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Seis meses después de nuestra aventura en la playa con Juanito, ya tenía lista nuestra próxima aventura; se acercaba el congreso de ese año y quería que mi Diosa fuera sola, sin que yo estuviera dirigiendo y controlando todo. El congreso de ese año era en un sitio paradisíaco, cálido, romántico, al lado del mar, justo lo que ponía a mi esposa como un volcán. Apartamos un hotel diferente al del congreso (para tratar de evitar los chismes) con una hermosa habitación con jacuzzi, con un balcón y vista al mar solo para mi Hotwife. Secretamente solicité un pack de decoración especial, (me hubiera encantado verle la carita al entrar).
De acompañante corneador, no quería que corriera riesgos (en esa época aún seguía siendo un cornudo controlador obsesivo), así que invité al jefe de mi esposa a un café (mi esposa siempre me contaba como se le declaraba una y otra vez). Lo miré a los ojos y le dije:
—Karl, se que te gusta mi esposa y tú le gustas a ella —(se puso rojo).
—Yo no voy a ir al congreso y necesito que me la cuides —(le volvieron los colores).
—Necesito que estés pendiente de su transporte, maletas, comida, salidas, paseos, baile, sexo, ¡todo! —(se puso rojo otra vez y le temblaron las manos haciendo tintinear la taza de café contra el plato).
—¿Que? —solo atinó a decir.
—Así Karl, escuchaste bien, ustedes se gustan; es la oportunidad perfecta para que desfoguen esa tensión sexual que tienen desde hace años. ¿Qué piensas?
Vio hacia su taza casi vacía, su café derramado en el blanco mantel, trató de contener temblor de sus manos y me miro diciendo:
—Ya entiendo todo, ¡eres un cornudo!
—Así es, felizmente lo soy y estoy dando el siguiente paso en mi carrera como cornudo, ¡que mi esposa sea completamente libre! —Le explique mis planes y finalicé diciéndole: —Yo te conozco, sé que eres una buena persona y por eso te la confío... Sellamos el pacto con un gallardo apretón de manos.
Ahí mismo escogimos las sillas juntas en el avión, mientras, le di algunos tips: que no fuera intenso, que fuera caballeroso y atento, que la mantuviera interesada con una conversación inteligente, que respetara sus espacios y sus silencios, que no la celara ni en broma, etc., etc. Me agradeció pero seguía incrédulo de mi actitud cornuda, le expliqué por enésima vez, pero siguió sin entender. (Si no eres capaz de dejar de pensar en tu pareja como tu posesión, si no entiendes que el verdadero placer para una persona es el placer de la otra, jamás comprenderás éste estilo de vida ¡Y ni lo intentes! ¡No se trata de sexo! ¡Se trata de amor!).
Ése fue mi último acto de cornudo controlador, desde entonces, nunca más volví a supervisar a mi Diosa y cuando volvió de ese congreso, era otra persona; su autoestima, seguridad, presencia e imponencia, su inteligencia y proactividad, todo aumentó geométricamente, ganó premios, felicitaciones, ascensos y hasta propuestas de trabajo nacionales e internacionales. Además, nuestra relación cambió hasta horizontes internacionales insospechados, pero eso es otra historia que publicaré después; lo importante es que para mi felicidad infinita, me siguió llevando a la mayoría de sus aventuras, pues me decía que quería que yo también disfrutara, que se sentía más segura y que en caso de que el corneador no le diera la talla, yo era su seguro de sexo.
Luchando intensamente contra mi comportamiento controlador, dejé que armara su maleta y escogiera su ropa; obviamente, si me preguntaba, le daba mi opinión acerca de su ropa, maquillaje o abalorios. Le ayudé a cerrar su equipaje y la llevé hasta el aeropuerto pues no quiso irse en taxi. La vi alejarse rodando su maleta de Hello Kitty (seguía y sigue, siendo muy infantil aunque es la máxima Diosa del sexo; ¡ese contraste me vuelve loco de amor!). Para el viaje escogió un enterizo de jean que resaltaba su figura, se aplicó "Organza" de Givenchy (infalible en esa época), le aconsejé que no usara ropa interior y además, que bajara un poco más el cierre del escote, (su jefe me había confesado que sus bellos senos y sus grandes nalgas lo volvían loco. (¡Loco se iba a volver en cuanto viera esa figura en ese enterizo y los hermosos bordes de sus areolas! ¡Jajaja!).
