Compartir en:
En medio de múltiples dudas y la incertidumbre de si era viable explorar mi feminidad con un hombre en la vida real, lejos de los espejismos de las redes, me empecé a preguntar si realmente valía la pena vivir la experiencia, o si simplemente era un arrebato sexual esporádico, si por mi edad ya no era conveniente seguir insistiendo con el tema; rememorando esas primeras conversaciones sexuales que tenía a mis 17 años con hombres por plataformas como Terra-Chat, me juzgué; sabía que con esa edad era simplemente hermosa, no como un acto de vanidad, por lo contrario, como un ejercicio de honestidad pura que me conflictuaba aún más de lo que ya estaba para ese momento y lo que puede ser cómo chica trans.
Recordaba mi cuerpo y cómo esos hombres con los que nunca me atreví se veían deslumbrados, llenos de deseo y morbo por mi ser, por mi cuerpo, por ese yo femenino que siempre existió reprimido pero fascinante; quizás por miedo a ser juzgada, el qué dirán o mi familia, decidí mantener en secreto. Solo cuando quedaba sola en casa podía florecer frente a ese computador y una cámara web; podía ser lo que siempre quise ser: una linda chica, tierna y dulce, pero con una feminidad única.
Recordé a esos primeros hombres con los que hablé, sus caras al verme por primera vez en cámara, cómo ellos, llenos de deseos, querían estar con esa mujer joven, atractiva y sumamente femenina. Pensé, ¿si me hubiera atrevido con algunos de ellos a dar ese paso? Quizás todo sería diferente y en este momento sería una mujer trans, pero ¿Qué estaría haciendo como mujer trans?
Esto toma mayor relevancia cuando entiendes por lo mucho que han tenido que pasar las mujeres trans por falta de oportunidades y una sociedad que aún al día de hoy las sigue discriminando. Nunca quise esas dificultades para mi vida; gracias a Dios siempre he vivido de buena manera en el seno de una familia que me dio todo para salir adelante.
Recuerde esas múltiples invitaciones a viajes, cenas, regalos, incluso a orgías que me hacían; por aquellos días existía algo que nunca puede comprobar; se organizaban encuentros sexuales con trans en apartamentos de Bogotá; los organizadores se hacían llamar Eliot Gabalo, como el emperador romano; varios de ellos me contactaron para ir en múltiples ocasiones, a las cuales nunca fui por miedo, pudor o simplemente poca capacidad para asumir el riesgo, a pesar de mi intenso deseo por explorar ese lado femenino y el placer de sentirme deseada por los hombres.
Entre esos hombres que me invitaban de manera constante, recuerdo que había militares de alto rango, profesores universitarios, pensionados y algunos empresarios. Incluso algunos de ellos llegaron a enviarme dinero solo por verme unos minutos en cam o mandarles videos cortos donde solo me veía desnuda; para mí era algo nuevo. En ese momento, la industria del Only o las webcams era aún algo incipiente, pero siempre me pasaba que, luego de enviar los videos, me sentía mal, culpable de lo que acababa de hacer; siempre terminaba buscando nuevos contactos, evitando seguir la conversación con esos hombres para evitar la intimidad o una conexión más cercana que les permitiera acceder a mí. Bloqueaba sus números y los eliminaba de las redes y puntos de contacto que tenía con esas personas, a pesar de que muchos de ellos insistían, algunos de manera molesta, pero otros de maneras que me llamaban profundamente la atención y me seducían.
Ahora pienso qué hubiera pasado si en el pasado aceptara esas invitaciones, qué experiencias hubiera vivido como esa chica trans. Cómo sería mi vida y mi sexualidad si hubiera decidido dar ese paso en mi juventud.
Hace un par de días entré a la web a observar a las chicas femboy de la actualidad, algunas de Cali y Medellín, sin complejos, hermosas, divas capaces de atraer a cualquier hombre con su sexualidad única. Me comparé y supe que yo era así; era hermosa sin lugar a dudas; mi cuerpo, mi rostro, mi cola, que era increíble por aquellos días. Pensé: "Ya con 28 años no es momento de hacerlo, ya pasó tu momento".
