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Llegamos a la isla temprano, el clima era delicioso, una brisa constante atemperaba el calor. Solo fue entrar a la habitación y ya mi esposa estaba tragándose mi verga y obviamente hicimos el amor. ¡Que buen inicio de fin de semana! Almorzamos, hicimos varias actividades, volvimos al hotel e hicimos el amor en el jacuzzi, me comió como quiso, con la boca, la vagina y al final el culo, donde le dejé todo mi amor líquido y caliente, nos bañamos y luego caímos rendidos en la cama.
Como siempre, me levanté en la madrugada a trotar junto a la playa. Disfrutar la brisa fría de la madrugada y el sonido de mis pasos sobre la arena: ¡la felicidad!. Cuando volví, mi Diosa ya estaba lista para ir a desayunar, tenía un vestido largo, blanco, con un escote que dejaba ver el borde de sus areolas y la terminé de embellecer quitándole el panty. Desayunamos y decidimos que ese día lo íbamos a pasar descansando en la playa. El servicio en la playa era excelente, nuestro mayordomo se desvivía por traernos cualquier capricho (ayudaban las generosas propinas cada vez que venía).
Jugábamos a que mi Diosa señalara tipos que le gustaran y los hiciera acercarse solo con su mirada; la estábamos pasando super bien, nos reíamos de cualquier cosa, parecíamos adolescentes tontos. De pronto una cara conocida se asomó por un lado de nuestro parasol. ¡Era Juanito! Desde el congreso cornudo solo habíamos hablado por teléfono pues se había ido a Europa hacía tres largos años. Lo sentamos entre los dos y nuestro mayordomo corrió a ver qué quería nuestro invitado (llevándose otro gran billete en el bolsillo). Hablamos de todo, nos alegramos de sus éxitos, nos agradeció mucho por aquellas noches del congreso, mi esposa lo vio más fornido, guapo y seguro de sí mismo (yo lo sentí mas metrosexual y le sentaba de maravilla). Al atardecer dijo que tenía que hacer algo urgente en su hotel, mi esposa le dio un gran beso en la boca y le palmeó las nalgas y yo, empinándome, le di un largo abrazo fraternal.
Después de una cena excelente, volvimos a nuestra habitación; mi esposa con una lencería de encaje preciosa me estaba bailando sexy cuando de pronto llamaron a la puerta; nos preguntamos al unísono:
—¿Tú pediste algo a la habitación?
Entre risas abrimos y ¡era Juanito! Se había cambiado de hotel ¡para estar con nosotros! Inmediatamente se activo mi chip cornudo, lo senté al lado de mi esposa, le traje una copa y continuamos los temas de conversación que habían quedado cortados en la playa (Juanito es una persona muy agradable, decente, cortés, habla pausadamente y es muy inteligente, se puede hablar de cualquier tema con él). Estábamos hablando de la teoría de los seis pasos, a propósito de nuestro increíble encuentro. Mantenía su cara muy cerca a la mía, su aliento era fresco y su perfume Davidoff Cool Water (muy acorde con la playa), me encantó, frecuentemente colocaba su mano sobre mi muslo o me tomaba las manos para enfatizar algo (confieso que me gustaba su contacto y cercanía, pero aún no sabía si era afecto fraternal o deseo sexual).
Mi Diosa, tenía otros planes, se sentó entre ambos, nos sacó las vergas y empezó a masturbarnos, trayéndome buenos recuerdos al ver crecer hacia el cielo aquel magnifico miembro masculino y dije con el pulgar arriba:
—¡Bien Juanito!
Chocó su palma con la mía y empezamos a besar a mi esposa en la cara, cosa que la enloqueció y nos dijo:
—¡Lo que pasa en la playa, se queda en la playa! ¿Cierto? —Ambos dijimos: —¡Siii!
Entonces nos pidió que la besáramos otra vez, estábamos en lo mejor cuando ella se retiró y mi boca y la de Juanito se juntaron, todos estallamos en carcajadas y ella, en actitud traviesa dijo:
—¡Vamos a hacer de todo! y cuando digo de todo, ¡es de todo!, ¡vamos a acabar hasta con el nido de la perra!
