Guía Cereza
Publicado hace 14 horas Categoría: Hetero: Infidelidad 68 Vistas
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Sobre los sexis cuernos de mi marido, las pomadas de eucalipto, y la hermosa farmacéutica que intento seducir

No saben lo hermoso que se ve cargando esos cuernos monumentales por su frente. Que cómo atraviesa puertas y no se queda atorado cuando camina por los muelles de Sydney es algo que no comprendo. Pero se ve hermoso, todas mis amigas me lo dicen. No es que no se dé cuenta, el condenado tiene poderes sobrenaturales y sabe TODO de mi, pero como buen cornudo, calla, disimula, se hace el distraído, el olvidadizo. Cuando llego a casa después del ruedo, toda sucia y marcada y mal oliente (aveces son inocentes chupetones en el cuello, otras marcas de mordidas en mis nalgas, otras son marcas de leche seca en mis tetas, y otras son cabello engomado no sé porqué) el cornudo sólo me ve, me observa como cazador furtivo, y ante mi huída a toda prisa atemorizada salta tras de mi y me corretea por toda la casa hasta acorralarme el muy culero. Arranca mis ropas (sí, muchas veces me las rompe), ve mis marcas y me interroga, que porque ese chupetón en el cuello, que porqué esas mordidas en mis nalgas, que porqué leche escurre de mi sexo. Que si no tengo vergüenza, me increpa, que cómo puedo ser tan PUTA, tan cínica, que si no me importa el QUE DIRÁN. Yo le contesto que ser puta es mi naturaleza, que el compromiso que hicimos para casarnos era que él no se robaría mi juventud (me llava 19 años el bandido), que me dejaría ser, y pues bueno, ser cojida es mi ser. Salgo a la farmacia con urgencia, le explico a la farmacéutica el problema, que a mi marido le están saliendo unos cuernos gigantescos por la frente y que no aguanta la comezón. Ella (un Serbia de 24 años con labios que exigen ser besados) no dá crédito a mis palabras pero exije más detalles. Que qué tan grandes son, que desde cuando, yo sólo digo la verdad, que son intermitentes, que aveces salen orgullosos por su frente pero que aveces se ocultan tras sus cejas. Ella me ve incrédula, no sabe que la estoy seduciendo y que por eso me acerco tanto a ella. Me muestra diferentes pomadas pero la que me convence es la que contiene eucalipto. Esa es la que compro y pago. Ahora la farmacista sabe que mi marido es un cornudo, pero no estoy segura si le quedó claro que próximamente lo quiero cornear con ella. Me la quiero comer, está hermosa y su cabellera rubia me vuelve loca, la quiero sentir por mis tetas. Pero regreso al cornudo porque soy una buena esposa y me preocupo por él.

– Te traigo la pomada de eucalipto qué me recomendó la Serbia, le digo a mi marido que ya sabe que me trae loca.

Me unto un poco en la yema de los dedos y se la coloco por la frente justo donde están las crestas. Me toma con fuerza de la cintura y sé que su instinto animal está a flote. Huyo, corro lo más rápido que puedo por toda la casa y el tras de mí como depredador tras su presa. Yo soy la Caperucita y él el lobo 🐺 que me quiere comer, corro tan rápido como puedo pero él es más poderoso que yo (sólo en la cama no), me atrapa, me desnuda, me pone en cuatro y me clava como un desquiciado. Yo, recordando que soy su mujer (anoche se me pasó) le tomo el gusto a la violación y me dejo querer, me dejo usar, sé que soy un coño con cabeza y cabello y que mi deber de hembra y mujer es dejarme hacer, aparear. No entiendo porqué no me abotona pero se viene y se sale. Me deja allí, tirada y desnuda a la mitad del salón con su leche en todos lados. Qué caramba es esto de ser esposa de un cornudo. Que me quede así, mojada y desnuda me ordena mi marido, yo no soy quien para desobedecerle y acepto mi martirio. Digo, si él me permite gozar con otros yo no soy quien para no acatar sus caprichos de macho beta. Yo me hago la niña malcriada y le hablo como si fuera su hija (me lleva 19 años el condenado) consentida pero malcriada, caprichosa y un poco viciosa. Porque me gusta provocarlo a que me coja jugando a que soy su hija (la mayoría de desconocidos que nos ven no saben si es mi macho o mi padre) viciosa, pervertida, y que lo nuestro es un pecado mortal de esos que conllevan al infierno y la perdición. Porque soy su hija-amante, el receptáculo donde vacía su leche de cazador furtivo qué se aparea con su propia descendencia porque para él un coño es un coño, no entiende de genética el transgresor.

Enfin, otro sábado de esos donde llego toda cojida y el cornudo se la pasa removiendo la nata que el otro dejó. Porque si voy a serle infiel lo voy a hacer a pelo. Y todavía no es ni medio día del sábado. 

Por cierto, mi Serbia (la farmacéutica) se llama Jelena.

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