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Soy Angie, y esa noche estaba en la cocina, moviéndome al ritmo de una salsa suave que sonaba bajito en el altavoz. Preparaba una pasta, el aroma del tomate y el queso fundido llenaba la casa. Llevaba una blusa ligera, casi transparente, que dejaba entrever el brillo del piercing en mi seno derecho cada vez que me inclinaba sobre la encimera. No me había molestado en ponerme sostén; después de todo, solo esperaba a Mauro además porq mis senos son pequeños , mi esposo, que llegaría pronto del trabajo. El piercing en mi clítoris, oculto bajo la poca tela de mi blusa grande pero traslúcido de lo viejito, era mi pequeño secreto, una chispa de picardía que me hacía sentir viva.
La puerta principal se abrió de golpe, y escuché la risa grave de Mauricio mezclada con otra voz que no reconocí. Me giré, sorprendida pues estaba desnuda de la cintura para abajo, y ahí estaba él, entrando con un amigo. "Angie, este es Carlos", dijo Mauricio, con una sonrisa despreocupada hasta q cayó en cuenta q estaba desnuda y rápido se quitó su saco y me tapo. Carlos, alto, con una barba recortada y ojos oscuros que me recorrieron sin disimulo, me saludó con un guiño y una sonrisa pícara terminando con una frase gracias por la invitación ya me siento mejor. Sentí un calor subirme al rostro; mi blusa dejaba poco a la imaginación, y sus ojos se detuvieron un segundo de más en el contorno de mi piercing. Intenté cubrirme con un trapo de cocina, pero Mauricio ya estaba abriendo unas cervezas, ajeno a mi incomodidad. Así q Fuy y me puse una sudadera.
Se instalaron en la sala para ver un partido de rugby,el me pidio disculpas ya que casi nunca hace eso así q no puse problema ellos gritando y riendo mientras yo terminaba de hacer la pasta. Cada tanto, sentía la mirada de Carlos sobre mí cuando pasaba con los platos o servía más cervezas. Había algo en su forma de mirarme, un hambre silenciosa que me hacía estremecer. No sé si eran mis senos brincando o el brillo de mi piercing o. El surco casi un como en medio de mis nalgas de la sudadera q hacía notar q no llevaba nada .Mauricio, por su parte, estaba en su mundo bastante ebrio, bebiendo y comentando jugadas.
El partido terminó, y Carlos, con varias cervezas encima tomo iniciativa y con su codo roso mis senos en varias oportunidades no le puse problema ya q era lindo y estaba tomado y me encanta el morbo,el dijo bueno me voy y yo lo invite a quedarse q durmiera en la casa ,el aceptó quedarse a dormir en el sofá. "No voy a manejar así", dijo, con una risa que sonaba más profunda de lo necesario. Mauricio le preparó una manta y luego me tomó de la mano, guiándome al cuarto. "Vamos, amor, dejemos al pobre descansar", murmuró, con ese tono que usaba cuando estaba un poco borracho y juguetón.
La noche anterior había sido frustrante. Mauricio llegó tarde, y yo, todavía encendida por una conversación subidita de tono que tuvimos por mensajes, terminé masturbándome sola, imaginándolo a él, sus manos, su boca. Esa noche, con él a mi lado, no iba a dejar pasar la oportunidad. Cerré la puerta del cuarto, y mientras él se dejaba caer en la cama, me acerqué. Estaba medio dormido, con la camisa desabotonada y el cinturón suelto. Me arrodillé junto a él, deslicé mi mano por su pantalón y liberé su pene, ya semierecto. Lo tomé con suavidad, sintiendo cómo se endurecía bajo mi toque. Me incliné y lo llevé a mi boca, saboreando su calor, moviendo mi lengua en círculos lentos alrededor de la punta.
Mauricio gruñó, todavía adormilado, pero su cuerpo reaccionaba. Me subí a la cama, quitándome la sudadera y la ropa de un tirón, y me coloqué mi vagina sobre su cara, dejando mi clítoris sobre su boca. "Despierta, amor", susurré, mientras volvía a chuparlo, esta vez más profundo, dejando que su grosor llenara mi boca. Sentí su lengua despertar, torpe al principio, pero pronto lamiendo con avidez, encontrando mi clítoris y el piercing que lo adornaba. Gemí, el sonido amortiguado por su pene, y me moví contra su rostro, buscando más presión.
De pronto, él se incorporó, completamente despierto, con un brillo salvaje en los ojos. Me levantó como si no pesara nada y me puso en la esquina de la cama, con las piernas abiertas. Se colocó entre ellas, y antes de que pudiera decir algo, empujó su pene hasta el fondo de mi garganta. Fue intenso, casi demasiado, mis ojos se llenaron de lágrimas mientras intentaba respirar, pero el calor entre mis piernas crecía con cada embestida. "Eso, amor, trágatelo todo", gruñó, y yo solo pude gemir, perdida en la sensación.
