Guía Cereza
Publicado hace 3 días Categoría: Hetero: General 293 Vistas
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Basada en hechos reales más pensamientos intrusivos

"Tensión en la sala 204"

La historia está narrada desde el punto de vista de ella.

La puerta de la sala 204 se cerró tras de mí con ese sonido suave y mecánico que tanto conocía. Era mi última ronda del día. Entré con la carpeta en mano, sin necesidad de revisar los datos. Ya sabía quién era.

Él.

El paciente nuevo. Nombre: Julián C. Edad: 42. Tono de piel tostado, barba de dos días, mirada que no esquivaba. Y un sentido del humor… cargado.

—Enfermera, otra vez usted. ¿Será que siempre me toca la más bonita? —me dijo, sonriendo con ese descaro apenas disimulado.

—Le toca la más puntual, no la más bonita —respondí, sin mirarlo directamente mientras ajustaba la presión del tensiómetro.

—Bueno, las dos cosas pueden ser ciertas, ¿no?

No respondí. Pero sí me detuve un segundo más de la cuenta cuando mis dedos rozaron su antebrazo. Su piel estaba caliente, firme, y sus ojos no se apartaban de mi boca. Sentí esa punzada. No de incomodidad… sino de tensión. La clase que hace latir un poco más fuerte debajo del uniforme.

Me alejé. Fui hasta la pequeña mesa del fondo a anotar los datos. Lo sentía observándome. Me crucé de piernas, de manera casual. O eso me repetí. En el reflejo de la ventana, vi cómo él se acomodaba en la camilla… con cierta rigidez. Como si su bata ya no le ayudara a disimular demasiado.

—¿Está… bien? —pregunté, sabiendo perfectamente la causa de su incomodidad.

Él asintió, pero se mordió el labio inferior. Y ahí supe. Me deseaba. Y no hacía demasiado esfuerzo en ocultarlo.

Me acerqué una vez más. Lenta. Lo miré directo.

—¿Tiene algo más que reportar, Julián?

—Tal vez… una tensión acumulada que no está en el brazalete.

Sonreí por primera vez. Muy sutil. Me incliné ligeramente, acercando mi rostro al suyo, apenas unos centímetros.

—¿Sabe? Algunos síntomas… no se alivian con medicación.

Luego di un paso atrás. Crucé la pierna sobre la otra mientras me sentaba en la silla junto a la camilla. Las luces tenues del atardecer daban a la escena un tono más íntimo de lo necesario. Me observaba… con los ojos abiertos y el pecho agitado.

Sus manos bajaron lentamente. Intentando cubrirse. Pero ya era evidente. La tela se alzaba. El deseo estaba allí. Palpable.

No dije nada. Solo lo miré. Firme. Con la pierna aún cruzada, el uniforme abierto un par de botones más que lo habitual. Mis dedos, juguetones, rozaron mi muslo, trazando un camino lento hacia la parte interna.

No toqué más. No me expuse. Solo sugerí. Como si mis dedos supieran que no debían avanzar más... pero amenazaran con hacerlo.

Él tragó saliva. La tensión en la habitación era ahora un hilo eléctrico entre nosotros.

—¿Está seguro que quiere continuar con este tratamiento, señor Julián?

Su respiración fue su respuesta. Y mi sonrisa, la confirmación de que ambos sabíamos: ese juego recién empezaba parte 1 falta más...

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