón si sólo se la chupaste?
– Porque mientras se la chupaba él me dedeaba, y en una de esas me la quitó y se la embolsó, el ratero.
– Te tragaste su leche?
– Sólo el primer disparo, el resto lo dejé para mi cara y cuello.
– Y el calzón?
– Ya te dije, se lo embolsó, porque es un ratero.
– Y no le dijiste que tu marido te cuenta tus calzones?
– No. Se me pasó. Pensé ya tenía tiempo no los contabas. Pero veo que sigues con tus celos de macho cornudo.
En ese momento avanzó hacia mi, me bajó el short de licra, me abrió las piernas y me la metió de un sambullido. Yo, para entonces toda mojada, le dí la bienvenida como buena esposa. Y sí, se vino bien dentro de mi.
El interrogatorio sobre el paradero del calzón perdido llegó a su fin y mi secreto no fue descubierto porque al final sí que me cojí a Humberto dentro de ese auto. Y dos veces.
Mi calzón? No está perdido, sólo se lo presté a Humberto por el fin de semana y después de engomarlo me lo devolverá el lunes. Yo soy una mujer casada y no puedo andar por ahí perdiendo calzones. O sea que el lunes saldré sin calzón, pero regresaré con uno.
Cuernos a la inversa.