Nos miramos y otra vez nos desternillamos de risa. Mi esposa fue hasta el baño y regreso hermosamente desnuda, con un plug de cola de zorra largo y blanco insertado en su ano, traía una flor de tallo muy largo que utilizó a modo de látigo arreándonos: —¡Muévanse a ver! ¡A hacer caso pues! ¡Aquí la que manda soy yo carajo!
Entonces trajo la otra botella de champán y dijo: —me tienen que besar, chupar y lamer donde me eche la champaña ¡No se puede desperdiciar ni una gotita!
—¡Como ordene mi Diosa! —Gritamos poniéndonos firmes.
Se echó primero en la boca y bebimos de ella como de una fuente, luego en sus pechos y devoramos sus pezones, en su vulva y en el ano y le hicimos sexo oral y anal a dos lenguas, ¡La locura total! ¡Me sentía en una bacanal romana! (Las cosas maravillosas que se inventa mi Diosa del sexo). Acabamos la champaña fundidos en un beso triple, en algún momento sentí la lengua de Juanito dentro de mi boca y empecé a sentir y entender que no era afecto fraternal, ¡Era deseo sexual! ¡Y me estaba gustando!.
Nuestra Dominatrix ordenó a Juanito que se acostara boca arriba, le puso un condón magnum y se empaló con el alfanje entre espasmos orgásmicos, luego me ordenó que la enculara y yo obedecí con alegría. Empezó ese delicioso movimiento de vaivén, de entrar y salir, de arriba a abajo, de adelante a atrás, de gemidos y gritos, de besos y caricias, de chistes sexuales, de risas cuando no coordinábamos, de dos machos para mi Diosa, doblemente penetrada y en multiorgasmos infinitos, gritó sus hermosas vulgaridades hasta quedar disfónica, hasta saciarse, solo entonces nos dejó salir de sus cálidos orificios. Se puso de pie sobre la cama y dijo amenazadoramente: —Lo que pasa en la playa... —respondimos —¡Se queda en la playa!
Y nos atizó con la flor ordenando: —Entonces ahora háganse un 69, ¡a ver si son capaces pues!
Juanito dijo emocionado: —¡Siiii! —Y se me abalanzó, lo detuve un poco hasta que cambié mi condón, pero le dije que se quedara con el suyo porque quería saborear la vagina de mi esposa.
Juanito se tragaba mis dieciocho centímetros fácilmente; succionaba y lamia con denuedo. De un momento a otro, ¡me quitó el condón! Me asusté, pero al sentir su lengua juguetear en mi frenillo del glande, me sentí tan excitado, que lo dejé hacer. Mientras tanto, yo hacía lo mejor posible, pero era difícil con una verga tan grande y gorda, además, no me excitaba; era más agradable pajearlo y eso hice. Mi Diosa se estaba masturbando fuertemente y loca de la excitación nos gritó: —¡Ahora métanse un dedo en el culo a ver si pueden! —Mientras nos fustigaba con la flor. El pene de Juanito empezó a palpitar en mi mano a cada dedada que le daba ¡y gruñía como una fiera!
—¡Ahora dos dedos! —Ordenó nuestra Diosa, mi ano apretaba mucho los dedos de Juanito en una mezcla de ardor y tenesmo. El de él ya hacía rato que estaba bien dilatado, relajado y palpitaba con tres de mis dedos (me llamo mucho la atención que no había ningún olor natural, por el contrario, olía delicioso, a algo fresco, fue muy agradable).
Mi hotwife se acostó boca arriba, abrió sus largas y blancas piernas junto con su hermosa y exquisita vulva y ordenó: —Juanito entiérrame la verga, ¡pero duro nene!
La penetró suave y firmemente (aún no entiendo cómo cabe todo eso en mi esposa), ella gritaba: —¡Así, hijueputa! ¡Así es como lo quería! ¡Que chimbo tan grande! ¡Me va a partir en dos este malparido!