Me giró con rapidez, poniéndome en cuatro, mi rostro contra las sábanas. Sentí su punta rozar mi entrada, lenta, deliberada, antes de que se hundiera en mí, despacio pero firme. Cada movimiento era un golpe profundo, su pelvis chocando contra mis nalgas, y mis gemidos llenaban el cuarto, un ritmo que se mezclaba con el crujir de la cama. Estaba tan inmersa, tan entregada, que apenas noté el leve chirrido de la puerta.
Abrí los ojos y vi una sombra en el umbral. Era Carlos. Su silueta se recortaba contra la luz tenue del pasillo, y aunque no podía verle la cara, sabía que nos observaba. Mi corazón dio un vuelco, pero en lugar de avergonzarme, una corriente de excitación me recorrió. Mauricio no se había dado cuenta, seguía penetrándome, cada vez más rápido, sus manos apretando mis caderas.
"¿Te gusta mirar?", dije, mi voz ronca, sorprendida por mi propia audacia. Mauricio se detuvo, confundido, y giró la cabeza. Carlos dio un paso adelante, con una sonrisa torcida. "No quería interrumpir", dijo, su voz baja, cargada de deseo. "Pero no pude evitarlo".
Mauricio me miró, una pregunta en sus ojos replicado dije no digas nada yo mando tu la cagaste recuerdas trago saliva y le quitó la mirada a Carlos y quedó mirándome . Yo, todavía jadeando, asentí ligeramente. "Que se una", susurré, y él sonrió, esa sonrisa que me volvía loca. "Solo si usas condón", le dijo a Carlos, señalando el cajón de la mesita. Carlos no perdió tiempo; sacó un preservativo, lo deslizó sobre su erección, que ya se marcaba bajo sus jeans, y se acercó.
Mauricio me puso de lado, levantando una de mis piernas para abrirme más. Volvió a entrar en mí un poco endemoniado, esta vez por detrás lo estube y ubique su pene dónde quería fuera, llenando mi vagina con un ritmo que me hacía arquear la espalda. Carlos se arrodilló frente a mí, su pene envuelto en látex a centímetros de mi boca. Lo tomé con una mano, guiándolo hacia mis labios, y lo chupé con avidez, saboreando la diferencia, el grosor, la forma hasta el color la novedad da placer mental. Mauricio gruñó, acelerando sus embestidas, mientras yo gemía contra el miembro de Carlos, tanto q me aburrí del sabor del caucho y se lo quite mis labios estirándose alrededor de él con tanta saliva q era difícil saber si ya había derramado algo mientras una mano soportaba sus testículos y la otra masajeaba su pene .
"Quiero probarte por atrás", murmuró Carlos, su voz tensa. Mauricio salió de mí, dejándome vacía y palpitante, y se movió para tomarmi cuello y yo con fuerza lo lleve a m mi boca, besándolo con fuerza mientras Carlos se ponía el otro condón y se posicionaba detrás. Sentí el frío del lubricante que sacó de quién sabe dónde, y luego la presión de su pene contra mi ano. Fue lento al principio, cuidadoso, pero la sensación de ser llenada por detrás mientras Mauricio me besaba y acariciaba mis pechos me llevó al borde. Grité, un sonido crudo, cuando Carlos se hundió por completo, moviéndose con un ritmo que complementaba con mis dedos y en la otra mano dominaba el pene de Mauricio, y mis dedos ahora jugaban con mi clítoris.
La habitación estaba llena de sonidos: mis gemidos, los gruñidos de Mauricio, el jadeo de Carlos. Cambiamos de posición yo ya iba a venirme así q domine , Mauricio debajo de mí, penetrándome por la vaginamientras Carlos seguía en mi trasero, sus movimientos sincronizados algo q fue muy raro le puse una almueda debajo a Mauro y carlos volvió a entrar en mi ano está vez mis manos abrían mi culo mauro me tomaba del cuello y Carlos me tomaba de la cintur. Me sentía desbordada, cada terminación nerviosa encendida, mi cuerpo temblando entre ellos. Mauricio me mordió el cuello, y Carlos apretó mis caderas,ya se de dónde cojen tan rico pues juegan rugby pensé yo ambos llevándome a un clímax que me hizo gritar, mi cuerpo convulsionando mientras oleadas de placer me atravesaban.
Carlos soltó un gemido casi femenino y yo entendí y le dije sácalo sientate y mira , sacándolo quitándose el condón con cuidado, mientras Mauricio me giró para levantarme y cargarme mientras el controlaba la penetración yo no podía hacer más q gemir y verlo luego me bajo entendí yo me arrodille con mis manos en mi vagina sacando lo el exceso de exitacion y en con su pene en las manos termina en mi boca, su semen caliente llenándome mientras yo lo tragaba, todavía temblando. Nos desplomamos en la cama, sudorosos, exhaustos. Carlos, con una sonrisa satisfecha, se vistió y murmuró algo sobre volver al sofá. "Gracias por la hospitalidad", dijo, guiñándome un ojo antes de salir.
Mauricio me abrazó, su respiración aún agitada. "Eres increíble", susurró, y yo solo sonreí, todavía perdida en la intensidad de lo que acababa de pasar. La noche había sido mucho más de lo que esperaba, y algo me decía que no sería la última vez. Historia real es mia