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El trayecto hasta su apartamento fue un torbellino contenido, como si el aire mismo se hubiera vuelto demasiado denso para respirar.
La puerta del apartamento apenas se cerró y ya me tenía contra la pared, como si el parqueadero solo hubiera sido un adelanto. Sus labios buscaban los míos con hambre, y sus manos no pedían permiso: deslizaban el vestido hacia arriba mientras yo respondía con la misma urgencia, atrapando su rostro, mordiéndole el labio. Cada paso que dábamos hacia la habitación era torpe, interrumpido por besos y roces que encendían más el deseo.
La ropa fue desapareciendo sin orden, dejándonos vulnerables, ansiosos. Su piel contra la mía ardía, y cada movimiento era más intenso que el anterior. El sonido de su respiración, fuerte, entrecortada, me excitaba tanto como sus manos firmes recorriendo cada rincón de mi cuerpo. No había pausas, no había dudas: nos buscábamos con desesperación, hasta que el placer se volvió inevitable y se desbordó entre gemidos contenidos, como si el mundo pudiera escucharnos.
De pie, contra la pared, me tomó de la cadera con firmeza y comenzó un vaivén que me dejó sin aliento. Cada embestida era profunda, seca, marcada por el sonido de nuestros cuerpos chocando. Mis piernas temblaban y se aflojaban, mis manos buscaban sostenerme, mientras mi boca se abría en gemidos cada vez más intensos.
Su boca bajó a mi cuello, luego a mis espalda mordiendo y besando hasta arrancarme suspiros desgarrados. Yo respondía arqueando la espalda, moviendo mis caderas contra las suyas con la misma desesperación. El ritmo aumentaba, su respiración se volvía áspera en mi oído, y el calor de su cuerpo me envolvía en un fuego del que no quería escapar.
Me giró con decisión, y ahora, frente a frente, me sostuvo de la nuca y me besó con furia mientras seguía entrando en mí, más lento pero más profundo, como si quisiera prolongar el tormento. Mis gemidos se confundían con sus jadeos, y cada choque nos acercaba más al borde. Cuando me tendió sobre la cama, ya no había espacio para contención: el ritmo se volvió un torbellino, nuestras voces llenaban la habitación hasta que, al fin, explotamos juntos en un clímax que me hizo estremecer de pies a cabeza.
Quedamos tendidos en las sábanas revueltas, empapados de sudor, con el pecho subiendo y bajando en una respiración desbocada. Mis piernas aún temblaban, su mano acariciaba distraída mi muslo, subia a mi vagina como si no quisiera soltarme. Entre sonrisas cómplices, supimos sin decirlo: esa promesa que empezó en la oficina ya se había convertido en un secreto imposible de abandonar.
Me incorporé poco a poco y fui a tomar una ducha, mientras Pablo revisaba su correo desde el celular... El agua tibia limpiaba nuestros fluidos, mientras yo recorría mi cuerpo enjabonando mis senos, descendiendo a mi sexo mis piernas, al retomar hacia mi culo noté que Pablo miraba mi cuerpo fijamente. Me sonrojé y bajé mi mirada, el entró a la ducha, tomando jabon en sus manos y repasaba mi cuerpo mientras me decía: "me encantan tus senos grandes, la sensacion al entrar en tu cuca apretada además eres tan caliente y me mandas esos mensajes en la oficina... me encantó el que me enviaste diciéndome que querías que te comiera el culo, al ver esa foto ya no podía levantarme de la mesa y tú solo te veías concentrada, usando tus lentes, del otro lado de la sala, como si no pasara nada" sonreí, recordando ese momento, rodeados de nuestros compañeros en la sala de reuniones mientras el de recursos humanos trataba de entablar una conversación a mi lado, yo quería la atención de Pablo que estaba al otro lado de la mesa... Pablo me nalgueó con fuerza trayendome de regreso, y mirándolo a los ojos le pregunté: "y entonces, ¿me vas a comer el culo?" El respiró profundo, y me miró divertido, sus manos que recorrían todo mi cuerpo me giraron contra la pared, separó mis piernas y noté sus dedos descendiendo entre mis nalgas, hacia un masaje suave e introducía un dedo mientras yo solo absorbía todas estas sensaciones, luego ya no solo era el agua que caía en mi cuerpo, sentía su lengua preparando el terreno, y así pasamos de nuevo a la habitación, el colocó todas las almohadas debajo mio y me hacia sentir confortable mientras seguía lubricando mi culo... luego sentí como introducía un dedo y yo aguanté mi quejido, masajeaba con gracia mientras con su otra mano se masturbaba, y yo solo estaba allí concentrada en recibir el placer... de repente sentí su miembro haciéndose pasó por mi culo, lo hacía despacio, se aseguraba que estuviera bien, y yo me concentraba en permanecer relajada sentia su verga ya a mitad y el vaivén era suave, nuestra respiración era rítmica y de repente logró que comenzará a disfrutarlo... mi cuerpo respondía a todas las sensaciones y él me conducía con maestria por todas ellas.. yo quería aumentar el ritmo, pero para no lastimarme él conservaba sus movimientos y comenzó a usar sus manos en mi clitoris para ayudarme a llegar... yo solo me dejé llevar y me entregué en todas esas sensaciones, luego Pablo se unía a mi orgasmo quedando ambos sin mas palabras.
Llegaba la mañana y Pablo solo me decía que no podría salir a correr como lo hacía todos los días. Lo miré y, en tono burlón, le pregunté: ¿Acaso es un reclamo? Se rió, pero su mirada aún tenía ese brillo de deseo. Me acerqué a besarle el cuello y él me sujetó fuerte de la cintura, murmurando que después de lo de anoche, cualquier rutina quedaba en segundo plano. Las sábanas estaban enredadas, el cuarto impregnado de nuestro sudor y del eco de lo vivido. No dijimos más: el amanecer nos sorprendía entre risas y caricias que dejaban claro que lo de la noche había sido suficiente, por ahora.