Guía Cereza
Publicado hace 10 horas Categoría: Transexuales 86 Vistas
Compartir en:

La idea de Camila era que yo me vistiera como una mujer muy sexy y me maquillara para recibir a Sebas. Él llegaría y, en un juego de roles, actuaríamos como si yo fuera una mujer llamada Sofía, amiga de Camila, y haríamos el trío simulando estos roles. Las condiciones eran claras: no habría besos entre él y yo, y si yo lo deseaba, él me penetraría a mí, pero yo a él no. Bajo esas condiciones, preparamos el encuentro, que acepté con muchos nervios pero también con mucha curiosidad y bastante excitación.

El apartamento quedaba en una torre del Poblado y lo organizamos muy sobriamente para el encuentro. En el ambiente se sentía una anticipación eléctrica que casi se podía palpar. Camila, con un vestido negro que se adhería a sus curvas y sin ropa interior debajo, ajustó el volumen de la música y bajo la intensidad de las luces mientras me ayudaba a maquillar y a ponerme el corset que elegimos, las medias de malla negras y una diminuta tanga que se veía casi ridícula sobre mi verga y mis huevos. Faltaba poco para que Sebas llegara y yo, encerrado en el dormitorio, sentía que mi corazón intentaba escaparme por el pecho. Me miré una última vez en el espejo. El reflejo me devolvía la imagen de una desconocida: el corset de encaje negro apretaba mi cintura, me puse un brasier y encima un pequeño top que hacia parecer que tenia senos. El maquillaje expertamente aplicado por Camila suavizaba mis facciones. En ese momento no era William, era "Sofía", y en unos minutos un hombre llamado Sebastián llegaría para conocerla y comérsela.

Escuche el timbre sonar y Camila tomó una respiración profunda, sonrió y fue a abrir. Ahí estaba Sebastián, tan joven y guapo como en las fotos, con una sonrisa tímida pero una mirada segura.

—Hola, soy Sebastián —saludó con una sonrisa. Solo escuché su voz y pensé que yo no iba a ser capaz de seguir con el plan.

—Soy Camila, encantada. Pasa, pasa —lo guio hasta la sala, donde le ofreció un whiskey.— Sofía está terminando de arreglarse, dijo Camila. Se pondrá muy nerviosa si la ves antes de tiempo.

Sebastián sonrió y tomó un trago. —No hay problema, entiendo la situación.

Me quedé en la habitación, escuchando sus voces. La conversación fluía con la ayuda del alcohol. Camila lo dominaba, haciéndolo sentir cómodo. Pasaron unos quince minutos antes de que la oyera decir:

—Creo que ya está lista. Sofía, ¡puedes salir!

Antes habíamos acordado que yo llegaría como si fuera una mucama y los iba a atender sirviéndoles tragos y los observaría con curiosidad, y cuando empezara la acción, Camila me llamaría y me pediría que le ayudara, con la excusa de que eso era mucho para ella sola. Pero quizás por los nervios o porque ella no le dio mucha importancia al guion que habíamos planeado, solo me llamó y me pidió que me sentara al otro lado de Sebas. Y así quedamos: ella a un lado y yo al otro del muchacho que, al verlo, me pareció bastante joven e impactantemente atractivo, con una mandíbula marcada y unos ojos oscuros que me examinaban sin juzgar. Una ola de nerviosismo me recorrió, sentí las piernas temblarme. Por primera vez iba a tener sexo con otro hombre y a partir de ese momento ya no había marcha atrás.

Sebastián se levantó y me sonrió. —Sofía. Un placer.

Yo solo pude asentir, sintiéndome acorralado por su mirada intensa.

Camila intervino para romper el hielo. Se acercó a Sebastián y empezó a besarlo y, sin más preámbulos, se arrodilló frente a él, desabrochó sus pantalones y liberó su miembro. Yo, sentado en la alfombra al otro lado de Sebastián, mientras él estaba sentado en el sofá, contuve la respiración. Su verga era recta, imponentemente gruesa y de unos 20 centímetros. Por decirlo de otra forma, era casi perfecta.

Camila comenzó a chuparlo con lentitud, con la experiencia de quien sabe lo que le gusta a su pareja. Después de varias metidas de esa sensacional verga hasta bien adentro de su garganta y muchos recorridos de su mágica lengua por todo su contorno y también de los huevos, Camila se aparto un momento, me miró y me hizo una seña con la cabeza.

—Ven, ¿quieres ayudarme? —me susurró.

Dudé por un instante, el miedo y la timidez luchando contra la curiosidad y el deseo. Me moví hasta arrodillarme a los pies de Sebas. Con la mano temblando, toqué por primera vez el miembro de otro hombre. Era firme y caliente. Bajo la guía de la mirada de Camila, me incliné y, con duda, llevé la punta a mis labios. El primer contacto fue extraño, pero la sensación en mi boca y la reacción de Sebastián, un gemido sordo y además la cara de complicidad y satisfacción de Camila, me animaron. Poco a poco, mi timidez desapareció, reemplazada por el gusto de la nueva experiencia. La veía a ella chuparle la verga con tantas ganas y empecé a tratar de imitarla en sus movimientos de labios y lengua. En pocos segundos, ya me sentía como un experto mamando esa verga, lamiéndola, chupándola, besándola, y hasta me empezó a gustar cómo se sentía. Ahora entendia porque a tantas mujeres les gustaba mamarlo, no solo es la sensación de tener la verga en la boca palpitando de excitación, sino que también es el placer que se provoca en el dueño de ese miembro que se esta chupando. Continuamos mamándosela y lamiéndola los dos al mismo tiempo, nuestras lenguas se encontraban y parecían danzando sobre ese miembro tan erecto y al mismo tiempo tambien nos besábamos con mucha lujuria y pasión, parecíamos luchando por quien le daba mas placer a la verga que nos tenia deslumbrados.

