Guía Cereza
Publicado hace 3 días Categoría: Hetero: Primera vez 164 Vistas
Compartir en:

Micaela se mudó conmigo, compramos una cama sencilla, sábanas, cobijas, un escritorio, su silla y un clóset, rápidamente le armé los muebles y la dejé en paz el resto de la tarde para que organizará sus cosas, su espacio, sus retazos de vida. La escuché llorar quedamente muchas veces en su habitación, pero ni de broma se me ocurrió molestarla. En la noche le llevé algo de cenar, toqué a su puerta, la entreabrió y en la penumbra pude ver sus ojos castaños (reales) hinchados y las huellas de abundantes lágrimas en sus mejillas; salió de golpe y me abrazó fuertemente; le correspondí y otra vez tuve el sentimiento de protección y abrigo inmensos.

Micaela cayó arrodillada, exhausta, a mis pies, la senté en mi regazo y allí, protegida por mis largos y cálidos brazos, entre lágrimas de dibujo animado japonés, me contó su vida: había sido hija única, su madre la abandonó recién nacida con su padre y desapareció, desde entonces fue la niña de sus ojos, siempre tuvo lo mejor y en grandes cantidades, viajó y vivió en muchos países, estudió en los colegios más caros y prestigiosos de su ciudad o con tutores al viajar, tenía nana, conductor y guardaespaldas. También tenía metas, sueños; por lo tanto, siempre fue la mejor de su clase (me mostró sus calificaciones), con un ICFES casi perfecto entró fácilmente a la universidad y siguió por el mismo camino de excelencia... Hasta el aciago día en que su padre fue asesinado y se enteró (o corroboró sus sospechas), que siempre anduvo en malos pasos y de allí tanta fortuna inagotable. 

Hasta ahí llegó su castillo de cristal, estallado en mil pedazos con un sólo proyectil, las esquirlas atravesaron cada milímetro de su alma y además, tuvo que salir huyendo ese mismo día con lo que pudo meter en su maleta rosada. Lo que quedó, lo despedazaron las hienas, que luego se despedazaron entre sí. No quedó nada, sus casas, apartamentos, carros, joyas, viajes; lo mas doloroso, su padre, que no pudo llorar ni enterrar (—pero nunca te quitaron tus sueños Micaela, —pensé yo), no tenía familiares, solo unos pocos amigos que le ayudaron hasta que descubrieron que ya no tenía dinero ni el apoyo de su padre. 

La única "ayuda" que recibió fue la de una "amiga" que la introdujo al mundo de las prepagos; obviamente por su apariencia, su estatura, su cultura, el dominio de varios idiomas y el ser universitaria, fue colocada en un rango muy alto, una VIP. Aun así, apenas le alcanzaba para pagar los semestres y vivir en las condiciones infrahumanas que les conté en la primera parte, en eso ya llevaba un año. Micaela me inspiró tanta admiración por no abandonar sus sueños y seguir luchando por terminar su carrera, así fuera a expensas de vender su cuerpo, que desde ese momento no me importó su trabajo, desde ese día no tuve más que admiración y respeto por ella, jamás la volví a juzgar y siempre la apoyé pasara lo que pasara. Me dijo que yo era la primera persona a la que le había contado su verdad y tal vez la única a la que se la contaría. No le dije nada, solo la abracé con todas mis fuerzas hasta que cayó dormida, agotada por el cansancio emocional, la lleve en brazos (sentí una ternura infinita) hasta su cama, la arropé y me despedí con un beso de buenas noches en su frente. 

Pasaron muchas cosas, pero para no alargar mas el relato, escribiré una noche especial para mi. Micaela llegó como siempre muy tarde y me contó que estaba contenta pues tuvo un servicio de una hora, le dieron una propina que casi igualaba el costo del servicio y para rematar, el señor terminó rapidito. Excitado, le pedí que me contara más detalles, al darse cuenta que se abultaba mi pantaloneta me dijo en voz baja, como si alguien pudiera escuchar: 

—¡Oye, eres un enfermo! ¡que charro! —pero reflexionó rápidamente al sentir mi deseo veraz y continuó, —pero bueno, tú no me juzgas, yo no te juzgo, si quieres escuchar esas historias, te las cuento, pero no esperes sexo después de eso, porque me baja mucho la nota, te consolaras tu solito. 

