Guía Cereza
Publicado hace 11 horas Categoría: Hetero: Infidelidad 46 Vistas
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El último día del congreso 2.0, mi esposa me hizo otra videollamada, me contó que Karl se le arrodilló rogándole que me dejara y se casara con él, se tornó insoportable y mi Diosa lo mandó a la quinta paila del infierno. Por eso, el último día de congreso se la pasó sola en la piscina de su hotel. Me contó que allí, un hombre maduro le hizo conversación y le propuso que fuera su sugar baby. Mi Diosa se rió muchísimo de su propuesta y le dijo:

Señor, yo tengo 35 años, ¿Cómo voy a ser su sugar baby?

Además, estoy felizmente casada —y le contó los pormenores de nuestro matrimonio.

El Señor se sorprendió muchísimo pues le había calculado muchísima menos edad y también le pareció muy interesante nuestra hermosa relación hotwife-cornudo. Mi esposa entonces, lo invitó a hablar conmigo.

Esa misma noche nos conectamos los tres, Alessandro tenía 50 años pero parecía de 40, hablamos de todo y sin tapujos, fue muy cordial, respetuoso de nuestro estilo de vida y cada vez se emocionaba más por conocernos; además le agradó muchísimo que le hablábamos en italiano, su idioma natal. Nos invitó a su Villa de la isla de Capri en Italia e insistió en correr con todos los gastos, no hubo manera de convencerlo, ni siquiera de compartir los costos. Al final pensé que si hay algo que me encanta, es viajar y si es gratis, ¡mejor! Cuadramos agendas y acordamos viajar en primavera, ya que Alessandro nos contó que era la época más bonita, el clima más agradable y sin tantos turistas. Así que planeamos todo para mayo. Los tres meses siguientes me dediqué a investigar a Alessandro (imagino que lo mismo haría él con nosotros), afortunadamente no había nada raro ni turbio (era un empresario e inversor mundial con muchísimo éxito, estaba soltero y tampoco tenía hijos, así que no le haríamos daño a nadie), nos comunicábamos casi todos los días, conociéndonos y construyendo amistad poco a poco, me pareció una persona muy directa, empática, abierta y transparente, un hombre muy agradable.

Llegó el día, yo feliz con los viajes largos, mi Diosa no mucho. Escala en Madrid, luego a Nápoles, luego en auto hasta el puerto Molo Beverello, luego en aliscafo hasta el puerto de Marina Grande en la Isla de Capri y de allí en auto hasta Villa Alessandro (obviamente no voy a revelar el nombre de la Villa). ¡Que paseíto! Mi Diosa casi todo el tiempo estuvo durmiendo, conservando su belleza. La isla, muy parecida a otras islas del Mediterráneo, casas, villas, comercio, pintados predominantemente de color blanco; muros de piedra, antiguas construcciones romanas y como había dicho Alessandro, había muy pocos turistas, el clima templado era muy agradable, había una leve brisa fría, salitrosa, salada, húmeda y deliciosa.

Llegamos a Villa Alessandro; muy bonita, con columnas romanas a ambos costados de la entrada, jardines multicolores, muchísimos arcos blancos, techos abovedados, paredes de piedra, estatuas, balcones con vistas espectaculares, muchas escaleras, ¡en fin! Todo construido con una arquitectura de contraste, con intervención sostenible y ecléctica (o sea, cosas viejas revueltas con modernas, pero así lo describía Alessandro). El auto se detuvo y el mismo Alessandro nos abrió la puerta; como si fuéramos viejos amigos, nos abrazó y besó en las mejillas efusivamente, nos dejamos agasajar pues se sintió muy agradable. En persona era tal como me lo había descrito mi esposa, un poco mas alto que yo, contextura mediana, atlético, piel olivácea, cabellos canos abundantes, ojos también aceitunados, sonrisa amplia y constante, absolutamente cortés, amable y servicial (me cayó muy bien). Nos mostró su palacete fugazmente porque su afán era que descansáramos en nuestra habitación; muy grande, lujosa, con el mismo estilo ecléctico y además, nos invitó a cenar. Después de un refrescante baño, caímos rendidos hasta bien entrada la tarde. 