Después de un rato, Camila se detuvo. Con una sonrisa pícara, me dijo:

—Ponte en cuatro, en la alfombra. Quiero que Sebastián te lo meta.

Acomodo unos cojines en la alfombra y yo obedecí sin chistar una sola palabra, pero sintiéndome increíblemente expuesto y vulnerable. Me arrodillé y apoyándome en mis codos quede en cuatro con las nalgas en el aire, como una perrita en celo. Sebastián se colocó detrás de mí. Sentí las manos de Camila en mi espalda, tranquilizándome y luego el roce del miembro de Sebastián en mi entrada, guiado por ella. Fue una penetración lenta y cuidadosa. Sentí cuándo entró la cabeza y me dolió, pero resistí. Gemí, una mezcla de dolor y un placer que antes había sentido con los dildos, pero que ahora era mas real porque era una verga de verdad la que me estaba penetrando. En ese momento, con el calor de un hombre dentro de mí, y ya sintiendo toda esa verga en mi interior, dejé de ser William. Era Sofía, y era toda una perra en calor. Sentí algo caliente y vivo pulsando en mi ano, una sensación que ningún dildo había logrado replicar. Cada embestida de Sebastián me llenaba más, y un pensamiento atrevido cruzó mi mente: quería que él eyaculara dentro de mi culo, quería sentir el semen caliente inundándome por dentro. Pero eso no se había planeado y en ese momento no se dieron las cosas así.

Sebastián comenzó a moverse, al principio suave y luego con más fuerza, tomando el ritmo que Camila le pedía con sus palabras sucias. La escena provocaba un torbellino de sensaciones. Yo, penetrado por primera vez por un hombre de verdad, sentía el mundo girar. Sebastián, con una fuerza juvenil, me tomaba con firmeza. Pero Camila quería su parte. Se deslizó debajo de mí, en posición 69, y comencé a devolverle el favor, lamiéndola con mucho deseo mientras era follado por Sebastián.

Pronto, Sebastián quería más.

—Cámbiate —le dijo a Camila, retirándose de mí con un movimiento fluido.

Se colocó detrás de ella, que ahora estaba en cuatro frente a mí, y le dio una buena culiada, profunda y enérgica, haciéndola gritar de placer. Yo, mirando desde cerca, me masturbaba sin poder quitarle los ojos de encima. El contraste entre la suavidad de su piel y la brutalidad de las embestidas de Sebastián era fascinante.

El final llegó de forma rápida e inesperada. Sebastián se retiró de dentro de Camila, sacó su verga y la acercó a la cara de ella. Con unos pocos jadeos, llegó a su orgasmo, eyaculando en la boca y parte de la cara de Camila, que recibió el semen como un premio merecido. Ella, sin dudarlo, aun con la leche en la boca, se acercó a mí y me besó, pasándome la leche de ese macho que nos acababa de culiar a los dos. Nos besamos así un buen rato, jugando con esos jugos, mientras Sebastián veía que ya había cumplido su parte. Se vistió con prisa y se fue, casi sin decir despedirse.

Allí quedamos Camila y yo, sonriendo por lo que acababa de pasar. Yo aún no lo creía. Me había penetrado otro hombre. No sabía ni qué pensar. Me había gustado, y lo que se me venía a la mente era: ¿y ahora qué? ¿Me volví bisexual de un momento a otro? Me calmaba a mí mismo diciéndome que el hecho de que me gustara que me penetraran no quería decir que fuera bisexual, porque no me atraía la parte masculina de un hombre en sí. Pero, ¿si me había gustado mamársela a ese chico? No podía negar que, en ese aspecto, sí lo era. Era lo que había logrado Camila y, en el fondo, le agradecía por haberme hecho descubrir todo un mundo nuevo, pero no podía dejar de pensar en qué seguiría después.

Como la faena que habíamos tenido con Sebas fue bastante interesante pero corta, después me arrepentí de no haber hecho más cosas que en algún momento tuve en mente o que se me ocurrieron después, como por ejemplo haberme puesto debajo de Camila mientras el la follaba y darle lengua en su clitorix y al mismo tiempo volver a mamarle la verga a Sebas en esa posición, pero los nervios del momento me dejaron hipnotizado y solo me quede observándolos. Pero bueno, ya había pasado el momento y nos dejó bastante excitados, por lo que después de que Sebas se fue, Camila se puso el famoso arnés. Me hizo inclinarme sobre la mesa y allí me folló con muchas más ganas, hasta que me hizo eyacular muy excitado y con la mente llena de nuevos pensamientos y dudas.

Publica tu Experiencia

🍒 Pregunta Cereza

“Lo más excitante que me han hecho sin quitarme la ropa…” A veces lo más erótico no necesita piel desnuda ¿Qué fue lo más excitante que te hicieron sin tocarte directamente? ¡Cuéntanos!

Por favor, selecciona una opción antes de enviar tu voto.

Nuestros Productos

Vestido

MAPALE $ 97,900

Babydoll

MAPALE $ 79,900