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Parce, necesito desahogarme porque anoche me pasó algo que todavía me tiene como con electricidad en el cuerpo. Voy a contarlo como fue, sin filtro, porque sé que aquí varios se calientan leyendo estas vueltas.
Todo empezó porque llegué tardísimo al gym, tipo 10 de la noche, ya casi estaban cerrando. Todo apagado, pocas luces, y cuando entré al vestuario estaba vacío… o bueno, casi. Solo había un man. Alto, moreno, pelo corto, con ese cuerpo trabajado pero no exagerado, marcado lo justo. Tenía la toalla floja, como medio colgando, y desde el primer momento me di cuenta que el hombre queria como algo.
Yo trataba de hacerme el que no veía, quitándome la camiseta, poniéndome los tenis, pero cada vez que levantaba la cabeza me lo encontraba mirándome fijo. Esa mirada de "ya sé lo que quiere" me calentó más de lo que debería. Me puse nervioso, pero no podía disimular.
El man se me acercó de repente, se paró al lado mío, apoyó la mano en la pared cerquita de mi hombro y me soltó bajito:
—“¿Qué, gonorrea? ¿va a seguir de mirón o se anima, o qué?”
Me quedé frío, pero me reí nervioso y me paré. Y apenas estuve de pie, me pegó contra los casilleros y me besó. Así, sin permiso, sin aviso. Sus labios estaban calientes, húmedos, con esa fuerza que me hizo perder el control. Yo reaccioné de una, le agarré la espalda sudada, sentí los músculos tensos y lo besé con las mismas ganas.
La toalla se le cayó y lo sentí contra mi pierna. Parce, tenía una verga grande, gruesa, venosa. Solo pensé: “hp, esto toca probarlo ya”. Me arrodillé en el piso frío, y apenas lo tuve en la mano me entró ese olor a sudor mezclado con jabón que me puso más caliente.
Le lamí la cabeza primero, lento, probando, y luego fui bajando hasta la base, lamiendo cada vena. El man se calento mas y me agarró la nuca, marcándome el ritmo. Al principio me la metía suave, pero pronto empezó a dármela toda, hasta el fondo, haciéndome atragantar.
—“Eso, papi… tráguesela completa… no pare… así, marica…”
Yo babeando, con lágrimas en los ojos, pero con la verga mía parada del morbo. Cada vez que lo veía desde abajo, con esa cara de placer, me calentaba más. El man gemía bajito, pero se le notaba que estaba a punto.
Me levantó de un tirón, me giró contra la pared y me bajó los shorts de una."le fije suave" Me abrió las piernas y me dijo con esa risita hijueputa:
—“Nada de suave, marica, aguántese…”
Y me la metió de golpe. Marica, grité. El eco se escuchó en todo el vestuario vacío. Me agarraba de la cintura y me daba con fuerza, con ritmo, cada embestida más dura que la anterior.
—“Uy, parce… qué culo tan rico… mire cómo se lo traga… gímame, papi, que eso me prende…”
Yo con las manos temblando contra la pared, mordiéndome el labio para no gritar más duro. El sudor nos corría por la espalda, el choque de piel contra piel sonaba fuerte. Cada vez que me empujaba sentía que me partía en dos, y sin tocarme terminé corriéndome, explotando solo con sentirlo adentro, dándome sin parar.
El man siguió, jadeando en mi oído:
—“Eso, gonorrea… aguántese que no he terminado…”
Me empujó más fuerte, me pegó contra los casilleros, me mordió el cuello. Yo estaba destruido, pero feliz, temblando, pidiendo más sin decirlo. Y cuando por fin se vino, gruñó en mi oído, me apretó contra la pared y se vació dentro de mí. Sentí el calor llenándome, ese momento en que uno sabe que ya no hay vuelta atrás.
Se quedó quieto unos segundos, todavía adentro, respirando agitado. Luego salió despacio, me dio una palmada fuerte en el culo y dijo con esa sonrisa que me mató:
—“Mañana a la misma hora, no sea huevón.”
Se vistió fresco, como si nada, y salió. Yo me quedé un rato sentado en la banca, con las piernas flojas, el culo ardiendo y el sabor de su verga todavía en la boca.
Caminé hasta la casa con la ropa interior pegada, todavía caliente, con el cuerpo vibrando. Hoy amanecí adolorido, pero con una sonrisa, pensando en esa escena una y otra vez. Y la verdad, no me lo saco de la cabeza. Estoy contando las horas para volver esta noche y ver si el man cumple lo que prometió.