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Eran pasadas las 8 cuando llegó Fabio. Yo me había dado un baño y nuevamente estaba recién maquillada y perfumada. Era un negro de más de 1.80 de altura y pelo negro con algunas canas en los lados y una barba que dejaba ver partes blancas. Se notaba que en su juventud tuvo un cuerpo atlético y que con los años lo había ido perdiendo, aunque no era gordo, pero se le notaba un poco de barriga. Llegó en un automóvil viejo pero en buen estado.
-¿Eres Tiffany? -dijo extendiéndome una mano grande.
-Sí, mucho gusto.
-Mucho gusto, me llamo Fabio.
-Bienvenido, Fabio, adelante.
-Espera que traje una botella de vino, la dejé en el carro.
Bueno, por lo menos mi nuevo amante había traído vino para compartir y se notaba más decente que Miguel. Entramos y nos sentamos en el sofá mientras me contaba que se había perdido en el camino. Yo me levanté a servir el vino que puse unos minutos antes en el congelador.
-Salud.
-Salud.
-¿Entonces le gusta el sexo vestido de mujer?
-Sí, me encanta.
-Mira que nunca he tenido sexo con un hombre vestido de mujer. Un par de veces con algunos que les gusta usar tangas, pero nada más.
-¿Y travestis?
-Sí, travestis muchas veces, pero es diferente. Te ves guapa, Tiffany, ya me muero de ganas por verte desnuda.
Le expliqué que no me quitaría ni la ropa interior, ni las medias, ni los tacones y que si no tenía problema, tampoco el vestido. Accedió. Seguimos bebiendo y conversando y me empezó a acariciar las piernas mientras me decía cosas morbosas como “estás muy rica”, “quiero que me des tu culito” y “te voy a hacer gritar de placer”. Debo decir que Fabio me intimidaba un poco con so voz gruesa, su tamaño y sus manos grandes, además de su seguridad al hablar y tratarme, por lo que yo empecé a hablar poco y a enredarme nerviosamente.
Sentí que su mano entró por debajo de mi vestido y caminó pierna arriba. Yo en ese punto estaba muy mojada, Fabio supo como abrir la llave del lubricante que salía a chorros por mi pene. Llegó hasta mi tanga húmeda y me acarició el pene que estaba duro.
-Alguien está excitada.
-Me tiene muy excitada, Fabio.
Se acercó para besarme y en ese momento caí en cuenta que no le había pedido que se bañara ni se lavara los dientes, pero estaba muy bien vestido y olía bien. Para mi fortuna, su boca no tenía mal olor, así que le devolví el beso. Me recostó en el sofá mientras se hacía sobre mí y seguía besándome y tocándome todo el cuerpo. Yo sentía su pene duro contra mi pierna y podía intuir que era grande.
Me pidió quitarme el vestido y accedí. Me lamía y me besaba todo el cuerpo, desde el cuello, pasando por mis pezones, mi vientre, la ingle, las piernas y terminando en mis pies. También daba lengüetazos en la tanga y me pasaba su manota por encima sintiendo como la tenía de dura.
Sentí cuando Fabio corrió la tanga y liberó mi pene que estaba empapado de lubricante. Con suavidad se lo metió a la boca y empezó a chuparlo mientras no paraba de tocarme con sus manos. Me tenía a su merced. Podría hacer lo que quisiera conmigo porque estaba en un estado de éxtasis que no conocía antes.
Tras unos minutos de chupar mi pene, se detuvo, me acomodó la tanga, me bajó el vestido y se sentó. Cogió el vaso de vino y le dio un trago. Me alargó el mío para que hiciera lo mismo. Bebí.
-¿Vas bien, Tiffany?
-Uy, sí, me tiene muy mojada. Estoy muy excitada. No pare, por favor.
-¿En serio? ¿Quieres que siga?
-Sí, por favor, me tiene a mil.
Tomamos otro sorbo de vino y Fabio seguía sin hacer nada, así que tomé la delantera y lo empecé a desnudar.
-Pensé que nunca lo ibas a hacer. Te di placer y ahora quiero que tú me des placer a mí.