Mi Diosa se puso un vestido largo, negro con cientos de pequeños brillantes, de escote muy pronunciado y espalda descubierta hasta el nacimiento de sus grandes y blancos glúteos (obviamente sin ropa interior), tacones muy altos, maquillaje perfecto, rizos dorados en largas cascadas, perfumada con Prada Amber (ese aroma me excita muchísimo), una pulsera en su muñeca izquierda y una tobillera en su tobillo izquierdo, ambas con el símbolo de pareja abierta (¡mi esposa dejó bien claras sus intenciones!). Llegamos al gran comedor, Alessandro ya esperaba a mi Diosa ofreciéndole la silla a la cabecera (cada vez me caía mejor), cuando la vio, agrandó los ojos y dijo en voz alta:

Tuo marito si sbaglia a dire che sei una Dea, ¡sei l'invidia di tutte le dee!

("Tu esposo se queda corto al decir que eres una Diosa, ¡eres la envidia de todas las diosas!").

(En serio, cada vez me caía mejor Alessandro).

Los hombres también nos pusimos elegantes, pero Alessandro tenía un no sé qué, un aura imponente, de majestad antigua, de ser celestial que combinaba perfectamente con el de mi Diosa, iba vestido de frac, impoluto, pues sabía que se iba a presentar ante una Diosa. En persona era más cautivador (confieso que me atrajo sexualmente) y como guinda del pastel, ¡había estudiado la misma carrera que mi esposa!. La cena fue ambrosía pura (¡enloquecí con los raviolis Capresi y la langosta azul!), la conversación fue igual de maravillosa; mi esposa estaba emocionada como adolescente ingenua, saltando de un tema a otro, hablando en italiano y español, sin despegar sus ojos y sus manos de Alessandro. Yo sabía leer su lenguaje corporal y comprendí que su entrepierna ya estaba totalmente empapada. 

Los tres terminábamos de tomar un delicioso vino Capri bianco en el balcón, mirando las luces de la ciudad y las estrellas, en un momento sublime quedamos en silencio y les abrí las puertas del cielo de la lujuria diciendo:

Alessandro, eres una persona maravillosa, un hombre hermoso, estoy muy feliz y excitado al saber que mi esposa va a estar contigo hoy, así que me retiro dichoso a mi habitación y deseo que pasen una noche soberbia, alcé mi copa y les dije:

—¡fate quello che volete, come volete, quanto volete e fino a quando volete!

(¡"hagan lo que quieran, como quieran, cuanto quieran y hasta cuando quieran"!)

y rematé en voz alta:

—¡VIVE Y DEJA VIVIR!

Alessandro me dio un gran abrazo (que disfruté muchísimo), felicitándome por amar tanto a mi esposa y por mi actitud cornuda tan genuina; mi Diosa se despidió de mi con un apasionado beso, tenía su carita caliente (ya estaba como un volcán) y me dijo:

gracias mi amor, te prometo que voy a disfrutar al máximo ¡te amo con toda mi vida!.

Esa noche no fue como la primera vez que mi esposa estuvo sola en el hotel con Karl y estuve tan inquieto y preocupado; por el contrario, me invadió un sentimiento placentero, de paz, confianza, tranquilidad, sentía que Alessandro y mi Diosa eran el uno para el otro y que se iban a entender perfectamente; me dormí apenas toqué la almohada y me desperté muy temprano, despejado y listo para ir a trotar a la playa.

Bueno, playa, lo que se diga playa... ¡no! La isla era rocosa, llena de acantilados, las pocas playas eran muy pequeñas y muchas privadas; la de Marina Grande no era suficiente para correr y era muy pedregosa, corrí por las calles pero muchas no tenían andenes; en prevención de algún conductor ebrio, mejor corrí por las vías peatonales, callejones, senderos y pequeñas plazas, respirando el aroma a sal, a yodo, a mar. Los paisajes eran arrobadores a medida que amanecía (con razón a los emperadores Augusto y Tiberio les encantaba tanto el lugar), sentía que la isla era solo para mí y mis pensamientos, imaginando a mi Diosa y Alessandro desnudos, sudorosos, entrelazados, entre sábanas blancas, imaginé sus sexos copulando divina e infinitamente.

Regresé a Villa Alessandro sudando a mares y agotado (¡sin darme cuenta, había corrido dos horas!). Luego de un delicioso baño, me puse a revisar algunos pendientes en mi portátil. Estaba tan tranquilo, ¡que hasta olvidé a mis queridos amantes! Hasta que Andrea, el mayordomo, tocó a mi puerta para invitarme a desayunar. Al acercarme al hermoso jardín donde todo estaba dispuesto, escuché las voces y risas de Alessandro y mi Diosa, ella tenía un peignoir blanco que nunca le había visto, muy ligero y transparente, dejaba ver perfectamente sus hermosas areolas y sus pezones erectos (Alessandro pensó en todo, ¡le tenía un ajuar! ya me caía de maravilla ese hombre); estaba sentada de frente sobre Alessandro, que vestía solamente un robe de chambre, también blanco y tenía su pene dentro de mi Diosa, se metían frutas en la boca, se besaban y abrazaban apasionadamente mientras mi esposa lo cabalgaba. Mi sonrisa de oreja a oreja fue inevitable al ver esa hermosa pintura viviente y saludé:

Buongiorno, mia splendida e perfetta coppia, vedo che vi piace giocare nel giardino di Eros e Voluttà. Mi sembra eccellente ¡e mi arrapa!

