Guía Cereza
Publicado hace 5 días Categoría: Hetero: Infidelidad 684 Vistas
Compartir en:

Justo mientras me recuperaba del segundo orgasmo de ese fin de semana, tuve un montón de sensaciones, por un lado, por fin había logrado tener a este hombre entre mis piernas, por otro lado, el alivio y la venganza por como mi (hasta ese momento) novio había sido conmigo. Abrí mis ojos cuando tomé fuerzas y miré hacia atrás, Andrés ya había salido de mí. Lo vi brillante del sudor que recorría todo su torso, su respiración agitada y sus ojos admirando la sensual imagen que tenía al frente: mis manos aún sujetándose del cabecero de la cama, mis rodillas donde debía estar la almohada y él, de rodillas entre mis piernas apoyado hacia atrás sobre sus manos observando mi espalda, mi culo y mis piernas que comenzaban a escurrir su semen.


Había decidido pensar que todo era culpa de Alejandro, mi novio de ese momento, que él se lo había buscado por dejarme plantada tantas veces. Sin embargo, para poder justificar mis actos y culparlo, había guardado una infidelidad por su parte hasta que fuera el momento ideal de revelar que lo sabía. Le había pedido que saliéramos de viaje ese fin de semana que, aunque yo sabía que por su profesión no podía, tampoco hubo demasiada intensión por pasar tiempo juntos. Inmediatamente Alejandro me dijo que no podía, llamé a Andrés, un hombre un poco mayor, muy guapo que había conocido hace un par de meses en el trabajo. Andrés nunca se había fijado en mi, nunca me pidió mi número y nunca me agrego en ninguna red social. Habíamos sido presentados por una compañera y desde el principio me gustó y entre más me ignoraba más me gustaba, e incluso después de una fiesta de un amigo en común intercambiamos números, pero nunca me llamó. Me desconcertaba tanto su indiferencia que pensé que era gay, pues suelo ser yo quien se hace la difícil o la que debe manejar las intenciones de los hombres, pero después de algunos meses llegamos a ser buenos amigos.


A: Aló – contestó


T: No vas q creer lo que me hizo Alejandro – le dije fingiendo voz de rabia – No quiso salir conmigo el fin de semana de su cumpleaños, luego de tener reservado un restaurante y un hotel.


A: No lo puedo creer, ese tipo es un imbécil – intento consolarme


T: Pues no pienso amargarme, si él tiene quien le celebre el cumpleaños yo no voy a perder la reserva del restaurante – le dije al notar que no lo diría primero – ven conmigo, o voy a buscar a alguien por Tinder.


Luego de aceptar mi invitación y colgar, me puse en la tarea de buscar un restaurante lindo en alguna ciudad cercana. El delicioso clima de Villavicencio, un modesto pero exquisito restaurante y un (no tan vulgar) hotel con piscina serían mis cartas. Unos días antes, fui de compras, necesitaba un vestido de baño sexy, el elegido: uno de dos piezas color negro, con la parte de arriba sin tiras, por lo que sería un poco apretado resaltando mis senos, y un panty con un costado trasparente, con lo que pudiera apreciar bien mis caderas. Estaba decidida a reponerme de un descuido constante por parte de mi novio, de desquitarme de su infidelidad y de paso, tener a aquel hombre que creía que podría hacerse el difícil conmigo.


Llegado el día, Andrés paso por mi casa, le dije hacia donde conducir, pero no el destino. Cuando vio que estábamos saliendo de la ciudad me preguntaría, pero me limite a decirle que era un restaurante lindo fuera de la ciudad. Cuando por fin llegamos al hotel, Andrés supo que no regresaríamos esa noche.


A: ¿Sabes que voy a tener que cambiar algunas actividades que tenía planeadas? – Dijo mientras creí ver una sonrisa.