Acepte emocionado, sorprendiéndome de mi nueva faceta, el descubrir que la excitación y el morbo que sentía por esas historias ajenas, eran mas grandes que el maravilloso sexo con Micaela. Inició su relato mientras yo iba indagando hasta el detalle más nimio, Micaela fue muy paciente y comprensiva (aunque me miraba con caras raras), mientras me contaba, no podía dejar de masturbarme por encima de la pantaloneta. Confieso con un poco de vergüenza, que saber como se encontró con el señor, las palabras que se dijeron, el sitio donde fueron, las ropas que tenían ambos, como se fueron desnudando, la apariencia, la voz, el trato del señor, como ella le hizo sexo oral, el tamaño y la forma de su pene, como su cliente la penetró, en que posiciones (solo fue una, misionero y se vino enseguida), que le dijo ella para excitarlo así, como fue su orgasmo, que pasó después de terminar. Vivir y fantasear esa historia fue más excitante para mí, ¡que hacerle el amor a Micaela!. 

Con el tiempo, ella como siempre tan comprensiva, me masturbaba suavemente mientras me contaba, se volvió mucho mas minuciosa con los detalles, también descubrimos que susurrado al oído ¡era mas excitante!. Pero jamás permitió que le hiciera el amor después de una historia; tanto así, que al terminar cada historia con gran: ¡FIN!, me decía además: 

—ahora si estas feliz, tu mente llena de cochinadas y tu chimbo a punto de reventar, —y se despedía con un tierno, —¡hasta mañana mi loquito adorado! —y yo quedaba solo, rememorando, rumiando y memorizando cada detalle del servicio de Micaela. Mi camino como cornudo ya era largo y ya estaba siendo pavimentado.

Ése año maravilloso, al lado de mi amiga-novia-compañera-confidente-compinche-amante-scort, pasó muy rápido, demasiado rápido, malditamente rápido. El tiempo se escapaba como humo entre mis dedos, Micaela me contaba sus "chocoaventuras" como ella les decía; unas pocas buenas, la mayoría malas; las primeras me excitaban hasta el infinito, las segundas me llenaban de angustia, rabia, tristeza, impotencia al enterarme de las vejaciones que había sufrido mi compañera. Con el tiempo Micaela se dio cuenta y nunca mas me volvió a contar sus malas experiencias.

Pero todo tiene su final, Micaela terminó sus universidad, podía convalidar su titulo en varios países, además tenía recomendaciones de alto nivel (me confesó que las consiguió parte estudiando, parte "trabajando durísimo"), sus destinos anhelados: Suiza, Alemania, Suecia, Noruega o Dinamarca (de todos esos países, tenía por lo menos una recomendación); quería trabajar, establecerse, comenzar de nuevo, tratar de borrar su vida, conocer a alguien, formar una familia... (¡Maldita sea! ¡yo ya estaba enamorado de ella!). 

Pero no podía coartarla, si la amaba tanto, debía dejarla volar y alcanzar sus metas, sus sueños, que intentara borrar su pasado y desgraciadamente, yo ya era parte de él. ¡Recuerdo ese desgraciado y maldito día como si fuera ayer!, la llevé al aeropuerto en silencio, ella tampoco dijo nada, solo miraba al frente viendo las líneas de carril de la autopista, desee con todas mis fuerza que cada línea que desparecía debajo de nuestro auto fuera un mal recuerdo de su vida que se borrara, que se esfumara, ¡que la dejaran en paz de una vez y para siempre!. Le desee con toda mi alma solo lo mejor de la vida, ¡se lo merecía!.

Al despedirla la, abracé en silencio y la apreté con todas mis fuerzas hasta hacerle crujir sus costillas y por mas que lo intenté, no pude contener las lágrimas, ella estaba igual, sus lagrimas eran cascadas infinitas, se soltó de mi abrazo y repentinamente me agarró por el cabello y me dio el beso más profundo, maravilloso, hermoso, dulce, triste, amargo, doloroso e inolvidable de mi vida. Se dio la vuelta y corrió hasta desaparecer tras las puertas de inmigración.

