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Me llamo Marisol tengo 32 años, chilena y les contare mi relato. Mi matrimonio de 10 años pasaba por un mal momento económico. Mi marido se había quedado sin trabajo al iniciar la pandemia (marzo 2020) y mi sueldo a pesar de trabajar en una empresa minera como recepcionista no alcanzaba para cubrir todos los gastos. Habíamos llegado a fin de mes con los últimos pesos que nos quedaban de la liquidación de Sergio y las cosas parecían ponerse peor.
Mis suegros, que siempre han sido un amor conmigo, nos propusieron que nos fuéramos a vivir con ellos y a la siguiente semana hicimos la mudanza.
Sergio dejó de buscar trabajo, en buena medida, porque las empresas en general habían detenido toda contratación por la pandemia y esto unido que al estar de vuelta en su casa paterna, se sintió cómodo en su mediocridad y mi suegra lo consentía como si fuera un niño. Incluso le pasaba dinero y aún más hasta le lavaba la ropa. La actitud de ambos me molestaba de sobremanera y me hacía sentir tan mal, que pronto empecé a alejarlo de mí y mi apetito sexual por mi marido desapareció.
Los primeros meses sin sexo los sobrellevé bastante bien. Me sentía apenada por la situación con mi pareja, pero mi trabajo me ayudaba a distraerme. Como fue pasando el tiempo, mi vagina empezó a darme problemas. Sin querer me excitaba cuando veía la acostumbrada telenovela de la noche, y pasaban las ridículas escenas íntimas en donde una buenamoza actriz se besuqueaba con un hombre con pechos más grandes que los de ella. Me gustaba cuando en el trabajo, alguno de mis compañeros me decía algún piropo, por muy inocente que fuera, porque me ponía húmeda al instante.
Tenia tanta necesidad de sentir un pene en el interior de mi vagina que tomé la costumbre de masturbarme en el baño de la casa de mis suegros cuando entraba a la ducha, tomaba la regadera tipo teléfono y la ponía entre mis piernas, el agua caliente saliendo del chorro daba golpes directos sobre mi clítoris y no tenía necesidad de tocarme puesto me venía un delicioso orgasmo, al momento de tener mis pezones erectos entre mis dedos, esto lo hacía al menos una vez por semana. Pero eso solo aliviaba mi apetito solo por algunos días.
Necesitada de afecto y atención (por llamarlo así. Lo que necesitaba era sexo), no aguanté más y decidí buscar a un “amigo” del trabajo con el que anduve hacia años atrás en la Universidad y coincidentemente trabajaba en el mismo edificio, lo veía de vez en cuando ya que él pasa del edificio corporativo de la empresa o en la minera. Alejandro me encantaba en ese entonces y cogía como un dios. Lo terminé cuando conocí a Sergio, quien supo seducirme y me casé con él.
Busqué a Alejandro entre los contactos de la compañía, sabía que se había separado algunos años atrás, así que él era el ideal. Me sentí culpable en cuanto envié a Alejandro el primer mensaje. En mi cabeza surgía la culpabilidad “No debería estar haciendo esto. Pobre Sergio” pensaba mientras por otra parte esperaba con ansias la respuesta de mi ex novio. De nuevo mi vagina estaba húmeda “Es solo un mensaje. Tranquila” pero como estaban las cosas, por mucho que tratara de confortarme, no podía controlar mi instinto. Me era difícil aceptar que a mis 32 años me pudiera sentir nerviosa como una quinceañera.
Después de varios mensajes quedé con Alejandro para vernos el viernes siguiente porque era el único día que a él le acomodaba pues tiene descanso ese día. Y yo tenía podía, aunque tenía modalidad teletrabajo. Lo vería después de que él visitara a su jefe en la oficina central.