Como si se tratara de una remembranza. volvieron algunos momentos de mi niñez que simplemente había borrado de mi memoria con el pasar de los años. Como cuando con apenas unos 6 años doblaba las pantalonetas o calzoncillos hacia adentro para que asemejaran a las tangas de mujeres que veía en revistas de la época y, como posterior a esto, desfilaba por la sala de la casa como si fuera una modelo, contorneando la cadera y caminando en línea recta, cruzando las piernas de manera singular como lo hacían las participantes de los concursos de belleza, recordé esa sensación que me parecía mágica de la ropa entrando por el medio de mis nalgas, el roce que me producía al caminar y cómo, siendo un niño, esta rara sensación para ese momento me encantaba; era un gusto distinto, pero sumamente cautivador.
Luego este mismo juego de niño inocente fue avanzando hacia un juego de roles seguramente basado en lo que veía en la televisión de la época, novelas o series como De pies a cabeza o Padres e hijos. Donde yo era la novia del protagonista, recuerdo que mi escenario favorito era la playa; en ese lugar imaginario tenía citas con hombres guapos con los que me besaba. Para esto usaba las paredes que simulaban el contacto con ese ser imaginario y mis manos simulaban las manos libidinosas de ese hombre que besaba; ellas acariciaban mi cuerpo, pero aun en ese momento era algo inocente; no entendía a profundidad lo que pasaba o por qué lo hacía, simplemente lo disfrutaba sin juzgamientos o complicaciones que trae la vida adulta.
Estos juegos se fueron olvidando poco a poco, ya que solo los hacía cuando no era observado, como si algo dentro de mí supiera que algo no estaba bien en ello, y fueron reemplazados por los juegos de niños convencionales con los amigos del barrio, buenos tiempos donde aún se jugaban en las cuadras del barrio juegos como yermis, futbol de barrio o piques.
Así pasaron los años; mientras crecía por mí mismo rol social, me empezaron a atraer las niñas del barrio; sin embargo, empecé a desarrollar una timidez muy fuerte hacia ellas; mientras los otros niños podían entablar conversaciones, a mí siempre me costó; incluso se viene a mi mente que jamás pude participar en estos juegos como cogidas americanas; aun al día de hoy me pregunto si fue simple timidez, falta de confianza o una demostración inusual de ese gusto inicial hacia los hombres.
Pasaron algunos años cuando empezó el fenómeno en Bogotá de los cafés internet. En ese momento, muchos jóvenes de mi generación abrimos nuestro primer email Latinmail, para esa época tenía tal vez unos 12 años, no lo recuerdo bien. En medio de esas idas al café internet a jugar en la página de cartoon network, empezó a surgir un fenómeno: el envío de contenido explícito de diferente tipo por medio de cadenas de email en formato PowerPoint, ese fue mi primer contacto con la pornografía; como cualquier joven de la época, empecé a compartir y observar el contenido aun sin masturbarme o explorar mi sexualidad.
En esa época era normal ir con un grupo de amigos al café internet para compartir los gastos de la hora de internet y jugar en esos cafés internet de computadores blancos que dividían cubículos de oficina clásica. En una oportunidad, con dos muy buenos amigos empezamos a ver esos PowerPoint con contenido explícito, cuando de pronto mi amigo me pregunta: "¿Quiere ver algo asqueroso?", a lo que respondo sí, sin la más mínima expectativa; y sin considerar que ese contenido cambiaría mi vida hasta hoy; de pronto abre un email con un video muy particular. Al reproducirlo, recuerdo muy bien su contenido.
Era una chica trans con sobre un hombre de espaldas a él cabalgando, mientras que su cara se veía llena de placer. Ella, con el pelo largo, senos operados, su pene grande, muy grande, erecto, rebotaba de arriba a abajo mientras ese hombre la penetraba, la tomaba de la cintura, se impulsaba con la cama, la penetraba con mucha fuerza, adentro afuera él también con un pene gigante, aunque esto lo entendí tiempo después. Mi amigo dejó el video un par de segundos cuando lo quitó; les parecía algo asqueroso, repulsivo; para mí, por lo contrario, fue como un descubrimiento, como si hubiera entendido todo. Pensé: "Así que esto sí existe, eso que yo sentía de niño es real y puedes ser una mujer siendo un hombre de nacimiento".
Fue tal mi fascinación que le pedí a mi amigo que volviera a poner el video; sin embargo, tuve que demostrar desagrado para evitar juzgamientos, pero en mi interior estaba fascinada. Ese día tuve la primera erección que recuerdo, pero por encima de eso estaba feliz; había más personas que sentían lo que yo y en su interior querían ser mujer.