("Buenos días mi bella y perfecta pareja, veo que les encanta jugar en el jardín de Eros y Voluptas. Me parece excelente ¡y me excita!"). Alessandro se emocionó hasta las lágrimas y declaró:

Que frase tan hermosa Papi, desde éste día, éste jardín se llamará: ¡Jardín de Eros y Voluptas!

—¡En honor a Diosa y Alessandro! repliqué yo, alzando mi vaso de jugo.

Los vi y sentí tan hermosos, tan compenetrados, tan novios, tan amantes, tan felices, que quise que siguieran conociéndose, entendiéndose, enamorándose y copulando libremente. Terminé rápido mi desayuno mientras mi Diosa seguía invaginándolo lenta y lujuriosamente y les dije:

Se questo è il giardino di Eros e Voluttà, il vostro letto è il cielo dove giacciono Giunone e Giove, facendo l'amore al di sopra di tutti i mortali. A domani, mie divinità.

("Si éste es el jardín de Eros y Voluptas, vuestra cama es el cielo donde yacen Juno y Júpiter, haciendo el amor por encima de todos los mortales. Hasta mañana mis divinidades"). Alessandro le exclamó a mi esposa exaltado:

Amore mio, ¿dove l'hai trovato? ¡Quest'uomo è unico! ¡Non lasciarlo ma!

("Mi amor, ¿de donde lo sacaste? ¡Este hombre es único! ¡No lo dejes nunca!").

Nos despedimos entre carcajadas y besé profundamente a mi esposa con sus labios y mejillas untados de frutas, mientras veía por primera vez, el perfecto pene de Alessandro entrando y saliendo de mi Diosa (¡confieso que sentí ganas de besar a Alessandro también!), mi sonrisa de satisfacción fue evidente y mi Diosa me dijo:

Papi, recuerda que te amo y siempre te amaré, pase lo que pase, ¡eres el amor de mi vida!

No me aguanté mas, la besé otra vez, le agarré fuertemente las nalgas que subían y bajaban, acaricié esos testículos perfectamente depilados y les dije:

—Alessandro, eres un hombre magnífico, eres muy atractivo, para mi eres un Dios y te mereces a mi Diosa —y le dije a mi esposa:

—Te amo mi Diosa, recuerda que eres libre y entre más libre, ¡más te amaré! ¡Pase lo que pase!

Muy contento, pensando en el placer de mi esposa y en lo que empezaba a sentir por Alessandro, llené mi morral, me vestí apropiadamente (informal pero elegante) y salí (ni rastros de mi pareja divina, los imaginé destrozando la cama de los dioses), Andrea me alcanzó cuando iba por la sala principal y me dijo:

Don Papi, il signor Alessandro e la signora Dea mi hanno detto di procurarle la migliore guida di Capri

("Don Papi, el Señor Alessandro y Doña Diosa me dijeron que le consiguiera la mejor guía de Capri").

Me acompañó a la entrada guiñándome un ojo con una sonrisa cómplice y me presentó a mi guía que aguardaba al lado de una hermosa motocicleta. Era una mujer bella, muy alta, de cabellos y ojos castaños, una cintura de avispa y unas caderas redondas e inmensas...¡un rayo de memoria me estremeció desde mis recuerdos!... ¡La cintura y las caderas de Micaela!... ¿Será posible?. 

Esto es obra de mi Diosa, ¡no hay duda! (Mi esposa sabe de todas mis aventuras). La bella mujer me saludó:

Buongiorno Don Papi, sono la sua guida Alessia. ¿Preferisce che la porti in macchina o in moto? cambió su tono de voz y dijo melosamente:

In moto è più romantico...

("Buenos días Don Papi, soy su guía Alessia. ¿Le gustaría que lo lleve en carro o en moto?... En moto es más romántico"... ¡Servicio al cliente en su grado máximo!). Sin poder ocultar mi emoción respondí:

Buongiorno, grazie; In moto Alessia... ¡ovviamente! (Mi esposa definitivamente ¡es una Diosa erudita! Sabía que en la moto iba a ir aferrado a esa delgada cintura, a esas grandes caderas ¡y recordaría a Micaela! ¿Cómo no amar a una mujer así?).