Juanito se asustó y se detuvo preocupado, pero ella le gritó: —¡Que no pares hijueputa! ¡Dame duro malparido! (Cualquier mortal podría pensar que mi Diosa es muy vulgar, a mi me excita hasta el infinito cuando se pone así, porque en la vida común ella es el súmmun de la decencia y el glamour). En medio de su locura orgásmica me gritó: —Ahora Papi, métele la verga a Juanito, ¡dale chimbo a ese culo!
Ya mareado por la champaña, obnubilado por tanta lujuria, las vulgaridades de mi Diosa, el roce de tantos cuerpos, nuestros sudores y salivas mezclados, esas pieles blancas y cabellos rubios contrastando con mi piel morena, me hicieron perder la razón y obedecí. Preservativo y ¡adentro! Juanito gimió, me disculpé por lastimarlo, pero me dijo: —Papi no te disculpes, ¡me encantó! Sigue así, durito por favor, hazle caso a nuestra Diosa (Este Juanito, decente hasta para pedir ¡que le partan el culo! ¡De verdad lo adoro!). Lo enculé fuertemente, golpeando sin piedad sus nalgas y ahí fue cuando identifiqué el agradable olor que emanaba del ano de Juanito, ¡era enjuague bucal! (El lo confirmó y en otra ocasión me enseñó como usarlo).
Las penetraciones fueron intensificándose hasta hacerse salvajes, bestiales, violentas; yo penetraba sin piedad a Juanito y el a su vez a mi esposa, fue tan intenso y excitante ese amasijo de cuerpos, que en sólo cinco minutos me vine, gritando como un loco, tirando de los cabellos dorados de Juanito y castigando sin compasión sus redondos, hermosos y blancos glúteos. En medio de esta locura salvaje y violenta, él también se corrió bramando como un toro, mientras besaba a mi Diosa apasionadamente y ella gritaba sus orgasmos y trataba de abrazarnos a ambos con sus brazos y piernas, como intentando amalgamarnos en una sola masa de carne libidinosa, convulsiva y sudorosa. Fue sexualmente divino, incomparable, irrepetible... Pasaron los minutos y mi Diosa no se soltaba, era como si quisiera atesorar ese momento atenazándolo con todas sus fuerzas, hasta que el temblor y la fatiga en sus extremidades la hizo soltar, nos relajamos y caímos rendidos en el sopor de la madrugada, mi Diosa en el centro de sus dos machos; como debe ser, ¡porque es una Diosa!.
Me levanté en la madrugada, a mi hora acostumbrada, con cuidado de no despertarlos, a trotar a la playa; fue amaneciendo y no me pude aguantar, me metí a ese mar Caribe frío, calmo, transparente con los primeros rayos del sol, me dejé acariciar por el agua, nadé un rato, me sumergí y allá en el fondo, recordé las escenas de la noche anterior, memorizando cada detalle, hasta que mis pulmones ardieron. Salí renovado, recargado, con la felicidad que solo sienten las personas que cumplen sus sueños, las que descubren su potencial sexual al intentar cosas nuevas y aprender que se puede ser blanco o negro y que los grises también tienen su encanto.(No me arrepiento de nada).
Seguí trotando y recordé a la Tóxica, a mi amada Micaela, a la recatada Jolie, a la loca de Minnie, a la frágil Ana, a la peligrosa Casandra, a la morena swinger. Recordé los años invertidos en convencer a mi Diosa de ser una hotwife y las aventuras cornudas que tuvimos, la mayoría buenas pero sin trascendencia, unas pocas malas y muy pocas excepcionales como la del congreso, nuestra aventura swinger o la que estábamos viviendo ese fin de semana en la playa. Tal cual, como la vida misma. Al llegar al frente de nuestro hotel llamé a nuestro mayordomo y le encargué desayuno a la habitación para tres, puso cara de no entiendo, pero con un gran billete en el bolsillo y mi sincero agradecimiento, salió corriendo a hacer el mandado. Seguí trotando hasta que el viento, el sol y el calor de mi cuerpo secaron mis ropas...mientras planeaba mi siguiente aventura cornuda...
