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Habían pasado un par de meses desde mi experiencia de estar con otro hombre mientras mi esposo nos observaba por una fantasía que él tenía. A partir de allí no habíamos vuelto a tener experiencias con otras personas, el sexo y en general la relación, habían mejorado mucho, teníamos mucha pasión y morbo durante el acto, sin embargo, yo había comenzado a fantasear con la escena de estar teniendo relaciones con otros hombres mientras tenía sexo con mi esposo, no es que él no me dejara satisfecha, pero aquella experiencia había sido tan excitante que quería volver a repetirla. Personalmente, me había vuelto mucho más desinhibida, tenía mucha más confianza en mí misma y había comenzado a mostrárselo al mundo: mis redes sociales empezaron a llenarse de fotos, normales al principio, aquellas que se toman por estar en un evento o lugar especial, pero después me tomaba fotos en cualquier lado y ocasión: en el carro, en el gimnasio, frente a cualquier espejo, fotos en el uniforme de la empresa, en jeans, en faldas, etc. Esto llegó seguido de likes y seguidores nuevos, solicitudes de amistad de gente que no conocía, me dejaban comentarios bonitos, morbosos, y algunos que rayaban el irrespeto, pero todo eso me hacía sentir muy bien, incluso en una ocasión mi esposo me preguntó del porqué del repentino cambio, aunque me aseguró que, al menos por ahora, no le molestaba.
Un día recibí la solicitud de seguidor por Instagram de un exnovio que había tenido hacia algunos años. Se llama Gustavo y con él las cosas no habían terminado muy bien por su culpa. Después de algunos días de estar dudándolo, acepte la solicitud, quería que viera lo que había perdido. Cómo era de suponer, empezó dándole likes a muchas fotos e historias, pero no se atrevía a comentar ninguna ni escribirme por el chat. Empecé a subir un poco el nivel, así que publiqué fotos de cuerpo completo, montando bici, en vestido, la típica foto desde arriba para enfocar mis tetas, o en la que me paro frente al espejo mostrando la cola, quería llamar su atención, pero como siempre, sin llegar a bajar al nivel de vagabunda mostrona, quería que fuera él quien dijera algo primero. En algunas ocasiones pensé que alguna de mis fotos molestaría a mi esposo, así que había tomado la confianza de preguntarle si estaba de acuerdo antes de publicarla, y en la mayoría me daba su aval.
Por fin un día se animó a saludar. Le respondí su saludo un par de días después, ya que no quería demostrarle interés por responder. Inicialmente fui un poco cortante con él, le respondía con cualquier frase corta y directa, además lo hacía varias horas e incluso días después. “Cómo vas” “Que hay de tu vida” “Veo que estás feliz” “Qué andas haciendo” “Qué hiciste con tal proyecto” eran las preguntas normales que me hacía, pero poco a poco se volvió más fluida la conversación, comencé a preguntarle por sus cosas, a qué se dedicaba, en dónde vivía y pronto tuvo más confianza para hacer comentarios sobre mis fotos. Reaccionaba a mis publicaciones con las caritas de ojos de corazón o la de fuego. Los comentarios se empezaron a tornar en admiraciones a mi belleza y esas cosas que solemos decir cuando nos gusta alguien. Inevitablemente llegamos al tema de cómo había terminado la relación, yo le recordé lo desgraciado que había sido conmigo y las veces que me dejaba plantada, a lo que él solo podía decir que yo tenía toda la razón, qué se había arrepentido muchas veces luego de haber terminado y que se arrepentía hoy en día cuando veía la mujer en que me había convertido. Comenzó a ganarse mi confianza y yo olvidé que solo quería provocarlo, sus mensajes iban mucho más cargados de morbo, se enfocaba en alguna parte de mi cuerpo y en como recordaba algo que hacíamos, me invitaba a tomarnos un café de vez en cuando a lo que yo siempre traté de negarme, pero dice el dicho: tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe, y terminé aceptando una invitación.