Tuve que inventarme una entrevista de trabajo para justificar con mi marido y mis suegros que yo saliera de su casa tan arreglada al medio día del viernes. Me había puesto un vestido azul claro que se pegaba a mi cuerpo aún bastante apetecible y capaz de despertar el deseo de los hombres como me habían demostrado mis compañeros de trabajo con sus constantes intentos de invitarme a salir. Por mi mente nunca había pasado serle infiel a Sergio, al menos no hasta ese día.
Al verme bien arreglada, mi marido buscó acción y cuando estaba maquillándome frente al espejo, se acercó por atrás y me dio unos buenos arrimones.
-… “Qué guapa estás, Marisol”-…yo sentía sus manos tomándome de la cadera y su paquete bien centrado entre mis nalgas. Pero no le iba a dar el gusto.
-… “Suéltame, Deberías seguir el ejemplo que te estoy poniendo y conseguir al menos una entrevista. Mira lo panzón que te estás poniendo… Creo que ya no me atraes” ...
-… “Pues te jodes, porque eres mi esposa y me tienes que cumplir”-… Protestó él, portándose muy macho.
-… “Cómo eres de pendejo, Sergio. No te mereces una esposa como yo siendo el huevón en que te convertiste… Extraño a mi hombre”- Tomé su pene erecto con una mano –
-… “Extraño a ese que eras tú” ... le recrimine
Él se lo tomó como una invitación a tocarme y tuve que salir del cuarto para terminar de alistarme en el baño de visitas. Tocar de nuevo el miembro de mi esposo, me había puesto caliente y si no fuera tan orgullosa, me hubiera quedado en la casa para que Sergio me cogiera hasta por las orejas. Así como me puse, pensé que me daría tiempo de darme un poquito placer antes de irme “O le voy a saltar encima a Alejandro en cuanto lo vea”.
Con la práctica, había descubierto que frotando mi clítoris en la esquina del lavabo conseguía los mejores orgasmos y me preparé para buscar uno de esos. Bajé mis bragas hasta las pantorrillas y subiéndome la falda del vestido, comencé a darme gusto repasando mentalmente la última vez que Alejandro me había cogido cuando éramos unos jóvenes desbocados. El espejo me devolvía el reflejo de una bonita mujer madura, me gustó cómo me había quedado mi maquillaje y lo sensual que me veía mientras me masturbaba. Al poco rato estaba tan mojada, que mi vulva hacía un curioso ruido al resbalar sobre la porcelana del lavabo. No quise acabar en esa situación así que me pase toalla higiénica para secar mi abundante humedad, me acomode el vestido y salí del baño de la casa a toda prisa para ir a mi encuentro.
No podía creer lo guapo que estaba Alejandro. Hacía días que lo veía pasar, a veces sin siquiera saludarme, o cuando me veía un hola y punto. Me acerqué a la mesita del café donde nos habíamos citado.
- ¡Marisol! ¡Qué gusto verte! -
Alejandro siempre había tenido unas maneras muy delicadas, a veces demasiado, que lo hacían muy cortés.
-… “Pero qué guapo te ves, Casi nunca subes fotos tuyas a Facebook”
Le mencione ya que lo tengo como amistad en la red social
-… “Me dio mucho gusto que me enviaras ese mensaje, no pensé terminar acá”.
Al cabo de unos minutos la conversación fluía tan agradable como siempre ocurrió entre Alejandro y yo. Sobre todo le pedía explicaciones por su desinterés en el trabajo. A lo que me decía, que no le gusta mezclar el trabajo con el placer, sobretodo estando ahí mismo.
-… “Y Cuéntame ¿Ya tienes hijos?”… me pregunto entre los temas de conversación
-… “No lo hemos logrado”-… Él alzó una ceja malinterpretando mi respuesta
–… “No, tonto. No me refiero a eso. Mi marido me tiene bien servida… Bueno… últimamente no tanto. Pero si no tenemos hijos es porque el semen de Sergio tiene tan pocos espermas que es como si eyaculara leche materna”-
Luego de una pausa le pregunté a Alejandro por su vida. Resumió la última década en pocas palabras incluyendo su separación y alejamiento de sus hijos y al final extendió sus manos sobre la mesa para tomar las mías. Inmediatamente sentí unas tremendas ganas de besarlo.
