
Compartir en:
Esto pasó hace unos seis meses. Estaba en la aplicación X, como muchas noches, buscando ropa interior, porque tengo una verdadera obsesión por los briefs ajustados, los suspensorios y esas prendas que apenas cubren pero lo dicen todo. Mientras pasaba página tras página, encontré una pequeña tienda, bastante cerca de donde trabajaba. El lugar no era común, más bien parecía un espacio oculto, casi clandestino… lo cual, por supuesto, lo hacía aún más morboso.
Pasaron días. El lugar se me quedó dando vueltas en la cabeza. Hasta que un día, por casualidad —o quizás no tanto— me encontraba justo por ahí. Así que escribí, confirmé que estaban atendiendo… y fui.
Toqué el timbre. Abrió un man de mi estatura, como 1.72, blanco, con un rostro bien perfilado, ojos claros y una sonrisa entre simpática y perversa. Subimos por una escalera algo estrecha. Yo iba nervioso, no sabía si lo que imaginaba en mi cabeza podía volverse real… o solo sería una tienda más.
Llegamos al segundo piso. Era una casa de varios niveles, adaptada como tienda de ropa interior. Estantes con suspensorios, mallas, tangas, arneses… el paraíso. Me puse a mirar modelos, tallas, texturas. Mientras preguntaba cosas al asesor, sentía una tensión extraña en el aire. Como si ambos supiéramos que algo estaba a punto de pasar.
A los pocos minutos sonó el timbre de nuevo. Llegó otro man, más bajito, pero con un cuerpo de gimnasio: robusto, brazos marcados, pecho ancho y unas nalgas que gritaban ser mordidas. Iba vestido formal, moreno, de esos que huelen a hombre rico, a cuero y deseo.
Los tres nos movíamos entre los estantes. Yo ya tenía seleccionadas seis prendas. Estaba a punto de pagar cuando apareció otro: el jefe. Un tipo serio, mayor, con aire dominante. Me miró y me soltó:
—Por lo que vas a pagar, podrías pedir que te atiendan desnudo… incluso tienes derecho a tocar si quieres. ¿Y por qué no te pruebas todo lo que llevas?
Me reí, nervioso… pero accedí.
Tenía puesto un anillo para el pene, y sabía que apenas me lo tocaran, se me iba a parar. Me empezaron a ayudar a colocarlo, y como lo imaginé… mi verga se puso dura de inmediato. No es enorme —unos 17 o 18 cm— pero es lisa, bien formada, rosadita, y siempre caliente. El asesor la miró, me tocó despacio y me dijo:
—¿Puedo chuparla?
No dije nada… solo asentí. Y empezó. Me la metía a fondo, jugaba con la lengua, me agarraba los muslos mientras yo respiraba agitado. El otro man, el del traje, se nos acercó, me miró directo a los ojos y me dijo:
—Hágale, quiero ver qué tan rica está…
Y se arrodilló también. Me empezaron a chupar los dos al tiempo, turnándose mi verga, lamiendo mis bolas, mientras el jefe, en una esquina, se sobaba la verga por encima del pantalón y nos observaba con los ojos clavados.
El ambiente ya estaba empapado de sexo. El asesor y yo subimos al siguiente piso, donde había una cama discreta, sin sábanas, solo lista para usarse. El otro man nos siguió.
Nos desnudamos los tres.
Nos besamos con hambre, tocándonos todo: culos, pezones, vergas duras. El man del traje se inclinó a chupármela de nuevo, mientras yo me arrodillaba a mamarle al asesor. Hicimos un círculo perfecto de placer, lleno de saliva, gemidos y deseo sucio.
Las nalgas del tipo eran brutales: redondas, peluditas, calientes. No me pude resistir a besarlas, morderlas, abrirlas con ambas manos y lamerle el hueco como si fuera mi droga.
Pero todo lo bueno se acelera cuando hay morbo de por medio. El man nos dijo que se tenía que ir, que estaba escapado del trabajo. Entonces se arrodilló el asesor frente al man y a mí. Nos miró con la lengua afuera.
Nos empezamos a pajear rápido y fuerte, calientes, hasta que le explotamos en la cara: leche espesa, caliente, chorreando por sus labios, su nariz, su barba. El Man se agachó a lamer lo que se regó, y sin dudarlo, nos besamos los tres… probando todo.
Nos vestimos sin hablar mucho. Al bajar, el man me pidió el número con una sonrisa cómplice. Se fue. Yo salí detrás, con las piernas flojas, los labios húmedos y el cuerpo vibrando.
La tienda... definitivamente es mucho más que un lugar para comprar ropa interior.
Cuentame que te parece? Tengo muchas mas historias por contar.