Volví a nuestra habitación, al entrar, escuché risas. ¡Que alegría que aún no se hubiera ido Juanito! y más me alegré al ver lo que le estaba haciendo a mi esposa. En la ducha, la tenía contra la pared, cargada y enculada como una ranita blanca (primera vez que mi esposa tenía sexo sin que yo estuviera presente; eso me excitó muchísimo porque tenía que ver con mi siguiente aventura cornuda). Saludé, los felicité por lo hermosos que se veían y me dispuse a arreglarles el desayuno, pero ambos me llamaron; en cuanto entré a la ducha, me enjabonaron, mi esposa me puso contra la pared y me metió un dedo en el ano, luego metió dos, tres y luego cuatro dedos, en ese momento supe lo que habían planeado esos pillos y recordé: —¡Lo que pasa en la playa, se queda en la playa!
Abrí más mis piernas y me incliné, poco a poco los dedos de mi esposa entraban y salían con facilidad, me llené de valor y dije:
—Juanito, soy todo tuyo! —¡se rieron a carcajadas al verse descubiertos!.
Fuimos a la cama, mi esposa aplicó mucho lubricante y acomodó el inmenso glande en mi ano, poco a poco, con su acostumbrada paciencia y delicadeza, sentí como se estiraba mi piel anal al máximo, respiré profundo con cada empujón, poco a poco su gran ariete fue venciendo la fortaleza de mi esfínter y pudo invadir victorioso mis entrañas.
Juanito todo el tiempo me decía palabras cariñosas y me animaba, me decía piropos, acariciaba mi cabello y todo mi cuerpo con mucha delicadeza y me decía: —Papi me avisas cuando quieras que me mueva, si algo no está bien me dices por favor, lo último que quiero es lastimarte.
Seguí respirando hasta que me penetró por completo, se quedó quieto y ya no sentía ardor, solo la tirantez de mi ano y mi interior completamente lleno, así que le avisé que ya podía moverse y él muy cuidadosamente empezó a salir mientras me seguía hablando tiernamente. Un quejido involuntario se me salió luego de que prácticamente sacara sus veinticuatro centímetros y me los metiera enteros otra vez, ¡sentí que me había metido hasta los testículos! Juanito no hacía más que disculparse y hasta se le bajó la erección. Mi experta Diosa le dijo que lo mantuviera bien adentro, que no lo sacara y metiera, que se mantuviera bien pegado a mis nalgas, pues así no dolía. Así lo hizo; con su monstruosa verga totalmente metida en mi y su pelvis completamente pegada a mis nalgas, el ardor disminuyó, se lo dije para que dejara de sentirse mal y en esa postura, me culeó por largo, largo, largo, larguísimo rato.
Que lástima, no me gustó. De veras lo intenté con toda mi alma, ¡deseaba que me gustara con todo mi ser! Pero no sentí placer, intenté sentir el famoso punto G de la próstata, pero era solo una sensación de llenura, de presión, de pujar, mi esfínter a reventar, ardor, muchas ganas de ir al baño y mi pene, completamente flácido. Sin embargo, si sentí placer (y mucho, lo confieso sin ninguna vergüenza), al sentir su inmenso, pesado y musculoso cuerpo encima mío, me excitó muchísimo ver y sentir sus fuertes y blancos brazos y me llevó hasta la locura cuando giró mi cabeza, me besó y metió su lengua en mi boca al mismo ritmo que su inmensa verga me partía en dos, ¡ahí si tuve una erección! En ese momento inolvidable, me olvidé de mi ano y me concentré en sus labios, su lengua, su saliva, sus poderosas manos, el placer de sentir que estaba complaciendo al macho que me poseía, pensé que me estaba desprendiendo de tantos mitos y tabúes de macho alfa, que estaba explotando todas mis facetas, masculinas y femeninas ¡o ambas!, me sentí sexualmente completo y estuve a punto de eyacular.
