Guía Cereza
Publicado hace 1 semana Categoría: Hetero: Infidelidad 481 Vistas
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Después de acordar las reglas del juego, salimos del bar, muy contentos con la expectativa de una larga noche de buen sexo. Decidimos ir a un motel que quedaba a unos 10 minutos, era el único en la zona que admitía más de dos personas. Cortésmente le abrí la puerta trasera a mi Diosa que al entrar, me dejó ver a propósito, que no llevaba nada debajo de su minifalda, estaba completamente depilada y sentí el embriagador aroma de su vulva rosada que se abrió al subir al vehículo, dejándome ver su introito vaginal ya húmedo. Luego, le indique al corneador que subiera y se sentara a su lado.

Conduje hasta atascarme en el tráfico y comprendí que no íbamos a llegar al motel en 10 minutos, estaba muy contrariado porque no quería que las cosas se enfriaran y se echara a perder nuestra noche loca. Avanzábamos muy lentamente, me disculpé con mi Diosa por el retraso, ella replicó que no había problema, puse música y respiré profundo. La conversación en la parte de atrás estaba muy animada, el trancón les importaba muy poco y eso me reconfortó. El tipo no paraba de elogiarla y mi esposa tampoco se medía en cumplidos para el macho.

De pronto se hizo el silencio y comprobé por el retrovisor que estaban trenzados en un beso muy profundo y húmedo donde las lenguas se entrelazaban, peleando furiosamente por penetrarse en las bocas y ambos tenían los ojos cerrados. Sonreí complacido al saber que mi Diosa la estaba pasando bien y que se le iba a pasar el tiempo rápido hasta llegar al motel para que se disfrutara a su Bull.

Tan inocente yo, mi bella esposa tenía otro plan, en medio de la pelea de besos ya había desabrochado el pantalón del hombre y su delicada pero decidida manita ya liberaba sus genitales de la prisión de tela, premiándola con una erección magnífica, mi esposa sonrió complacida y con lujuriosa avidez procedió a hacer desaparecer ese grueso glande en las profundidades de su garganta.

Por el retrovisor pude ver la cara de sorpresa del pobre hombre al sentir esa maravillosa garganta que si hubiera podido, también se hubiera tragado sus testículos. Sonreí más complacido aún pues cuando mi esposa hace eso, es porque el tipo le encanta de verdad. La succión era implacable, parecía una diablesa lasciva sacándole el alma a un condenado por la verga. El toro aguantaba la respiración, resoplaba, rugía, se contorsionaba, se halaba los cabellos, se veía a leguas que estaba a punto de venirse y no habían transcurrido ni dos minutos.

Al darse cuenta, del inminente orgasmo, mi esposa abandonó un rato el objeto palpitante de su pasión y volvió a besarlo en la boca, ésta vez más suave, como intentando relajarlo o distraerlo. Sirvió, porque luego de un rato la erección y las venas a punto de estallar bajaron un poco, la respiración del hombre se hizo más pausada y volvió a ponerse en actitud firme y dominante con mi muñeca.

Eso no hizo más que encenderla más y se le sentó a horcajadas sin parar de besarlo, por el retrovisor vi como le palpitaba la verga al tipo y golpeaba la vulva y las nalgas de mi esposa, ella al sentir nuevamente su erección, empezó a moverse de atrás hacia adelante rozando maliciosamente su mojada vulva a todo lo largo de la firme masculinidad, rápidamente le pasé un condón a mi esposa que se incorporó un poco para colocárselo y luego le hizo conocer el paraíso de sus cálidas, empapadas y firmes profundidades vaginales, en un sólo movimiento vi desaparecer todo el miembro del hombre, tragado con lujuria por las divinas entrañas de mi Diosa.

Lo cabalgó con pasión, el ruido que hacía su vulva mojada al chocar con la pelvis y los testículos del Bull, sus gemidos crecientes, sus hermosas palabras vulgares cada vez que tenía un orgasmo y los rugidos del hombre poseído por esa divinidad, era música para mis oídos, ya no me importaba el trancón ni la algarabía del tráfico, estaba en mi lugar feliz, viviendo una nueva experiencia cornuda, mi bella esposa tenía sexo por primera vez con otro hombre en nuestra camioneta.

Lastimosamente, a los dos o tres minutos el tipo estaba bramando como un toro moribundo, a cada eyaculación pateaba las sillas, se retorcía y blanqueaba los ojos, pero mi esposa no paraba de invaginarlo violentamente, el pobre hombre terminó pidiendo clemencia, rogándole a mi Divina que parara, ella, enceguecida y concentrada en sus propios orgasmos, ni le escuchó y siguió cabalgándolo hasta que el pene completamente flácido se salió, derrotado, ahogado en su propio semen, medio envuelto en su mortaja de caucho y derramando su abundante simiente sobre la ropa del corneador.

Mi esposa en un acto de contorsionismo, se pasó a mi lado, a la silla del pasajero, me dio un gran beso con sabor a sexo y me susurró al oído: -Papi necesito verga toda la noche, vámonos para la casa!. Le respondí: -Claro mi Diosa! -Enseguida!.

Se acomodó en su silla y luego, mirando hacia atrás sobre su hombro le preguntó dulce y sarcásticamente al pobre diablo: ¿Dónde quieres que te dejemos?.

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🍒 Pregunta Cereza

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