Ese video fue el punto de partida de todo; ya con esa edad quedaba con mayor regularidad solo en casa, aunque no era nada común. Empecé como creo que iniciaron la mayoría de las chicas trans, a usar prendas de mi mamá. Primero con prendas exteriores, blusas y demás piezas; recuerdo que para esos años estaban de moda las fajas de un material parecido al fomi que producía calor y, por ende, sudoración para adelgazar; mi mamá tenía una de esas, con la particularidad de que yo la usaba de minifalda; se veía increíble, era la minifalda perfecta me hormaba con la cintura joven que podía simular la de una mujer, (siempre he tenido las nalgas paraditas redonditas), por lo que me quedaba las puti falta mis nalgas se veían por la parte inferior de manera sumamente seductora.
Mi rutina era simple: me transformaba inmediatamente, quedaba sola y entraba al baño a verme, a observar qué tan sexy me veía, cómo podía hacer que esa ropa fuera más insinuante; era tal mi adicción a esto que dejé de asistir a reuniones o visitas a familiares inventándome cualquier excusa, solo para vestirme de niña en la intimidad.
Avanzando en mi adolescencia, por la curiosidad de cualquier joven, empecé a comprender cómo funcionaba el sexo; recuerdo que, en medio de mi ignorancia en el tema, para mí la única pose para hacerlo era el hombre encima de la mujer; sin embargo, este sería el punto de partida para el siguiente paso.
No empecé a masturbarme como todos los hombres, desconociendo cómo empezaron cada uno de ustedes, lectores. Lo cual me parece una buena pregunta para dejar en los comentarios de este relato: ¿Cómo fue su primera masturbación?
En mi caso, entendiendo esa pose y avanzando en ese juego de transformación a niña que tenía, decidí un día que las almohadas de mi cama simularían a un hombre. Empecé transformándome para ese día; di otro gran paso en mi proceso, decidí no usar solo prendas exteriores, sino también interiores, por lo que encontré en el cajón de la ropa interior de mi mamá una tanga de encaje negra con encaje en los laterales y licra en el centro, perfecta para esconder ahí mi pene. Tomé un brasier y empecé a interactuar con él para poder saber cómo se ponía aquel elemento totalmente extraño para mí.
La tanga la tomé de los laterales y la elevé lo más que pude hacia mis caderas, simulando una tanga de los años 80, esto con el objetivo de sentir al máximo el roce de la pierna con mis genitales y ano; lo mismo hice con el brasier, dejándolo en el último broche para que me quedara lo más apretado posible.
Use la faja de siempre como minifalda; como de costumbre, coloque las dos almohadas en hilera en mi cama simulando un hombre acostado. Salí del cuarto y me dije al entrar: "Ya no eres más un niño, eres una mujer". Al entrar, saludé como si se tratara de una persona; di una vuelta con la intención de mostrar todo mi cuerpo a ese personaje imaginario. Luego me subí a él dos pasos gateando hasta posicionarme en lo que sería la parte genital de él, que daba justo en la intersección de las dos almohadas. Ahí paré, bajé mi torso y lo empecé a besar mientras me decía palabras halagadoras a mí misma como si me las dijera aquel hombre imaginario.
Palabras que había conocido en esas primeras exploraciones del porno, como qué rico, mamacita, me encantas; pero también palabras tiernas como te amo.
Me empecé a desnudar lentamente. Mientras mi cuerpo se empezó a calentar como nunca, sentía cómo la temperatura subía por todo mi cuerpo hasta mi frente; las piernas me temblaban de una manera que nunca antes sentí, empecé a sudar, el calor subía mientras continuaba mi juego, sentí cómo mi pene empezó a ponerse rígido y crecer mientras palpitaba.
Ese roce con la almohada en mis genitales me encantaba; era algo increíble, qué sensación más placentera, pensé, por lo que decidí hacer aquella pose que consideraba la única o al menos la más común.
