Guía Cereza
Publicado hace 11 horas Categoría: Orgías 66 Vistas
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Eran como las 9 de la noche de un viernes, la hora en que habíamos quedado que llegaran los tipos para el gangbang de Lina. Nuestro apartamento, en una torre del poblado en Medellín, tenía una vista increíble del sur de la ciudad y ya estaba todo listo para el evento que tanto habíamos planeado. La idea era recibir a los 5 hombres en la sala, calentar un poco el ambiente y después pasar al cuarto que teníamos preparado con un puf gigante en el medio; ahí se iba a sentar la reina de la noche para hacer su fantasía realidad. Yo estaba nervioso y ansioso, quería que todo saliera perfecto. Lina, en cambio, estaba súper tranquila y excitada. Le gustaba tomarse unos rones antes de coger, porque, como decía ella, la ponía más arrecha.

Sonó el timbre y nos miramos. "Esto empezó", dije con una voz que era mitad nervios, mitad ganas. Lina puso música; no somos muy de reguetón, pero para esa noche era la ideal por sus letras y el ritmo que incita a perrear.

Antes de contarles lo que pasó esa noche, me gustaría explicar por qué nuestro gangbang fue especial. La idea surgió después de una noche de sexo con dos parejas más en un bar swinger. En total éramos tres hombres y dos mujeres, porque la otra mujer solo se sentó a mirar, ya que dijo que eso le gustaba más. En un momento, los otros dos hombres se concentraron en Lina, mientras yo hacía un 69 con la otra mujer. Cuando me volví para mirar a Lina, la vi sentada sobre una verga larga y brillante, subiendo y bajando mientras chupaba los huevos y la verga del otro. Me quedé como hipnotizado viendo la escena, como si estuviera viendo una película porno. Mi instinto me llevó a unirme sin pensarlo y, con la verga bien dura como la tenía, me acomodé por detrás de ella. Después de intentarlo varias veces, logré meterla por el culo, que se sentía súper apretado al tener la otra verga entrando y saliendo de su coño lubricado. Así hicimos una doble penetración espectacular, mientras las otras dos mujeres nos miraban con mucha curiosidad y ganas. De vuelta a casa, le dije a Lina que me había encantado verla con esos dos hombres y que la doble penetración que le hicimos sin planear estuvo increíble. Ella asintió y añadió: "Qué lástima que no duró más, me gustaría hacer algo así toda la noche". Ahí se me ocurrió la idea del gangbang. Sabíamos que era otro nivel, pero con todo lo que ya habíamos hecho, estábamos preparados.

A ella le gustó la idea, pero lo primero que dijo fue que no quería que fueran hombres que no conociera. Entonces pensamos en algunos amigos del ambiente swinger, pero casi todos tenían pareja y no se sentía bien invitarlos solos, porque la idea era que la única reina de la noche fuera Lina. Fue entonces cuando la misma Lina dijo que, además de que los hombres le gustaran físicamente, también quería saber si eran buenos en la cama para asegurarse de que la experiencia fuera un éxito. Para lograr esto, tendría que hacer un casting, acostándose con varios hombres, uno por uno, hasta seleccionar al menos 8 que le gustaran a ella y que aceptaran ser parte de esta nueva aventura sexual.

Llegamos a un acuerdo de seleccionar 8, pues preveíamos que el día acordado a alguno se le presentaría algún inconveniente o simplemente se mamaria, como decimos vulgarmente.

El casting de Lina fue más que un proceso, fue una cacería. Durante cuatro meses, vi cómo su vida se convertía en una sucesión de encuentros carnales, cada uno transmitido en vivo para mí a través de la cámara del portátil, pues no quería perderme de semejante cantidad de culiadas que le iban a pegar a mi mujer. Por asunto de trabajo yo viajaba a distintas ciudades y desde allí me convertía en un voyeur y cornudo disfrutando de las mejores escenas porno de mi mujer mamando vergas y follando como una verdadera zorra. Lina perfeccionó el arte de colocar su portátil sobre la mesita de noche o en la sala, dependiendo de dónde iba a ser la faena; a veces hasta apoyado en la almohada. Cada ángulo era una ventana a su sumisión para mí, su marido, que la veía convertirse en una puta para todos esos extraños.

