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Estaba en mi trabajo a punto de salir a almorzar; de pronto pensé en hacer una visita a la retroexcavadora que se encontraba recién llegada a obra. Me dirigí a hacerle algunas preguntas y a observar la máquina en su interior. Allí estaba él, un admirador, de mis tetas, de mi boca mamadora. Ingresé a su puesto de trabajo disimuladamente; no había nadie cerca, todos estaban en el campamento almorzando. Ingresé a su máquina con mi idea de hacer algo loco, y me senté en sus piernas, y me empecé a mover y a sentir que su verga estaba dura y parada. Me emocioné tanto que me saqué las tetas, las cacheteé un rato gimiendo y, al rato, se las puse en la cara, para que me succionara los pezones y me arrechara. Me sentía supe mojada, le empecé a decir. ¡Dime que soy la más perra, que te encantan mis tetas, que me quieres montar! Me emocioné mucho, tanto que me arrodillé, le bajé el jean y empecé a mamárselo y hacer la rusa mientras observaba cómo gemía y volteaba esos ojos, pero me decía que tal nos filmen de esos edificios que quedaban cerca. Le decía: "No me distraigas, lo que quiero es leche, en mis tetas o en mi boca; dámela así espesa y caliente". De repente empezó a coger mi cabeza y a zambullir su dura verga, y a exclamar: "Más rápido, perra, así, así, que me voy a derramar, mueve esa cabeza, dame lengua, duro, zambúllelo duro, ya llegó, ya llegó, ufff…". Se vino en mi boca y me lo tragué todo, mostrándole mi lengua blanca de su esperma. Luego se olvidó de los prejuicios y de nuevo su verga parada quería más y me volteó sobre la silla en cuatro y me bajó el pantalón y los cacheteros de encaje que llevaba, para arremeterme dentro de mis carnes cálidas y ávidas de chimbo. Empezó la faena, apenas gemía y exclamé: "¡Qué deliciosa verga guardabas bajo ese uniforme! Dame rico, así, así, qué rico chimbo, dame sin parar, más duro, dame como un hombre". Hasta que sentí su leche espesa y caliente abrir mis paredes vaginales. Dándole espacio a un rico orgasmo, empapando su deliciosa verga satisfecha. Nos olvidamos de los demás. Fue un éxtasis que deseo algún día repetir; quedé llena de leche en mi chocha grande y carnosa y mis labios mamadores. Cada uno salimos a almorzar a diferentes lugares, habiendo probado el postre antes del almuerzo. Al siguiente día lo trasladaron, pero llegó uno más osado que me chupaba las tetas en el campamento, al escondido; se sentía la adrenalina. Ya luego contaré su historia.