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Trabajaba yo de guardia de seguridad en una tienda, 28 años, yo era casado y mi esposa estaba embarazada en ese momento. Entró al área de cajas Cristina, una nueva compañera, 18 años recién cumplidos, delgada, bonita, pechos pequeños, no tenía un cuerpo como dicen muchos exuberante, pero llamaba la atención.
Me di cuenta que yo le gusté en cuanto me vió, y comenzamos a hablar, cuando coincidíamos en el turno la acompañaba en la ruta hasta donde podía.
Para no hacer el cuento largo, ésto terminó en una relación de novios, de manita sudada, ya que ella lo quería asi. Yo quería tener sexo con ella, pero ella se resistía porque era virgen, y queria una relación más formal pero pues yo era casado y no quería terminar mi matrimonio.
En los fajes ella terminaba muy excitada y yo le decía que podíamos hacer muchas cosas sin llegar a la penetración, pero en un lugar más íntimo hasta que finalmente ella estuvo de acuerdo en hacer ésto, claro con la condición de no consumar la relación.
Total que un día al salir del trabajo la llevé a un hotel, ella estaba un poco decepcionada porque no quería estar en un lugar de esos, le dije que no tenía otra opción y entramos.
Ya en la habitación comencé a besarla, levanté su blusa, abrí su sostén y besé sus senos, eran pequeños pero bonitos, luego la acosté en la cama, me saqué el pene y puse su mano en él, ella retiró su mano y yo le bajé su pantalón, toqué su raja con la punta de mis dedos a través de su pantaleta y la tenía muy mojada. En un principio ella no quería separar sus piernas pero como vió que yo no la forzaba entonces las separó, despacio bajé su calzón, ella trató de detenerme pero la calmé diciendo que no tuviera miedo, que confiara en mi, y por fin pude desnudarla totalmente. Comencé a a acariciar su intimidad con la yema de mis manos mientras la seguía besando en el cuello y senos. Le dije despacio al oído que me iba a colocar encima de ella, para poner la cabeza de mi pene en su zona íntima pero solo para excitarla, y de ahí no pasaba, y me lo permitió, me coloqué encima, abrí más sus piernas y con mi glande recorría su raja, ella comenzó a respirar rápido y yo con mis dedos abrí sus labios mayores y puse la punta de mi verga entre ellos. Era una sensación deliciosa, entonces le dije que si me dejaba entrar un poco, ella no respondió y empujé, sentí como mi pene entraba poco a poco, sus paredes envolvían mi verga y yo tenía una sensación preciosa en el glande. Avanzaba, luego me detenía y retrocedía, luego volvía a avanzar otro poco, mientras oía a Cris decir mi nombre en voz muy baja y eso me puso a millón. Cuando ella sintió que ya no iba a detenerme para nada, entonces abrió sus piernas lo más que pudo, y yo finalmente empujé hasta el fondo, se unieron nuestras pelvis, la dejé que su interior se acostumbrara al invasor y después poco a poco empecé a bombear. Era una sensación única, sentía mi cuerpo a reventar, y sudaba como loco.
Cuando sentí que iba a eyacular, aún en contra de mis deseos, salí de ella y me vacíe encima. No era lo mismo que hacerlo en su interior, pero me ganó la cordura, no quería un problema, ya que no quise ponerme condón. Lo único que quedó fueron las sábanas manchadas de rojo.
Una semana después repetimos pero ya después ella comenzó a exigirme que dejara a mi mujer y cuando vió que no lo iba a hacer, la relación se enfrió y tomamos distintos caminos.