Cuando salió su pene quedé asombrada por el tamaño. Era muy grande y muy grueso, venoso, circuncidado y bien depilado. Lo recosté en el sofá como minutos antes estuve yo y me metí su cosota a la boca. A duras penas entraba el glande. Olía bien, un poco a sudor, pero nada mal. Le lamí todo el pene de arriba a abajo, le lamí las bolas que colgaban como un par de guayabas y me metí lo que más pude en la boca. No podía respirar al tener que abrir tanto la boca, pero me las arreglé para darle su buena mamada. Hice lo mismo que él, besándole su torso y sus pezones.
-¿Si aguantas mi polla, Tiffany?
-Nunca me he comido algo tan grande, pero lo intentaré.
-No te preocupes que ya estoy acostumbrado. Como la tengo tan grande no es fácil, así que vamos a ir despacio. Yo traje un lubricante especial para disminuir el dolor.
Me puso en cuatro sobre el sofá, sacó un frasco del bolsillo del pantalón y me abrió el culo. Me echó el lubricante y empezó a meter sus dedotes en mi ano esperando a que hiciera efecto. Me masturbaba con sus dedos y yo sentía como mi pene seguía botando chorros de lubricante.
Al cabo de unos minutos, sacó un condón y se lo puso.
-Voy a entrar, Tiffany. Relájate.
-Estoy lista.
Costaba mucho trabajo meterlo por más que yo relajara mi esfínter porque era muy grande, pero Fabio no se daba por vencido. Con paciencia intentaba una y otra vez, volvía a dilatar con sus dedos, intentaba nuevamente hasta que finalmente entró el glande.
Yo sentía mi ano tirante, muy dilatado, pero hasta el momento poco dolor. Fue metiendo lentamente su tranca y ahí empezó el dolor. Le pedí que lo sacara y lo hizo. Empezó de nuevo y esta vez entró un poco más. Nuevamente le pedí que lo sacara para tomar aire. La tercera vez entró un poco más. Lo sacó. Ya en el cuarto intentó pudo meterla toda en mi hoyo y empezamos a disfrutar.
Yo sentía como si entrara un tren por mi culo cada vez que me embestía y luego salía volviendo el aire a mis pulmones. Lo hacía despacio, como para que yo me acostumbrara.
-Uf, se siente muy rico tener esa pollota dentro de mí.
-Estás apretada, deliciosa.
-Me está rompiendo el culo, Fabio.
-Eso era lo que querías, por eso me invitaste.
-Sí, quería que un macho como usted me hiciera mujer y me rompiera el culo.
-Hoy no me voy sin romperte el chocho.
-Qué rico, Fabio, lo siento muy adentro.
Poco a poco iba aumentando la velocidad. Yo no paraba de gemir y de gritar cosas como “si, si”, “que rico” y “delicioso”. Fabio me nalgueaba con sus manotas y me cogía fuerte por las caderas para meter toda su herramienta en mi ser.
Empecé a sentir las cosquillas que anuncian que un orgasmo prostático se avecina y con ellas llegaron los gritos más fuertes y las groserías. Me tocó pedirle que parara porque el orgasmo se estaba prolongando demasiado y ya no aguantaba más. Tras unos segundos reanudó su trabajo y el orgasmo prostático continuó. Me empecé a orinar. Fue la segunda vez que esos orgasmos me dan con orinada y Fabio paró.
Le expliqué lo que estaba pasando, entonces fui al baño y me senté a terminar de orinar. Regresé y como el sofá estaba orinado, Fabio me llevó a la habitación.
Me acostó de espaldas y me subió las piernas a sus hombros. Él, de pie junto a la cama, me volvió a meter su gran pene que entró fácil. Trabajó entrando y saliendo de mí un rato.
-Qué rico estoy sintiendo, métamelo hasta la matriz, Fabio, estoy muy arrecha.
-Después de hoy no te vas a poder volver a sentar sin recordarme.
-Uf, me gusta que me diga cosas sucias.
-¿Sí? Bueno, perra, si eso es lo que quieres, lo haré.
-Y de paso deme más duro que quiero sentir su verga bien adentro.
-Llámame don Fabio, perra.
