Guía Cereza
Publicado hace 2 semanas Categoría: Hetero: General 379 Vistas
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Siempre me han atraído las mujeres mayores. Cuando tenía 15 años, recuerdo estar enamorado de una profesora de mi colegio. Siempre era detallista con ella y el mejor en su clase para llamar su atención, y por supuesto, logré mi objetivo… pero eso lo dejaremos para otra historia, ya que hoy quiero contar acerca de la relación más prohibida que un hombre puede tener: su suegra.

Muchas veces he escuchado los apodos y experiencias que han tenido amigos y conocidos con sus diferentes suegras. Ellas tienen un estigma negativo en la mayoría de las personas, pero yo siento que es porque las suegras conocen y saben qué es lo mejor para sus hijas (y para ellas, jeje), por eso se comportan de cierta manera con sus yernos/as. A los 19 años estaba iniciando la universidad, cursaba primer semestre y tenía unas ganas enormes de comerme el mundo… bueno, tengo (guiño, guiño).

En esa época tenía una noviecita llamada Alejandra, con la cual ya llevábamos 2 años de relación. Fue mi primera novia seria, ya que las pasadas considero que eran novias "de mentiras", pues con Aleja pudimos compartir mucho más, ya que ella siempre estaba y se quedaba conmigo, o si no, yo con ella en su casa, ya que nuestras familias nos conocían y veían con agrado nuestra relación. Sobre todo, Tatiana, la madre de Aleja, quien desde el principio fue muy querida conmigo y me hizo sentir bienvenido en su casa y en sus vidas (mucho más de lo que imaginaba).

Tatiana tenía 35 años cuando la conocí. Era madre soltera, pero no se veía como una mamá, sino que parecía la hermana mayor. Era una mujer caleña, trigueña, de pelo negro largo, con un rostro delicado y ojos verdes. Era delgada y no muy alta, pero siempre se ponía unos tacones con vestidos no tan largos que hacían relucir sus hermosas piernas doradas. Tenía un culo hermoso, no muy grande pero redondo y parado. Los hombres siempre se la quedaban viendo cuando salíamos con ella y Aleja a pasear o a comer algo. Yo siempre molestaba a Alejandra diciendo que, si se parecía a su mamá cuando fuera mayor, seguro me casaría con ella. Jajaja. La verdad, lo decía inocentemente, pero luego entendí que en el fondo esa mujer me tenía loco.

Mi suegra siempre fue muy atenta conmigo. Me llevaba a mi casa cuando era de noche y ya no pasaba transporte, o me recogía cuando me iba a ver con Alejandra y estaba cerca de ella. Siempre me saludaba de beso en la mejilla mientras me agarraba el brazo o me pasaba sus dedos por la mano. La verdad, no fue sino hasta después que me vine a dar cuenta de que fui yo quien cayó en su trampa, pues esos movimientos no los hace una mujer que no está interesada en un hombre.

Un viernes en la tarde, Alejandra me llamó y me dijo que, si quería ir a su casa a ayudarla a preparar maleta, pues se iba de viaje con sus amigas ese fin de semana y quería pasar un tiempo conmigo antes de viajar. Yo, obvio, acepté. Aleja me dijo que su mamá estaba cerca de mí, que la llamara y coordinara a ver si me recogía. Llamé a Tatiana y le expliqué la situación. Ella no dudó en aceptar y, a los 20 minutos, ya me estaba esperando en la entrada de mi universidad para llevarme a su casa.

Generalmente era un trayecto de media hora, pero por los trancones de Bogotá duramos casi una hora de viaje. Al principio no hablamos porque ella estaba en una llamada del trabajo, pero cuando colgó se disculpó y me contó que tenía mil rollos en la oficina, que menos mal era viernes. Y también me dijo, entre confianza, que menos mal Aleja se iba de viaje ese fin de semana, así ella se podía relajar totalmente y estar desnuda en su casa sin preocuparse por nada.

Ella siguió hablando como si no hubieran salido esas palabras de su boca, y realmente yo ya no escuchaba lo que decía, sino que solo podía imaginarla sin ropa, andando por todos los rincones de su casa, con ese hermoso culo yendo de un lado a otro, e imaginándome esas tetas al aire, tratando de descifrar de qué color sería su pezón. Debe ser café claro por su tono de piel, decía para mis adentros.

A lo lejos escuché una voz que me sacó de mi fantasía. Era Tatiana, que me estaba mirando y esperando una respuesta:

Tatiana: ¿Sí vas a poder?

