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Un sábado fuimos invitados al Casino como varias veces antes, por el papa del novio de nuestra hija quien era abogado de la empresa que administraba los casinos de mi ciudad. No llevamos dinero para apostar, pero queríamos asistir a ver el Show de Stand Up con grandes nombres y gratis. Lo pasamos muy bien, había mucha gente mayor. Casi todas las señoras eran casadas o viudas que iban a beber y jugar.
Toda la noche estuvimos juntos, pero en un momento ella se fue al baño, yo había notado que una señora no me quitaba el ojo de encima, pero creí que era normal y no le di importancia.
Y es que yo, cuando salgo con mi mujer, no suelo ser muy sociable y menos con mujeres.
Cuando mi esposa se fue al cuarto de baño, la señora, se me acerco decidida y me dijo: eres un hombre muy guapo y atractivo, me agarró del paquete y me puso un billete de 1000.00 en el bolsillo diciéndome que me había escrito su número en él y que podía llamarla cuando quisiera y salir con ella para pasarla bien, no supe cómo reaccionar. Me quede atónito y ruborizado hasta que regreso mi esposa, entonces sin mirar a la señora respire tranquilo.
Mientras mi esposa arrancaba el carro para regresar a la casa, mire el billete y allí estaba escrito un numero de celular y las palabras “yo me llamo Brígida”.
Aunque apenas le había visto, recordé su cara (delicadamente maquillada, atractiva, su pelo liso oscuro que le llegaba a los hombros; sus labios carnosos además eran provocativos), bajita como de metro cincuenta, no muy gorda, su vestido ceñido resaltaba un par de tetas bonitas y un culo bien paradito.
Días después le llame y nos citamos en un café cerca del casino, después de un par de besos y caricias, termine subiéndome a su carro y acompañándola a su casa. en el trayecto ella ahora tenía una mano en el volante y la otra iba masturbando mi verga que había sacado de mi pantalón y mi bóxer. Me decía que tenía muchas ganas de comérmela.
De hecho, paró en un lugar solitario, se quitó el cinturón de seguridad, se ladeó y, de rodillas en el asiento, se metió mi verga en la boca y comenzó a chupar como loca. Desde la punta, fue pasando su lengua por todo el tronco, sin dejar de repetirme que le encantaba mamar. Verla bajando y subiendo su cabeza y acariciarme los testículos hizo que me viniera. Ella se tragó todo y luego me besó en la boca. Saboreé mi propio semen en la boca de esa vieja…
Siguió manejando y en el camino me dijo que le hiciera una mamada. Me acomodé en medio de sus piernas abiertas, y le subí la falda todo lo que pude. Ella ayudaba para bajarle los calzones negros. Su olor a excitación me llegaba incluso a través de la tela de sus calzones.
Metí un dedo en su raja mojada ya. Separé sus piernas y metí mi cara hasta tocar sus labios vaginales. Metí la mano por debajo, recorrí su clítoris con mi dedo índice, y noté que estaba muy mojada. Dio un grito cuando le abrí la vagina.
Separé sus enormes labios superiores y lamí la zona, guiado también por sus gemidos y el nivel de orgasmos. Me dijo que le masturbara también el clítoris y, con sus indicaciones, lo hice. Pronto descubrí que estaba delante de una mujer multiorgásmica, porque se derramó varias veces seguidas. Finalmente llegamos a su casa.
Estábamos delante de un chalet bien cuidado. En la zona alta de la ciudad. Subimos a su cuarto, se me tiró al cuello y de nuevo su lengua empezó a retorcerse dentro de mi boca. Brígida lo hacía todo por los dos: me desnudaba todo, sin dejar de apretarme el culo, los huevos, la verga y sin dejar de besuquearme y morderme y se desnudaba ella, sólo necesitando mi ayuda para desabrocharse la cremallera por detrás.
Y además no dejaba de decir que quería que la hiciera mía, que hacía mucho tiempo que no se acostaba con un hombre de verdad.
Brígida se quitó las medias y se tiro al piso. En el suelo, se quitó los calzones y me enseñó por completo su culo y su raja. Se abrió de piernas. Me monté sobre ella y empecé a culear como un conejo. Mientras ella gemía. Cuando derramé dentro de ella mi semen, Brígida aulló como una loba y me apretó el culo como poseída.
Me levanté haciéndome a un lado. Estaba empapado de sudor. Yo estaba agotado, pero al parecer ella tenía muchas más ganas de más. Se metió mi verga en la boca y arranco con chupetazos y succiones, se puso para un 69 y me coloco su culazo en mi cara. Me dijo que le chupara el culo, que quería que la penetrara por ahí.
Con todos mis dedos y luego mi lengua, exploré su agujero negro y mi verga se puso erecta de nuevo. Se puso en cuatro sobre la alfombra y la penetré hasta el fondo. Ya el grito fue de gusto y placer …
me dijo que la partiera el culo, empecé a embestirla en esas nalgas paradas y puse un ritmo muy duro. Por primera vez se me escaparon palabras obscenas, que a ella le excitaron mucho y se metió los dedos en su vagina. Su orgasmo múltiple fue increíble, además que se le fue la respiración. Cuando descargue la leche en su culo, el esfuerzo me dejó extenuado y sus nuevos intentos por reanimarme, fue inútil. Pese a esto, me decía que estaba encantada y no dejaba de llamarme semental.
Al terminar y luego de bañarnos juntos (con mamada de verga incluida), nos sentamos en la sala y me sirvió una copa de vino. Me dijo que quería que la visitara dos veces por semana, que tenía que ser caballeroso. ¡Yo pensaba que no podría por mi mujer y mis compromisos, pero ella me entrego un sobre con dinero! Yo no podía creerlo, me estaba pagando por culear con ella
Y pues, desde ese día, todos los martes y viernes siguientes Brígida y yo practicábamos nuevas posturas. Me da hasta vergüenza confesar cuánto tiempo duró esto y que durante mucho tiempo fue mi mejor diversión sexual.
Unos días después, nos vimos en el café y me llevo a una finca que tenía en un pueblo cercano. Desde que llegamos tuve que darle verga por el culo al aire libre, en la cama, ¡en la cocina…en fin!
Tuve que terminar cuando me pidió casarme con ella, su difunto marido la había dejado con una gran fortuna que ella gastaba en el casino y en pagar por buen sexo a quien le supiera dar rico por el culo.
La vi dos veces más hace unos meses, pero ya no me sentí bien y dejé de llamarla. Eso sí, jamás la olvidare