Guía Cereza
Publicado hace 1 mes Categoría: Gay 2K Vistas
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Hola a todos, soy Leo y les traigo una historia que me ocurrió hace un par de días.

Como he mencionado en algunos relatos, mi padre y yo tenemos un negocio familiar el cual administramos juntos y ocasionalmente le ayudo con algunas cosas cuando estoy libre. Hace varios días, mi padre estaba ocupado con algunos asuntos y me pidió ir a comprar varios suministros para el negocio porque nos habían reservado para un evento especial y hacían falta algunas cosas, así que me dirigí al centro de la ciudad a comprar lo necesario. Me gusta ir de compras porque así puedes ver a los hombres guapos que te atienden en cada negocio al que entro. Y como siempre ando caliente, es normal fantasear con ellos en los pocos minutos de interacción que tenemos.

Con las compras terminadas me dispuse a conducir hasta el negocio, donde descargamos y preparamos lo necesario para el evento. Sin embargo, teníamos un problema y era el exceso de cartones y plásticos. Normalmente tenemos un área designada para el depósito de material reciclable y basura, pero debido a los caóticos días anteriores el lugar estaba repleto y no cabía más, por lo que como solución tuvimos que llenar varios sacos con cartones, latas y plásticos, y los cargamos en la camioneta para dejarlos en algún punto de reciclado cuando me fuera. Después de almorzar pasamos dos horas terminando de arreglar todos los detalles para el evento del día siguiente. Tras eso, mi padre se fue porque tenía un compromiso. Con el calor que hacía ese día, decidí ir a tomar un baño en la piscina antes de irme. Estuve allí cerca de una hora y a eso de las 3 pm me fui. Pensaba ir a casa en la ciudad, pero recordé que había quedado de encontrarme en la noche con un amigo que vive en un pueblo cercano a unos 30 minutos de allí, así que emprendí el viaje. Cuando entré al municipio vi a un señor a lo lejos llevando una zorra (un carruaje improvisado para llevar reciclaje), pero como estaba algo lejos tuve que seguir hasta la casa.

Al llegar, descargué los bultos en la reja de la entrada con la esperanza de que ese señor u algún otro pasara para dárselo y así deshacerme de eso. Como no tenía nada que hacer me relajé en la sala con la puerta abierta para estar pendiente si pasaba el señor del reciclaje, jugué con mi teléfono un rato cuando escuché un grito que decía: ¡RECICLAJE! así que me levanté del tiró y salí. El señor estaba a unas cuatro casas y en la calle no se veía ni un alma. Supongo que por el calor nadie se atrevía a salir. Cuando el reciclador estuvo frente a mi casa lo llamé para darle los bultos, y al verlos se dispuso a recogerlos. Mientras llevaba uno a uno cada bulto, no pude evitar quedarme mirándolo. Era un hombre de unos 45-50 años, de piel canela quemada por el sol, un rostro atractivo con barba casi gris de un par de días, unos ojos oscuros y labios gruesos. Se estaba quedando calvo de la frente hacia atrás, y tenía mechones de cabello hacia los costados. Llevaba una camiseta de manga larga enredada en su cuello a modo de capa para cubrirle la espalda del sol, pero su torso iba descubierto. No era delgado, musculado ni gordo, tenía un cuerpo promedio con una ligera pancita asomándose y una fina mata de vello púbico recorriendo el camino desde su estómago hasta entrepierna. Una pantaloneta corta dejaba ver una piernas gruesas y sin rastro de vello, y bajo las sandalias se apreciaban unos pies algo maltratados pero limpios. El olor de su sudor masculino me llenó las fosas nasales y me prendió de inmediato. Como me suele pasar, en ese momento la lujuria se apoderó de mis acciones y sabía que no debía dejar ir a aquel hombre, así que cuando estaba montando el último bulto a su zorra que ya estaba llena, le empecé a sacar conversación, mencionándole que con todo el reciclaje que le di ya no podría recoger más, y sacando el tema del calor le invité una bebida para mantenerlo un rato más. Fui al refrigerador y solo había gaseosa. Mi padre es adicto a esas bebidas azucaradas y siempre estaba llena de eso. De haber tenido cervezas hubiera sido más fácil, pero ni mi padre ni yo bebemos alcohol como para tener cervezas en el refri. Le ofrecí una coca-cola bien helada y le pedí que se sentara.