¡Fue un día magnifico! Mi guía Alessia era muy agradable, manejaba con cuidado y velaba por mi seguridad haciendo que me agarrara bien fuerte a su firme cintura y me pegara más a ella, inevitablemente me endurecí y Alessia riéndose tintineantemente, gritó:

Don Papi, sua moglie mi ha detto che lei si sarebbe rallegrato solo a vedermi e sento che è vero. ¿Le ricordo qualcuno?

("Don Papi su esposa me dijo que usted se iba a alegrar tan solo al verme y siento que es cierto. ¿Le recuerdo a alguien?"), sólo atiné a decir:

Sì, mia caprese y se siguió riendo a campanadas.

Vimos los jardines de Augusto, luego fuimos a Anacapri, subimos en telesilla hasta el Monte Solaro y vimos el Vesubio, luego fuimos hasta la grotta azzurra, Alessia regateó hasta que nos dieron un bote sin guía. Me encantó entrar en la gruta remando juntos (ya adoraba esa risa de campanillas y en ese vestido de baño blanco estampado con flores era más parecida a Micaela. ¿Estaba alucinando?). Remamos en el agua azul eléctrico, le gritamos al eco y le hicimos el coro a un guía de otra barca que cantaba: 'O Sole mio. Al salir de la gruta nos dimos un chapuzón en una zona permitida, donde cada vez que podía, acariciaba la cintura y las caderas de Alessia y ella respondía con su risa característica. De un momento otro, sentí las manos traviesas de la caprese en mis genitales y le reproché:

Alessia, ¡aquí hay niños! Me respondió entornando sus ojos dorados:

Ma io conosco un posto dove non ci sono...

("pero yo conozco un sitio donde no los hay..."). 

Alessia aceleró a fondo su Ducati Multistrada roja y en tres minutos llegamos a otra zona escarpada, bajamos por las rocas y llegamos a una pequeña ensenada donde los acantilados nos resguardaban de miradas indiscretas. La caprese me animó a seguir el rastro de su risa musical y extendió su chamarra debajo de un árbol que tenía sus ramas y hojas a manera de techo. Alessia, muy curiosa, indagó por la relación entre mi esposa, Alessandro y yo. Siempre sincero, le expliqué nuestro estilo de vida cornudo, le conté el nuevo camino que estábamos tomando y hasta le confesé mi temor a perderla. Suspiró largamente y pregunto:

E adesso, ¿cosa farai?

("Y ahora, ¿Qué vas a hacer?") Le respondí:

solo quiero quedarme aquí a tu lado, que me permitas acariciar tu cintura y tus caderas y mirar el atardecer mientras me hablas y te ríes a campanadas...

Alessia me contó muchas historias y me sentí como Shahriar escuchando a Sherezade, mientras el sol en su inexorable caída, iba pintando el cielo de rojos, naranjas y violetas. Al crepúsculo, Alessia me dijo al oído:

Non aver paura dei cambiamenti, è l'unico modo per andare avanti; se non cresci, la vita non ha senso. Guarda quest'albero: molti anni fa era solo èreun seme, poi è germogliato e il vento lo ha modellato fino a fare delle sue foglie e dei suoi rami il nostro tetto, ma le sue radici restano salde, come l'amore tra voi.

("No le tengas miedo a los cambios, es la única manera de avanzar; si no creces, la vida no tiene sentido. Mira éste árbol, hace muchos años era solo una semilla, luego germinó y el viento lo fue moldeando hasta hacer con sus ramas y hojas nuestro techo, pero sus raíces siguen firmes, como el amor entre ustedes").

Luego de oír esas palabras le di un gran beso, pero en su mejilla, pues Micaela siempre decía:

"los besos en la boca enamoran".

Allí, debajo de ese hermoso árbol, con la tenue luz de las primeras estrellas de una noche sin luna, al lado de una mujer tan sabia como hermosa; por fin hallé la paz infinita del desprendimiento, la serenidad del desapego, la felicidad de la verdadera libertad (pensé, vaya, así es como se siente una epifanía).

Le entregué mi casco a Alessia y quedamos de vernos al día siguiente; entré a mi habitación y allí estaba mi Diosa, radiante, como cuando ha tenido mucho sexo, con un vestido azul, muy elegante y desconocido para mi; me abrazo, me besó como si no me hubiera visto en mucho tiempo y me preguntó:

hiciste el amor con Alessia? Le repliqué tranquilamente:

No mi amor, pero gracias por recordarme a Micaela. Se echó a reír con picardía y me dijo:

—¡Papi! ¡siempre descubres mis sorpresas! Luego guardó silencio un momento y dijo seriamente:

tenemos que hablar...

