Guía Cereza
Publicado hace 15 horas Categoría: Autosatisfacción 33 Vistas
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Aquello que inspira una persona desconocida, las ideas más perversas imaginables. Su voz recorre el eco de la habitación, una promesa anticipada de placer. Siento su respiración rozando mi cuello, un temblor apenas perceptible que enciende mi piel. Miro la imagen en la pantalla y anhelo perderme en su mirada oscurecida por el deseo.

Es este el abismo donde todo se detiene, donde el tiempo parece congelarse y solo el pulso de mi deseo mantiene la llama viva. Quiero escribirle y descubrir esos pensamientos perversos que ha silenciado por días, extraer cada fantasía y cada deseo que se convierte en plegaria y oración en el susurro del anhelo.

El aire nocturno en mi apartamento era quieto e imperturbable, perfumado únicamente por la esencia del relajante y la desesperada anticipación que se pegaba a mi piel. El brillo de la pantalla del teléfono era la única iluminación, proyectando sombras nítidas en mi rostro mientras apretaba el dispositivo con fuerza contra mi oído, intentando absorber la textura misma de la voz al otro lado. No conocía sus ojos, solo la única fotografía, de una mandíbula afilada y una sonrisa maliciosa y cómplice. Pero su voz, ese murmullo grave y áspero, era el modelo de cada deseo carnal que albergaba.

-           Dime otra vez qué planeas hacerme cuando por fin me tengas en tus manos. – murmuré.

Su voz deslizándose por la conexión digital, suave como terciopelo desgastado. Me reí, un sonido bajo que me sorprendió incluso a mí misma.

-           Asumes que te dejaré marcar el ritmo. Me aseguraría de que pidieras “por favor” primero. Quiero oírte gemir, no hablar.

Me imaginé la escena al instante, cómo sus hombros se tensarían bajo mi tacto, el repentino y feroz calor que surgiría entre nosotros. No eran solo las palabras que pronunciaba; era el vasto y pervertido paisaje de posibilidades que se escondía en los silencios entre las frases. ¿Qué ansias secretas ocultaba esa mente hermosa y sombría? Quería sacarlas a la luz y deleitarme con ellas.

El sonido bajo y apreciativo de su tarareo, hizo que yo apretara el teléfono con más fuerza. El corazón me martillaba contra las costillas.

-           Estás jugando con fuego, pequeña perversa. Lo sabes, ¿verdad? – la implicación quedaba clara en el ambiente.

-           Quiero ese fuego. - susurré, cerrando los ojos, y la fantasía se apoderó de mí de inmediato y con fuerza.

El repentino frío del aire nocturno rozando mi piel caliente. No necesitaba verlo para sentir la fricción de su mandíbula contra mi clavícula mientras descendía, su boca encontrando la mía con un ansia posesiva y devoradora. El beso fue profundo, húmedo y exigente, forzando un suave gemido de mis labios.

Las caricias imaginarias estaban por todas partes: mis manos, no vacilantes, sino exigentes, recorriendo mi cuerpo, dejando rastros de calor y expectación. La urgencia era un peso físico que me apretaba contra el mueble, el mundo se reducía al exquisito foco de su presencia.

Entonces llegó la invasión, la fricción profunda y rítmica, una penetración que borró el pensamiento y la memoria, dejando solo una necesidad cruda e instintiva. La presión aumentó, aguda e innegable, exigiendo liberación. Una liberación repentina y brusca me arrancó un sordo gemido que rápidamente tragué de vuelta al puño de mi mano que lo contiene. El mundo imaginario se desvaneció en el silbido de mi propia respiración entrecortada, cada músculo exhausto, cada nervio zumbando.

-           ¿Eso te satisfizo? - La voz de él, ahora un poco más grave, me devolvió a la realidad del teléfono.

Me tomé un momento, dejando que el calor residual se enfriara. 

-           No - dije con voz débil, una promesa envuelta en una amenaza. - Solo me dio más hambre. Quiero verte y que estés desesperado, deseando más de mí de lo que puedes soportar. Que comience el infierno ahora mismo y que las llamas de nuestra lujuria ardan tan fuerte que el mismísimo demonio envidie el calor.

Colgué el teléfono, una promesa dicha convierte mi deseo en ansiedad por el encuentro. La espera es una tortura, pero el placer de la recompensa lo vale. Este juego es solo el preludio a la invasión que me dejará sin aliento, sin control y, finalmente, completamente satisfecha.

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🍒 Pregunta Cereza

“Lo más excitante que me han hecho sin quitarme la ropa…” A veces lo más erótico no necesita piel desnuda ¿Qué fue lo más excitante que te hicieron sin tocarte directamente? ¡Cuéntanos!