-Marisol. Tengo que decirte algo muy personal. Es algo sexual y espero que lo entiendas-. Mi vagina chorreaba literalmente esperando que aquello fuera una propuesta para ir a encerrarnos al hotel más cercano…
-…” Desde que te fuiste con Sergio te he deseado, paso por tu oficina y te veo y me dan tremendos deseos de poseerte, pero no me atrevía a decirte nada, porque sabía que eras una mujer felizmente casada”.
En mi mente sentía corazoncitos que flotaban a mi alrededor mientras Alejandro sostenía mis manos que se elevaban como burbujas de jabón.
-…” Sabes bien que nadie me ha hecho gozar tanto en la cama como tú. Ni siquiera mi marido”
-…”me haces reír y eso me gusta mucho de ti”. Me contesto Alejandro
Yo me acerque más a el casi poniendo mi cabeza en su hombre, me sentía muy bien con él y sabía que en cualquier momento se animaría a besarme. Y así fue juntamos nuestras bocas, lentamente sentí su mengua traspasar mis labios para llegar a mi lengua la cual comenzamos a retorcerlas yendo y viniendo de nuestras bocas. Disimuladamente su mano bajo la mesa se pone en mi rodilla y yo abro lentamente mucho mis piernas para invitarte a seguirme tocando. En un momento sus dedos se pierden debajo de mi vestido acaricia muy suave la piel del interior de mis muslos, yendo cada vez más cerca de mi vulva, que está depilada por completo pensando que así le gusta más.
Es Delicioso sentir sus manos acariciándome y llegando sus dedos a mi clítoris, pide la cuenta y rápidamente nos vamos a un hotel que ya tenía reservado, subimos por el ascensor y yo no paro de besarlo y llevar una de mis manos a su paquete, que se siente duro y tal como estaba grabado en mis recuerdo, de un largo considerable, al llegar a la habitación abre la puerta y rápidamente ingresamos yo abrazada sin soltarlo desde que salimos del ascensor, nuevamente siento sus manos subir mi vestido, pero ahora hace a un lado mi ropita interior y mis jugos mojan la punta de dos de sus dedos que me estás empezando a meter. Yo no puedo más. Me abrazo al cuello y mis tiernos gemidos de adolescente en comienzan a sentirse junto a su oído, sé que le excitan haciendo que su miembro se levante tras el pantalón.
Me toma la mano para que toque su pene y yo no me resisto, al contrario, sacó su correa y comienzo a bajar el cierre y libero mi ansiado premio. Mis dedos rodean su verga, la tiene durísima y me gusta, me encanta, me enloquece, solo de sentir el contacto de mis dedos con la piel, que comienzo a subir y bajar; por fin empiezas a besarme;
-…”mmmmm, y qué rico me besas mi amor”, metiéndome su lengua en la boca y dejando que yo le chupe a ratitos la de él como si fuera mi dulce favorito.
Abre los ojos un instante, ve que los míos están cerrados como adolescente y nota que se giran un poquito hacia arriba cuando me sus dedos frotan con más fuerza mi clítoris, rozando entre mis labios vaginales que se separan para que él penetre un poco, sintiendo como abre la puerta a mi cavidad.
El se sienta en una silla que está en la habitación, él sabe que quiero mamarle su erguida verga, así que se acomodas sentado, preparándose para verme hacer algo que deseabas desde hace tiempo. Mis labios llevan un lip gloss rosado y encierran su glande como un apretado anillo que empieza a moverse hacia abajo y hacia arriba, cada vez más rápido, haciendo que los grandes aros de mis aretes choquen con mis mejillas. Nos miramos a los ojos mientras mi lengua da vueltas por toda la punta de su pene.