Emocionada, con sus manos frías y temblando entre las mías, me dijo:

Alessandro me propuso matrimonio... ¡Y le dije que si! Pero con la condición de que seguiría casada contigo... ¡Y dijo que si! Que le parecía maravilloso, heterodoxo y transgresor, que hubiera sido una traición hablar de divorcio después de habernos conocido, sobre todo después de haberte conocido, pues te admira y quiere seguir tus pasos, que le encantaría compartirme contigo ¡que también quiere que yo siga siendo libre! —Cambió su alegre semblante y se puso seria otra vez diciendo:

A raíz de todo esto, pensé que sería muy egoísta de mi parte que tú siguieras guardándome fidelidad, pues va a haber épocas en que voy a estar con Alessandro, así que yo quiero que tú también seas libre, que seamos una pareja totalmente abierta, que puedas estar con quien tu quieras, Papi, no te quiero perder, ¡eres el amor de mi vida! —puso cara de niña preguntona y me interrogó:

—¿Qué piensas de todo esto que nos está ocurriendo?

Dentro de mí, resonaban las palabras de la morena swinger y las de Alessia, sentía que el viento de nuestras decisiones moldeaba la hojas de nuestro destino. Mi esposa iba a ser la mujer más libre y feliz del mundo y sin yo planearlo, ¡ella quería lo mismo para mi!. La felicidad me invadió y le grité:

—¡Te amo mi Diosa, hazlo, cásate!, no sé cómo se hará legalmente, pero deseo con toda mi alma que sean felices, ¡entrégale tu vida como me la entregaste a mi!

El saber que estarás con una persona libremente dispuesta a compartirte conmigo, me hace muy feliz, no te quiere alejar, solo quiere un pedacito de torta de Diosa, sabe que hay de sobra para ambos ¡y que hay torta para mas invitados! 

Mi Diosa se me abalanzó, me abrazó y me besó apasionadamente, me arrancó las ropas y su vestido voló, me hizo el amor con una entrega, una pasión, una sensualidad que jamás le había sentido, no la escuché decir ni una grosería, solo me repetía una y otra vez entre fuertes gemidos, que me amaba y que quería que yo también fuera feliz (¡Me lo hizo prometer con el meñique y todo!). ¡Le correspondí en todo! En los besos que enamoran, en las caricias apasionadas galopando incansables por su piel clara, en mi virilidad que estuvo más potente que nunca, en las palabras mas cariñosas y profundas que se pueden decir al hacer el amor, en mi entrega como hombre ofrecido en el altar a una Diosa, feliz de morir en su fuego ardiente y renaciendo de las cenizas como un ser totalmente evolucionado. Yo estaba completamente realizado, mi proyecto de vida llamado: "quiero que mi esposa sea libre de verdad", se había cumplido ¡y con creces!

NOTA FINAL:

Así transcurre nuestra hermosa vida hasta hoy: Mi Diosa tiene dos maridos, cuando le apetece esta unos días o meses conmigo, unos días o meses con Alessandro, que ha cumplido sus promesas y a su lado sigue siendo una Diosa del sexo totalmente libre. Cada vez que ella quiere tener una aventura, la deja hacer lo que ella quiera (¡y por eso lo adoro!). Como yo, también participa como cornudo mirón (sobre todo ahora que ya es bastante mayor y no puede ser tan activo), como cornudo activo o la deja salir sola. Cada vez que podemos, nos encontramos todos en Villa Alessandro (donde con muchísima paciencia, le enseñé a Alessandro cosas diferentes, donde Alessia se convirtió en mi amante de Capri, donde una vez estuvimos los cuatro en una maravillosa orgia. Ya publicaré estos relatos maravillosos).

Por mi parte, poco a poco, fui asumiendo mi libertad, concedida por mi Diosa. He tenido experiencias inspiradoras con personas maravillosas, que abrieron aún mas mi mente, haciendo que la sexualidad adulta, de todo tipo, de todos colores, en todos los sentidos, en todos los géneros, sea natural, parte de mi vida, como respirar, como mi alimento, sin prejuicios, sin presiones, sin tapujos, sin hipocresías, con la verdad siempre por delante, me siento pleno y totalmente desarrollado sexualmente. Hoy, en la plenitud de mi madurez, me siento completamente orgulloso de mi, de mi esposa, de Alessandro... Y como siempre digo: —¡No me arrepiento de nada!

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