Me volteé, abrí mis piernas, poniéndolas en posición como si fuera una mujer a punto de ser penetrada por primera vez, apoyando el talón y levantando mis rodillas para formar un triángulo, afirmé mi espalda a la cama y tomé la almohada; la puse sobre mí y empecé a hacer movimientos de arriba a abajo cortos pero rápidos. Empecé a sentir mucho placer; de pronto mi pene empezó a expulsar por primera vez líquido pre-seminal, que ayudó al roce con la almohada, mientras mi lengua, como en un movimiento natural de placer, empezó a rozar mis labios de izquierda a derecha, humedeciendo toda mi boca.
mi cabeza se inclinaba hacia atrás por el placer que sentía. Luego mi mano izquierda perdió la fuerza, así que la dejé caer a un lado de la cama, siguiendo el movimiento solo con la mano derecha. Esa fue la primera vez que gemí y lo hice como una mujer con una voz aguda, frágil y suave que puedo realizar con alguna facilidad; diría que es femenina, pero algo caricaturesca; llama la atención a los hombres con los que he tenido la posibilidad de mostrarla. Volviendo al momento, ese movimiento corto aumentó su envergadura de arriba abajo y aumentó la velocidad; mi cuerpo me pedía más. Apreté la almohada contra mi cuerpo; mis músculos se contrajeron en un espasmo corto pero muy profundo; ahí, en ese instante de mi juventud, tuve mi primer orgasmo.
Al mirar mi pecho y la almohada, vi un líquido blanco no muy espeso, supongo que, por la edad más bien transparente, que emanó de mi precoz cuerpo, si mi primer orgasmo fue imaginando que era una mujer y un hombre me hacía el amor.
Este descubrimiento avanzó con mi almohada por un muy buen tiempo hasta la edad de 16 años, donde tuve mi segundo gran descubrimiento. Continuando con la rutina, buscaba ropa en los cajones de mi madre para poder sentirme femenina y transformarme. Encontré un pequeño consolador de unos 15 centímetros, con una forma muy particular; era naranja de un plástico muy rígido, nada como los consoladores de ahora con pequeñas ondas cada 2 centímetros que ampliaban de manera mínima su contorno. Al principio solo lo observé con fascinación, pero para una segunda oportunidad pensé: "¿Y si experimento con esto?".
Ya por esa época me imaginaba cómo sería si me pusiera senos, si tomara hormonas; aunque nunca me atreví a hacerlo, era un sueño que tenía por aquellos años. Le pedía al universo que lo pudiera hacer, así que tomé el consolador, como parte de mi rutina trans; para esa época ya me depilaba muy bien, antes de transformarme me bañaba y me depilaba muy bien mis genitales y mi colita siempre que me pensaba transformar.
Como siempre, empecé a jugar, pero en esta oportunidad metí el consolador entre la almohada y la funda como para sentir el pene de un hombre full parado debajo de la ropa; así jugué por una hora; como siempre, el juego terminaba cuando tenía la erección. Pero el juego fue escalando poco a poco; para la segunda vez, le pegué una chuchapa brutal, lo metí todo a mi boca y lo chupé por más de media hora; recuerdo que lo escupía y lo metía a mi boca; emulaba escenas del porno dándole besos en la punta y rodeándolo con mi lengua, luego succionando para que ese hombre imaginario sintiera lo más rico posible; posicionaba mis labios por el lateral y bajaba y subía; no quería que ni un solo espacio de ese pene falso se quedara sin mi saliva; me encantaba.
Ya para la tercera vez di el paso a mi primera penetración anal; para esto recuerdo muy bien que, a falta de lubricante, por supuesto, lo mamé muy bien antes. Ya resbaladizo por mi saliva, tomé el único lubricante que pude encontrar: un tarro de vaselina. Primero empecé a jugar con mis dedos; mientras yo estaba boca abajo en la cama, corrí la tanga que traía puesta a un lado de mi pierna derecha, la doble hacia arriba formando un triángulo lateral mientras mi pierna izquierda está recta.
Con la mano izquierda abrí mis nalgas para poder interactuar bien y me di un par de nalgaditas; eso siempre me ha calentado un montón, Con mi mano derecha y antes de empezar a tocar mi ano, chupé mis dedos por completo, imaginando que estaba ahí con un hombre. Ya con mis dedos anular y medio bien mojados, empecé a dar pequeños roces a mi anito de manera circular, poco a poco y con mucha suavidad.
