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Continuando la historia…
Pasé todo el sábado pendiente del celular por si Tatiana me escribía o me llamaba, pero nada pasó. Llegó el domingo y ya estaba perdiendo la esperanza… hasta que llegó el ansiado mensaje:
“Llega al mediodía.”
Lo leí unas 50 veces tratando de descifrar un mensaje oculto, pero creo que solo era eso: llegar al mediodía. Me bañé, me vestí y salí con tiempo para no perder un solo minuto. A las 12 en punto estaba en su portería anunciándome, y a las 12:05 ya estaba tocando el timbre de su casa. Jamás había sido tan puntual para algo.
Tatiana abrió la puerta y tenía el pelo suelto, una camiseta blanca y larga estilo oversize que casi no dejaba ver los shorts que llevaba puestos, pero sí dejaba al descubierto esas hermosas piernas doradas… y un par de pezones levemente asomados, como intencionalmente para captar miradas, o más bien mi mirada.
Tatiana me preguntó si quería comer ahora o después, para pedir almuerzo. Yo le dije que no se preocupara, que había desayunado tarde. Entonces empezamos a hacer lo que pactamos hacer: empacar cajas y sacarlas de la casa para que se las llevara el camión de la basura.
Duramos aproximadamente dos horas y media en eso, pero siempre tuve puesta la mirada en Tati y en cómo el sudor bajaba por su cuello y hacía un poco más visible ese misterioso par de senos con el que tanto había fantaseado.
Tati: ¡Por fin terminamos! Uff, te debo una, no sé cuánto tiempo me hubiera tomado hacer esto sola.
Yo: Tranquila, me da gusto poder ayudarte en todo lo que necesites.
Ella, con una sonrisa pícara, me picó el ojo y se fue a la cocina. Yo me quedé mirando el sofá donde ella estaba sentada, pensando cómo olería la ropa interior que llevaba puesta. Tatiana volvió con un six pack de cervezas recién sacado de la nevera. Destapó dos y me pasó una:
Tati: Te la has ganado. Aunque sé que debo premiarte mejor... esto es solo el inicio.
Nos tomamos la primera ronda. Luego la segunda. Luego la tercera. Ya para este punto estábamos un poco entonados y queríamos algo más fuerte, por lo que ella sacó una botella de aguardiente que tenía guardada y sirvió dos copas.
Seguimos hablando de todo un poco: de la vida, de su trabajo, de mi universidad… hasta que los tragos empezaron a hacer efecto y yo noté que me miraba diferente. Claro, yo también ya había fantaseado con ella mil veces mientras estábamos ahí sentados, por lo que tenía una leve erección en mi pantaloneta.
Tatiana: Oye, ve, veo que el trago te está poniendo como alegre… y no me refiero a prendido.
Yo: Qué pena contigo, Tati… me suelo poner así cuando tomo, y más cuando tengo a una mujer tan hermosa al frente.
(No sé si fueron los tragos, pero esas palabras salieron de mi boca sin pasar por mi mente.)
Ella se quedó mirándome fijamente. Me lanzó una sonrisa, y noté que le gustó lo que le dije.
Tati: ¿Sabes? Ustedes creen que son sigilosos cuando culean con Aleja acá en la casa… casi siempre me doy cuenta. Los escucho por la puerta.
Yo: ¿Ah, entonces te gusta espiarnos por la puerta?
Tatiana se sonrojó y me lanzó una mirada retadora.
Tati: Qué tal este muchachito, ve… No es eso, solo que es difícil ignorar los gemidos de Ale. Y causan curiosidad los tuyos… Siempre me ha excitado un hombre que gime.
Yo: ¿O sea que yo te excito?
Se quedó callada. Su mirada se fue hacia otro lado y hubo un silencio. Yo sabía que era ahora o nunca para coronar.
Yo: A veces, cuando estoy con Alejandra, me imagino que tú estás al otro lado de la puerta… escuchándonos… y tocándote.
Tatiana me miró directo a los ojos.
