Guía Cereza
Publicado hace 6 años Categoría: Jovencitas 2K Vistas
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La luz resplandecía con un fulgor vacilante en el techo.

Las llamas de las velas se movían con el vaivén que les dictaba el poco viento que entraba a la habitación.

Yesica sentía las leves ventiscas que recorrían su cuerpo.

Ya estaba temblando aun antes de que el frio viento la recorriese. 

Su cuerpo temblaba y sudaba el mismo tiempo.

Su espalda estaba húmeda del calor que emitía la alfombra sobre la que se hallaba recostada.

Estaba totalmente desnuda. 

Ya llevaba cerca de media hora tendida en el piso con los brazos abiertos, formando una cruz con su cuerpo.

Sentía como la respiración no había menguado su ritmo. 

Estaba excitada. Expectante.

Mientras estaba sumida en esos resplandores del techo, escucho un golpe seco y profundo. 

Luego otros similares, de forma secuencial.

Eran pasos lentos, pero firmes. 

Yesica sentía como su respiración aumentaba a cada paso. 

La cercanía del momento la descontrolaba.

Luego, una sombra cubrió el resplandor de las velas. 

Gwendoling Franz había ingresado a la habitación y esta, como si de una chiquilla asustada se tratara, cedió ante su imponente presencia. 

Yesica levanto su cabeza para ver a su directora.

Estaba irreconocible. 

La que había entrado, no era la firme directora del instituto de chicas. 

Quien entraba era toda una dominatriz. 

Su piel blanca contrastaba con un fuerte maquillaje de color oscuro. 

Sus labios totalmente negros.

Sus pómulos tenían una cubierta también oscura, aplicada con fuerza.

Su negro cabello iba con una cola de caballo de forma firme. 

Sobre su cabeza llevaba una tiara con una punta de diamante. 

Ya no llevaba el largo vestido negro de mangas hasta la muñeca. 

Yesica la detalló de arriba hasta abajo. 

Llevaba unos guantes largos de color oscuro, pero sin dedos, por lo que se veían sus uñas resaltar con un negro brillante. 

El torso iba casi desnudo. Sus senos no llevaban sostén alguno. 

Tenía senos firmes y medianos. 

Sus pezones iban cubiertos por unas cintas oscuras en forma de cruz. 

Sus aureolas eran grandes, por lo que las cintas dejaban ver un poco ese color semi rosado que toda mujer de piel blanca tiene en sus pezones y zona intima.

Llevaba una diminuta falda que le llegaba apenas a los muslos. 

Sus piernas estaban cubiertas por unas medias negras de mayas. 

Al final, Gwendolin llevaba unas botas de tacón alto que le llegaban hasta unos centímetros antes de las rodillas. 

La dominatriz avanzó hasta la joven y se puso casi sobre ella. 

Yesica notó que no llevaba ropa interior. Era la primera vez que veía la vagina de una mujer adulta. 

Los labios exteriores eran de un color rosa, hasta rojizos. 

¡Tráelos, por favor! – Ordenó la dominatriz

Enseguida, Yesica escuchó el ingreso de alguien más a la habitación. 

Eran pasos rápidos. 

Yesica quedó sin respiración al ver que quien entraba por la puerta era nada más y nada menos que Cristina.

Su compañera de curso. 

Estaba totalmente desnuda y llevaba algo en sus manos. 

Era una bolsa de color oscuro. 

- Ponla sobre la mesa y espera mis órdenes – Dijo Gwendoling

Cristina obedeció y se quedó de pie mirando. 

- Bueno niña mía – comenzó a decir la mujer – como te lo dije en mi oficina, esta escuela está diseñada para formar mujeres de carácter.

Por 200 años, nosotras hemos controlado a los hombres más poderosos del país a través de cumplir sus fantasías y perversiones. 

Yesica permaneció en silencio.

- Pero para controlar, debes aprender que se siente ser controlada – prosiguió la mujer.

Extendiendo su mano derecha, chasqueo los dedos y, como si fuera una mascota siguiendo las órdenes de su ama, Cristina procedió a meter sus manos y sacar algo de la bolsa. 

Un frio intenso recorrió la columna vertebral de Yesica al ver de se trataba.

Cristina se lo pasó a la mujer y esta lo examino.

Era una fusta cubierta en cuero oscuro y con una terminación plana en su punta. 

- Esta herramienta ha estado en esta escuela desde sus inicios, yo tuve mi iniciación con ella, al igual que mis antecesoras.  Ahora Yesica, tu tendrás la tuya. – Sentencio la inquietante directora.

La joven estaba petrificada. 

No podía decir nada o moverse siquiera. 

Eso ya no importaba. La dominatriz se paró sobre ella y dio media vuelta. 

Estaba justo sobre el rostro de la joven. 

Yesica podía ver su rosado coño aun en la semi penumbra. 

