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Esto no pretende ser un relato... es más bien un suspiro escrito, un desahogo que nace de esas ganas intensas que vuelven a encenderse cada vez que cruzo la puerta de Guía. Es curioso cómo un espacio virtual puede tener tanto poder sobre la memoria; basta un par de clics para que los recuerdos regresen, como ráfagas, trayendo conversaciones con mujeres fascinantes, parejas que desbordaban química, y esas experiencias que me enseñaron que el deseo no tiene límites.
Pero, si soy honesto, hay un hilo que siempre termina jalando más fuerte: ellas, las mujeres mayores que cruzaron mi camino. Las que, con la voz, la mirada, o tan solo con palabras escritas, me regalaron noches imposibles de olvidar; momentos que fueron puro éxtasis, puro abandono, puro descubrimiento.
Con muchas de ellas ya no hay contacto, y es ahí donde la nostalgia golpea, suave pero certera. No porque quiera retomar lo que fue, sino porque uno siempre siente que pudo haber exprimido un poco más cada encuentro, cada roce, cada charla. Aunque, pensándolo bien, todo fue como debía ser... se vivió, se gozó, se escribió en la piel y en la memoria.
El pasado pocas veces sirve para quedarse a vivir, pero siempre es una mina deliciosa de recuerdos, de placeres que se disfrutan incluso cuando ya son sólo eso: recuerdos.
Y aún hoy el deseo no descansa, sigue jugando conmigo, sigue empujándome a conocer nuevas mujeres, quizás ahora más contemporáneas que mayores —aunque la risa me sale sola al escribirlo—. Me gusta contar historias, escuchar otras, leer, imaginar, y sobre todo, dejarme llevar cuando la fantasía se convierte en realidad y la piel traduce lo que las palabras apenas insinúan.
Estos días, ese deseo que me provocan las mujeres mayores vuelve a tomarme por asalto. Me invade, me consume, y no tengo intención alguna de resistirme. Tal vez sea eso lo que me mantiene aquí, buscando, explorando, disfrutando esos espacios que ellas —con su misterio, su temple y su sabiduría— me abren con generosidad.
Ojalá la vida cruce de nuevo mis pasos con algunas de aquellas que alguna vez narré aquí, con las que compartí y atesoro en la memoria. A veces las recuerdo con ternura, otras con un morbo inevitable, pero siempre con esa nostalgia dulce que sólo dejan las buenas historias.
¿Qué tendrá la mujer mayor? No lo sé. Tal vez la respuesta no importa tanto. Lo que sí sé es que seguiré intentando descifrarlo... una experiencia a la vez.