Tatiana: Pues sí… lo he hecho. ¿Cómo crees que me siento sabiendo que la única que culea en esta casa es mi hija y no yo? ¡También tengo necesidades!
Yo: ¿Puedo ver?
Tatiana: ¿Puedes ver qué?
Yo: …cómo te masturbas.
Tatiana se quedó pensando un segundo y luego se tomó otro shot de aguardiente.
Tati: Bueno… pero esto queda entre los dos. Y si tú vas a ver… yo también quiero ver.
No había terminado de decir la frase y yo ya me estaba quitando la camiseta. No tenía un cuerpo fitness, pero el gimnasio me había ayudado
a sacar músculo y estar decente para la potra que tenía al frente. Tatiana se quitó su short y quedó solo con una tanga rosada que resaltaba con el color de su piel.
Se subió un poco la camiseta y empezó a sobarse con sus dedos por encima de la tanga, siempre mirándome a los ojos. Ya para este momento yo había quedado solo en bóxers negros y sobaba mi verga por encima. La tenía a reventar. Ella se puso de pie, se quitó la camiseta y dejó al aire ese hermoso par de senos trigueños, con los pezones color café claro (ja, tenía razón) y se veían tan duros que pedían lamidas y chupadas a gritos.
Se quitó también su tanga rosada y me la tiró.
Se sentó, se chupó los dedos y se los metió a su vagina, la cual ya se veía un poco jugosa desde donde estaba.
Yo agarré su tanga y me la puse en la nariz, olfateándola por todo el interior. Ella me miró con una picardía que jamás había visto hasta ese momento y soltó un leve gemido.
Tati siguió masturbándose con sus dedos dentro de su vagina y luego cambiaba a su clítoris. Mientras tanto, yo ya tenía la verga afuera y me masturbaba con sus tangas alrededor.
En un momento, ella levantó un poco más su pelvis, se ensalivó un dedo y se lo metió en el culo.
Yo ya no era dueño de mí viendo este espectáculo de mujer disfrutándose ella misma y fantaseando conmigo. Me levanté de la silla y la agarré de la mano. La besé con una pasión y un desenfreno que jamás había sentido. Nuestras lenguas se encontraban con cada choque, y la saliva caía en mi pecho y en las tetas de Tatiana.
Bajé por su cuello, saboreando su dulce aroma y sudor, hasta llegar a sus senos. Chupé, succioné, lamí, mordí, escupí… hice de todo con ese hermoso par de tetas trigueñas. Ella solo gemía de placer mientras me masturbaba lenta pero firmemente. En un momento levanté mi mirada y la miré a los ojos. Abrí la boca y saqué la lengua. Ella entendió mi petición y escupió lenta y pasionalmente dentro de mi boca.
Su saliva me ayudó a seguir jugando con sus pezones, ya rojos e hinchados de tanto placer.
Fui bajando por su abdomen hasta llegar a su pelvis. Su vagina estaba recubierta con un poco de vellos púbicos (me encantan las mujeres que se dejan vellos en su pubis) y empecé a lamer de arriba abajo su concha ya mojada.
Sus dulces jugos encendían mis sentidos y sacaban mi lado más primitivo.
Combiné mi lengua con mis dedos, y recordé su anterior jugueteo con el culo, por lo que lentamente introduje un dedo en su ano mientras seguía lamiendo su clítoris.
Ella soltó un grito de placer.
Tati me levantó y luego me volvió a tirar hacia el sofá. Se arrodilló frente a mí y, con una carita de bandida, me abrió la boca y me sacó la lengua. Devolviéndole el gesto, escupí dos veces dentro de su boca. Con esa saliva, ella empezó a mamarme la verga de una manera despiadada.
Se la metía entera hasta la garganta, se atoraba, lo escupía, lo volvía a chupar, me chupaba las güevas, me pasaba la lengua por la cabeza, me pedía otra vez que le escupiera en la boca…Yo estaba en éxtasis y no podía creer lo que estaba pasando. Hacía fuerza para no venirme y poder complacer a este hembrón que tenía frente a mí.