Nos registramos en el hotel, dejamos las cosas en el cuarto y salimos por unas cervezas. Mi novio me había hecho una llamada temprano que atendí, y durante el día un par de veces más que nunca contesté, así que para evitar tanta molestia decidí apagar el teléfono. Desde muy temprano había empezado a trabajar en el subconsciente de mi cita de fin de semana hablándole cerca al oído, tocando sus brazos y abrazándolo cada que podía, dejaba caer algunas migas de galletas sobre mi blusa escotada y decía cosas como “bote más de lo que me comí” para que él me mirara los senos llenos de migas. Con el calor de la ciudad, me quitaba cada vez más ropa de encima, cuando llegué al vestido de baño, pude ver que Andrés lo detalló tratando de ser disimulado, pero sin lograrlo, le pedí que me aplicará bloqueador solar en la espalda hasta llegar a mi cintura, donde casi podría apostar que aprovecharía para mirarme el trasero. Entré a la piscina y lo invité a acompañarme, sin dejar las cervezas frías que cada vez tomábamos más rápido. Aproveché la cercanía para pasar mis manos por su pecho, o para rozar su miembro con mis muslos y pronto comencé a notar que también él buscaba la manera de rozarme, en una de esas oportunidades logré sentir en mis piernas que su verga comenzaba a pronunciarse. Muy bien, todo iba como lo esperaba.


Al salir a cenar me arreglé, como todo vestido en un clima caluroso, estaba diseñado para permitir el flujo de aire; disponía de una falda suelta varios centímetros por encima de la rodilla, la espalda descubierta y un escote pronunciado que permitía ver la unión de mis tetas. Al sentarnos, pidió una copa de vino, todo el ambiente, la comida, el vino y la charla me pusieron a pensar en que realmente, no solo en ese viaje, la pasaba muy bien con Andrés, y ese es el mejor estimulante sexual para la mayoría de las mujeres. De hecho, solo recordé que mi teléfono estaba apagado cuando salimos del restaurante. La conversación había tomado un aire más íntimo, habíamos comenzado a hablar de cosas personales que normalmente no compartes, incluso había alcanzado un tono erótico al indagar un poco sobre la parte sexual. Eso nos había puesto a tono para lo que venía.


En el taxi, camino al hotel, me quedé mirando fijamente a Andrés mientras él inadvertidamente miraba hacia el exterior y hablaba de algo. Cuando cruzamos las miradas se quedó en silencio, no sé si esperaba una respuesta de mi parte o solo trataba de deducir lo que pasaba por mi mente. Le sostuve un par de segundos la mirada a los ojos, y luego la bajé a sus labios, mordí un costado de los míos con los colmillos tratando de ser lo más sensual posible y esperando que él lo viera, me acerqué hasta rozar su nariz con la mía antes de volver a verlo a los ojos. Él estaba como en shock, así que tomé la iniciativa al ver que él no lograba mover un musculo: saqué mi lengua y roce su boca por el pequeño espacio que habían dejado sus labios, allí cerró los ojos y reaccionó correspondiéndome con un beso apasionado. Se hizo corto el trayecto y Andrés apenas alcanzó a recorrer mis labios y mejillas hasta llegar al lóbulo de mi oreja derecha, mi cuerpo estaba tan receptivo que podía sentir el aire que rozaba mi piel justo después que sus besos cálidos pasaban por ella. Recorrimos el camino de la puerta del hotel al ascensor con lo que podíamos identificar a punta de tropiezos mientras tratábamos de no abrir los ojos para no terminar con la sesión de besos apasionados. Después de unos segundos en el ascensor, notamos que aún no llegaba a nuestro piso, bueno, en realidad lo notó Andrés, yo estaba totalmente desconectada del mundo disfrutando del juego que hacía con su lengua entre mis labios, una habilidad que seguramente le pediría demostrar más tarde. Estaba consiguiendo lo que añoraba.


Cuando entramos en la habitación, ya llevaba la parte superior de mi vestido por la cintura, tenía el brasier a la vista y mis tacones en las manos, la camisa de Andrés abierta y caída un poco de la espalda, todo cayó al suelo apenas al cerrar la puerta. No sé si a propósito o por cosas del azar, entre besos y tropiezos, chocamos con el mesón de la cocina, el hielo que reposaba con un vino en su interior hizo un pequeño ruido, como queriendo llamar la atención. Tomé la botella con una mano y volví a llevarla alrededor del cuello de mi cita. Caminando hacía atrás, tanteando el terreno con una mano para no romper nada, llevé a Andrés a la cama. Con un poco de violencia, lo empujé para que cayera acostado sobre su espalda, mis rodillas se acomodaron a lado y lado de su cuerpo, puse mi mano libre sobre su pecho, lo miré, con un movimiento de cabeza llevé todo mi cabello sobre la parte izquierda de mi cabeza y me acerqué a su oreja.


