Guía Cereza
Publicado hace 2 días Categoría: Sexo con maduras 342 Vistas
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Al llegar a casa, después de un largo viaje por carretera en servicio público, mi mujer me saluda y me dice que me nota cansado, que me dé una ducha rápida mientras sirve la cena. se había encargado de todo. Los muchachos ya estaban en la cama después de llegar de la U , ducharse y cenar. Mi esposa me esperaba en el salón viendo la tele a la espera de que saliera de la ducha para cenar juntos.


Durante todo el día me había sentido excitado. Y es que aquella nueva clienta estaba buenísima. Era de ascendencia dominicana y parecía modelo. Recogía su melena negra en una cola. Sus ojos profundos parecían atravesarte cuando te miraban y su voz cantarina y pausada hacía que decidieras entregarte sin condiciones a sus maravillosos encantos.


Ahora, bajo la ducha, trataba de aliviarme con una rica paja, pero no lo lograba. Mi mente volaba en busca de una fantasía con aquella clienta. Alguna en la que la arrinconara en uno de los baños de su oficina y tapándole la boca para que no se oyeran sus gritos la culiara contra la pared. Pero no lograba encontrar el punto y después de 10 minutos desistí.


Por fin aparecí por el salón, donde me esperaba mi mujer. vestido con un camiseta y pantaloneta, ¡oh sorpresa! Mi mujer me esperaba con una camiseta mía amplia que solo le tapaba escasamente el culo y dejaba ver esas tanguitas negras semitransparentes que, en un código no escrito entre nosotros, eran una proposición nunca decente. Sin sujetador, sus pezones se marcaban erectos a través de la camiseta. La mire y la bese.


Cenamos charlando sobre distintas cosas, con la televisión como fondo. Yo la miraba fijamente enfundada en mi camiseta  dejando ver sus hermosas tetas y aquellos ojos negros hacían estragos en mi entrepierna. Sin saber cómo ni en qué momento, mi mente voló y tuve una fantasía sexual en la que, hacíamos un trio, mi clienta, mi mujer y yo …


Media hora después nos fuimos a la cama. Con la luz apagada me acerque para acariciarla. Mis manos recorrían su cuerpo por debajo de la camiseta buscando sus tetas. Con el simple contacto noté como sus pezones estaban erectos y sus gemidos subían de tono. Trato de resistirse buscando provocarme. Pero el calentón de todo el día me había puesto muy arrecho y quería sexo completo.


 busque su cuello con mi boca mientras con mi mano derecha ya hurgaba entre sus labios vaginales. Al comprobar lo mojada que estaba sonreí maliciosamente. Totalmente desnudo, me arrime un poco más y busque su ano con mis dedos:

-No…, por el culo no… -acertó a decir de la manera más inocente y poco convincente que pudo.


No hice caso y con mucho cuidado le introduje uno de mis  dedos en su estrecho agujero trasero. De inmediato sentí como su ano se cerró y se relajó. Volvía a decirme que no. Mientras comencé a bajarle la tanga de manera desesperada:


-No, por favor, por el culo no… -Le oía la voz y yo no le creía. En el fondo sabía que ella quería sacar al tipo duro que su marido ocultaba y que la sodomizara a mi antojo:


-Llevo todo el día deseándote y ahora no me vas a decir que no.

De manera decidida la voltee contra la cama. Mi tamaño y mi fuerza hacían que la manejara a mi antojo. Pegue mi cuerpo a su espalda. Mi respiración excitada en su oreja. Volvía a suplicar con voz de putita:

-No por favor, no me hagas por atrás …

Mi mente volaba fuera de mi cuerpo para ver la secuencia. Mi mujer, mucho más delgada que yo, se sentía forzada a mantener sexo anal contra su voluntad. Agarre sus manos y las inmovilice. Después, tome las tangas y se las introduje en la boca para evitar que gritara. Ella trataba de gritar de manera ahogada mientras mi lengua entraba en contacto con sus labios vaginales hinchados de deseo. Se movía intentando zafarse de mí.