Ya en el pasado, en la ducha y con ayuda del jabón, había metido mis dedos en el culo, pero a una muy poca profundidad. Ese día sentí que debía meterlos todos hasta la base del dedo, así que empecé primero con mi dedo anular. En el primer impulso de lo caliente que estaba, entró casi en su totalidad. Empecé a meterlo con suavidad hasta que sentí que podía acelerar el ritmo; empecé a hacerlo de manera rápida. Antes sentía un poco de dolor al hacerlo, pero este día fue un placer increíble. Empecé a sentir mucho calor, en especial en mi cola; no sé cómo podría describirlo, pero sentía un calor que emanaba desde mi interior por mi cola, un placer único e increíble que jamás había sentido cada vez que mi dedo entraba y salía.
Saqué mi dedo y volví a pegarles una chupada para lubricarlos también para descansar; el placer era tal y no estaba acostumbrado que no lo aguantaba por un tiempo prolongado. Al bajar de nuevo con mi mano a la cola, sentí por primera vez mi ano dilatado; ya no estaba rígido, estaba terso y podía introducir todo mi dedo de una sola vez, así que empecé a realizar movimientos circulares al interior. Eso me volvió loca; recuerdo gemir del placer que me producía, A continuación, introduje mi segundo dedo; ya con mi ano totalmente expandido, me di cuenta de que estaba mojada en sudor; toda, de mi frente escurría gotas de placer.
No recuerdo muy bien las palabras que me decía, pero me decía palabras morbosas y calientes para completar la escena, como "qué rico culo, perra", Sin cambiar la posición, tomé el consolador, respiré profundo y, sin esperar, lo metí.
Qué placer tan hijo de puta sentí. Cómo ese consolador a la medida que entraba me expandía el ano con cada centímetro que entraba, me rompía la colita de una manera increíble; si antes sentía placer y calor, ahora esa sensación estaba multiplicada por mil. Lo metí tal vez hasta la mitad; quedé un par de segundos con él adentro, lo solté porque no podía controlar mis músculos, subí mis dos manos a la cabeza; no podía creer el placer que estaba sintiendo mientras mis nalgas se cerraron y lo abrazaron para que no se saliera.
Respiré, gemí de nuevo y continué, pero ahora entrando y saliendo. Como un instinto para abrir aún más mi culo, lo empecé a sacar completo y embestir mi ano desde cero. Cada entrada era como si me estuvieran partiendo, como si mi colita se desgarrara, asi que no puede continuar. Lo introduje y empecé a hacer movimientos de entrada y salida sin sacarlo por completo de mi culo; cada vez introducía un poco más.
Recuerdan que les dije que el consolador tenía unas pequeñas ondas; sentía cómo cada una de ellas me expandía más al entrar y salir, lo que aumentaba el placer, Tomé la decisión de ponerme en cuatro y hacerlo; ahí casi me vuelvo loca, el placer era increíble. Lamí el cabecero de mi cama del placer, mientras intentaba afirmarme en cuatro sin sacarlo. Para ese momento, realicé unas 10 embestidas, no más de eso con fuerza; en ese momento entró un 80%, cuando tuve uno de los orgasmos más placenteros que he tenido en la vida y sin tocar mi pene.
Empecé a eyacular, pero no de una manera normal; era mucho semen el que emanaba de mi cuerpo mientras mis genitales se contraían. Saqué de manera rápida el consolador, sintiendo un último impulso de placer, mientras seguía eyaculando. Apenas tuve fuerzas para ponerme boca arriba y en esa posición duré más de una hora inmóvil, recuperándome y entendiendo lo que acababa de pasar.
Tengo otras historias con este amiguito y explorando como niña trans, pero eso se los dejo para futuros, relatos.
Por ahora solo quiero decirles que estoy cansada de mi lugar en la sociedad, de no atreverme a ser la mujer trans que desde niño siempre quise ser. Sé que ya no soy la joven femboy sexy y altamente comible, como dicen los hombres, pero sigo teniendo mis atributos. Y quiero experimentar con un hombre de verdad, estar en la intimidad con un hombre que me haga sentir todo esto y mucho más.
Para esto les dejo mi Telegram.
@Mariana_love15
si te interesa, me puedes escribir; por supuesto, busco hombres serios y cero patos que me brinden la confianza y las condiciones para poder transformarme y vivir experiencias como una chica trans.
Quizás podamos ser novios en secreto, o esta experiencia me convenza de que debo ser mujer full.
Espero que este relato les gustara y que esas primeras experiencias con hombres también las puedan relatar.
Besos, mi colita los espera.