Una de sus audiciones fue con un tipo que llamaremos el Bombero. No por su profesión, sino porque su poder estaba en su manguera; pues, aparte de estar bien dotado, tenía otro as bajo la manga. La follada fue normal, intensa, pero lo que lo seleccionó fue el final. Cuando se corrió, no fue un chorro, fue una explosión. Yo, que lo había visto casi todo, quedé asombrado. Desde la cámara, vi cómo su verga latía y lanzaba al menos diez chorros densos de leche con una fuerza increíble. El primero impactó en el cuello de Lina, luego su boca; entonces ella se separó un poco y, aun así, sus chorros de leche seguían dando en su rostro y tetas, y algunos hasta salpicaron la pared y la cabecera de la cama a más de dos metros de distancia. Era una cantidad anormal, una riada de semen. "Ese entra", escribí en el chat. "Quiero ver eso de nuevo".

Al Negro, otro seleccionado, lo conoció en un bar de salsa. La música la embriagaba, el ritmo la movía. Entonces lo vio. Un hombre negro, alto, imponente, que bailaba con una gracia animal. Lo invitó a bailar. Mientras sus cuerpos se rozaban al compás de la música, ella sintió la presencia. Era una bestia durmiendo en sus pantalones, una verga enorme que palpaba contra su vientre. Con disimulo, lo rozaba con la mano, sintiendo su tamaño y su calor, y una descarga eléctrica recorrió su cuerpo. Sabía que tenía que comérselo. En el apartamento, la realidad superó la fantasía. Cuando se lo sacó, Lina dudó. Era monstruoso, casi antinatural. Pensó que no le cabría, que la partiría en dos. Pero cuando la penetró, lenta y cuidadosamente, su cuerpo, esa máquina de placer, respondió. Su vagina se expandió, se acomodó, se humedeció hasta que pudo recibirlo todo; calculaba que ese miembro media al menos 30 cm. El Negro, viendo lo petite y delgada que era, la alzó como si fuera una pluma. La sostuvo en el aire, follándola de pie, mientras ella se agarraba a su cuello, sintiéndose impotente y completamente dominada. Luego, como si fuera una muñeca, la giró en el aire y la siguió culiando en esa posición, como si ella levitara. Sus tetas, grandes y hermosas, rebotaban con cada embestida. Su clítoris, rosado y hinchado, era una diana para sus dedos. Yo, al otro lado de la pantalla, me follaba la mano viendo a mi mujer ser conquistada por aquella bestia.

Otro fue el Atleta, un joven de gimnasio con el cuerpo fibroso y la energía de un animal joven. Lina lo encontró un día que estaba haciendo su rutina en el gym del edificio. Se acercó a él con la excusa de un tirón en la pierna y lo invitó al apartamento con el pretexto de que le hiciera un masaje. En la cama, con el olor del sudor de ambos todavía en el aire, Lina se dio la vuelta. Abrió sus piernas lentamente, dejando al descubierto su vagina ya humedecida, un jardín del edén que olía a mieles de sexo. El chico, sin poder resistirse, se lanzó a lamerla con una avidez desesperada. Lina, devolviendo el favor, se giró y lo tomó en su boca en un 69 salvaje. La follada que siguió fue como una rutina de cardio. Media hora de posiciones, de fuerza, de jadeos, hasta que ambos cayeron exhaustos al lado del otro, los cuerpos temblando y el cuarto oliendo a esfuerzo y a sexo crudo.

Los otros seleccionados fueron un joven de apenas 19 años que llamaremos el Pelao, y un hombre de unos 40 años entrados cuyo apodo fue el Abogado, este sí por su profesión. El Pelao se ganó su puesto por su juventud, pues queríamos que hubiera de todo en el gangbang, y el Abogado por su sobriedad y porque manejaba, según Lina, muy bien la lengua y los dedos.