Estábamos allí sentados en un par de sillas en la reja de la casa la cual estaba techada. Durante varios minutos le pregunté sobre su trabajo y algunas otras cosas para entrar en confianza. Me dijo que era de Arauca y se vino a aquí hace un par de años para trabajar con su cuñado. Ambos recolectaban reciclaje y se lo vendían a un contacto que les pagaba bien. En ese momento terminó con su bebida y se dispuso a levantarme cuando de la nada comenzó a llover fuertemente, algo muy común en esta zona. El clima es muy bipolar, puede estar haciendo un sol infernal y a los 5 minutos una lluvia torrencial. Le pedí al señor que se quedara para no mojarse y este salió hacia su zorra y sacó un plástico para cubrir las cajas y los bultos que llevaba. Orilló la zorra para no interferir con el tráfico y regresó a mi casa escurriendo agua por todo su cuerpo. Se disculpó por ensuciar el piso pero le dije que no se preocupara. Le ofrecí otra bebida y la aceptó. Seguimos hablando un rato más y llegamos a temas más íntimos. Le pregunté por su esposa y sus hijos. Contestó que quería tener un hijo pero por más que lo intentaba con su mujer no lograba quedar embarazada, y como broma le dije que tal vez le estaba dando por donde no era, a lo que empezamos a reírnos. Él dijo que nunca le había dado por el culo pero que le causaba curiosidad, y sí, ese era mi momento. Aproveché para decirle que se perdía de mucho, porque penetrar un culo se sentía muy bien (no mentía, cuando fui activo hace muchos años lo disfruté bastante), y con cada cosa que le decía sentía que se iba excitando más y más. Al final fui directo al grano y le dije: "Si quiere saber lo que se siente probar un culo bien caliente y apretadito no diga más, aquí tiene uno. Además, si algún día quiere romperle el culito a su mujer, va a tener que practicar porque si se lo hace mal, ella no va a volver a querer, así que aproveche para que aprenda." El hombre permaneció en silencio un momento sin saber qué decir. Me quedé callado mirándolo. No quise insistir para dejarlo tomar una decisión. Si se molestaba y se iba, no perdía nada. Pero si aceptaba, bueno, era obvio que ganaba. Tras meditarlo un rato, se pasó la mano por encima de la pantaloneta agarrándose el bulto y me miró y dijo: "¿Entonces la perrita que tengo enfrente quiere guevo, cierto? ¿De verdad me va a dejar comerle ese culito? Lo que tengo aquí no es poca cosa, mi mujer sufre cada vez que se la meto." Esas palabras me prendieron y solo pude aceptar y seguirle el juego.

Me levanté de la silla y le pedí que me siguiera hasta la sala. Cerré las cortinas para que nadie pudiera vernos, de todas formas, no había nadie a la vista. Él entró y cerré la puerta. Lo hice sentarse en el sofá y me arrodillé para apreciarlo mejor. Mis dedos pasaron por sus brazos, sus pezones, su panza y sus piernas, pude sentir más de cerca el olor a sudor que emanaba de su cuerpo. Su mano me tomó por la cara y me dio pequeñas palmadas mientras me trataba de zorra. Abrí la boca y me metió sus dedos y los lamí. No podía esperar más. Mis dedos se envolvieron al rededor de los elásticos de su pantaloneta y empecé a bajársela. Llevaba puestos unos calzoncillos tipo bóxer elásticos y denotaban un enorme bulto. Hundí mi nariz sobre la tela para inhalar su esencia mientras mis manos sentían el peso de sus huevos. Cuando la tela terminó empapada de baba, empecé a bajárselos lentamente para liberar a la bestia. Se encontraba rasurado al completo y un monstruo semi erecto rebotó frente a mi cara. Su verga era más oscura que el resto de su piel, era casi negra. La cabeza era de un morado intenso. Me di cuenta de que no tenía capucha, es decir, era circuncidado, lo cual no es común de ver por esta zona. De la punta salía un fino hilo de precum. Sus testículos eran grandes y gordos. Le agarré la verga por la base y empecé olfateando y lamiendo las bolas. Sabían a sudor y era delicioso. Con un solo testículo ya tenía la boca llena y por más que lo intenté fui incapaz de meterme los dos. Para ese momento su verga ya se había puesto totalmente dura y debía medir unos 18 centímetros con un buen grosor. Sin embargo, su pene no era de esos que apuntaban al cielo al estar duros. Su miembro tenía una curvatura única. Intentaba erguirse hacia arriba, pero a la mitad de doblaba en forma de arco hacia abajo. Aunque no era la primera que probaba una que poseía esas características. Y gracias a mi experiencia anterior, sabía bien cómo complacerla. Me la metí de golpe a la boca de modo que su curvatura fuera paralela a mi garganta, y con mi lengua empecé a acariciar cada centímetro. Eso lo hizo gemir como animal y ocasionalmente sentía su mano acariciando mi cabello. Estuve así durante varios minutos, sacándola de mi boca para respirar un poco y continuar con la mamada. Alternaba entre su miembro y sus bolas, siempre acariciándolas y dándole un rico masaje en el perineo.