-Si, don Fabio, no pare que viene otro orgasmo.
En esa pose volví a tener un orgasmo prostático, Esta vez no me oriné, pero si me tocó pedirle a Fabio que parara. Aprovechó para cambiar de pose. Se acostó de espaldas ofreciéndome su sable.
-A ver perra, siéntate.
-Sí, señor.
Volví a lubricar mi hoyo y me senté en su polla de frente a él. Volvió a entrar fácil, pero esta vez si que lo sentí muy adentro, como nunca antes.
-Cabalga, perra.
Empecé a cabalgar sobre mi amante, manoseando su barriga y sus pezones.
-Jueputa, que rico, don Fabio, que rico.
Sentía sus bolas golpeando mis nalgas cada vez que bajaba.
-Quiero que digas “arre” mientras cabalgas sobre mi.
-Arre, caballo, arre. Más duro, más rápido.
-Sigue, vaquera, no pares.
-Arre, don Fabio, yihaaa. Métame las huevas.
Seguí cabalgando en la polla de mi caballo, gritando “arre” y “yihaaa” y de vez en cuando hacía el ademán de estar girando un lazo con la mano. Sudaba de tanto cabalgar y moverme, pero no paraba de gritar.
-Arre caballito, métame las huevas, rómpame la matriz.
Encima de mi amante mi pequeña polla lubricaba y lo untaba y él se limpiaba con los dedos y luego se los lamía.
-Arre don Fabio, no pare que me vengo otra vez.
Efectivamente, tuve un nuevo orgasmo prostático, igual de intenso que los anteriores y yo no paraba de gritar y Fabio no me dejaba parar para respirar.
-Jueputa, caballo, preñeme, hágame un hijo, deme su leche.
-Que rico, vaquera, ahora me vas a ordeñar y te vas a tomar tu leche.
-Si, don Fabio, deme toda su leche que tengo sed.
Unos segundos después me levantó y se quitó el condón. Me atrajo para que le chupara la polla.
-Chupa, perra vaquera que ya viene tu recompensa después de tanto cabalgar.
-Si, mi caballo vergón, la necesito y me la merezco.
-Te la vas a tomar toda porque ya viene.
Me sostuvo la cabeza con fuerza para que no me sacara su polla de la boca y sentí como entraba la leche. No fue una gran cantidad, pero me la tomé, aunque a mí más que tomarme la leche, me gusta sentirla en la cara y sobre todo en los pezones y jugar con ella en mi piel.
Terminé exhausta después de esa faena y tres orgasmos y mi amante también lo estaba.
Me acosté de espaldas al lado de Fabio, que me acercó a él y puso su brazo por debajo de mi cuello para que mi cabeza quedara sobre su pecho. Me quedé en esa posición mientras lo acariciaba y él hacía lo mismo con mi espalda. No hablamos por unos minutos mientras recuperábamos el aliento.
-¿Te gustó?
-Me encantó, Fabio. Nunca había tenido tres orgasmos y su pene se sentía muy rico a pesar del tamaño.
-Que bueno, ojalá podamos repetirlo más tarde si tu ano te lo permite.
Un rato después volvimos a la sala y acabamos el vino. El alcohol hizo efecto y nos fuimos a la piscina. Me puse el bikini y él se bañó desnudo. No duramos mucho en el agua, pues la noche estaba fría. Salimos y nos dimos una ducha juntos.
-Quiero pasar la noche contigo.
-¿En serio? Qué bueno, bienvenido.
Con otro hombre no hubiera aceptado, pero con Fabio la conversación había fluido y nos entendimos bien, además me tomó un poco por sorpresa.
Nos vestimos. En realidad yo me maquillé un poco y me puse un baby doll que llevaba y él se quedó en bóxers y camiseta. Como el sofá terminó orinado por mi primer orgasmo, nos quedamos conversando en la cama, pues afuera hacía frío. Ya cerca de la medianoche me entró el sueño.
-Voy a dormir acá contigo, espero no roncar.
-Está bien, espero no despertarme si ronca.
Se desnudó y nos metimos a la cama.
Lo que pasó en la noche se los cuento en la próxima parte de esta historia.