Manejé hasta la casa sintiéndome un poco sólo y frustrado de no poder presenciar esas noches maravillosas, ver a mi Diosa salir triunfante en todas y cada una de las batallas sexuales que iba a enfrentar, entonces recordé las palabras de la sabia morena swinger:
—"si quieres ser un verdadero cachón debes soltarla, dejarla ir, que sea verdaderamente libre", —respiré profundo, me tranquilicé y me dije:
—De verdad la amo, no es mi propiedad, no es un mueble o el carro que puedo usar y dejar, no es mía, ella es de ella, ¡de nadie más!, Es la persona con la que comparto este pedacito de mi vida, la mujer que idolatro y si eso es verdad, ¡debo ser consecuente!
De todas maneras, esa noche casi no pude dormir, pues acordamos que no nos llamaríamos a menos que hubiera una urgencia. Mirando el techo recordé la universidad con mis inicios sexuales, a la tóxica Katherine que me traumatizó por un año, a mi amada Micaela que me curó y sin querer, me inició como cornudo (¡aún te amo Micaela!). Recordé a Jolie y su maravilloso alter ego, a Minie con sus locuras, locas, loquísimas, a la frágil Ana que me quiso comprar, a Casandra (¡que peligro su marido!) y a la sabia morena swinger. Hubo algunas más pero como dice la canción: "no las recuerdo".
Esa es toda mi lista porque conocí a mi esposa (en un congreso, casualmente), mi Diosa, la mujer que llenó mi vida con su inteligencia, ternura, entrega, apoyo y comprensión; con su maravilloso y variado sexo, su inteligencia sexual inagotable, su inagotable y siempre dispuesta energía sexual. La hembra que me subió al Everest de la sexualidad cuando aceptó ser mi hotwife, cima de la que no me quiero bajar. ¿Qué habrá hecho hoy? ¿Karl la habría llevado a bailar? ¿Habrían ido a la playa? ¿Estarían teniendo sexo? ¿Mi Diosa estaría feliz? ¿Karl la estaría tratando bien? ¿Sería un buen amante? Así transcurrió la primera, larga, sola e inquietante noche imaginando a mi Diosa siendo una verdadera hotwife.
El día siguiente me ocupé en cosas de mi trabajo que dejé que se acumularan a propósito para distraerme y no pensar tanto en mi Diosa; más o menos lo logré, pero hubo muchos momentos que me sorprendí mirando lejos y con una sonrisa tonta. Preparé mi desayuno, almuerzo y cena, estuve en el gimnasio tres horas y seguí trabajando en el portátil hasta tarde para quedar cansado y poder dormir. De pronto, a las 10 de la noche, ¡Una videollamada de mi esposa! ¡En mi vida había sentido tanta alegría! ¡Estaba bellísima! Con una gran sonrisa pícara y su hermosa cara enmarcada por su cabello rubio y ondulado que ocupaba toda la pantalla me saludó:
—Hola Papi, ¿Cómo estás? —Le respondí: —¡muy bien mi Diosa del sexo! ¡Muy feliz por ti! Oye, ¡estás preciosa! ¡Sabes cómo me encanta que te dejes el cabello suelto!
—Eso no es nada, ¡te tengo otro regalo! —dijo ella sensualmente y se alejó caminando.