Estuvimos hablando un buen rato y quedamos de volver a encontrarnos. Había sido una conversación normal entre amigos sin insinuaciones ni nada, pero no duraría mucho tiempo así. Un par de veces después me había invitado a tomarnos unos tragos, pero siempre me hacía del rogar, hasta que por trabajo mi esposo tuvo que salir de viaje, un par de noches, al menos eso le habían dicho, así que coordiné con Gustavo para ser nuestra salida en este momento. Me esforcé lo más que pude por dejarlo boquiabierto: me puse una tanga con encajes de color negro, un sostén también de encajes que hacía juego, sobre el que iría un buso largo y suelto color blanco, que a su vez hacía de falda. Siempre me ha gustado usar botas altas en tacón y altas de caña, que lleguen sobre mis rodillas por lo que obviamente iba a llevar mis botas beige y una gabardina del mismo color, quería verme elegante y sobria, pero llamativa. Tomé un Uber y fui a mi cita. Me llevó a cenar y seguimos hablando de banalidades, nada serio y nada comprometedor. Al finalizar me llevó a casa su plan inicial era dejarme e irse, pero lo invité a seguir, algo que no esperaba que fuera a suceder. Acepto sin mucho resistirse, entramos al apartamento, me quite la gabardina para que pudiera apreciar totalmente mi silueta, destape un vino, brindamos y estuvimos hablando un par de horas. El alcohol pronto empezó a hacer efecto, él se levantaba a servir una copa, al baño o a lo que fuera para tener la excusa al regresar de sentarse cada vez más cerca, yo lo esperaba con las piernas cruzadas con el fin que pudiera verlas. Una vez estuvimos lado a lado pasó su brazo izquierdo por mi cuello y me abrazó, seguimos hablando como si no pasará nada. Un par de copas más y había posado su mano derecha en mi pierna, como si fuera algo normal. Pronto comenzó a consentir la piel de mi pierna derecha suavemente, con lo que me hacía pasar cosquillitas nerviosas. Él lo sabía, no había olvidado que ese pequeño roce de los dedos sobre mi piel me calentaba muy rápido. Con la mano que tenía por detrás de mí cabeza me rozaba la oreja izquierda. Lo tenía donde lo quería: cerca, tocándome y con ganas de cogerme.
Me beso la oreja derecha, y se empezó a desplazar hacia adelante, buscando mi boca, la cual le ofrecí rápidamente girando mi cabeza. La mano que rozaba mi pierna derecha suavemente había pasado a apretarla con firmeza. Bastaron unos segundos así para que subiera decididamente a buscar mis senos, los cuales apretó suavemente. Me tumbé sobre la silla, quedando totalmente acostada, invitándolo a que se hiciera sobre mi, levanté mis manos y tomé el cojín para colocar mi cabeza, dejando mi cuerpo totalmente a disposición de Gustavo. Así lo entendió él, y bajó su mano derecha de nuevo a mis piernas, está vez, no solo era para colocarla allí, sino que me subió el buso hasta la cintura, lo que le daba visual perfecta de mi ombligo, mis caderas y de aquella tanga de encaje que ya se humedecía, beso mi abdomen, se notaba nervioso, apretaba mis piernas con ambas manos, yo solamente cerré mis ojos y me dejé llevar al placer. Estuvo así unos segundos y luego pasó a besar mis piernas, de las cuales soy muy sensible, por lo que rápidamente los corrientazos se apoderaron de mi. Mientras lo hacía, llevó una de sus manos a mi tanga, la debió sentir totalmente empapada, y sobre ella comenzó a mover su dedo pulgar buscando mi clítoris.
Me masturbaba con el dedo de su mano derecha sobre la tanga mientras subía con la otra mano el buso por encima de mis tetas, bajó el sostén dejándolas al aire, su boca iba camino a ellas por el abdomen y cuando llegó comenzó a lamer tiernamente mis pezones, todo sin dejar de estimular mi clítoris con su mano. Mientras me lamía uno de mis pezones, con su mano izquierda masajeaba mi otro seno, yo ya había empezado a gemir, tenía los ojos cerrados y estaba concentrada únicamente en disfrutar todas las sensaciones. De repente sus manos dejaron de hacer la labor que tenían, se levantó me tomó de las manos y me sentó, levantó mis brazos y rápidamente me quitó el buso. Sentada frente a él, con mis botas puestas aún igual que la tanga, mis piernas abiertas y él de pie entre ellas, comencé a desabrocharle el pantalón, le bajé el cierre y lo dejé caer hasta los tobillos, sobre sus bóxer se podía apreciar bulto ya erecto, tome su ropa interior y también la quité, comencé a masturbarlo mientras él retiraba su camisa.
Le movía la piel del pene suavemente de arriba abajo, él llevó sus manos a mi cabeza y entrelazó sus dedos entre mi cabello, ciertamente entendí lo que quería: me acerqué y empecé a pasar mi lengua desde la raíz hacia la punta de la verga mientras lo miraba de manera coqueta, le sonreí disimuladamente y procedí a metérmelo totalmente en la boca. Lo mamaba suavemente, con una de mis manos acariciaba sus huevos con lo que se estaba volviendo loco, sus manos entre mi pelo no hacían mayor presión, simplemente se deslizaban al ritmo de mi cabeza mientras mis labios se deslizaban tiernamente por su hombría.