Mi Diosa tenía la misma cara de "no me lo puedo creer", de cuando me hice encular con tal de hacerla hotwife. Lo hice por nuestro querido amigo que me tenía ganas desde hacía años y yo quise cumplirle su sueño. Entre beso y beso, me decía que desde esos días del congreso, donde lo traté con respeto y lo hice quedar tan bien con mi esposa, no podía dejar de pensarme. Que gracias a mí se le había abierto su mente y ahora era felizmente bisexual. Que gracias a esa apertura mental él y su carrera habían estallado hasta el infinito, me dio las gracias otra vez por hacerlo tan feliz y me dijo que me amaba (yo no fui capaz de confesarle lo que estaba sintiendo, creo que aún no estaba listo, aún tenía muchas dudas en ese momento). Y era verdad, Juanito se veía y demostraba más seguridad, su personalidad era aún más atractiva si se pudiera. Allí, boca abajo en esa cama, siendo aplastado por sus cien kilos de puro músculo y penetrado en la boca y hasta el fondo de mis entrañas, no me aguanté más y le dije: —Me alegro muchísimo Juanito, te mereces toda la felicidad del mundo, eres excepcional, maravilloso, para mi, eres todo un macho y toda una hembra. No se si estoy diciendo tonterías, pero creo que tienes todo lo mejor de ambos mundos. Además, quiero confesar ante ustedes, que te quiero mucho Juanito...
—Te amamos Juanito! —Gritó mi esposa agarrando fuertemente nuestras manos, con una gran sonrisa y emocionada hasta el llanto, como si hubiera descubierto América.
Mis palabras lo excitaron hasta el cielo, aumentando su cadencia dolorosamente, en poco tiempo me preguntó lujuriosamente:
—Papi, ¿puedo llegarte en tu hermosa boquita? —Mi esposa gritó: —¡Si! ¡Si! ¡Genial! —Le dije: —En la espalda Juanito, ténganme paciencia, todo esto es nuevo para mi.
Juanito se disculpó mil veces y fue sacando suavemente su gran verga pidiéndome perdón infinitamente. Que alivio tan grande cuando por fin salió. Mi esposa me dijo que mi ano estaba completamente abierto y desflorado, pero que no tenía heridas. Juanito aliviado al escuchar eso, se quitó el condón y se aprestó a eyacular. Quise darle una sorpresa y me volteé, quedé boca arriba, admirando esa mole sobre mi, se veía aún más grande, imponente, intimidante y atractivo, doble placer al ver a mi esposa abrazarlo por la espalda ¡acariciándolo todo! Ya en esa posición, junté mi flácido pene con su alfanje a punto de estallar y con ambas manos lo llevé al orgasmo, las eyaculaciones de Juanito bañaron mi cuello, pecho, abdomen, mis manos y mi ya erecta verga, olvidé el dolor en mi trasero por la excitación tan grande al sentir su semen caliente e inmediatamente tuve uno de los orgasmos más intensos de mi vida, aumentado hasta el infinito al sentir mi semen mezclarse con el de él y me enloqueció más, cuando ambos lo esparcieron en mi cuerpo y me decían que me amaban y para morirme aún mas, mi esposa lamió el semen de mi pecho y me besó (¡Sabía delicioso! ¡Maldita sea! ¡Lo hubiera dejado eyacular en mi boca!).
Mi pobre trasero me sacó de mi éxtasis sexual, aunque el dolor en mi ano estaba disminuyendo, ahora tenía el estómago revuelto y disculpándome, tuve que ir al baño rápidamente. Sentado en el retrete me auto analicé: —¿Quién era yo? ¿Qué era yo? ¿En que me estaba convirtiendo? —(Todavía con etiquetas y prejuicios).
Entonces me puse a pensar sinceramente en los hombres que había conocido en mi vida, en los de la playa, en nuestro mayordomo, en todos los que habían disfrutado con mi esposa, me concentré en sus caras, sus cuerpos, sus miembros, sus voces, ¡en algo! Pero no sentí nada... Por un momento quedé confundido porque pensé que debía sentir morbo o deseo por los hombres luego de lo que había vivido ese día, pero no había nada... solo silencio emocional, corporal y sexual. Fue entonces que entendí que tenía que haber un vínculo muy especial y profundo para que un hombre o una mujer o cualquier persona despertara mi deseo, mi parte masculina o femenina, o ambas o ninguna. Descubrí que debía haber amor y descubrí que en mi mente y en mi corazón no habían blancos, negros ni grises, habían hermosas personas a los que podía amar.






