Guía Cereza
por: alma-literaria Publicado hace 3 meses Categoría: Poesía erótica 216 Vistas
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Apenas nos adentramos en la habitación levemente iluminada con tenues luces teñidas de sangre, me invadió una sensación de impaciencia. Sabía porqué estaba ahí, venía a saciar mi sed de vos y matar estas ganas que me consumían por dentro. Sin embargo, debía mantener algo de compostura y actuar con cautela.

En un acto de sutileza para no quedar tan desesperada, te comenté que me iba a sacar los borcegos para estar más cómoda. Que distraída, sólo estaba pensando en arrancarte la ropa mientras mantenía la mirada fijada en tus ojos, por lo que olvidé pensar en cómo estabas vos, además de increíblemente ardiente como siempre.

Me miraste, y sentí en mi la tensión... no era yo sola la que ansiaba recorrer tu cuerpo centímetro a centímetro, vos también me deseabas y querías, necesitabas poseerme y dominarme.

Acto seguido, siento tu mano sosteniendo mi cuello, a la vez que intentás conectar conmigo y evaluar mi reacción, mi nivel de respuesta. Mi cuerpo ya empieza a fallar, a disociar, a dejarse ir y fluir contigo. Te ofrezco una resistencia fingida porque me excita, nos excita sublimemente este forcejeo pasional. Osaste callarme y quise responderte, pero las palabras se trababan, estaba tan inserta en nuestra dimensión de intimidad que no podía coordinar correctamente mis neuronas para articular mi habla. Comenzaba a extasiarme y ni siquiera habíamos comenzado.

Te acercaste a mí lentamente, arrimaste tu cara a mi cuello que aún tomabas y sentiste su aroma natural, tan embriagante. No podías contenerte aunque quisieras, tuviste que bajar tu mano a mi entrepierna y hacer ese roce lento y circular que tan bien se te da. Comenzaste a rozarme con increíble ternura, pero desembocaste en un intenso franeleo de mi zona íntima, acelerando mi respiración, alterando mis sentidos y provocándome un cosquilleo intenso cerca de mi pubis.

Entretanto, mi mano tomaba tu barba tan seductora, haciendo presión con la yema de los dedos para sentir al agarrar más fuerte, el roce de tu tersa piel.

Que hombre, que macho tengo a mi merced. Capaz de someterme a su voluntad, de privarme de toda iniciativa, de revelarme lo que es el verdadero placer.

Tuviste que despojarme de mi falda a cuadros roja que tanto te encendía, me besaste con una increíble pasión, sentía el roce de tu dentadura contra mis labios, contra mis mejillas. Querías comerme y no simbólicamente, se notaba tu mirada enloquecida que no apreciaba los límites de esta práctica, se notaba tu deseo por herirme, por ver si yo podría saciar tus ganas de carne.

Me volteaste con suma prisa, decidiste que ya no era tiempo de estar parados frente al otro y procediste a arrojarse en la cama. Me seguiste, no alcanzó el tiempo para que te deshicieras de tu ropa, simplemente con tu mano trajiste hacia mí tu esbelto pedazo de carne, listo para hundirse en mi interior y hacerme estremecer...

alma-literaria

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