- Obedece y seré suave contigo. Desafíame y hare que te retuerzas. 

La mujer doblo sus rodillas y ahora Yesica estaba frente a la parte trasera de su coño. 

Apenas si había un par de centímetros entre su nariz y la intimidad de otra mujer.

Pero eso dejo de estar en su mente, algo más la distrajo: la punta de la fusta estaba en su piel. 

La dominatriz estaba recorriendo el cuerpo de la joven con su herramienta.

Yesica podía sentir esa punta de cuero en sus pezones. 

Luego en su estómago. 

Su ombligo. 

Su pubis. 

Sus muslos. 

La mujer hacia un amago al estar cerca al clítoris de la joven, pero cambiaba, rápidamente, de dirección. 

Esto solo excitaba más a la joven

Jamás en su vida Yesica se había sentido tan excitada.

Mientras estaba perdida en sus sensaciones, se escuchó la primera orden de la dominatriz: 

- ¡Lamela! 

La joven no se podía mover. 

Volteo sus ojos y vio a Cristina. 

Esta estaba observándolas de pie mientras recorría sus senos con sus dedos. Se estaba empezando a excitar con la escena.

Yesica sintió como si una corriente se hubiese apoderado de ella.

No lo supo en su momento, pero el ardor en su muslo izquierdo la trajo de vuelta al momento.

¡Que la lamas! – Ordeno Gwendolin mientras chocaba la palma de su mano izquierda con la fusta.

No supo si fue por miedo a otro latigazo o por la fuerte adrenalina que la controlaba, pero Yesica se lanzó sobre la vulva de su dominatriz.

 Lo hizo con fuerza.

Su nariz estaba justo en el trasero de la mujer y su lengua hacia un recurrido de arriba abajo.

La joven tenía su rostro, prácticamente, enterrado en los grandes glúteos de la mujer.

Podía saborear la humedad que destilaba su directora en sus labios.

Mientras lo hacía, podía escuchar los gemidos de la mujer quien respondía con leves movimientos de cadera.

¡Muy bien, lo haces muy bien! – Dijo entre gemidos la mujer

Luego, se empezaron a escuchar más gemidos.

No eran de su dominatriz.

Era Cristina.

Yesica movió sus ojos hacia su espectadora y la vio sentada, con las piernas abiertas.

Estaba jugando con sigo misma.

Disfrutando, a su manera, del espectáculo.

·¡Levanta tus piernas, como si estuvieras dando a luz! – Ordeno la excitada directora

Yesica lo hizo sin demora.

La mujer agarró la parte trasera de su rodilla izquierda y la atrajo hacia si un poco más.

La joven siguió trabajando con su lengua mientras la mujer empezó a dar suaves golpes con la punta de la fusta en el clítoris de la joven.

Al principio eran a intervalo de un golpe por segundo, pero a medida que la joven se iba mojando, la mujer aumentó la velocidad.

La mujer se sentó sobre el rostro de la joven. Lo hizo llevada por la inconciencia causada por la fuerte excitación que tenía.

Un súbito terror se apodero de la joven. Le faltaba el aire.

Los golpeteos y el desespero de su alumna sacaron a la mujer de su trance, así que se levantó, solo un poco, pero suficiente para que entrara una bocanada de aire.

La joven por fin pudo respirar profundamente.

Ya iba por su segunda bocanada cuando un ardor en su entrepierna se lo cortó en un segundo.

No fue aire lo que salió.

Fue un gemido que mezclaba dolor y placer.

No había asimilado el primero cuando su dominatriz golpeo por segunda vez su clítoris con la mojada punta de cuero de su antigua, pero efectiva fusta.

Yesica no pudo hacer nada más que seguir lamiendo los mojados labios de su ama mientras aguardaba el tercer golpe.

Se encontró a si misma abriendo sus piernas con mayor ímpetu.

Ansiaba el tercer y hasta cuarto golpe.

Cuando llegó, no pudo aguantar.

Una corriente de energía, que nació en el boca su estómago, se esparció por todo su cuerpo.

Perdió control de sí misma.

Estaba en una leve y deliciosa agonía.

Nunca lo había sentido en su vida.

No pudo evitarlo y un líquido salió de su dominado coño.

Mientras salía, su cuerpo sufrió de espasmos incontrolables.

Fueron unos pocos segundos y luego de detuvo.

Gwendolin se puso de pie y miro a la joven.

Ambas compartían algo: sus rostros estaban desencajados.

·Lo hiciste muy bien mi niña. Tienes talento. Ahora sabrás que deben sentir los demás. – Dijo la mujer mientras Cristina la pasaba una toalla.

·Cristina te ayudara a recuperarte – Dijo mientras miraba a la otra joven.

·Mañana te espero a las 10 en punto en mi oficina para que hablemos un poco más sobre que viene.

Dijo esto y salió de la habitación sin mirar atrás. 

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