Estaba desnuda y me dejó ver sus grandes nalgas balancearse hasta llegar al fondo donde estaba Karl que me saludó tímidamente. Mi Diosa acercó a Karl a la cámara hasta que solo se veía su bajo vientre, le bajó los pantalones, se arrodilló y comenzó a mamarlo. Mi divina se veía hermosísima y se notaba que estaba feliz, no podía decir lo mismo del pobre hombre; seguramente nervioso por mi presencia virtual, no pasaba de media erección. Mi esposa con su sabiduría infinita de Diosa del sexo, tomó una corbata de Karl y le vendó los ojos; retomó su oral y.... ¡Magia! ¡La erección fue casi instantánea! Empecé a escuchar los gemidos de su jefe "crescendo y accelerando" mientras le agarraba sus rizos de muñeca y le hacia una garganta profunda divina. Me alegré mucho al ver la herramienta masculina de Karl, era mas o menos del tamaño y la forma que le gustaba a mi esposa, ¡me puse muy contento!
Después de una felación maravillosa en primer plano, mi esposa lo guío hasta la cama, acostándolo boca arriba, le hizo un poco mas de oral, preservativo, lubricante y lo montó, lo cabalgó con alegría, ¡se veía a leguas la felicidad de su nueva etapa de ser una mujer libre! Hasta gritaba como vaquera gringa mientras cabalgaba. Karl se contagió de su alegría, la penetró fuertemente, agarrado de sus grandes nalgas y riéndose con ella. Los aplausos pélvicos sonaban maravillosamente, me coloqué los audífonos para escuchar a todo volumen, amplíe la imagen y disfruté de mi paraíso.
Casi todo el tiempo mi Diosa estuvo mirándome, en sus ojos se veían muchas cosas: alegría, seguridad, fuego, lujuria, agradecimiento, empoderamiento, libertad, por sobre todo, ¡LIBERTAD! Yo no decía nada para no interrumpir ni incomodar, pero le hacía pulgares arriba, le aplaudía en el aire, le hacía la ola y el ademán de las riendas, eso la hizo reír mucho. Karl, aún con la corbata en sus ojos, la bajó de su montura y esta vez fue él quién la montó, tiró la corbata lejos y le hizo un maravilloso y poderoso misionero. El jefe de mi esposa resultó ser un excelente semental, con una resistencia increíble para su edad, con mucha fuerza para colocarla en varias posturas, penetrándola a veces lenta y profundamente mientras la besaba con pasión y otras veces rápida y violentamente, con palmadas en las nalgas, jalonazos de cabello y de pezones erectos, sumisiones tapándole su boquita y nariz, asfixiándola por el cuello y hasta pisándole su hermosa cabeza. Además no olvidó lisonjearla bellamente, hacerla reír diciéndole guarradas. La trató como una puta, una hembra, una reina y una Diosa del sexo. Yo estaba en las nubes, no cabía de la dicha al ver la felicidad y la excitación de mi Diosa, perdida en multiorgasmos y gritando sus hermosas vulgaridades hasta la disfonía.
Fue casi una hora de espectáculo maravilloso, Mi Diosa quiso que Karl finalizara el show en su boca, le quitó el condón y engulló su pene palpitante hasta su base mientras me miraba como la primera vez que otro hombre la poseyó enfrente de mi, era la primera vez (en nuestra vida juntos), que se tragaba el semen de otro hombre (ver eso por primera vez me volvió loco de la excitación y eyaculé sin siquiera tocarme. Pensé que ya lo había vivido todo, pero mi Diosa me seguía y me sigue sorprendiendo gratamente). Karl estaba muy cargado porque a pesar de que mi Diosa tragaba y tragaba, se le alcanzó a salir un poco por las comisuras. Mi esposa me seguía mirando con los ojos muy abiertos, su boquita invadida por un pene y semen extraños y una cara de placer irrepetible cada vez que deglutía.
Karl se tiró a la cama tratando de recuperar el aliento, mi esposa se acercó nuevamente a la cámara, limpió sus comisuras labiales con su índice y se lo metió en la boca terminando de engullir hasta la última gota de fluido seminal de otro hombre. Me miró con amor, con ternura y me dijo:
—Te amo Papi, ¿Te gustó tu regalo? —Yo grité: —¡SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!
Se rió a carcajadas y luego su boquita formó esa sonrisa pícara de cuando se sale con la suya, se despidió con un beso y apagó la cámara.






