Guía Cereza
Publicado hace 2 semanas Categoría: Voyerismo 804 Vistas
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Una noche mi esposo me dijo que estaba teniendo una fantasía con la cual no estaba seguro que yo fuera estar de acuerdo. Como siempre hemos tenido la confianza de contarnos todo le dije que quería que me contara, qué no importaba lo que fuera, que si estaba en mis manos podríamos llevarla a cabo. Inicialmente no me quiso decir, porque le daba pena, porque pensaba en que podría imaginarme yo de él. Tuve que idear la forma de hacer que me dijera, pues soy de las que piensan que, si no somos totalmente transparentes en la relación y sinceros, terminaría siéndome infiel.


Una noche compre vino con la excusa de celebrar que estábamos juntos, que nos amábamos, que estábamos felices, y cualquier excusa con la cual pudiera emborracharlo y que fuera sincero conmigo. Esa noche llegó del trabajo, yo había preparado la cena, tenía el vino y me había puesto un vestido gris que quedaba suelto y era escotado al frente, bastante sugestivo, que permitía que mis tetas se movieran a su merced, para que al final de la noche en medio de los tragos y la calentura, pudiera contarme su fantasía. Estábamos por terminar la botella y aún no sentía que pudiera contarme, sin embargo, poco a poco el alcohol empezó hacer su efecto, comenzó a acercarse, a decirme lo bella que estaba, lo mucho que le gustaba, comenzó a tocarme y cuando estuvo listo para quitarme el vestido le pregunté Sí yo era la mujer qué le podría cumplir todas sus fantasías. En medio de la excitación y los tragos, Él me decía que sí, que yo era la única, que me amaba, que solo yo lo hacía feliz y todas esas pendejadas que suelen decir los hombres cuando tienen el pene erecto.


Así llegamos al tema de hablar de las fantasías. Para que se sintiera un poco más confiado comencé hablándole de la mía, le dije qué me gustaría hacerlo dónde alguien pudiera vernos, pero que me daba miedo las consecuencias que podría traer, pues no quería terminar protagonizando un video en redes sociales que cualquiera pudiera identificarme o que nos pudiera detener la policía. Luego fue el turno de él, me habló de las típicas fantasías de un hombre: el sexo anal, estar con dos mujeres, la uniformada, en fin, pero ninguna de ellas era demasiado rara como para que no me lo hubiera podido decir. Seguí indagando hasta que por fin comenzó a ponerse rojo, a tartamudear y a desviarme la mirada mientras me decía qué había soñado que yo tenía sexo con otro hombre, pero qué lejos de haberse sentido cabreado, sintió morbo, se excito y a partir de ahí varias veces se le había pasado por la mente la imagen de verme siendo clavada por alguien más, incluso, se había masturbado en la ducha mientras lo imaginaba.


La verdad eso me desconcertó, pues nosotros como pareja nunca habíamos tenido inconvenientes, alguna pequeña aventura que yo había tenido, pero que él nunca se enteró, además, éramos un matrimonio joven, no sentía que debíamos recurrir a eso para salir de la monotonía. Asombrada le pregunté si me hablaba en serio, que sí sería capaz de ver a la que él decía ser la mujer de su vida con otro hombre, que ni siquiera yo tenía la fantasía de estar con alguien más (ya la había cumplido). Él muy avergonzado, me pedía qué no me hiciera una mala imagen de él, que me amaba y que estaba seguro que yo era la mujer con la que quería estar, solamente que le había entrado esa idea y que no podía sacarla de la cabeza. Pero no era todo, su fantasía era un poco más concreta: no importaba que el hombre aquel mi pusiera en la posición que quisiera y me diera como fuera, pero especificamente quería ver como disparaba todo su esperma entre mis tetas mientras yo con ellas lo masturbaba. Luego me dijo que obviamente sentía miedo de lo que pudiera suceder si llevamos a cabo esa fantasía como por ejemplo que corríamos el riesgo que me gustara estar con alguien más, que corríamos el riesgo que qué nos gustará tanto que después no pudiéramos sentir pasión sin llegar a eso, o que de pronto alguno de los dos le gustará y al otro no, lo que a la final dañaría la relación.


Yo no lo podía creer, y esa confesión me dejo perpleja. Le dije que yo no creía poder llegar a eso, que probablemente no disfrutaría de solo pensar que él me estaba viendo, pero que como era algo que yo nunca lo había contemplado que me dejara pensarlo un tiempo. Cómo estábamos ebrios y ya un poco calientes íbamos a tener sexo, como normalmente lo haríamos, o eso pensé. Se levantó, fue al baño y trajo un frasco de una crema que yo uso al desmaquillar, el cual tiene la cabeza parecida a la de un pene, con la diferencia de ser un tanto más pequeño y Delgado. Comenzó a besarme y a tocarme, empezamos a entrar en calor y sentía muy mojada mi entrepierna, nos desvestimos, hicimos el juego previo normal del sexo oral y de masturbarnos mutuamente.


Se acostó en la cama y me pidió que hiciéramos el 69, algo que me encanta, así que me ubiqué sobre él, abrí mis piernas y le puse mi vagina como un bocadillo que se iba a degustar. Comencé a masturbarlo mientras lentamente le pasaba la lengua por su pene, lo besaba, jugaba con él sin metérmelo totalmente en la boca. Duramos así unos segundos, yo estaba disfrutando tanto el momento hasta que de pronto empecé a sentir el frío del frasco de crema en la puerta de mi vagina. Se me hizo raro porque nunca habíamos usado juguetes u otra cosa, pero con lo caliente que estaba no iba a detenerlo. Comenzó a meter y sacar el frasco en mí, al comienzo suave y parecía que estuviera sincronizado con los movimientos de su lengua, pero luego lo hacía cada vez más rápido y violentamente a medida que mis gemidos lo animaban. La sensación de estar recibiendo sexo oral mientras era penetrada sumado con la verga que estaba chupando me tenía a mil, llegué a un orgasmo tan placentero qué me quedaría grabado en la memoria. Esa noche con un muy buen orgasmo y el inicio de experimentar cosas.