T: Quiero más vino – le susurré mientras ponía la botella en su mano y le mordí el lóbulo.


Liberé sus dos manos para que pudiera destapar la botella, recorrí su cuello con besos, bajé por su pecho desnudo, noté que se retorció con pequeños espasmos cuando pasé por sus costillas y el costado de su vientre. Solo ahora pude notar un abdomen tonificado, con un tatuaje bastante provocador por su costado izquierdo, lo besé algunos segundos, apenas lo que me tomó soltar su cinturón y abrir su pantalón. Su boxer había recogido algunas gotas de líquido preseminal, su verga trataba de salir, puse mi boca en ella aún sobre su ropa interior y saboreé aquel liquido mientras llevaba su pantalón a las rodillas. Una vez bajé su boxer, su verga pudo extenderse en toda su longitud, voltee a mirar a los ojos a Andrés mientras me arrodillaba en el suelo entre sus piernas, traté de adivinar el pensamiento de un hombre que sabe que se la van a chupar, me aseguré que me viera mientras le hacía una sonrisa y procedí: miraba como todo su pene pasaba frente a mis ojos a medida que mi lengua se desplazaba desde sus testículos, sentía su vena de la parte inferior del pene hincharse, su glande tenía ese delicioso sabor salado. Llegué con mi lengua hasta la punta de su verga, mientras lo miraba los ojos, allí estaba su mirada fija clavada en la imagen que, debo suponer, a todos los hombres les gusta ver: la boca de su pareja rodeando su miembro y poco a poco perderse en el interior de ésta. No lo hice esperar, mis labios rodearon su pene, y comencé a metérmelo hasta la base mientras apretaba con mis manos sus pelotas. Puso su mano libre entre mi cabello y me presionó hacía él indicándome el ritmo que quería, pasado un tiempo, el ímpetu que ponía mientras me follaba la boca aumentaba, pero no quería hacer que se corriera de esta manera, así que me detuve.


Me puse de pie aún entre sus piernas, agarré la botella de vino ya destapada de su mano y tomé un gran sorbo mientras él se sentaba y me bajaba el panty con sus manos y me besaba la cadera. Al soltar mi ropa interior desde mis rodillas, llevó ambas manos a mis tetas, bajé la botella aún con el vino llenando mi boca, se intentó levantar, pero se lo impedí poniendo mi mano en su hombro, me agaché a su boca y le pasé las ultimas gotas de vino, está noche no se trataba de lo que él quisiera, ahora se trataba de mí, probablemente mi sed de venganza me hacía sentir empoderada. Le pedí que se ubicara sobre la almohada, y caminé de rodillas sobre la cama mientras él se movía hacia atrás para cumplir la tarea, sin salir nunca de entre sus piernas, como controlando que hiciera lo que le exigía. Cuando se acomodó, puse mi mano libre sobre su pecho a modo de apoyo mientras pasaba mis rodillas a lado y lado de su torso, caminando cada vez más hacia arriba hasta ubicar su cara entre mis piernas, la almohada le daba la altura que necesitaba para que no fuera a cansarse. Él inmediatamente lo entendió y comenzó a lamer mi vulva. Puse mi mano libre entre su cabello marcándole el ritmo que esperaba, tomé otro sorbo de vino.