Sin soltarla, busque sobre la mesita de noche un bote de vaselina, y vertiendo un poco sobre mis dedos, unte su ano. Con más cuidado que antes, le introduje dos dedos y comencé a dilatarla. Ella, inmovilizada y amordazada comenzó a respirar fuerte sabiendo que le iba a dar por el culo. Me acerque a su oído y le susurre:

-No llores que lo estabas deseando…

Yo lo sabía. Me lo había dicho por el teléfono la noche anterior.  Deseaba tener sexo anal de la manera más brusca posible. Y ahora sentía mi gorda y gruesa verga forzando su arrugado ano. Comenzó a gemir y gritar bajo la mordaza en que había convertido yo su tanga, y es que pese al lubricante el tamaño de mi verga era mucho para el hoyo cerrado  de su culito. Trato de relajarse mientras yo lograba introducir la cabeza en su culo. Sentí como su esfínter hacía un esfuerzo por dilatarse para darle cabida a aquella cabeza que amenazaba con desgarrarlo.


Cuando tuve la cabeza de la verga dentro dejé que se adaptara. Yo oía su respiración forzada, la tanguita taponaba cualquier sonido que saliera de su boca y su saliva empezaba a empaparlas. El dolor se entremezclaba en ella con el escozor y la sensación en ese momento no era agradable, aunque si la excitaba.  Le agarre las tetas y pellizque sus pezones. Incomprensiblemente se vino en un tremendo orgasmo, seguido de dos más.


Sin previo aviso, comencé a empujar toda la verga dentro de su culo. Notaba como se iba abriendo su recto. Por más que apretaba más dolor le producía. Decidía relajarse y dejar que terminara de encajársela entera. Un empujón final fue definitivo para que mi verga llegara a lo más profundo de su culo. Intento moverse y gritar. Le había dolido aquella embestida anal y se asusto de que le hubiera desgarrado el ano.


Yo resoplaba como caballo por el esfuerzo.  Acerque mi boca a su oído:


-Te voy a dejar grande tu chiquito mi amor, así que no te resistas.


No pudo evitar que frotara mis dedos en su clítoris palpitante. Su sexo se mojó aún más y se dispuso a disfrutar de esta violación anal…


coloque un cojín debajo de su abdomen para poder levantar un poco su culo, con una mano seguía agarrando las suyas y la otra se la coloque en la nuca impidiendo que se moviera. dio un grito de placer cuando empecé a sodomizarla. Primero despacio, notando como mi verga iba ganando terreno dentro de su recto, pero a medida que se dilataba su culo, su golpe de cadera se hacía más fuerte y seguido. Después de un minuto, le estaba taladrando con ganas, mientras mi verga le rompía el chiquito. Su clítoris rozaba contra el cojín logrando masturbarla al tiempo que le daba por el culo.


Noté que llegaba al orgasmo al tiempo que yo aceleraba mi embestida anal

-Dame duro, dame, dame. Comencé a escuchar en voz baja


- ¿Te gusta? ¿Te gusta?


-Sí, me gusta que me des por el culo…dame duro, mas duro


- ¿Te gusta sentir mi gorda verga en tu culo …?

-Si, clavame duro , mas duro , asiiiii , papito asiiii , me gusta tu verga en mi anoooo


No pudo resistir más y con un grito,  que tuve que ahogar en la almohada para no despertar a los muchachos , Se vino a chorros. Por mi parte también grité al venirme dentro de su culo y tuve que morder su hombro para ahogar el grito que salió desde mi garganta.


Durante varios segundos estuvimos quietos. Ella contraía los músculos de su ano apretando mi dura verga dentro de ella, intentando terminar de ordeñarla. Mi leche que había salido a borbotones inundando sus intestinos ahora comenzaba a perder grosor hasta salir de su agujero dejándole un vacío y tremendo hueco, ahora estaba muy  ancho. Su esfínter latía intentando volver a su tamaño original mientras era incapaz de contener en su interior la leche que descendía por sus muslos hasta la sábana.

Por fin quite mi cuerpo de su espalda y desate su tanga de la boca permitiéndole estar libre. Me tumbe boca arriba a su lado mientras ella se incorporaba para alcanzar una toallita (que siempre guarda en la mesita de noche) y limpio su ojo del culo. Al notar la humedad refrescante lo agradecío con un último suspiro:


-Ayyyy papi, vas a tener que dejar de violarme el culo. esta vez me déjaste muy adolorida


-Pero a ti te encanta que te lo viole, ¿no?


Me miro y me dedico una gran sonrisa antes de disponerse a dormir después de satisfacer sus fantasías y mi deseo de comerle duro por el culo. Su mano se estiro para darme una ultima paja…

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