Guía Cereza
Publicado hace 14 años Categoría: Jovencitas 1K Vistas
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Una historia real e impactante que relata como la ninfomania no es un chiste ni cosas de lujuria extrema atrayente a todos, demas de que la psicologia a veces no puede apaciguar esta conducta ni con la mejor medicina del mundo, no apta para retrogrados ni doblemoralistas facilmente indignados, disfrutenlo:

Demetria y Donata son dos chicas que han acudido a los grupos de terapia para controlar la enfermedad del furor uterino (ninfomanía). Estas reuniones las denominamos con las siglas NN, que significan niñas ninfómanas, aunque también las podríamos denominar CN, MN... pero hemos optado por la de NN, ya que son grupos de terapias creados y pensados para las chicas entre 22 y 29 años, que tienen unos impulsos incontrolables de hacer el amor a todas horas y con todo el que se les ponga por delante. No se rían, que no es una cosa de risa. Imagínese usted por un instante inmerso en esa situación. Al principio le puede parecer una cosa de lo más apetecible. Pero cuando cualquier cosa que hacemos en la vida se convierte en obsesión, incluido el sexo, deja de ser placentero y pasa a ser una verdadera puntilla clavada en el centro de nuestros corazones.  

Mi marido cuando me conoció estaba feliz, era un hombre muy fogoso y la idea de estar haciendolo a todas horas le parecía la cosa más sensacional que le podía pasar a hombre alguno. Nos casamos y dos meses después su suerte no le parecía tanta, tanto era mi deseo de tirar que le hice adelgazar 15 kilos. Cosa que al principio le pareció otra suerte ya que por cierto le sobraban. Pero cuando se quedó sin grasas, y yo quería más y más... las cosas empezaron a ir de mal en peor, la situación ya no le parecía una bendición, y de llamarme cariño melosamente, pasó a llamarme puta, ¡no sé que tenía que ver! Pero como deseaba tirar a todas horas, ¡para él era una puta! Nunca le puse los cuernos, ¡nunca lo engañé! Como es natural, nos separamos.  

A pesar de la corta experiencia que tuve con mi primer marido quedé más que harta de obligaciones, pero mis ganas de tirar no cesaban, si no tenía un miembro de hombre a mano, me tenía que conformar con un buen masturbador, pero mi vida no iba por buen camino, de las 24 horas que tiene el día, 9 me las pasaba masturbándome, cada vez sentía menos placer y cada vez necesitaba más y más. Los psiquiatras no sabían que hacer con mi dolencia, me dieron toda clase de fármacos que no me servían de nada, mi obsesión no decrecía, ¡al contrario, aumentaba! Me dijeron que había unas terapias de grupo que estaban en fase experimental, y auque eran para chicas de 22 a 29 años, harían una excepción y me admitirían a pesar de mis 34 años.  

Cuando me presenté al grupo, lo hice como muchas veces lo había visto hacer a los alcohólicos en las películas americanas. Saqué fuerzas del interior, me puse en pie y dije:  

-Me llamo Cristal y admito que soy ninfómana.  

Todas aplaudieron supongo que influenciadas por las mismas que había visto yo, pero me sentía mal, muy mal. Estar allí, ante tantas chicas más jóvenes que yo me hacía sentir vergüenza. Pero la psiquiatra y las monitoras ayudantes hicieron que pronto me relajara y dejara de sentirla, ¡sabían lo que hacían!  

En esos momentos creía que mi caso era el peor del mundo, pero cuando conocí los casos de Demetria y Donata, mi vida pareció no ser tan desdichada. Eran dos jovencitas, dos chicas ninfómanas. Demetria a sus 22 años, llevaba de andanzas en el mundo del sexo, Demetria con 23 años había quedado dos veces embarazada. Sus casos si que eran realmente estremecedores. Yo por lo menos hasta ahora me había controlado y sólo practiqué el sexo con mi exmarido, pero ellas se entregaban al primer hombre que se lo pedía.  

Me parecía extraño que el llamado furor uterino pudiera arruinar la vida de unas chicas tan jóvenes. Los fármacos parecen tener muy poco éxito en la gran mayoría de casos. Dice la psicóloga que todo es mental y que ella con su experimento tratará de sacarnos del túnel en el que estamos metidas. Nos ha dicho que ella sabe que la enfermedad que padecemos puede ser el principio de caer en las drogas y la prostitución, que tenemos que ser fuertes y hacer todo lo que nos diga.  

En esas estamos, pero han pasado 3 meses y cada día que pasa deseo ser penetrada por cualquier miembro, con tal que sea de carne, los consoladores me empiezan a dar asco. La terapia ha sido todo un fracaso, no ha tenido éxito con ninguna de las que asistimos. Lo siento por la psicóloga y las monitoras que pusieron todo su empeño.  

Las consultas privadas al psiquiatra me solucionan el problema durante dos días, a partir del tercero, como si de una droga se tratara vuelvo a las andadas, he pasado del consolador a la caza del primer hombre que encuentro. Hasta en mi trabajo me empiezan a llamar puta, no soy prostituta, ¡no me siento prostituta! Además no cobro nada al que me penetra. Pero la verdad es que me empiezo a sentir como una mujer que regala su cuerpo y que no siente placer. Como siga así perderé mi trabajo, todos los chicos lo han hecho conmigo. Con las chicas no lo he intentado pero como siga a este ritmo, no creo que tarde mucho en hacerlo, ¡no tengo solución, soy un caso perdido! La psicóloga me ha dicho que tenga mucho cuidado con las enfermedades de trasmisión sexual, ¡lo intento, pero no sé como terminaré!  

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