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Cuando pasamos a año 10 nuestras mamás nos cambiaron de colegio a un Instituto de acá en Sydney. Cuando recibimos la noticia a mí me pareció un regalo de Dios, el instituto no era mixto, era femenil. Para Kati, en cambio, la noticia fue lúgubre, "Cómo voy a sobrevivir sin chicos?"
Enfin, para el cuarto mes de instituto ella acabó liándose con un maestro mientras que yo, celosa y abandonada, convertí al instituto en mi harén particular. Fueron meses que vivimos separadas por primera vez, ella se desaparecía con su profesor (que por cierto la tenía muy bien atendida), y yo me estuve liando con varias chicas del insti. Entre ellas las que recuerdo con mayor afecto fue a Jennifer, la clásica australiana (aussie) rubia, de ojos azules con mirada de felina, y un cuerpo que empezaba a florecer como flor. Jugábamos en el mismo equipo de volley, la llevábamos bien pero yo pensaba que ella a mi sólo me veía como amiga, hasta que una vez en las duchas (la razón por jugar al volleys fue precisamente la de ducharme en medio de chicas hermosas) estaban todas ocupadas y nos tocó compartir. Allí hubo toqueteos disimulados de mi hacia ella, hasta que noté que ella buscaba que nuestros cuerpos se juntaran, se tocaran y en un momento nuestros senos se juntaron. La sensación fue divina. Los senos de Kati eran muy pequeños y sentir los hermosos, grandes y frondosas tetas de Jennifer fue algo novedoso para mi.
La ducha pasó y nos fuimos a vestir. Yo andaba re caliente y mis pezones lo obviaban tanto que varias de mis compañeras lo notaron y cuchicheaban entre sí. Para nadie era un secreto que Kati y yo teníamos algo pues nunca nos dio pena besarnos en público (que aunque prohibido en el instituto, no era nada raro ver chicas besándose o tocándose en algún rincón, aula solitaria, o en los baños, donde tampoco era raro ver cuatro pies de frente por la parte baja de las puertas) pero cuchicheaban en saber a quién de ellas le traía ganas.a verdad es que les traía ganas a todas en mayor o menos medida, pero la que acaparaba mi interés era Jennifer.
Ella era una chica interesante, un tanto misteriosa, muy callada, y con unos labios que pedían ser besados (de un rosa-rojo que invitaban a perderse en la imaginación).
Cuando hablaba con ella eran esos labios los que quebrantadan mis sentidos y me ponían en dificultades. Simplemente no podía quitar mi vista de esos labios, de esa dentadura, de esa lengua todas perfectas.
Al salir del instituto caminábamos en la misma dirección por unos 20 minutos juntas antes de difurbicar caminos y alejarnos con tristeza. Al principio nuestras pláticas giraban alrededor del volleys, de los partidos, estrategias y entrenamientos. Fue ella la que tuvo la paciencia y amistad para perfeccionar mis saques, era ella la que daba consejos de dónde posicionarme y cómo acomodar la bola para que las más altas remataran sobre la red. Después pasamos a pláticas extra deportivas, Jennifer iba un año adelante que yo, por lo que nuestros ratos juntos era el parquet de la cancha, las duchas, o nuestras caminatas saliendo del instituto. Para entonces ducharnos juntas era ya lo normal y nuestros toqueteos igual, hasta que una tarde las duchas se vaciaron prematuramente y ella y yo nos quedamos solas bajo el agua. Fue entonces que sin que yo lo pensara mis manos llenas de espuma se escurrieron por sobre los senos de Jennifer mientras ella no me quitaba los ojos de encima. La enjuagué con agua y mis labios se inclinaron para recibirlos en mi boca. Ella me sonrió y se inclinó para besarme, Dios mío, esos labios, esa suavidad y humedad, y esa lengua que PORFIN invadia mi boca. Nos quedamos largo tiempo hasta que al final nos sentimos espiadas y descubrimos a las demás del equipo espiándonos, fue una trampa la de dejarnos solas en las duchas para lograr nuestro acercamiento. Al final rieron con nosotras y nos felicitaron por lo nuestro. Nos dijeron que nos veíamos bien juntas y que para todo el instituto era obvio nuestra atracción.
Fueron meses de felicidad los que pasamos juntas, éramos un volcán en constante erupción, en los ratos de entre clase era correr al baño (único lugar seguro donde los maestros(as) no se atrevían a entrar por ningún motivo) para besarnos. En esos baños pululaban los besos, los fajes, las chupadas, los cigarros y aveces hasta la yerba (quien haya pasado por un instituto de mujeres sabe de lo que hablo).
Nuestro asunto se limitó la mayor parte del tiempo a tiempos esporádicos en los periodos de entre clase, recreaciones, las duchas después del volley, y algunas 3 o 4 ocasiones que dormimos juntas cuando sus padres llegaban a viajar y la dejaban sola. Esas fueron las noches más felices de mi corta vida. Era diferente de con Kati. Kati no era realmente bi, si tenía cosas conmigo era más por mantener mi amistad y hacerme sentir bien, pero lo de Jennifer era algo muy animal, muy primitivo, era comernos con ansias de poseer, era dos hembras dando rienda suelta a los sudores, a los fluidos, a la saliva, a vernos radiantes y sentirlo.
Fue después de una de esas noches de paraíso cuando profundamente dormidas después de ver el amanecer después de estar teniendo sexo por horas, que nos despertó el brusco quejido de su habitación abriéndose de golpe. Era la madre de Jennifer qué con cara de aterrorizada (literal) nos vio desnudas y abrazadas. Yo ya había tenido una situación similar cuando un par de años antes la mamá de Kati nos descubrió en algo parecido, pero la reacción de esta señora fue totalmente opuesta a la de la mamá de Kati (le digo tía). Aquí esto fue como la llegada del apocalipsis. Recuerdo que no encontraba ni mi ropa, estaba literalmente por sobre toda la casa, por lo que pasé desnuda frente a su madre como 5 minutos recolectando ropa por toda la casa. Recuerdo a la madre histérica y a Jennifer llorando de terror.
El escándalo llegó al instituto el siguiente lunes, del instituto llegó a mi madre y ella me sacó del instituto a la semana y me regresó a mi ex-colegio mixto para que se me "quitara" lo lesbiana. Jennifer me bloqueó de todos lados y yo quedé con el corazón roto y con una sensación de culpa como si hubiera matado a mil personas.
Pasaron muchos meses para que volviera a tener sexo, quedé traumatizada por ese despertar que tuve. Fue Kati quien, después de romper con su maestro, volvió a mi y me dijo que extrañaba a su amiga "lesbiana" y que quería que recordáramos viejos tiempos. Fue ella la que revivió mi vida sexual y en cierto sentido la que me curó ese trauma que sufrí. Fue así que volví a su casa y a su cama, al refugio que su mamá nos otorgada y al nido donde podíamos hacer y deshacer sin ocultamientos.
Fuera de las fotos que nos tomamos juntas nunca volví a ver ni a saber de Jennifer. Como si hubiera sido un fantasma, un sueño efímero qué se torna en pesadilla, un hueco que aún hoy siento en mi corazón. Me encantaría un día volverla a ver y sentir sus labios otra vez.