Mi boca continua lamiendo y mamando suavemente su enorme mástil, comencé a acariciar su pene, mis ojos estaban pegados en la cabeza de su verga, me encontraba en estado hipnótico, comencé a tragarme la punta en mi boca, llegando hasta el fondo de mi garganta, luego me lo saque casi dándome arcadas para comenzar a pasar mi lengua desde el tronco hasta la cima, hasta que me lo fue metiendo nuevamente en mi boca, volvi a tragármelo, otro poco iba desapareciendo cada centímetro en mi boca, alcanzaba a meterme solo la mitad o tres cuartas partes de su pene cuando sentía que tocaba mi campanita, lo sacaba de mi boca y volvía al ataque así se lo fui succionando, besando y lamiendo, yo lo devoraba con pasión, tomándolo con ambas manos pajeándolo de arriba abajo, frente a mis ojos para después ir metiéndomelo hasta donde más me cupiera en el interior de mi boca y con ambas manos seguía meneándolo su piel subiendo y bajando, mi boca se llenaba de sabida mezclada con sus primeros líquidos seminales que emanaban de la punta, la cual saboreaba en mi boca.
-… “Te obedezco cuando me dices que me la coma toda”...
Penetraba mi boca y me tomaba de la coleta de mi pelo para empujar su trozo de carne hasta el fondo de mi garganta, yo daba pequeñas arcadas porque me estaba ahogando, pero yo lo mamaba tan delicioso que me obligaba a permanecer ahí.
Cuando por fin me liberas, tengo los ojos llorosos y algo enrojecidos por lo que me hiciste; te inclinas para besarme y yo te correspondo, sabes que en el fondo me gusta que me trates así. Me quito la blusa y el sostén, mis tetas te sorprenden por su tamaño, no esperabas que fueran así de grandecitas; mis pezones están duros y me acomodo junto a ti para que los pruebes. Tus lamidas me hacen gemir y me abro de piernas para sentarme sobre ti. Sujeto tu pene y lo froto en mis labios vaginales, impregnándolo de mi humedad. Lo acomodo al centro de mi rajita y me tomas de las nalgas, las abres para que yo me ensarte poco a poco en tu verga.
Sin soltar su pene comencé a desnudarme, sacando mi vestido quedando solo en mis sostenes y tanga que se encontraba humedecida totalmente, me levante del piso y lo lleve al borde de la cama, me puse en cuatro y lo traje hacia mí para que me penetrara de una vez, por lo humedecida sentí la cabeza palpitante en mi entrada y yo misma al momento que pasaba su glande por mi vulva, me hice hacia atrás, sentí como de golpe yo misma me la clavaba toda, completa, me lleno e golpe y sentía moviéndose al ritmo de mi cadera que sube y baja enterrando una y otra vez tu hombría en mi vagina.
Sus manos siguen sujetando mis nalgas que las abre más para poder ver mi oscuro ano y al poco rato lo encuentra palpitando por sus frotaciones, lo embarras con mis propios fluidos haciendo círculos con sus dedos en la entrada de mi esfínter, que ya tiene empapado a su miembro y aunque trato de detenerte y le digo que no, pero el continúa estimulando y siento cuando ese dedo me penetra traspasando la barrera. Al principio me da miedo, no sé por qué, tal vez porque nadie lo había hecho antes; pero poco a poco voy dejando que profane esa parte de mi cuerpo y me pregunto qué se sentirá tener su gran pene ahí dentro. Lo voy a ir descubriendo un momento después, cuando me inclinas sobre la cama y levanta más mi culo para darme mi primera experiencia anal.
Volteo a verle sobre mi hombro para pedirle que -…”no me lo meta tan duro”…,
pero eso solo logra excitarle más y me toma del pelo, forzándome a seguir recibiendo su verga en mi culo.