Pasaron unos minutos, me levantó, me acercó a la mesa del comedor sobre la cual me incliné mientras él se hacía detrás mío, ofreciéndole la vista de mi espalda y nalgas. Apoye mis codos en la mesa, mientras Gustavo lamia mi espalda, me agarraba con fuerza las nalgas y rozaba su pene entre ellas. Se arrodilló, bajó mi tanga aún sin quitarme las botas y comenzó a practicar me sexo oral desde atrás. Esta sensación no la había tenido hasta este momento, mi cuerpo se retorcía de placer mientras pasaba su lengua por mi clítoris hasta mi ano y regresaba, me estaba volviendo loca, lo único que podía hacer era agarrarme fuertemente de los bordes de la mesa. Se levantó, colocó la punta de su verga en la entrada de mi culito y comenzo a empujármela mientras me decía que ese culo siempre sería de él (Gustavo fue quién me inicio en el sexo anal unos años antes).
Cuando su pene se había abierto camino por mi ano me tomó de las caderas y comenzó su bombeo, estuvo así algún tiempo, luego con una de sus manos me tomó del pelo y me halo bastante duro lo que hizo que mi cabeza se fuera para atrás, me estaba lastimando realmente, sentía que me dolía de lo fuerte que me tenía del cabello y el ímpetu con el que taladraba mi trasero, le pedí que me soltara del cabello, pero cuando subí una mano me tomo de la muñeca y la aprisiono en mi espalda. Pasaron unos instantes así, me levantó y, aún sin sacármela y sin soltarme el pelo ni la muñeca, me llevo unos pasos hasta una mesa un poco más baja, la cual le daba la altura perfecta para acostarme boca arriba y poder penetrarme mientras se quedaba de pie. Aún no terminaba de levantar mis piernas cuando de una sola estocada me la metió de frente. De los amantes que había tenido hasta el momento ninguno había sido tan violento como él, parecía que lo hacia con rabia, como si de vengarse de alguien se tratara, pero en esta nueva posición ya comencé a disfrutar nuevamente. Moría de placer cada vez que su verga entraba y salía de mí, gemía como loca, sudaba y me retorcía sin control, de vez en cuando abría mis ojos y lo veía ahí, tan dominante y empoderado, sujetándose firmemente de mis caderas y soltándolas únicamente de vez en cuando para apretarme las tetas que bailaban al rebote de sus embestidas.
Estaba tan concentrada en el placer que sentía, que no me percate del momento en que Gustavo estaba por correrse, me encanta ver a un hombre cuando entra en la fase del no retorno, solo sentí que me saco su miembro, lo puso sobre mis labios vaginales y empezó a masturbarse con ellos, simultáneamente me masturbaba con él. Puso su dedo pulgar sobre su pene para asegurarse de hacer presión en el roce con mi piel y de pronto, comenzó a eyacular sobre mí. Parte de su semen cayó en mi abdomen, pero la gran mayoría de su descarga había chocado directo con mi clítoris, lo que me provoco un orgasmo genial al sentir el calor de su esperma que con los movimientos que su pene seguía haciendo se encargaba de mezclar su leche con nuestros sexos.
Quedamos inmóviles unos segundos recuperando el aliento, mientras tanto su semen comenzaba a abandonar mis labios para escurrir hacia mis nalgas. Me ayudó a levantar, me recordó lo “rica” que estaba y se fue al baño a limpiarse, trajo papel para que también me arreglara yo. Me dijo lo bien que la pasaríamos esas 2 noches que mi esposo no estaría, pero no era mi interés, le pedí que se arreglara y se fuera, yo me acosté así desnuda como me había dejado y me dormí. Un par de horas después sentí como una mano pasaba sobre mi vagina, lo que me asustó pues pensé que Gustavo había encontrado la forma de entrar, pero no, era mi esposo quien me dijo que no había sido necesario salir de la ciudad y que había trabajado desde la oficina. Inmediatamente caí en cuenta que pude haber sido descubierta mientras tenía la verga de Gustavo adentro. Le dije que no tenía ganas de hacerlo y me di la vuelta con el corazón acelerado.
Después de eso, he seguido en conversaciones con Gustavo, pero no he permitido repetir el sexo