En el momento en que sentí que se comenzó a tensar tuve que frenar en seco, sabía que se iba a correr y no quería eso. Al detenerme él hizo un gesto de desagrado pero no le presté atención. Me puse de pie, me quité a camiseta y quedé de espaldas hacia él quedando completamente desnudo enseñándole mis nalgas. Me di la vuelta y le enseñé la jaula de castidad que llevaba puesta, estaba usando una nub de resina por Locktober, pero él no dijo nada. Me subí sobre su cuerpo y quedamos abrazados. Su verga se frotó contra mis nalgas y su cara quedó frente a la mía. Intenté besarlo pero volteó la cara. Dijo que los besos eran solo con su mujer, a lo que le contesté: "Pues ahora tu mujer soy yo y lo obligué a besarme." Al principio dudó, pero la calentura lo llevó a responderme el beso y empezamos a darnos lengua. Al terminar de besarnos, le pregunté en forma sucia qué quería hacerme a continuación, al tiempo que empezaba a besarlo y lamer su cuello, levanté su brazo y chupé sus axilas rasuradas hasta llegar a sus pezones, con los cuales chilló de placer al morderlos suavemente. Tras eso me agarró por el pelo y me dijo que iba a ser su perra. Se levantó del sofá y me tiró allí. Me puso a cuatro patas y lo único que pude hacer fue empinar el culo para ofrecérselo. Le indiqué que debía lubricarme primero para no hacerle daño a su mujercita. El hombre carraspeó y soltó un escupitajo que me escurrió por las nalgas y con uno de sus dedos guio la saliva hacia mi ano, el cual empezó a abrirse poco a poco con sus toques. Primero entró un dedo y luego dos, incluso tres. Después de eso consideró que ya estaba listo y me puso la punta de su verga en la entrada. Me sentía ansioso porque lo hiciera, y poco a poco fue empujando hasta que entró. Se sintió muy bien ir sintiendo cada centímetro abriéndose paso por mis entrañas. Antes dije que disfruté mucho ser activo, pero el placer que se siente al tener una verga en el culo entrando poco a poco es algo que ni de cerca sentí cuando fui activo. Por eso ya no lo soy. Recibir verga es una de las mejores sensaciones del mundo y casi nada lo supera. Cuando toda su verga estuvo dentro me sentí feliz, me sentí lleno, y cuando mi interior se adaptó a su tamaño empezó con el mete y saca. Por la forma de su miembro, cada vez que la metía acariciaba mis entrañas de una forma excepcional, solo sentía esos pequeños temblores de placer cuando entraba, y la sensación de vacío cuando la sacaba. Mientras lo hacía, él me hablaba sucio, diciéndome que era su perra, que tenía el culo más caliente que el coño de su mujer, que me iba a romper el culo con su vergota, etc, etc.

Tuve que controlar mis gemidos ante sus poderosas embestidas. Sentía su sudor cayendo sobre mi espalda y cuando se cansó un poco le pedí cambiar de posición. Se sentó en el sofá y le di la espalda sentándome sobre su verga, pero debido a su forma particular, él quedó sentado en el sofá y yo quedé con los brazos contra el suelo como apoyo para no caerme. Empecé a mover las caderas para devorar su carne a la par que él me daba cachetadas en las nalgas y seguía hablando sucio. Cuando me cansé, él me agarró por las caderas con fuerza y siguió embistiendo. Por un momento me preocupó que el fuerte sonido del choque de su pelvis contra mis nalgas alertara a los vecinos, pero luego me dejó de importar. Sentía que mis ojos se ponían en blanco ante sus embestidas, era uno de esos momentos que no quería que terminaran nunca. Con una de mis manos me toqué la jaula y no paraba de gotear. Recogí todo el precum que pude y me lo llevé a la boca, sabía delicioso.