-… “mi amor, vas a hacer que me venga”…
A pesar de conocer el tamaño de su aparato. Me agradaba que Alejandro fuese el primero en desvirgarme analmente, su glande se oprimía contra las paredes de la entrada de mi orificio con la intención de penetrarme, mi esfínter parecía dilatarse por las caricias y fricciones dadas por sus dedos y su glande. Es extraño para mí, pero sentirme sometida de esa forma me excita mucho y yo comienzo a frotarme con mis dedos sobre mi clítoris mientras el continúa tratando de entrar en mi, ultrajando mis nalgas. Mis gemiditos y jadeos se convierten en gritos de dolor y placer; y es que lo siento muy adentro.
Una de sus manos acariciaba mi espalda para darme tranquilidad mientras siento la punta de su pene que permanecía oprimiendo mi acceso anal. Al pretender introducirlo, exhale un gritito de dolor, se detuvo de su propósito, se detuvo por un momento, pero para no perder la excitación y girándome llevo su miembro a mi boca para que se lo lubricase aún más. No hacían falta muchas palabras, como una buena puta abrí mi boca acatando su pedido. Fue algo delicioso hacerlo, mi saliva lo lubricó, sin dejar de succionarlo, con entera satisfacción, me sentía alagada, mi boca trataba de alcanzar todo su tronco como lo había hecho anteriormente llegándome al final de mi garganta. Cuando terminé de mamarla y dejarla bien ensalivada, me giré nuevamente quedando otra vez boca abajo, elevando mi trasero a la espera de la visita de su pene, en mi virgen conducto anal. Aunque comenzó a darme una serie de nalgadas, bastantes fuertes, donde mis gemidos no era de dolor sino de placer, inmediatamente percibí su punta introducirse, algo más rápida, tomándome de la cintura, empujo, despacio sintiendo un dolor más fuerte que el anterior, al que traté de no anunciarlo.
Lo sentía entrar dolorosamente centímetro a centímetro, usurpando poco a poco la intimidad de mi recto, presumo que cada vez más enrojecido por el roce de su gran glande, hasta que el esfínter parecía latir, abriendo camino, tolerando mejor la incursión, dilatándose aún más. Sentía las palpitaciones de su aparato reproductor a través de la membrana de mi recto, hasta que al fin terminó de entrar y la cabeza se alojó profundamente, dejando sus testículos pegados a mis nalgas anunciando que sus 20 cm se cobijaban completamente en mi recto. Mis gritos, gemidos, jadeos, con mi respiración entrecortada parecía que lo provocaba más, porque sus empellones se acentuaban, provocándome una sensación de ardor en mi recto ya algo afectado por tal violento acoso.
Poco a poco el dolor comenzaba a convertirse en placer, el roce de su movimiento se hacía más sensible en mi cuerpo y lo delicioso que una siente la penetración vaginal, ahora era mucho más sensitiva, su falo metido hasta mis entrañas, dando la sensación de partirme, me encantaba ser tratada con ese ímpetu. Le rogué, que no parara en ese vaivén de ir y venir quería disfrutar su aparato en mi interior, mientras mi conducto se amoldaba a su tamaño percibía los latidos de su falo en mi íntimo conducto, que no dejaba de hacerme vibrar. Estrechaba mi ano, aprisionando su verga, hasta que súbitamente empezó su impetuoso bombeo, fue fabuloso, lo hacía de una manera algo brutal, al punto de hacerme sentir una prostituta, como si en ese contacto anal estuviese una mujer barata que recibía los enviste por dinero, aunque lo mío era por deseos.
Yo gritaba, gemía y jadeaba como exageradamente, que yo misma me sorprendía de esa actitud tan desinhibida, ese roce en las paredes de mi conducto, era alucinante. Exhalando, gemidos y gritos de placer hasta mi último aliento, cuando una maravillosa convulsión inundó mí ser. No tardé en tener un orgasmo tan fuerte, que al percibir el semen que se descargaba en mi interior, colmando el recinto de mi recto sin quitar su miembro de mi interior, así permanecimos abrazados, hasta que no dormimos.
Continuará...