De un momento a otro, ella se levantó, me miró a los ojos y me preguntó:
Tati: ¿De casualidad tienes un condón? No alcancé a ir a la tienda.
Yo: No, Tati… no traje. No sabía que iba a necesitar uno…
Tati: (me miró pícaramente) Sí, claro… si lo tenías todo planeado, ¿no?
—Bueno, no importa. Va a tocar que me revientes el culo, porque no quiero exponerme a embarazos. Y yo soy muy fértil.
Fueron las palabras más excitantes que he escuchado en mis casi 40 años de vida.
Ella se dio la vuelta, se lamió los dedos y se untó de saliva el ano. Lentamente se fue sentando, introduciendo mi verga en ese hermoso hoyo negro de placer.
El culo de Tati se sentía apretado, pero cabía mi verga entera. Ella se daba sentones y se agarraba las tetas con fuerza.
En un momento se volteó y quedó frente a mí mientras seguía cabalgando. Me agarró las manos y las llevó a sus tetas, apretándoselas duro y mirándome con cara de excitación.
Yo seguí apretando sus senos y pellizcando sus pezones. Ella gemía y gemía, que en un momento sentí que nos escuchaban hasta en la portería.
Agarré sus tetas fuerte y le metí una palmada, cacheteándoselas. Ella gritó. Lo volví a hacer. Gritó más fuerte.
Seguí haciéndolo durante 10 minutos más. Ella ya tenía sus tetas rojas de tantas palmadas.
Ya en este punto no aguantaba más. Estaba a punto de estallar y Tati se dio cuenta. Se agachó, acercándose a mi oído mientras me cabalgaba, y me dijo:
Tati: Quiero que me llenes el culito de leche.
Esas palabras detonaron mi orgasmo.
Empecé a sentir cómo mi leche caliente llenaba todo su culo y escurría por mis güevas y mis piernas. Ella, al sentir todo mi semen en su interior, pegó un grito final y tembló de placer. Nos quedamos recostados un rato, reponiéndonos de la faena que habíamos vivido.
Luego de unos minutos, ella levantó su cara y nos dimos un beso largo y apasionado, pero más calmado y tierno.
Tati: Fantasié muchas veces con este momento… y fue tal cual como lo imaginé.
Yo: Ni te digo cuántas veces yo. Me masturbé muchas veces en tu nombre.
Tati: Qué rico, mi amor… quiero seguir complaciendo tus fantasías y que me des esa leche joven muchas veces más.
Yo: ¿Pero y Aleja? ¿No se va a dar cuenta?
Tati: No te preocupes, vamos a ser muy precavidos. Yo solo te voy a compartir con ella porque es mi hija, pero no quiero que estés por ahí de pipí suelto. Tú vas a ser mi único amante, y eso te abre las posibilidades de que podamos estar muchas veces más… solo si juegas bien tus cartas.
Yo: El sueño de todo hombre.
Tati: ¡Bobo!
Los dos nos reímos y nos volvimos a besar.
Tati: Bueno, tienes que irte porque debo arreglar el apartamento para la llegada de Aleja. Seguro ella querrá que la vayamos a recoger al aeropuerto.
La ayudé a arreglar un poco el apartamento. Nos bañamos juntos y aprovechamos para seguir explorando nuestros cuerpos. Ella pudo probar mi semen con su boca de primera mano y yo pude seguir saboreando sus deliciosos jugos de mujer que tanto me enloquecieron.
Pasamos por mi casa de camino al aeropuerto para cambiarme de ropa. Cuando volví a subirme al carro, ella me tenía una sorpresa…
Tati: Mi amor, ya pedí el plan de anticonceptivos. Ya no tenemos que preocuparnos por nada… y puedes depositar tu líquido de macho dentro de mí las veces que quieras.
Ya se imaginarán todas las locuras que hicimos con Tatiana. La relación con Aleja duró un par de años más, y luego ella se fue a estudiar al extranjero. Pero con Tatiana nos seguimos viendo muchos años más, y fuimos amantes muchas veces, a pesar de que cada uno tuvo sus relaciones.
Ella es de esas mujeres que uno… jamás olvida.