Tras más de veinte audiciones así, la selección estaba hecha. El Bombero y su escopeta de semen, el Negro y su verga de mitología, el Atleta y su resistencia. Se unieron el Pelao, de verga gruesa y rebosante de juventud, y el Abogado, de palabras sucias, lengua y dedos diabólicos. Estos fueron los 5 seleccionados que asistieron esa noche, la que ahora sí entraré a relatar detalladamente.

El primero en llegar fue el Bombero, quien siempre mostró mucho entusiasmo por el evento. Saludó muy amablemente, pidió prestado el baño y se dio un duchazo; salió con una toalla cubriéndolo de la cintura hacia abajo. Enseguida llegó el Negro; Lina lo recibió con un beso apasionado y lo dirigió al baño para que se duchara. Salió en unos boxers blancos impecables que contrastaban con su color de piel, y por dentro se notaba el gran bulto de ese colosal miembro. Luego llegaron los otros 3, que ya venían preparados y no necesitaron la ducha.

Todos nos presentamos y, en un ambiente de camaradería y tomando unos tragos, esperamos que saliera la reina de la noche en un sexy atuendo. Ella es una mona de cara hermosa, delgada, con unas tetas grandes de pezón rosado igual que su clítoris. Mide apenas 1.55, pero con los tacones que usó esa noche se veía casi de 1.70. No pesaba más de 45 kg, lo que la hacía fácil de manipular, por decirlo así, en el momento de hacer varias posiciones sexuales.

Subió el volumen de la música, atenuó un poco las luces y empezó a bailar un reguetón de la manera más sexy que sabía, metiéndonos a todos en su ambiente de seducción. Sentados en la sala alrededor de ella, vimos cómo, en su ritual de baile, se sentaba encima de cada uno, restregándole las nalgas contra sus vergas ya endurecidas. Les dirigía sus manos para que le apretaran sus deliciosas tetas y le tocaran el ya mojado chocho. Así, uno por uno, nos calentó y empezó a invitar a levantarnos a todos para bailar alrededor de ella mientras la manoseábamos.

Paso seguido, se arrodilló en el centro del círculo. Con una devoción que hipnotizó a todos, Lina pasó de hombre en hombre, o más bien, de verga en verga. Corrió la toalla del Bombero y liberó su manguera, tomándola en su boca con una lentitud deliberada. Hizo lo mismo con cada uno, hasta llegar al Negro, su desafío más grande. Miró hacia mí, que ya tenía la cámara en mano, y luego abrió la boca tanto como pudo para recibir la cabeza de aquella verga monumental. Por más que lo intentó, solo logró meterse la cabeza y una pequeña parte de ese monstruo de verga. Yo, grabando todo con mi cámara, apenas sonreía.

Acto seguido, se puso de pie y, con la mano aún alrededor de la verga del Negro, nos invitó a todos al cuarto que habíamos preparado. Cabe aclarar que se les pidió a todos los participantes, incluidos nosotros, realizarnos un examen que demostrara que estábamos sanos de ETS, con el fin de poder disfrutar del sexo sin preocupaciones y sin preservativos.

El gangbang comenzó en un abrir y cerrar de ojos. El Negro la tomó por la cintura y la levantó; ella lo agarró del cuello con un brazo y, con la otra mano, puso la cabeza de su verga en la entrada de su pequeño chocho. Lina es una flaca con unas tetas de encanto y un culito respingado. Teniéndola levantada, ella abrió las piernas dejando expuesto el culo. El Bombero se hizo detrás de ella, abriéndole el trasero y penetrándola por el culo con una lentitud cruel que la hizo gemir como un animal. Luego el Negro se recostó en el puf y ella se sentó encima de él. El Atleta se colocó frente a ella y se la metió en la boca hasta el fondo de su garganta. Lina estaba siendo usada, rota, y amaba cada segundo.

