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Hola, muy buenos días, esto me ocurrió hace casi una semana y lo voy a compartir con ustedes.
Soy un hombre separado, vivo solo y una vez a la semana, mi empleada (me acompaña desde hace más de 8 años), viene para hacerle el aseo al apartamento. Ella se llama Amparo, es de mí misma edad, pero, asumo, por lo duro de su vida y especialmente por su hábito de fumadora empedernida, revela mucha más edad de la que tiene. Es una persona muy acuciosa, honesta y cumplida y a quien tengo en gran estima, pero nada más, no la veo con deseo sexual)
La semana pasada llegó a mi apartamento (tiene llaves), entró y al sentirla entrar me desperté, la saludé, me preparó un café y empezamos a hablar de muchas cosas, de su familia (es casada, con hijos y un nieto) y al terminar la taza de café y con el ánimo de no hacerle perder tiempo, decidí irme a bañar para poder irme del apartamento y que ella realizara el oficio sin contratiempos.
Al entrar en la habitación cerré la puerta, me desvestí, entré al baño y cerré también la puerta (para tener toda la privacidad) y al entrar en la ducha empecé a excitarme recordando situaciones vividas, fantaseando con otras, por lo que empecé a masturbarme de manera lenta, disfrutando el momento, cuando al poco tiempo y ya con mi verga parada y dura, sentí una voz que era la de Amparo que me estaba hablando, pero, por las puertas y el ruido de la ducha, no lograba entender, por lo que le dije (gritando para que me escuchara) que entrara a la habitación y me dijera lo que necesitaba. Ella entró y a través de la puerta del baño me volvió a hablar y si bien se le escuchaba mejor, no le entendía del todo, por lo que le dije:
-Amparo, entre al baño y me dice porque casi no le estoy entendiendo y tranquila que no va a ver nada que no haya visto.
En ese momento no caí en cuenta que estaba con una erección fuerte y ella entró al baño y me vio desnudo, ni siquiera pensé en ponerme de espalda o cubrirme y me dijo que faltaban algunos productos para el aseo, por lo que le dije que me los anotara en una lista y que ahora los iba a comprar. Al retirarse me ofreció disculpas y le dije que no había problema y decidí suspender mi paja para terminar de bañarme rápido.
Al salir del baño me arreglé, me preparé el desayuno y al terminar me fui a la sala, ella se me acercó y, nuevamente me ofreció disculpas por la interrupción, a lo cual, de manera tranquila le dije que no había interrumpido nada y al poco tiempo me preguntó
-Don Gustavo, ¿le puedo preguntar algo?
-Si Amparo, cuénteme.
-¿Usted es operado?
-¿Operado?, ¿Cómo así? (no le entendía la pregunta porque jamás me han operado y no tengo cicatrices)
-Si, operado de la circuncisión.
-¿Yo?, no, porque me lo pregunta.
-Es que le vi la cabeza muy afuera y pensé que era circuncidado.
-jajajaja, no, para nada, estaba excitado y por eso toda la cabeza estaba afuera, pero no, no soy circuncidado.
-Ay don Gustavo, entonces si lo interrumpí en sus cosas, que pena con usted, perdóneme.
-Tranquila Amparo, créame que no hay problema y lo que estaba haciendo, lo termino en cualquier otro momento.
-Ay don Gustavo, si quiere porque no termina acá y lo ayudo, para que no se quede así con las ganas.
-Amparo, eso sí me da pena.
-No se preocupe, si quiere lo hace acá y yo miro y ya.
La idea de masturbarme y de tener público es algo que a mí siempre me ha generado mucho morbo y es una práctica que me encanta realizar, por lo que me aseguré de que a ella no le incomodara, a lo que me respondió que no había ningún problema.
En ese momento ya mi pene (por el morbo de la paja inminente y con público) se me había parado, por lo que procedí a desabrocharme el jean, lo bajé hasta las rodillas junto con mi bóxer y me senté en el sofá empezando a masturbarme mientras ella, en silencio, me observaba. Empecé lento y cada vez lubricaba más y más y bajaba al máximo el prepucio para que viera la cabeza grande, mojada y rosada, diciéndole que mirara que no estaba circuncidado, asintiendo con su cabeza. Ella, a lo largo de la paja que me estaba haciendo, no hablaba, no despegaba sus ojos de mi verga y de los movimientos que yo hacía y eso me excitaba más, por lo que aceleré los movimientos de mi mano, jugaba con el precum acariciando la punta de mi verga y mojando con ellos toda mi verga, prolongando lo más que pude la paja hasta que el momento del orgasmo se hizo inevitable y eyaculé mucha leche en varios chorros, los que me cayeron incluso en el cuello.
Al terminar me dijo que le había sorprendido la cantidad de leche que me había salido y procedió a traerme unos paños húmedos para poderme limpiar. Le pregunté si le había incomodado algo y me dijo que no, todo lo contrario, que le había gustado y disfrutado de la experiencia y que se sentía bien al haberme ayudado con la paja que había dejado inconclusa en la ducha.
Para los que se preguntan: no, no volvió a pasar y no deseo nada más a lo que sucedió ese día.