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Con este relato comienzo una serie de escritos que he vivido desde hace 20 años. Tanto mi nombre como los personajes que aparecerán en mis relatos son ficticios por respeto a las personas con las que he compartido algunas experiencias.
Para estos relatos me llamaré Jorge, y este primer relato fue mi primera experiencia sexual en la cual tenía 19 años.
Antes de comenzar este relato debo presentarme (Jorge), estudiante universitario de 19 años, de piel canela, atlético, deportista. Ella (Elena), ama de casa de 50 años, mona, alta, delgada. Esposo de Elena (Pedro), abogado, de 49 años, estatura media, canoso.
Con ganas de experimentar en temas sexuales accedí a un chat por internet donde comencé a hablar con varias mujeres y una de ellas fue Elena, con quien nos empezamos a conocer por medio de un chat para adultos, y empezamos a hablar de fantasías, y tocamos el tema de hacer un trío con el esposo de ella. A los días nos encontramos en unas cabinas privadas del centro de Medellín para conocernos y mirar que podría pasar y organizar el trío.
Encuentro en las sombras.
Jorge ajustó su gorra mientras revisaba una vez más el mensaje que acababa de recibir en el chat. Desde hacía semanas, su rutina diaria había cambiado gracias a Elena, la mujer que lo tenía absorto en una mezcla de curiosidad y deseo. Todo comenzó con un mensaje casual en un chat para adultos, donde sus conversaciones pasaron rápidamente de triviales a íntimas.
Elena, con su mezcla de elegancia y picardía, no era como las chicas que Jorge conocía en la universidad. Había algo magnético en ella, en su forma de escribir, en las imágenes sugerentes que compartía. A sus 50 años, era todo lo que Jorge jamás pensó que le atraería: una mujer con experiencia, segura de sí misma y con un sentido del humor que lo desarmaba.
Una noche, Elena mencionó algo que hizo que la charla tomara un giro inesperado.
—Pedro y yo hemos hablado de nuestras fantasías —escribió—. Él está abierto a que lo exploremos juntos. Me gustaría que lo conocieras.
Jorge, sorprendido, tardó unos minutos en responder. No era la primera vez que alguien mencionaba un trío en sus chats, pero esta vez era diferente. La idea de estar con Elena y, al mismo tiempo, compartir esa experiencia con su esposo, lo intrigaba.
—Podemos hablarlo más en persona —propuso Jorge, tratando de sonar casual.
Acordaron verse en un lugar discreto: unas cabinas privadas en el centro de Medellín. Jorge llegó temprano, recorriendo con la mirada el lugar mientras trataba de calmar los nervios. Las cabinas tenían un aire clandestino, con luces tenues y cortinas gruesas que separaban cada espacio.
Cuando Elena llegó, todo su nerviosismo desapareció. Era incluso más impactante en persona. Alta, delgada, con una sonrisa traviesa que parecía prometer secretos compartidos. Vestía un conjunto sencillo, pero que acentuaba cada curva de su cuerpo. Sin decir mucho, se acercó a él, y la conexión que habían construido virtualmente se tradujo en un gesto simple: un roce de su mano sobre la de él.
—Así que tú eres Jorge —dijo, con una voz que era a la vez dulce y desafiante.
—Y tú eres incluso más guapa de lo que imaginé —respondió él, sincero.
La conversación fue breve; el aire estaba cargado de anticipación. Al cabo de unos minutos, Elena dio el primer paso, acariciando suavemente el rostro de Jorge. Él no dudó en responder, inclinándose hacia ella hasta que sus labios se encontraron. Lo que empezó como un beso suave pronto se convirtió en algo más profundo. Las manos de Jorge exploraron su cintura, y Elena, segura, guio sus movimientos, enseñándole a no apresurarse.
En el reducido espacio de la cabina, el tiempo pareció detenerse. Entre susurros, besos y caricias, el deseo los envolvió. Jorge exploró cada rincón de ella con una mezcla de respeto y pasión, mientras Elena respondía con la confianza de alguien que sabía lo que quería. La intimidad alcanzó su punto álgido cuando ambos se entregaron al momento, olvidando todo lo demás. Sus cuerpos hablaban un lenguaje propio, y el placer era compartido y sin prisas.
Cuando todo terminó, Elena se inclinó hacia Jorge, mirándolo a los ojos con una sonrisa enigmática.
—Esto fue solo el comienzo. Pedro estará encantado de conocerte.
Antes de irse, concretaron un nuevo encuentro, esta vez en un lugar más amplio y con la presencia de Pedro. Jorge se quedó en la cabina unos minutos más, procesando lo que acababa de ocurrir y anticipando lo que estaba por venir. La emoción y la curiosidad eran abrumadoras.
---- Continuará.