SUIZA, EPILOGO. 

Nunca volveré a Suiza, siempre será el símbolo del mayor dolor, frustración y amargura de mi vida. (ni a Europa quiero volver).

Micaela y yo seguimos en contacto por años, consiguió un excelente trabajo en Suiza, conoció a un alemán que era buena persona, honrado, exitoso (y aburrido según yo), con el que se casó y a los dos años tuvo un hermoso niño. Yo por mi parte, conocí a mi esposa, mi Diosa, la mujer excepcional que me acompaña hasta el día de hoy. La vida nos estaba tratando bien.

Ése año, ese año, ¡ese maldito año!, Micaela nos invitó a su cumpleaños, como todos los años, pero tuve que viajar solo y para mi sorpresa, Micaela me esperaba en el aeropuerto y también estaba sola (temí que se hubiera separado, pero no, seguía con el alemán aburrido). Estaba mas hermosa cada año, su cabello y ojos castaños le sentaban maravillosamente. Quizá por el embarazo de hacía tres años o por muchas papas fritas, ya no tenía aquella cintura de avispa, pero seguía con sus maravillosas caderas que combinaban perfectamente con su nueva cintura de mujer adulta.

Una vez salí de inmigración nos fundimos en una abrazo, le dije que estaba divina y Micaela me volvió a besar en la boca con la misma intensidad que en nuestra despedida. Y siguió haciéndolo en el taxi, camino al hotel, en mi habitación (pagué con gusto el extra), parecía que quería vengarse de nuestro año sin besos hacía 5 años en nuestro pequeño apartamento, en esa fría ciudad.

Entramos atropelladamente a la habitación, no se ni dónde quedó mi maleta, ni nuestras ropas, me dijo con su adorada voz paisa, grave y suavemente:

Hazme lo que quieras, al escuchar esas palabras de nuestra primera vez mi cabeza estalló. ¿Qué que quería hacerle? ¡pues quería besarla!, obviamente nos enroscamos en un amasijo de cuerpos, sudor, saliva y flujos una y otra vez, pero nunca se separaron nuestras bocas, ¡nuestros labios que quedaron agrietados!.

Desnudos, sudorosos, agitados, boca arriba, recuperando el aliento, le grité sin pensar en las consecuencias:

—¡Te amo Micaela!

Se levantó y rápidamente se empezó a vestir llorando a mares (si supiera cuanto extrañé esas lágrimas de dibujo animado japonés) y me dijo en voz muy queda:

Yo también te amo. Te lo dije, que los besos en la boca enamoran. Le repliqué: —¡Micaela, lo nuestro ya existía mucho antes de ese beso! me replico, Es verdad, pero nunca nos dijimos nada y tú siempre me decías que debía cumplir mis sueños y que debía tratar de borrar mi pasado, eso hice y no me di cuenta que ¡mi sueño más grande eras tú!

—¡Somos unos estúpidos! ¡ahora no podemos hacer nada! (primera y ultima vez que la escuché gritar), —¡ambos estamos casados, yo tengo un hijo que es mi vida, mi esposo es un buen hombre!, ¡ésta vez sí va a ser nuestra verdadera despedida!.

Se abalanzó sobre mi y me cabalgó con furia, nuevamente sin dejar de besarme, muy rápidamente eyaculé por última vez dentro de su rosada vagina y aferrado como garrapata a esas grandes caderas (¡maldito condón! ¡me lo hubiera quitado!), me abrazó, llorando a mares encima de mi y me dijo:

Te amo con todo mi ser, y si tú sientes lo mismo, te suplico que nunca vuelvas, no me llames, no destruyamos nuestras vidas, ¡te lo suplico!. Se arregló lo mejor que pudo, llamó a su esposo avisándole en perfecto alemán, que ya iba para la casa y salió de mi habitación, otra vez sin mirar atrás, otra vez corriendo, pero esta vez para siempre... FIN.

Publica tu Experiencia

🍒 Pregunta Cereza

“Lo más excitante que me han hecho sin quitarme la ropa…” A veces lo más erótico no necesita piel desnuda ¿Qué fue lo más excitante que te hicieron sin tocarte directamente? ¡Cuéntanos!