Luego se acostó de espaldas y el Pelao la folló en el chocho mientras el Abogado se sentaba en su cara, obligándola a lamerle el culo. Yo grababa todo, acercándome para capturar cómo la leche del Pelao se derramaba dentro de la vagina de Lina, cómo el Abogado se venía en su boca, obligándola a tragar. Uno a uno, los cinco hombres la llenaron con su semen, en su chocho, en su culo, en su boca. Lina era un recipiente sagrado, rebosando de la esencia de ellos.

Después de que todos eyacularon en todos sus agujeros en una primera ronda, optamos por tomar un descanso. Lina, exhausta y temblando, se recostó en el puf, sintiendo cómo la leche mezclada con sus propios jugos le goteaba de entre las piernas y con chorros de semen que no alcanzó a tragar, también en la boca y en los labios. Mientras bebíamos un trago algunos y otros agua, intercambiamos algunas frases admirando a la diosa que yacía ante nosotros. "Es toda una putica, es deliciosa", "Qué coño más hermoso y tragón", "Y el culo no se queda atrás, apretadito también y con un sabor exquisito como la cuca", fueron algunas de las frases que recuerdo.

"Señores, vámonos a recuperar mientras Lina se prepara para una nueva ronda", les dije a los muchachos. Fuimos a la sala a seguir con nuestras charlas y a responder preguntas que me hacían sobre los preparativos y otras fantasías cumplidas y por cumplir. Después de unos 20 minutos, volvió a salir Lina, completamente desnuda esta vez, con solo sus tacones puestos, pues sabía que se veía súper sexy en ellos. Se sentó en mi regazo y me besó con mucha pasión, dándome las gracias por ayudarla a cumplir su fantasía y agradeciendo a nuestros invitados por su presencia. Nos pidió que, en esta segunda ronda, quería que eyaculáramos todos encima de ella, en su cara, tetas y cuerpo, y que tratáramos de que fuera al mismo tiempo o muy cerca uno tras otro.

Regresamos al puf. Ya con más calma, ella se acomodó en cuatro mientras el Bombero se le hizo debajo, el Negro por detrás intentando meterla por el culo sin mucho éxito al comienzo, pero lográndolo al final, lo que hizo dar un grito de placer a Lina mientras me lo chupaba a mí y, con cada una de sus manos, acariciaba las vergas que le ponían en ellas. Así nos fuimos intercambiando de posición hasta que, después de más de media hora de estarle dando verga, acordamos que era el momento de chorriarla de semen. Ella se veía en realidad agotada; su chocho y su culo, palpitando y más rosados de lo normal, dejaban ver el gran trabajo por el que habían pasado. En su cara se podía ver el maquillaje corrido, pero se sentía saciada de sexo y esto la hacía ver más hermosa.

Permaneció acostada en el puf y yo fui el primero en correrme en sus labios y cara. Luego el Bombero, con su acostumbrado chorro potente, la bañó desde su pelo y barbilla hasta sus tetas y vientre. Seguido por el Negro, que se corrió en su chocho y piernas, y los otros dos también le dieron toda su leche en el cuerpo.

Después de esta escena final, ya vieron que ella quería descansar y se vistieron y se despidieron, pero ninguno con beso, solo con la mano, pues ella aún seguía bañada en la leche de ellos.

Cuando quedamos solos, el olor a sexo, sudor, licor y semen se mezclaba creando una atmósfera erótica muy potente. Pensé que ella se iría a bañar y a dormir, ya saciada, pero me equivoqué. Se acercó hacia mí y me besó, aun con semen en los labios, como queriendo compartir todo lo que había logrado. Sin asco, la besé, probando la leche sin saber de quién era; quizás del Bombero y seguramente la mía y de algunos mas. Yo ya había probado semen alguna vez y esta vez quizás me gustó, así como ella me lo compartió. También le chupé el chochito, que estaba bien dilatado y lleno de jugos y leche, y el culito, del que aún le salía semen. Se los dejé bien limpios y le limpié también las tetas.

Después nos fuimos al cuarto y, así todos untados de sexo, nos pegamos una culiada espectacular hasta que caímos rendidos, sobre todo ella que al día siguiente no se podía ni mover de lo molida que estaba.

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🍒 Pregunta Cereza

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