Cuando se cansó me puse de pie de inmediato, y lo recosté en el sofá quitando los cojines. Me acosté adelante de él en el poco espacio que había para quedar en posición de "cucharita". Con uno de sus brazos me envolvió el pecho para no carme y con el otro me levantó la pierna izquierda mientras apuntaba con su verga hacia mi agujero. Cuando entró empezó a penetrarme suavemente mientras me mordía la oreja. En ese momento fui yo quien empezó a hablarle sucio pidiéndome que me preñara, que yo sí le iba a dar todos los hijos que quisiera y al decirle eso sus embestidas adquirieron más fuerza. Sentí que estaba en el paraíso, así que perdí el control y empecé a gemir cada vez más fuerte. Él no quería que nadie nos escuchara así que con la mano que me agarraba del pecho para no caerme la usó para taparme la boca mientras me susurraba al oído: "Sé que te encanta mi guevo, pero no hace falta que lo grites a los cuatro vientos". Solo pude asentir con la cabeza y soltar pequeños gemidos ahogados por su mano. Un minuto, o tal vez dos después, la penetración se aceleró y me susurró en forma de gemido gutural que me iba a preñar y lo hizo. Me abrazó con toda la fuerza que le quedaba mientras liberaba chorro tras chorro de su leche en mi interior. Ni siquiera cuando se corrió me soltó, se seguía aferrando a mi cuerpo con fuerza, hasta que esa misma fuerza comenzó a desvanecerse poco a poco. Cuando pude liberarme, literalmente caí al suelo y al salirse su verga de mi culo, un chorrito de semen cayó al suelo tras de mí. Me levanté con las piernas aún temblándome y contemplé al semental de piel canela derrumbado en el sofá jadeando para recuperar el aliento. Su verga ahora estaba semi-erecta y había seguido liberando semen, el cual se derramaba por su estómago.

Tomé mi ropa del suelo y fui hasta el baño para limpiarme un poco. Cuando regresé habían pasado unos minutos y el hombre se incorporó hasta quedar sentado. Le pasé una toalla para secarse el sudor y le dije que si quería podía tomar una ducha. Me dijo que no era necesario. Se levantó, recogió su ropa y se vistió. Mientras lo hizo me dijo que nunca se había corrido así con su mujer, que con ella normalmente se lo metía un par de veces, pero como le dolía mucho se lo sacaba para que él se masturbara y cuando se iba a correr se lo volvía a meter para ver si la dejaba preñada. Le respondí que si ella no se la aguantaba aquí me tenía para satisfacerlo siempre que estuviera y me dijo que ya vería. Al abrir las cortinas vimos que la lluvia estaba terminando y ya era su momento de irse. Me agradeció por el reciclaje y se fue.

Yo aún seguía algo caliente, así que quité el forro del sofá que estaba empapado en sudor y fluidos y fui a mi habitación donde saqué un pequeño consolador que tenía guardado en un cofre y me lo empecé a meter. Como aún tenía parte de su semen en el culo lo usé como lubricante y el dildo entró sin problemas. Allí sobre la cama empecé a fantasear con una segunda ronda con aquel macho mientras olfateaba el forro sudado y no tardé mucho en tener un orgasmo prostático que me dejó temblando y eyaculando sobre la jaula. Exhausto, me levanté con la poca fuerza que me quedaba y tomé una ducha.

Y bueno, eso fue todo. No fue un relato tan largo como a los que estoy acostumbrado, pero es que en realidad no pasó mucho, aunque se disfrutó bastante. Así que ya saben, cuando vean a un hombre reciclador bajo el sol y la lluvia, sean buenos samaritanos y ofrézcanle una bebida, y si tienen suerte, bueno, seguro les aceptará más que eso, jeje.

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🍒 Pregunta Cereza

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