Yo: ¿Voy a poder qué? Perdona, me quedé pensando en unos trabajos de la universidad.

Tatiana: Ahh no, pero yo como una boba hablando y vos en las nubes. Que necesito deshacerme de unas cajas y cosas viejas que estorban en la casa, y quiero saber si este fin de semana me podés ayudar.

Yo: ¿Y vas a estar desnuda? Lo pensé, pero estoy seguro de que mis labios casi me traicionan.

Tatiana: ¿Mhmm?

Yo: Que claro que sí, doña Tatiana. Usted sabe que puede contar conmigo para lo que necesite.

Tatiana: Gracias, cariño. Y no me digas "doña Tatiana", que me haces sentir vieja. Dime Tati, ya tenemos suficiente confianza.

Luego de eso, ella puso música y seguimos hablando de banalidades que veíamos en la calle. Al llegar a su casa, ayudé a Aleja con sus cosas, comimos algo y nos comimos en su cuarto, esperando que su mamá no escuchara. Pero algo en mi mente me decía que ella estaba detrás de la puerta tratando de oírnos. Yo deseaba que fuese así.

Más tarde en la noche, cuando me iba a devolver a mi casa, Tatiana se ofreció a llevarme, ya que era medianoche y a ellas no les gustaba mucho agarrar taxi o Uber. Yo acepté con gusto y me despedí de Aleja, ya que me dijo que se iba a duchar y dormir, pues madrugaba a las 5 de la mañana para el aeropuerto. Este viaje fue muy diferente. Sentía una tensión muy extraña, como si ella estuviera enojada o como si estuviera esperando el momento más adecuado para decirme algo. Yo traté de romper la tensión preguntándole por el día y la hora que me necesitaba, pero ella solo me dijo que me avisaba.

Al llegar, ella detuvo el carro, se volteó hacia mí y me preguntó:

Tati: Cariño, ¿Vos te cuidas cuando estás con Aleja? Yo sé que vos no debes tener ninguna enfermedad, pero no quiero ser abuela todavía. Ale está muy chiquita y yo tengo muchos planes antes de volver a chocholear bebés.

Yo: Sí, “Tati”, la mayoría de las veces usamos condón…

Tati: ¿Cómo que la mayoría? ¿Y las otras veces?

Yo: Bueno, hay veces que nos han ganado las ganas y yo lo saco antes de venirme y cae en otro lado.

(La verdad no pensé antes de hablar, y luego caí en cuenta de que había dado detalles de más.)

Tatiana se quedó mirándome, como pensando su siguiente pregunta…

Tati: ¿En qué otro lado? Pregunto porque uno nunca sabe dónde puede caer y embarazar a alguien…

(Ella sonrió, miró pensativa hacia otro lado y nuevamente hacia mí.)

—¿Era a eso que olía el sofá la vez pasada, cierto? Muchachitos estos, salándome el sofá, y yo ahí queriéndome sentar desnuda… ¿Qué tal hubiera sido yo la que quedara embarazada?

Yo: No supe qué decir… me quedé en shock por un momento…

Tati: Bueno, ve… la próxima vez dile a Aleja que limpie bien o que le caiga en otro lado… o SE LO TRAGUE.

(No supe si había escuchado bien o no, jajaja, pero esas palabras quedaron retumbando en mi mente. Con Aleja culiábamos delicioso, pero ella era un poco conservadora y nunca se había tragado mi semen. Decía que no le gustaba.)

Yo: Bueno, pues eso no lo hemos intentado, pero…

Tati: ¿Cómo? ¿Aleja no se traga tu leche? ¡Niña consentida! No salió como la mamá… de bandida.

En ese punto, yo ya estaba muy excitado y me tocaba taparme con la camisa porque Tatiana se iba a dar cuenta de mi arrechera.

Tati: Bueno, niño, ve que se te va a hacer tarde… y tapa eso que tienes ahí, que alguien más se va a antojar.

Tatiana me agarró la cara, me dio un pico esquinado y se despidió. Yo me bajé del carro todavía un poco en las nubes de la conversación que acabábamos de tener. No estaba seguro de lo que iba a pasar el fin de semana con mi suegra y su casa sola, pero llegué a mi cama a pajearme pensando en nuestra conversación y fantaseando con ella.

Lo que pasó ese fin de semana con Tatiana fue el inicio de una relación prohibida con mi suegra…Pero lo contaré en otro relato, ya que no quiero extenderme mucho y ustedes merecen conocer el detalle de todo lo acontecido.

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