Los espasmos no se hicieron esperar y se apoderaron rápidamente de mí, Andrés sabía muy bien como chupar un coño, yo tenía una imagen que se quedaría grabada por siempre en mi memoria: Estar arrodillada, con una mano en el cabecero de la cama, bajar mi vista y ver como mis tetas se movían por el ritmo que mi cadera ponía de adelante para atrás mientras al fondo de la imagen el hombre que me gustaba yacía entre mis piernas bebiendo de mis flujos vaginales como si fuera un ternerito. Disfruté tanto sentir su lengua entrando en mi vagina y su nariz rozando mi clítoris que decidí que así sería mi primer orgasmo de la noche. Pensé que Andrés podría querer también algo de vino, puse la boca de la botella en mi cuello, la incliné, y pude ver como se detallaba el camino de vino tinto que dejaba el licor por entre mis tetas, algunas gotas se deslizaron por ellas hacia los pezones, pero la mayor parte se coló entre ellas, llenaron mi ombligo y continuaron bajando hasta mezclarse con el licor que Andrés ya llevaba unos minutos disfrutando. Ahora que lo pienso, no sé como podría saber aquella mezcla, pero mi amante nunca se quejó. Pensé en embriagarlo de esa manera, pero al derramar el vino por tercera vez desde mi cuello, noté que los espasmos que me recorrían no me permitían hacerlo con cuidado, y que gran parte escurría por mis piernas hasta manchar las sábanas, así que bebí nuevamente vino y me dejé llevar. Cada contracción que tenía en mi cuerpo se hacía más intensa, más seguida, estaba fuera de mí, con un orgasmo por explotar en cualquier momento, un poco ida por el alcohol y una cama llena de vino, flujo vaginal, saliva y sudor. Nunca me había sentido tan en la gloria, había probado esta posición en ocasiones anteriores, pero ninguna me había llenado tanto de placer y de forma tan erótica como está, no pude contenerme más, solté el cabecero de la cama y agarré a Andrés por el pelo, creo que debió dolerle cuando lo hale hacia mi vagina para que no fuera a detenerse mientras de mi salía un incontrolable gemido de placer que señalaba el orgasmo.


Tardé unos segundos en reaccionar, había cerrado los ojos, mis piernas temblaban y me costaba mantenerme erguida. En los instantes que tardó mi recuperación, Andres se había salido de entre mis piernas, se había ubicado detrás mío también de rodillas, dispuesto a clavarme la verga, yo no tenía fuerzas para pedirle o evitarle nada, solo lo deje seguir. Se acercó, con una mano cogió su miembro, lo apuntó a la entrada de mi vagina y presiono. Comenzó su bombeo agarrándome de las caderas, eventualmente ponía alguna mano en mis tetas para masajearlas, pero siempre volvían a mis caderas. Me sentía bien asegurada, la fuerza que ponía en sus manos para dirigirme y el sonido del choque de nuestros cuerpos como aplausos me excitaba mucho, me sentía llena con ese pedazo de carne deslizándose en mi interior, ponía tanto frenesí en sus embestidas que mi cara chocaba con el cabecero. Sus gruñidos comenzaron a intensificarse, no faltaba mucho para mi orgasmo, pero pensé que se iba a correr antes de eso, rogué para que no pasara así. Cuando sentí como su verga se empezaba a ensanchar un poco más, un fuerte dolor me despertó del trance: mi cabeza se había ido hacia atrás producto del tirón que Andrés ejercía con mi cabello totalmente enrollado entre su mano, eso disparó mi segundo (pero no ultimo) orgasmo del fin de semana, mientras su voz se sincronizaba con su esperma llenando mi interior: Aaaaaaaahhhhhhh – dijo quedándose inmóvil mientras su pene terminaba de escupir semen.


Solo unos segundos más y se dejó caer hacia atrás, su miembro se salió de mí, pero permaneció entre mis labios vaginales. Parte de su semen comenzó a caer sobre él o a escurrir por mis piernas. En ese momento, me sentí realizada, había conseguido al hombre que había deseado por meses, y de paso ya no me sentía tan mal por la infidelidad de mi novio. Lo miré sobre el hombro, vi como sudaba, su cara mostraba algo de vino que se había secado en sus mejillas y nariz, su respiración aún agitada, mirando mi espalda y trasero. Me sonreí, sería un largo fin de semana. 

Publica tu Experiencia

🍒 Pregunta Cereza

¿Por qué crees que más personas jóvenes se identifican hoy como bisexuales? Un reciente estudio revela que 1 de cada 4 jóvenes entre 18 y 24 años se identifica como bisexual.