Unas noches después durante la cena me dijo que me tenía una sorpresa, abrió el armario y saco una caja envuelta en papel regalo y con moño, al abrirla vi que el regalo era un dildo y en la caja hasta decía “sensación real”. Me quedé sorprendida porque nunca habíamos hablado de usar algo así, le pregunté pero solamente dijo qué era para variar de vez en cuando. Obviamente esa noche lo íbamos a estrenar.


Comenzó sus juegos previos, me pasaba la nariz por mí nuca, de manera muy suave, como él sabe que me encanta, empezó a besarme tiernamente una oreja y despacio bajó al cuello, logro en pocos minutos calentarme para estar lista para el sexo. Organizó todo para que quedara ubicado de manera especial, esta vez me llevó a la sala, el dildo podía adherirse a algunas superficies, así que lo acomodó por el lado de una mesa de manera que quedara a la altura correcta sí yo me ponía en cuatro.

Aplicó lubricante en el dildo, me pidió que me pusiera en 4 y que lo metiera por mi vagina. Colocó una silla al frente mío esperando que yo le hiciera sexo oral. Comencé a ingresar aquel objeto dentro de mí, tuve que hacerlo de manera suave ya que tenía unas dimensiones bastante mayores a las de mi esposo, sin embargo, la sensación de estar totalmente llena me estaba encantando. Comencé a moverme hacia adelante y hacia atrás al ritmo que yo quería, al ritmo preciso que yo sabía que debía tener para disfrutar de tal poder dentro de mí, mi esposo sentado al frente mío disfrutaba las mamadas qué le estaba pegando, comencé a sentirme como una puta. Hasta ese momento, no había caído en cuenta qué yo era un objeto sexual más, sin embargo, esa sensación de sentirme sucia me estaba gustando. No pensaba sino en disfrutar y chuparle la verga a mi esposo, nunca se me ocurrió que él quisiera seguir en esa posición, yo estaba tan caliente qué no me importaba hacerlo terminar rápido.


Cuando más se intensificaban mis gemidos, mi esposo sacó su verga de mi boca y simplemente se alejó un poco, me pidió seguir moviéndome con el dildo dentro mío, yo estaba por tener otro orgasmo, y pensé que él pronto me pediría que hiciéramos alguna otra posición, pero solo se sentó a mirarme unos segundos, se acercó a mí y me dijo al oído, imagínate que es otro hombre quien te está clavando justo ahora, imagínate al hombre que quieras, imagina que, aunque no creas, yo estoy disfrutando mientras te miro. Al comienzo así lo hice: comencé a imaginar que tenía a otro hombre haciéndome suya, un hombre bien dotado, que me estaba llevando al Cielo, pero de momento cuando miré a mi esposo, sentado en calma, evidentemente excitado y evidentemente disfrutando, pero sin hacer nada más que mirarme, me sentí intimidada, me apené y me desconcentré. Ya no pude seguir en mi camino al orgasmo. Se lo hice saber, a lo que respondió que no me preocupara, que lo iríamos haciendo paso a paso.


A partir de allí mi esposo buscaba cualquier momento mientras teníamos relaciones para meter a nuestro nuevo juguete en el acto y cada vez que lo hacía, cada vez que lo tenía en mi boca o en mi vagina, él se retiraba un poco y se ponía a mirar. Se empezó a volver normal que él se quedara mirando como me daba placer yo misma y despues de eso que lo masturbara con mis senos hasta hacerlo terminar, que también en mí comenzó a crecer la idea de tener a otro hombre dándome con todo. Pero no podía solo imaginar a “un hombre”, tenía que hacer una imagen lo más cerca a la realidad para que tuviera sentido, el protagonista imaginario de esas cogidas comenzó a ser un compañero de trabajo el cual desde que llegó, había empezado a coquetearme y a buscar llegar más allá de la amistad, su nombre: Nicolas (que luego lo traeré en otro relato). En una ocasión estaba mi esposo, el dildo y yo en una sesión en la ducha, ya nos habíamos masturbado, nos habíamos dado sexo oral, ya me había penetrado un poco y de pronto entró en el juego aquel juguete, que cada vez se hacía más familiar en nuestros encuentros y creo, que en algún momento, hasta necesario para el disfrute de mi esposo. Lo pegó a la pared me puso espaldas a él e hizo que entrara nuevamente por mi vagina. Como cada vez se hacía más normal, cada vez que él se quedaba solo mirándome me daba menos pena, mi esposo había empezado a dejar de satisfacerme y yo solo tenía aquel pene de juguete, así que en esta ocasión me agarre de los soportes qué había a los lados en la ducha y disfrute 100% de aquel juguete, pensaba en Nicolas mientras yo de pie empujaba la cola para atrás y adelante, golpeando con cada movimiento la pared con mis nalgas. Esta vez continué hasta terminar y no me importó que mi esposo estuviera viéndome, al final, eso es lo que él quería. Al terminar me dijo qué le encantaba ver mi cara de placer mientras era espectador.


Esa noche venían a mí los recuerdos de la ducha, del dildo, de Nicolas, de mi esposo, del placer que había prendido adarme sin depender de mi él y sin preparar la situación ni nada le hice la pregunta nuevamente: “Serías capaz de ver a tu esposa siendo clavada por otro hombre?”

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🍒 Pregunta Cereza

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