Guía Cereza
por: Illutioner Publicado hace 19 horas Categoría: Tríos 152 Vistas
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En estos días, hablando con una amiga, recordé un trío que hice hace varios años. Fue con Clau (la esposa de Nico) y con una amiga de ellos a la que llamaban "La Flaquita". Fue una noche peculiar. Yo estaba en casa, descansando después de una jornada académica pesada, sin otra intención que dormir, cuando recibí un mensaje de Clau. Fue extraño porque ella casi nunca me escribía, pero esta vez lo hizo con algo de urgencia:

—Hola, ¿cómo estás? ¿Qué haces? ¿Estás ocupado?

Le respondí que no, que estaba acostado sin ningún plan, y al instante me contestó:

—¿Puedes venir? Quiero verte… No te arrepentirás.

Ese mensaje me dejó inquieto. Nunca me he arrepentido de visitar a Nico y Clau; siempre la pasamos bien. Sin embargo, esta invitación tenía un aire distinto, más personal, más íntimo. Le respondí que no sabía si podría salir a esa hora y, curioso, le pregunté por Nico. Su respuesta fue directa:

—Estamos Nico, una amiga y yo. Pero Nico tiene que irse, y nos quedaríamos solas. Le pregunté si podía invitarte a hacernos compañía y aceptó.

Quedé sorprendido. Sabía que ellos eran swingers activos y que solían rodearse de amigas, pero hasta entonces nunca había coincidido con ellas. Además, era raro que me llamaran de la banca para suplir a Nico (jajaja). Como siempre, la curiosidad me ganó y salí disparado hacia su casa, tan rápido como el taxi me lo permitió.

Al llegar, fue Nico quien me recibió. Esta vez no tan alegre como de costumbre; de hecho, se notaba algo irónico. Me explicó que debía irse por cuestiones familiares y de salud, algo que claramente lo tenía molesto. Lo entendí: tenía un plan delicioso armado que se le había alterado. Pero, además, había otra cosa. No parecía incómodo por el hecho de que otro hombre se iba a acostar con su esposa y su amiga; más bien, parecía molesto por la rapidez con la que Clau había armado todo. Su actitud estaba cargada de pasivo-agresividad mientras me presentaba a "La Flaquita".

Era una mujer más joven que ellos, delgada, con tetas pequeñas, un culito firme, piernas largas y esas clavículas que se marcan de forma hipnótica. La chica, amable, me miró de arriba a abajo, riendo con cierta picardía. Clau, con los ojos brillantes, me tomó de la mano y me llevó al cuarto mientras decía:

—Es una lástima que te vayas, Nico. Te encantaría ver todo lo que vamos a hacer…

Nico forzó una media sonrisa, su celular sonaba insistentemente, y aunque tenía prisa, no quería irse. Finalmente, con un tono seco e imponente, le dijo a La Flaquita:

—Bueno, para lo que lo trajeron, cómanselo. A ver con qué salen.

La situación me incomodó un poco, pero el beso de Clau y las cuatro manos que empezaron a desnudarme me hicieron olvidar todo. Lo hicieron con ansias, y al verme completamente desnudo, Clau se recostó en la cama y comenzó a masturbarme mientras yo, arrodillado a su lado, observaba a La Flaquita haciéndole sexo oral. Era una escena cargada de complicidad entre ambas, un espectáculo sensual que me atrapaba.

Clau, radiante, me miraba y reía mientras en la puerta se sentía la presencia de un Nico excitado, pero furioso. "De malas", pensé. El apurado era él.

La Flaquita levantaba su cara del sexo de Clau para besarla y, de vez en cuando, lamerme el abdomen. Le daba unas chupaditas a mi verga y volvía a su tarea, deleitando a Clau. Yo, fascinado, las observaba interactuar; se besaban, se tocaban, se disfrutaban. Pero ya no podía más. Quería participar.

Tomé a La Flaquita y la acomodé para que siguiera comiéndose el coño de Clau mientras dejaba ese culito pequeño y redondo a mi disposición. Me miraba y reía con malicia, así que decidí lamerla un buen rato para prepararla. ¡Qué manjar! Me puse el condón y comencé a embestirla rápido, con toda la intensidad que me dominaba, viendo cómo las sacudidas del impacto alcanzaban a Clau, que gemía de placer.

La Flaquita dejó de chupar a Clau para gemir y pedirme más verga. Clau, emocionada, se acomodó para besarme en la boca mientras jugaba con el culo de La Flaquita. La chica gemía más fuerte a cada segundo, y aunque pensé que me pediría que le rompiera el culo, no sucedió. Parecía completamente satisfecha con mi verga en su concha y los jugueteos de Clau.

Clau, con esa picardía que la caracteriza, apartó a La Flaquita y le dijo:

—No se le olvide que este es mío.

Se recostó, se abrió de piernas y me atrajo hacia ella en ese abrazo intenso que siempre nos había definido. Apenas entré en ella, empezó a gemir con rudeza, mientras La Flaquita, tímida pero ardiente, nos besaba a ambos y manoseaba las tetas de Clau. Mi cuerpo era suyo, y sus caricias y besos en mi cuello y espalda eran pura lujuria.

Liberé una mano para dedicarle un dedo a La Flaquita, que jadeaba con desesperación. Entonces, sentí esa contracción exquisita en Clau, ese apretón que siempre me enloquecía. Gritó:

—¡Jueputa!

Se había venido.

Me retiré de ella y la besé suavemente, mientras La Flaquita se acomodaba en mi pecho, besándome también. Clau se levantó para arreglarse, y fue entonces cuando recordó al espectador que aún estaba en la puerta.

—Nico, se te va a hacer tarde. Ya ves que quedamos en buenas manos.

Yo, recostado en la cama, con la verga al aire y La Flaquita jugueteando conmigo, solo lo miré, sonreí y le dije:

—Dale, ve tranquilo. Cualquier cosa, te avisamos.

Nico, resignado, se despidió de mala gana y salió.

—¿Una agüita y seguimos, o qué? —dijo La Flaquita mientras caminaba hacia la cocina, moviendo ese culito con una gracia única.

Illutioner

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